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CUENTOS DE AMOR Y JUVENTUD

CUENTOS DE AMOR Y JUVENTUD







LA CONOCI Y FUE MI AMIGA

6.122 palabras.22 páginas

CAPITULO N°1


El día que llegaron a la finca en busca de trabajo, papá había ido al pueblo a hacer unas diligencias al banco y no vendría hasta después de almuerzo.
Venía el papá, la mamá y ella que era llamativamente linda.
Yo los atendí y les dije que se necesitaban cosechadores para la uva y también para terminar la cosecha de ciruelas y duraznos.
Me preguntaron si había instalaciones como para vivir durante el tiempo de cosecha: Mi respuesta fue que sí.
¡Unas pequeñas piecitas en un secadero de fruta pelada! . Que ya no se utilizaba mas-
¿Cuándo comenzará la cosecha?...
¡Ya está la de fruta y en unos días más comenzará la de uva!
Papá me dejó dicho antes de irse, que si venía gente buscando trabajo, por ser época de cosecha, que en caso de que lo necesitaran, les ofreciera el secadero para quedarse; era algo que se hacía todos los años y mucha gente venía por eso; por tener un lugar donde vivir, aunque modesto; tenía las instalaciones de agua del viejo secadero y los baños.
Las piecitas de dimensiones pequeñas, podían acomodar a un matrimonio.
El matrimonio se interesó por conocer las instalaciones que les ofrecí para quedarse, fue así que me pidieron si podía mostrarles el lugar, a lo cual accedí.

Salimos caminando, para llegar al secadero distante trecientos metros de mi casa. Al llegar lo primero que les llamó la atención, fue que el lugar estaba barrido y regado para evitar el polvo y con las mesas y sillas ordenadas, bajo la sombra de una lona frente a las pequeñas casillas, este trabajo lo habían realizado las personas que vivían allí.
La señora miró las piecitas y le dije que le daría dos para la familia: Una para el matrimonio y otra para la hija.
En el lugar había mesas y bancos rústicos, hechos en años anteriores, con tablones que mi papá les daba a los que se los pedían; papá mandaba a aserrar en tablones, troncos de carolinos y también de álamos; con esta madera hacían camas, armarios, mesas y asientos: (sillas y bancos).
En todas las piecitas existían los muebles que eran necesarios para dormir, acomodar la ropa, sentarse, vivir allí por el periodo de la cosecha, y esto para la gente humilde de la cosecha, parecía un edificio de departamentos en propiedad horizontal y amoblado.
Lo único que no tenían era ropa de cama, ni colchones, porque eso lo ponían los cosechadores y luego se los llevaban. Papá les regalaba la lana de las ovejas que esquilaban en la finca, ya que por entonces no existían los colchones de goma espuma.

La lana no se vendía y la guardaban en fardos en el viejo galpón, para hacer colchones nuevos para la casa, cuando venía el colchonero; que también les hizo para esta familia dos colchones: Uno chico para la hija y uno grande para el matrimonio.
Todos tenían lo indispensable para armar un lugar con comodidades mínimas para vivir, si lo mantenían limpio y ordenado, estaban mejor que tirados en carpas y en el suelo.
Las piecitas tenían piso de hormigón y una ventana al sur, que permitía que entrara el aire fresco en las noches estrelladas de verano. El frente al norte estaba cerrado con tablones de madera y una puerta; ya estaba construido desde hacía mucho tiempo atrás, por los viejos cosechadores que habían pasado por el lugar.
Las piecitas permitían alojar unos cien cosechadores, que iban solo por el tiempo de cosecha, y eran suficientes para armar las cuadrillas que recolectaban la uva, entre febrero y abril. Habían parejas, hombres y mujeres de a dos por pieza, también algunos niños, no hermanos, estaban juntos.

El hombre era alto, rubio y de ojos azules; le decían el Alemán y venía de trabajar en las minas de wolframio o tungsteno, en la época de la segunda guerra mundial. Después de la guerra las minas se cerraron y él se dedicó a tareas relacionadas con la reparación de equipos utilizados en la agricultura.

El Alemán vino a Mendoza; en la época de cosecha porque quería conocer y poner un taller de reparaciones de equipos para el campo: Tractores, arados, sulfatadoras etc.
El campo mendocino, difiere en algunos aspectos, de los campos de otros puntos del país, quizás la mayor diferencia es que los motores son más pequeños, puesto que los tractores tiran arados de una y dos rejas, y en el centro del país de hasta veinte o más rejas.
La mamá era de tez aceitunada, brillante y sin ninguna arruga, tenía unos bellos rasgos indígenas, delgada, para nada gorda, más bien fibrosa y con sus 35 años se veía una mujer joven; que pese al contraste hacía una linda pareja con el Alemán.
Su cola llamaba la atención, al igual que unos senos turgentes y redondos, que se adivinaban por debajo de la blusa sin corpiño, cosa común en las cosechadoras-
Se llamaba o mejor dicho, le habían puesto un nombre en español: Anahí, pero su verdadero nombre era de los Comechigones, de las Sierras de Las Quijadas: Acahay Anhui. Difícil de pronunciar y no se lo aceptaron para hacer los documentos, rebautizándola como Anahí.
El mapa de la provincia de San Luis, muestra la ubicación de las Sierras de las Quijadas en el centro de la provincia; el lugar de donde era originaria Anahí. Por esos parajes quedaron indios Huarpes puntanos que se acriollaron y en muchos casos se cruzaron con criollos o extranjeros como el Alemán, siendo estas indias muy atractivas para ellos, por lo diferente que eran con las bellezas europeas. (Rubias y gordas)

Tenían una hija que era hermosa, había heredado lo mejor de cada raza: los ojos azules de su padre, el pelo lacio de su madre, las facciones europeas con piel blanca, tersa y brillante-
Tenía una altura considerable para sus quince años, delgada, una cola maravillosa que hacía volverse al más distraído y unos senos que correspondían a una chica de mayor edad. Su carita era delicada y su aspecto el de una mujer dulce y tímida. No hablaba, salvo que sus padres le dirigieran la palabra, y rara vez lo hacía con extraños.
Se ubicaron en el Secadero, terminaron de conseguir los elementos que les faltaban y cuando vino papá les dio la lana para que se hicieran colchones; llamaron al colchonero, que vino al secadero, y ya tenían la casa armada para irse a vivir por el tiempo de cosecha.
Comenzaron por la cosecha de la fruta, actividad en la que no me involucraba, porque el control de esta cosecha lo hacia el capataz, ya que era sumamente sencillo, comparada con la cosecha de uva; aquí se contaban al final del día los cajones que cada familia o cosechero había llenado y sacado al camino; el capataz le daba un vale por el número de cajones y luego mi papa se los cambiaba por plata los sábados y domingos, también algún día de semana si tenían necesidad.
A la tarde venía el camión que los llevaba a la fábrica ( podía ser “La Campagnola”;”Inca”,”Román”, cerca de casa, y otras más.) Los duraznos y ciruelas se vendían a compradores diferentes por la clase de fruta y por el precio que pagaba cada uno.


CAPITULO N°2




Yo no la había visto desde que los llevé al secadero, porque no iba a la cosecha de frutas y tampoco al secadero; pero cuando papá empezó a repartir los tachos para la cosecha de uvas, ella vino con los padres a retirar el suyo. Pensé que le iría a costar mucho esfuerzo cargar el tacho de veinte kilos y llevar por las hileras su tacho al hombro.

A medida que la cosecha progresaba se ponía más canchera, para llevar el tacho y juntar los racimos, por lo que cosechaba tantos tachos cómo su papá, que era el más rápido.


Un día el camión que llevaba la uva no arrancaba, el alemán se puso a mirar que tenía, y le dijo al camionero “que se había quedado sin nafta”.
Papá tomó nota de la agudeza del alemán.
Otro día el tractor que tiraba los camiones, se quedó sin fuerza pero con el motor marchando. El alemán dijo “que era el disco de embrague”; por lo que no lo podía arreglar sin el repuesto. Trajeron el repuesto de la ciudad de Mendoza y el Alemán con las pocas herramientas que había en la finca lo cambió.
Papá conversando con el alemán se dio cuenta que podía ser un hombre muy útil en la finca y convinieron un trato: Papá le instalaría un taller y herrería donde pudiera realizar la mayoría de los trabajos requeridos en la finca. Le construiría una casa para la familia y junto a ella pondrían el taller.
Antes de terminar la cosecha el albañil de la finca con su cuadrilla, comenzó la construcción del taller, el lugar elegido, estaba cerca de la represa de los caballos junto al Callejón del Medio.

El diseño del taller fue realizado por el Alemán y tenía la mayoría de los elementos, herramientas y muebles requeridos.Tenía una fragua para hacer trabajos en caliente como pegar las cintas metálicas de las ruedas, doblar las herraduras; tenia soldadura autógena, ya que no había electricidad, tenía llaves milimétricas, y de pulgadas para los equipos importados. Piedra de amolar y de afilar, un banco de madera y uno de hormigón, una pileta de agua, una morsa, una prensa grande, martillos y combos grandes, llaves de bocas grandes estriadas, destornilladores de todo tipo, y otros elementos más, necesarios para el taller y/o la herrería. Las herramientas lucían prolijas sobre un tablero de madera grande y grueso.
El galpón, grande, pero sencillo en su construcción, quedó terminado a poco de finalizar la cosecha y se instalaron los elementos que habían llegado; el taller entró plenamente en servicio, un tiempo antes de terminar la casa...una vez terminada la cosecha.
El arreglo que hicieron mi papá y el Alemán fue el siguiente: Papá le pagaría un sueldo mensual fijo y él repararía todos los elementos de la finca y atendería los caballos que debían ser herrados, y mientras se lo necesitara tendrían prioridad los trabajos para la finca.
El tiempo que le quedaba libre, lo podía usar a su antojo para realizar trabajos para terceros, utilizando las herramientas y materiales de la finca, pero reintegrándolos bajo su supervisión; todos aquellos materiales usados para terceros serían devueltos en cantidad y calidad igual a los usados. Este acuerdo, exigía un alto grado de moralidad y el Alemán la tenía.

Fue construida con los ladrillos grandes, que se usan mucho en Mendoza, era la primera vez que se hacía una casa con esos ladrillos, en la finca; las anteriores muy viejas eran de adobe de barro, revocado, eran frescas y a su modo antisísmicas porque tenían paredes anchas; las más nuevas de ladrillos a la vista externamente y revocadas por el interior.
Esta fue construida toda de ladrillo a la vista por fuera y revocada por el interior, la cocina y los baños con cerámicos grandes muy vistosos, para el agua caliente una cocina tipo salamandra.
Las puertas y ventanas con persianas para el sol, de madera de cedro, las hizo el tío Heriberto.
Por estar en el campo la casa tenía el baño dividido en dos, uno interior para lavarse y bañarse con bañadera y agua caliente y otro en el exterior con agua fría solamente para un inodoro y lavabo. Cerca de este último había un pozo ciego construido con ladrillos, revocado, de dos metros de diámetro y una profundidad hasta la primera napa de agua, que estaba como a ocho metros, y recibía el agua servida de la casa y el baño.

El techo estaba preparado para resistir los días con sol y calurosos, primero tenía palos de álamos, pintados totalmente con brea para impedir la acción de los insectos, colocados a lo largo, cada cuarenta centímetros de separación; sobre esos palos se clavaban cañas enteras, redondas y gruesas, puesta una junto a la otra que no permitían dejar pasar el barro duro como para hacer adobes, con material fibroso. Las cañas soportaban el barro y sobre el barro se colocaba una tela de alambre fina, a dos centímetros de las cañas, arriba de la tela se colocaba otros diez centímetros de barro.
Finalmente llevaba un recubrimiento de hormigón, con una malla metálica a cinco centímetro del barro y de veinte centímetros de espesor. El hormigón se pintaba con brea derretida y bien caliente, la brea se esparcía con una escoba vieja y dura. Arriba de la brea se pintaba con cal, arena y un poco de cemento, para que predomine el color blanco, a efectos de rechazar las radiaciones solares, y que forme un mortero resistente al tiempo
El techo se armaba de modo que dividía la casa en dos, y quedaba “a dos aguas”. Por adentro, cubriendo la vista de los palos pintados de negro y las cañas, se puso el cielo raso construido con una tela blanca, bien gruesa; que junto con las paredes blancas pintadas a la cal, le daban un aspecto de pulcritud y limpieza en medio del arenal.

La casa tenía una buena distribución, y un estilo de campo; primero había un lavadero y una pieza con baño para bañarse, que quedaba al costado de la galería del fondo, a continuación estaba la galería en el fondo de la casa.
De la galería se entraba por el fondo a la casa, que tenia todas las puertas al exterior iguales; eran de una hoja grande y dos ventanas de vidrio repartido al costado. Los tableros de la puerta eran de cedro macizo con pequeñas molduras.
Yendo hacia adelante estaba el dormitorio de la hija que daba al living comedor, que estaba unido por una arcada con la cocina, que a su vez estaba unida a la despensa.
Mas adelante había un hall, al que daba un dormitorio pequeño, el baño principal, el dormitorio grande del matrimonio y una pieza que podía ser una sala de trabajo o reuniones la cual a su vez tenía una puerta al exterior. Al costado y unido con el living estaba el comedor, que también tenía una tercera puerta al patio.
Mientras se construía la casa, papá le encargó al tío Heriberto, además de las puertas y ventanas, algunos muebles; este era un eximio carpintero y con ideas de avanzada los construía lindos, con buenas maderas y un bajo precio.
Le encargó los juegos de dormitorios: Camas y roperos; las mesas, las sillas y los armarios del living y del comedor; un mueble para la cocina y otro para la despensa, un escritorio y sillas para la pieza del frente.
La casa estaba lista para ser entregada y papá llamó a Federico, que era el nombre del Alemán junto con su señora e hija y le dijo: ¡Federico te entrego esta casa para que disfrutes con tu familia!… y le dio las llaves de todas las puertas: Dos por cada una. Veinte llaves en total.

La señora cuando entró, rompió en llanto y la hija al verla hizo lo propio; nunca pensó recibir toda la casa con muebles nuevos de la mejor factura; rápidamente se mudaron del secadero que quedaba muy cerca, usando para ello el carro de papá, quien lo había hecho llevar sin que se lo pidieran; las pocas cosas que mudaron fueron los colchones que eran nuevos, y también toda la ropa: nueva y de trabajo. .
En el campo no había heladeras para conservar la carne, pero había una especie de “fiambrera de alambre mosquitero” donde se colocaba la carne al fresco y de noche al sereno. Papá también les regaló una “fiambrera”.
Pronto los jardines alrededor de la casa se cubrieron de pequeñas flores de temporada, y Federico trajo rosas, salvajes, que las injertó con rosas del jardín de mi casa y de la nona Luisa. Las rosas salvajes crecían a la orilla de la acequia del agua, enredándose en los álamos que la bordeaban.

Papá le contó a Federico que la chica que trabajaba en casa se había ido a trabajar con el padre y la madre a un viñedo; económicamente estarían mejor y podrían mantener a los cuatro hermanitos.
Federico a su vez le contó a su señora Anahí y ésta por agradecimiento, con lo que había realizado papá, se ofreció para trabajar en casa. Mamá la tomó por cuatro horas todos los días, para las tareas de la casa: Lavar, planchar, limpiar, hacer las camas.




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CAPITULO N°3


Anahí desde el primer día fue acompañada por su hija, que no se quedaba sin hacer nada, también se ponía a trabajar y a los pocos días la casa brillaba y no había ningún trabajo atrasado: la ropa estaba lavada y planchada y a medida que se juntaba la lavaban y planchaban, igual con el resto de las tareas: Mamá estaba contenta y se lo demostraba, a la tarde les servía un rico té con masas como si fueran las más pitucas de sus amigas.
Yo empecé a estar a la tarde cuando tomaban el té, a la mañana iba a la escuela, generalmente venía de hacer mandados al almacén, que me encomendaba mamá. Allí en casa me reunía con Mariah José que con los días se mostraba un poco más locuaz; tuvimos diálogos más íntimos, y conversábamos sobre nuestros amigos, en el caso de ella todos habían quedado lejos, como un grato recuerdo, sin saber cuando los vería de nuevo.
Todo parecía indicar que se quedarían para siempre en Mendoza, iniciando una nueva vida con nuevos amigos.

Un día a la tarde la invité a “pasear en mariposa”, (sulky como el de los lecheros que se sube por atrás); había atado al Tigre, un caballo corpulento que trotaba muy ligero, cruza de percherón con pura sangre.
Salimos para el lado del Canal Los Andes, que estaba en el limite de los cerros de La Ventana (Rivadavia), hacíamos un promedio de ocho a diez kilómetros por hora, trotando y yendo al paso y llegamos a un monte de chañares y algarrobos en una hora. (Este monte estaba pasando el puente del canal Los Andes a unos dos kilómetros del rancho de Los Pérez.)
Se había mantenido en pie, sin ser presa de los leñadores furtivos, porque los Pérez lo cuidaban con tesón, impidiendo que nadie fuera a cortarlo; amenazándolos con escopetas, revólveres y perros malos, en caso de que no quisieran desistir, de cortar el monte.
Durante el viaje le explicaba, quienes eran los dueños de las fincas; eso hasta llegar al canal, de allí para arriba y por todos los cerros no había más cultivos; pero el paisaje desértico, con árboles y arbustos pequeños o achaparrados ofrecía una belleza que no quedaba a la saga de los campos verdes de otras partes; las piedras que habían, los canales o cañadones que hacía el agua bajando de los cerros eran muy bellos.
La fauna también ponía su magia, habían diversas especies que podían verse al cruzar el canal y empezar el desierto; Esa fauna autóctona no se quedaba en los campos cultivados a excepción de las liebres europeas y las perdices; la fauna tenía su encanto y le daban al paraje una misteriosa belleza.
Las martinetas copetonas andaban cerca del canal en grandes bandadas, su cacería con mi tío Hugo era uno de nuestros principales pasatiempos; íbamos casi todas las semanas de invierno, durante el periodo de caza; hasta encontrar grandes bandadas que las perseguíamos con perros, siempre íbamos en grupos, y cuando sucedía de encontrar una gran bandada, se armaba un tiroteo descomunal, cobrando un sinnúmero de piezas.
La mayor cacería de Copetonas, que recuerdo, la hicimos con mi tío Toto, mi hermano Cacho, el tío Hugo, el Negro Aguirre y Yo; fue a la orilla del canal, por la huella que corría paralela al mismo. Primero vimos unas martinetas que iban por la huella, corriendo adelante nuestro, que de pronto se salían hacia una viña abandonada, que no tenía ni palos ni alambres, solamente algunas plantas de vid, que permanecían salvajes.
Allí entre el yuyal, conformado por chepicas, chañares y otros yuyos las martinetas en cantidad descomunal, permanecían achatadas; cuando los perros las empezaron a marcar, comenzó el tiroteo; a medida que caían, los perros no sabían que hacer: Si ir a buscar la martineta muerta o marcar a las que estaban al lado. Debido a lo alto del yuyal y a que matábamos sin darnos tiempo para recoger, sabemos que se perdió más de una, pero al contar, la cacería ascendía a cincuenta y ocho martinetas, entre cuatro cazadores y un tronco que era Yo.(maté la mayor cantidad de mi vida en un tiroteo y fueron tres).
Esto dio un promedio de trece punto ocho martinetas, entre los otros cuatro, pero mi tío Hugo tiene que haber matado la mitad del total. En ese tiroteo lo vi matar de a dos en varias ocasiones, era una rara habilidad que él tenía cuando cazábamos una bandada.
Cuando volaban dos o tres juntas esperaba que se cruzaran y allí recién oprimía el gatillo.
Mariah José escuchó el relato de las cacerías y se interesó por cual otra clase de animales habría en esos campos.
Le conté que las más comunes de ver y cazar eran las Maras o liebres criollas o patagónicas, andaban en pequeños y medianos grupos de cinco a diez liebres, que eran bastante ariscas y tenían muy buena vista y oído y enseguida escapaban a la carrera; si el lugar lo permitía se las corría con el vehículo que teníamos, un jeep 4x4, de los primeros que hubieron: Rezagos de la segunda guerra mundial.
Otros animales que encontrábamos y cazábamos eran mulitas y peludos, sin que fuera común encontrarlos, ya que salen casi siempre de noche.
Sabíamos que entre los cerros había pumas, guanacos, zorros y bizcachas que salen solo de noche, nunca los encontramos, ni los buscamos por lo difícil que resultaba el acceso a pie a la parte lejana de los cerros, ya que no había caminos hacia adentro, y no fueron objetos de caza para nosotros.

Llegamos a un monte alto de chañares y algarrobos, que formaban en su interior como un salón cubierto de hojas y ramas; ese lugar era buscado, los días de mucho sol en el verano, por los animales que andaban sueltos en el campo. Mariah José tuvo un poco de miedo al entrar debajo de los árboles, pero cuando vio que no había ningún animal y que solo volaron palomas, algunas de los nidos que allí hacían, se tranquilizó.
Atamos el caballo a un árbol, y le dimos una “penca de fardo”,(pasto) que llevábamos en el “pescante” de la mariposa (en la parte de atrás,).
Fuimos a caminar por entre los chañares y algarrobos, conformaban un lugar agreste pero pintoresco, había caminos que se habrían en todas direcciones, y espacios descubiertos sin vegetación, hechos por los animales que se guarecían del sol o las tormentas y que también venían de noche a descansar, protegiéndose del viento y el frío.
Sentados a la sombra, Mariah José se soltó a hablar y dijo que su mamá apreciaba mucho a mi papá por lo que había hecho por ellos, y también a mi mamá; que su papá también lo apreciaba a mi papá y que lo consideraba una persona excesivamente buena. En esas circunstancias Yo le pregunte que sentía ella por mí, si me apreciaba o si le era indiferente; me dijo que Yo era muy bueno con ella y que me tenía mucho afecto y que ya me consideraba “un amigo”. Un amigo es un amigo y nada más, así que ese día no tomé ninguna iniciativa que pudiera comprometer la condición de “amigo”. Seguimos charlando y luego hicimos los preparativos para volver, después de comer sánguches de salame y beber algo.
No obstante, esta situación de bajo perfil, no era lo que Yo tenía en mente para con Mariah José; llegamos a casa temprano, habíamos tardado unas tres horas ida y vuelta y la verdad que estuvimos muy entretenidos.

Los otros paseos, que hicimos a lugares más cercanos fueron más divertidos, pues allí empezamos con un comportamiento distinto.
En el dique derivador, Philips, las cosas tomaron otro cariz, mientras nos bañábamos en el canal de igual nombre, comenzamos a tener actitudes que iban a lo sexual, Yo la tomé de las manos, le saqué el corpiño y la bombacha que usaba para bañarse, empecé a tocarla, no opuso ninguna resistencia, más bien daba muestras de estar muy a gusto y los primeros besos fueron calidos y consentidos.
Tenía un cuerpo espectacular; los senos redondos, turgentes, con los pezones duros y parados; tenía la “cola” carnosa y la vulva pronunciada; mis calzoncillos quedaron a la orilla del canal igual que sus ropas.
El canal tenía una pared, en los costados, de árboles pequeños y yuyos grandes, que no permitían cruzarlo, salvo por algunos sitios, donde esta vegetación había sido cortada. Esa vegetación crece en la ribera de los cursos de agua y como está en la orilla, no impiden que el agua circule con normalidad; solamente se cortan las plantas que crecen hacia el interior del cauce y en algunos lugares para permitir el paso de las personas.
El dique Philips es el que distribuye, en el canal de igual nombre los últimos cupos de agua del río Tunuyán. Es el último sistema de distribución que existe sobre el río Tunuyán.
Rara vez pasa agua del dique Philips hacia el río Desaguadero; donde este se pierde en el límite con la Pampa, sin llegar agua al río Colorado, debido a la evaporación en el desierto mendocino, y a la falta de agua, que se usa toda para el riego de los viñedos.
La mayoría de las veces llega un pequeño hilo de agua por el río, que escapó del Dique Medrano, aguas arriba, que es absorbido por el canal Philips. En esa circunstancia es muy agradable bañarse en el canal Philips que lleva una pequeña cantidad de agua, sin significar peligro para los bañistas.
Allí estábamos en un lugar escogido, donde el canal se aleja del camino y dobla en dirección de Las Catitas, un pequeño pueblo y de los últimos con riego proveniente del río Tunuyán. Ella jugaba desnuda, protegida su intimidad por los árboles que cubrían las orillas del canal. Yo también jugaba desnudo en el hilo de agua refrescante; los quince años que teníamos hicieron que enseguida perdiéramos el pudor de estar desnudos uno frente al otro y aunque Mariah José no era de hablar mucho, se hacia entender y muy bien acerca de lo que quería.
Ese día la tarde fue corta para jugar, y al salir del agua teníamos una sensación de placer jamás experimentado.
Antes de irnos juntamos guindas de unos árboles salvajes, que crecían a la vera del canal y las comimos por el camino, hasta mi casa.
La distancia del dique a casa seria de unos seis kilómetros, que con el Tigre los recorríamos en un corto tiempo; al llegar mamá nos esperaba con un té delicioso, con sánguches de jamón crudo y masa caseras.
Trajimos guindas para nuestras madres que las disfrutaron tanto como nosotros.
La mamá de Mariah José, no tenía ninguna prevención ni le disgustaba que saliéramos a pasear juntos, mi mamá tampoco; nadie insinuó que no debíamos irnos a pasear y lo hicimos durante todo el verano y el otoño, hasta cuando llegaron los días más frescos y ya no era tan agradable andar corriendo en sulky, por lugares abiertos o a la orilla del río.
El invierno conspiraba sobre nuestros paseos, salvo los hermosos días de sol, que son muchos, en Mendoza.
Igual salíamos los días más lindos, salíamos abrigados, la mariposa tenía una caja muy grande donde colocábamos almohadones y frazadas y allí estábamos protegidos del frío, en el fondo del cajón; pudiendo armar un cama con toda comodidad.
Íbamos a diferentes lugares, aunque menos a los diques y canales, porque no necesitábamos un lugar fresco como en verano; un lugar que pasó a tener preponderancia era un bosque de chañares, muy grande, que estaba en un campo árido cercano al río.
Para llegar al lugar teníamos que internarnos por una huella de arena dónde rara vez transitaba alguien, ya que la única utilidad que tenía, era conducir al monte de chañares; un campo salitroso, no tenía casi vegetación, y la que había era achaparrada y sin fuerzas, típica del desierto; la excepción la hacía el montecito de chañares. Era un desierto inmenso, que cuando joven me alegró con su desolación, permitiéndome pasar junto a Mariah José en la soledad del paraje, los momentos más maravillosos de mi juventud.


CAPITULO N°4
1402 palabras

Ese año terminé el colegio secundario y al otro año me fui a San Juan, allí terminó mi contacto diario con Mariah José, la veía las pocas veces cuando volvía a casa, para las vacaciones de julio y en el mes de enero.
Los días se hacían cortos para estar juntos y la disfrutaba como nene con juguete nuevo; nos poníamos locos de placer y no queríamos separarnos.
Me volvía una o dos semanas más tarde de lo estipulado, y llegaba justo al comienzo de los nuevos cursos y sin haber estudiado para los exámenes finales, por lo que debía pasarme una semana sin dormir, para rendir bien las practicas de las materias que me quedaban.


Mariah José terminó el secundario un año después y su papá tenía decidido que iría a estudiar la misma carrera que estudiaba Yo en San Juan. A ella le gustaba la idea de estudiar Ing. Química; cuando supo que estudiaría eso, se hizo preparar con el mismo profesor que me preparó a mí durante el año final.

No había examen de ingreso así que al año siguiente era compañera de facultad, vivía en una casa con dos chicas, cada una tenía su cuarto.
Cada tanto iba a visitarla y me quedaba a dormir con ella, que precavida había comprado una cama usada de dos plazas. Esto sucedía generalmente los viernes a la tarde y me quedaba hasta el domingo después de cena.
De las otras chicas, una tenía pareja estable y la otra no, también pasaban los fines de semana acompañadas.

Un día viernes, me encontré a la salida de los cursos, en la facultad, con Mariah José; soplaba con fuerza el viento Zonda, haciendo la tarde insoportable, por la temperatura que tenía, convirtiendo a la calle en una hoguera. Ella vivía en el centro y Yo para el otro lado de la ciudad, ella andaba a pie y Yo en bicicleta, pero de mujer.
Para llevarla tuve que subirla sobre el manubrio, estaba acostumbrado a llevar amigos así, y en un rato estuvimos en pleno centro, en la casa de Mariah José. Las otras chicas, por ser fin de semana se habían ido a Mendoza.
El viento Zonda que todo lo convertía en polvo y calor, nos obligó a darnos un baño después de cruzar el parque y parte de la ciudad, para refrescarnos.
Cuando llegamos, ella se fue al dormitorio donde dejó la ropa y se vino cubierta por una toalla, con una capucha de plástico en la cabeza; me estaba bañando con agua fría, y que por ser del tanque que estaba sobre el techo se había calentado con el sol y el Zonda, estando agradable para bañarse.
Mariah José se metió bajo la ducha conmigo y la empecé a jabonar por todo el cuerpo; ella gozaba del baño que le daba, le pasé jabón por las tetas y por la cola, con el mayor cuidado, generando en ella una excitación paralela a la mía.
Me comenzó a besar despacito, suavemente, como si no me besara, besos chiquititos en la boca, pero calientes como el Zonda, nunca antes lo había hecho y me empezó a besar por “todo el cuerpo”; me puse loco y no aguanté de besarla Yo también “por todo el cuerpo”, terminamos el baño y nos fuimos al dormitorio, allí siguieron los besos chiquititos, muy calientes. Quedamos besándonos un rato y el fresco de la noche y el baño nos dio sueño.
Y así sin amarnos, nos quedamos dormidos. Al despertarnos era de noche, serían las diez, por lo que decidimos comer algo que había en la heladera: Unas milanesas. Mariah José preparó la comida y puso la mesa para dos, fue una de las cenas mas lindas que tuve en mi vida de estudiante, estaba a acostumbrado a comer poca cantidad y era groseramente flaco, se me veían todas las costillas como al Mahatma Gandhi, pero ese día comí más de lo cotidiano, y tomamos vino a lo cual no estábamos acostumbrados ninguno de los dos
La sobremesa la hicimos comiendo un postre netamente sanjuanino: Uva moscatel grande, era exquisita. Finalmente Mariah José sirvió un café, algo amargo para aliviar el exceso de vino. Conversamos sobre las materias, a ella le iba muy bien en la facultad, había aprobado todos los prácticos y no tenía problemas para estudiar, Yo le había pasado mis apuntes manuscritos, que había tomado religiosamente el primer año sin faltar a una sola clase teórica y los cuadernos donde estaban desarrolladas todas las derivadas e integrales conocidas y que me permitió el éxito de aprobar el examen del parcial, en el primer intento.
Ella era muy mimosita, le gustaba que le hicieran mimos y hacía como que se quedaba dormida sobre mi pecho; le daba, copiándome de ella, besos chiquititos, “para no sacarla de su sueño imaginario”.La trataba con la mayor ternura y a pesar de mis dieciséis años era muy cauto con ella y no intentaba tener sexo cada vez que “yo quería” sino más bien lo hacíamos cada vez que “ella quería”,eso si cuando ella deseaba que la amara me contagiaba de su fuego lento, que terminaba con mis especulaciones. Era ella quien me desnudaba y me comía a besos chiquititos hasta llegar a que hiciera lo mismo con ella. Su filosofía de herencia indígena era contemplativa, y si bien tenía acentuada su herencia alemana, la mezcla era una rara mujercita que llegaba con mucho amor al orgasmo.
Que buscábamos juntos

Todo a su tiempo terminaba en el paraíso de los sueños juveniles y nunca sentí la sensación de estar teniendo sexo, lo que sentí fue que la estaba amando.
El final de su primer año, sería para mí el final de mi paso por San Juan, para cursar el tercer año yo debía tener aprobado el “bienio propedéutico” que consistía en tener todas las materias del primer y segundo año aprobadas para anotarse en tercer año.
Tenía todas las materias aprobadas, menos una.
De la cual había rendido todas las prácticas, las láminas, ( geometría proyectiva y descriptiva) que era lo más difícil, y me permitían anotarme y rendir en julio. Igual estaba Pipo, le faltaba una.
Pero unos amigos que habían ido hasta Santa Fe, trajeron la información de que nos daban la equivalencia de todas las materias rendidas, y podíamos inscribirnos en tres materias, por cuatrimestre, correlativas de las rendidas. (En San Juan los cursos eran anuales y si perdías una materia, perdías todo un año; cosa que no era posible en Santa Fe)
La tristeza de Mariah José fue inmensa al enterarse de que me iría a seguir mi carrera lejos de ella, su padre no quiso que se fuera tan lejos de su casa a Santa Fe. (1.200 Km. vs. 300 Km.), ya que estando mas cerca, su familia podía visitarla y ella ir a su casa más seguido.
Me fui a Santa Fe, tomé la decisión y partí en dos semanas o menos, nos fuimos juntos con Pipo, en su camioneta Dodge.
Mariah José se quedó llorando y me partió el alma.
Al principio no me encontraba bien sin ella, todo estaba lejos: Mi casa, Mariah José, los amigos de la facultad quedaron atrás; sin embargo la distancia, dice una canción: “Es el olvido” y poco a poco, Mariah José también sufrió el proceso de las cosas queridas pero lejanas y me fui olvidando de ella; con Mariah José no fuimos novios, lo que se menciona por novios; fuimos mucho más pero sin que nadie lo sepa: Ni sus padres ni los míos, ni nosotros, ….como ella lo decía éramos solo: “Buenos amigos”.
Mariah José se recibió el mismo año que Yo, consiguió una beca para estudiar un doctorado en Ing.Química en Alemania, la tierra del padre, allá tenía parientes que la ayudaron; se graduó y se quedó a vivir en Alemania; mandó a buscar a los padres que se quedaron con ella para siempre; no volvió nunca…¡no tenía a que volver!.

1967 Campamentos-San Juan- Santa Fe
2008-La Plata
Revisión 2012 –La Plata
Jorge Eduardo







TOTAL 9187 PALABRAS.
18 PAGINAS



ESCUELA NORMAL AMORES DE ESTUDIANTES


EL PASEO A LA FINCA DEL SUEGRO DEL DIRECTOR
Los años de primero a tercero, en la escuela Normal, fueron difíciles en cuanto a estudiar; los profesores eran exigentes y para mal de males no teníamos habilidad para aprender y decir las lecciones. Siempre fuimos dos cursos desde que empezamos: El A y el B. Así llegamos a quinto año aunque disminuidos en el número inicial del primer año.
Los cursos de primer año tenían alrededor de treinta y cinco alumnos por curso y cuando iniciamos el cuarto año éramos treinta en el A y veinte y nueve en el B. Muchos amigos se fueron de la ciudad entre el primero y tercer año, otros abandonaron por tener que trabajar. Uno de mis amigos, el más pequeño, murió del corazón, de una afección que tenía de nacimiento y al cumplir trece años nos dejó, con una gran tristeza, a todo el grupo.
Tanto los del A como los del B, en cuarto año ya éramos muy amigos y las chicas y los chicos no hacían diferencias entre los de un curso u otro.
El curso nuestro tenía ocho chicas, les decíamos “Las Luceritos”, todas eran súper simpáticas y compañeras, una de ellas era Esther; la mejor alumna en toda la historia de la escuela, su promedio fue de diez en todas las materias, en los cinco años de la carrera de Maestro. No era por la nota, por lo que ella se desvelaba, su pasión era vivir la vida con sus amigas y amigos, que además la idolatrábamos, por lo buena compañera, por su inteligencia y dedicación a ayudar a quien lo necesitara.
Había otros compañeros, que eran muy buenos, que sabían de todo, que leían a los filósofos como Sartre. Uno de los más brillantes pensadores del siglo pasado, personalidad primerísima del movimiento existencialista. Como filósofo reflexionó sobre la soledad, la angustia, el fracaso, la muerte... Sostuvo que la existencia precede a la esencia, que el infierno son los otros y que el hombre es una pasión inútil. Su obra filosófica más importante es El ser y la nada; también entendían muy bien matemáticas; historia, literatura; entre ese grupo de diez o quince, entre los dos cursos, estaban mis amigos que se fueron conmigo a la Universidad a San Juan.
En cuarto año teníamos entre catorce y dieciséis años. Las fiestas las hacíamos siempre juntos; las hacíamos desde el tercer año para juntar dinero para el viaje de fin de curso en quinto año.
Un baile que hicimos en un club céntrico fue increíble, no por lo que pasó durante el baile, sino por lo que sucedió cuando terminó.
Al finalizar empezamos a ordenar el salón para dejarlo en las mismas condiciones que nos lo entregaron, cuando lo alquilamos; los varones y algunas chicas amontonábamos las mesas y las sillas. Uno de los varones antes de vaciar los vasos y las botellas que estaban sobre las mesas, se tomaba el contenido. Muchas botellas tenían Hesperidina, una bebida de la época; en determinado momento “Nene Chico” (que era su apodo) llevaba sobre su cabeza una mesa y cayó redondo al piso, se había “suicidado” con las bebidas que había tomado; vivía a dos cuadras y lo llevamos alzado hasta su casa; no hablaba pero respiraba y eso nos tranquilizó, cuando llegamos a su casa, salió la madre, y empezó a gritar:
¡Nene chico que te pasa!
Nene chico no contestó, no se movió, lo pusimos en la cama donde se durmió, vino el medico, lo controló y dijo: ¡Déjenlo dormir!
Durmió durante un día y medio, el médico dijo que debía digerir el alcohol, y que había zafado de tener un coma etílico. Cuando despertó, la felicidad de los amigos era inmensa, le dolía la cabeza y el médico le recetó un remedio.
Bebió mucha agua, estaba casi deshidratado, pero todo salió bien, tomó una sopa caliente, su estómago no estaba en condiciones de admitir nada pesado, cuando se levantó y caminó el grupo de amigos lo aplaudió.
Ese cuarto año empezamos una relación muy adulta con el Director de la escuela; se hizo amigo del grupo y nos ofreció su casa, muy grande, para realizar un baile, y así no gastar en el alquiler del club.
El lugar tenía un patio grande con un quincho, allí pusimos los aparatos de música, la música sonaba y todos bailábamos .Yo busqué a Esther y nos fuimos a bailar a un rincón solitario del jardín, ella se puso muy mimosa y por primera vez la besé, en la boca. Eso era algo increíble porque ella no quería que nos vieran juntos y menos besándonos; fue un solo beso y nada más, pero fue el que inició el camino para los que vendrían todos juntos en el futuro, en ocasiones ya buscadas.
El Director nos puso en contacto con su suegro que tenía una finca espectacular; era el Director del Hospital de la ciudad.
Para llegar a la finca, se iba por un camino arbolado que llegaba hasta la orilla alta de la costa del río; era una finca con casa de campo, pileta de natación, viñas y potreros, un potrero de alfalfa, donde estaban sueltos los caballos, cuando llegamos, un gaucho fue a buscarlos para ensillarlos; tenía potreros y boxees para los caballos en el invierno.
El quincho estaba bajo grandes árboles, donde el gaucho nos cocinó el asado, al finalizar el mismo salimos de a dos en cada caballo, éramos seis en total y los varones todos andábamos bien a caballo.
Un grupo se fue por un camino que pasaba frente al cementerio, y llegaba hasta la bodega mas antigua del lugar, tenía algo de misterio y se podía visitar, ver sus máquinas viejas que aun conservaban, las piletas y lagares donde se habían elaborado durante muchísimos años millones de litros de vinos, yo la conocía y no fui.
Con Esther fuimos hacia la costa del río, por el lado de la barranca; para entrar al río debíamos sortear un curso de agua que formaba un pequeño canal, después del canal con agua, el río estaba seco hasta la otra orilla, distante unos cien metros,
Decidimos cruzar el río, íbamos montados en una montura de bastos que nos albergaba a los dos, al llegar a la orilla tomé las riendas, y dirigí el caballo a saltar la barranca; el caballo se cayó de boca y nosotros caímos al agua, mojando nuestras ropas.
Salimos caminando y sacamos al caballo de tiro; el sol brillaba ese día de Marzo y hacía calor.
Hacía calor y en la arena seca sobre los cueros de oveja que teníamos en el apero, nos tiramos a secar al sol.
Esther se sacó la ropa, primero la blusa y quedó en corpiño luego el pantalón corto y quedó en bombachas rojas, hasta allí no tenía inhibiciones, pero para sacarse el corpiño se dio vuelta; yo la imité y me saqué el pantalón y la remera y la dejé junto a la ropa de ella en el apero. Al caballo lo atamos en unos pastos que crecían al costado del río en la ciénaga.
Tanto Esther como yo estrujamos la ropa que nos sacamos y esto ayudó a que con el sol no demoraran mucho en secarse, además la arena caliente y el viento ayudaban a secarla.
Al secarse la blusa que fue lo primero, Esther se la puso para tapar su desnudez y no tener que ponerse de espaldas, yo también me puse la remera que cubría bastante mi calzoncillo y que terminé de taparlo con el pantalón que ya estaba seco. También Esther se puso el corpiño y el pantalón por último.
La situación del remojón, nos causó cierto contratiempo, pero nos enseño que podíamos intimar, sin temor al pudor de vernos en paños menores mojados.
Al vestirnos pusimos la montura de almohada y las pieles de cama; y allí uno al lado del otro, al sol empezamos a hacernos caricias.
No era su conducta de otras veces, Esther empezó a besarme, y yo hice lo mismo; la colchoneta de cueros con lana de oveja, era bien blanda y mullida, además al estar en la arena, el piso estaba nivelado y liso sin protuberancias molestas.
Esa tarde ambos sabíamos que estábamos teniendo una conducta que antes la habíamos evitado, pero ello fue porque no queríamos que nadie nos viera.
Ella por primera vez tomaba la iniciativa y me besaba con amor, yo le correspondía, y aumente el ardor, la toque en los senos sobre la blusa y se quedó esperando, una caricia por adentro de su corpiño, y que le sacara la blusa y el corpiño.
Le saqué la blusa y el corpiño, yo también me quedé en cuero y sentía fuerte el sol sobre la piel. De pronto ella me dijo: Vamos al agua, era un pequeño curso de agua, con poca profundidad que llegaba abajo de la rodilla. Entramos sin sandalias y fuimos caminando por el agua, tomados de la mano para ayudarnos en caso que un pozo o una rama nos jugaran una mala pasada. Teníamos calor y nos mojamos la cara con las manos.
¿Y si nos bañamos? .Le pregunté.
Me contestó: ¡Bueno!
Y allí con toda naturalidad nos sacamos la ropa que nos quedaba y la pusimos sobre las cortaderas.
Enseguida ella se sumergió, sentada en el agua, me dijo: ¡Está muy linda!... ¡de verdad lo estaba!, era agua muy clara porque venía ya decantada del dique y el fondo de arena del río no la contaminaba. La temperatura que tenía era templada y hacía placentero quedarse adentro del agua; ella me arrimó la cara, la solté de la mano y empecé a besarla, primero en la boca; besos interminables, ambos estábamos cubiertos hasta el cuello, sentados, dejaba que la acariciara por debajo del agua; ni aunque alguien estuviera a dos pasos vería lo que pasaba. Ella también tomó la iniciativa y a la par que me besaba acariciaba mi cuerpo como si nada, me besaba el cuello, mi excitación me desbordaba y allí fue cuando la besé en el pecho, no hizo ni dijo nada, pero al quedarme apoyado abrasado, y besándola, luego puse mis manos entre sus piernas tocándola.
Por primera vez, supe por ella, alguien la tocaba en el sexo; cuando la vi muy excitada, le pregunte:
¡Quieres hacerlo!
¡Si, vamos ¡
Y allí en el agua, dejando que el río pasara, sin temor a que nadie nos viera, tuvimos la experiencia más maravillosa. Nos amábamos.
Juntamos las cosas, nos vestimos y fuimos a buscar el caballo; le pusimos el apero, y cruzamos el río de a pie. Por el lado donde vinimos fuimos buscando paso entre las cortaderas, hasta que una de ellas, la cortó en la pierna, lastimándola mucho, tomé mi pañuelo lo partí en dos y lo até sobre la cortadura; la sangre fue cesando de a poco.
Al llegar a la casa, la curaron con esmero, pero gracias a Dios la cortadura no fue profunda, y ya estaba seca. Le pusieron agua oxigenada y mertiolate (un desinfectante), luego una gasa y dos cintas adhesivas. Por fortuna no le pasó nada grave.
Al caballo, le sacamos la montura y le dimos agua, que casi no bebió porque tomó en el río, lo largamos al potrero y esperamos que llegaran los otros amigos.
La señora de la casa nos ofreció mate cocido con tortas fritas, que aceptamos complacidos; esas tortas campesinas eran las más ricas que había comido.
Fue un gran día el que pasamos en la finca del Suegro del Director, comimos un rico asado y con Esther descubrimos algo más que la belleza del río: descubrimos el amor.


EL ASADO EN LA FINCA
Los mismos seis, decidimos hacer otro asado, pero esta vez en la finca de mi papá.

El lugar era perfecto para ir un grupo, la casa de mi padre era inmensa: un chalet californiano de ladrillos de 420 m2, tenía tres dormitorios grandes, el de mis padres, el de mi hermano y mío, y el de mi hermana; mis hermanos no vivían en casa en el tiempo de la escuela, ya que estudiaban en la ciudad de Mendoza, distante setenta kilómetros. También estaba el departamento con baño privado que ocupaba una empleada, y que ahora estaba desocupado. Se podían quedar todos a dormir en casa.
La finca tenía trecientas hectáreas, casi todas cultivadas con vides y frutales; y era una aventura caminar por entre los viñedos: Viñas bajas y parrales, cortando y comiendo toda clase de uva; también ir por entre los frutales, muy diversos: Durazneros, ciruelos, damascos, cerezas, almendros, membrillos, … y de cada especie varias variedades, ciruelas blancas y negras , grandes y chicas; duraznos blancos y amarillos, redondos y chatos, con carozo pegado y priscos; la finca era un lugar de ensueño y mejor si estaba con mis amigos… y Esther.
Vinieron el sábado temprano y les propuse que saliéramos caminando, que podríamos conocer y recorrer por todos lados, sin problemas de cruzar alambrados cuando lo quisiéramos. Mamá les dijo a las chicas que llevaran en que traer frutas y que eligieran las más lindas para el almuerzo. Cada una de las chicas llevó una canasta de mimbre de las que se usaban para cosechar duraznos, al principio no pesaban nada, pero cuando la fueron llenando con todo lo que veían, debieron pedir auxilio a los varones, que terminamos trayendo la fruta que ellas recogían. Recorrer la finca era imposible en un día, pero visitamos los mejores lugares sin recorrerlos a fondo.
Salimos de casa y pasamos por entre el parque que la rodeaba, allí habían brevas, que las chicas pusieron en sus canastas, fuimos hasta la esquina por donde está la acequia de entrada del agua, les mostré las compuertas que la reparten para las diferentes parcelas, así entendieron como se distribuía el agua que era la vida para las plantas.
De allí pasamos al parral, la plantación de vides más vieja de la finca y quizás del valle de Campamentos a la orilla del río Tunuyán. Era un parral viejo pero exuberante, allí los pájaros encontraban un lugar ideal para hacer sus nidos, habían unos muy lindos que eran los jilgueros cabecitas negra (llamados a si porque el macho tiene toda la cabeza negra) y que como se criaban en cautiverio, la gente buscaba los pichones y los encerraba en jaulones, con otros pájaros .Yo no tenía ningún pájaro en jaula, mamá tuvo solo uno que le regalaron: Una Reina Mora.
Del parral fuimos hasta el pozo de agua surgente, tiraba ciento veinte mil litros por hora, que servía muy bien para regar la finca, junto con cuatro pozos más que llegaban entre todos a los seiscientos metros cúbicos por hora...
Fuimos hacia una plantación de ciruelas, en la canasta llevábamos uvas: Moscatel rosado y Semillón, blanca, además de algunas negras como Lambrusco que es muy rica para comer a pesar de que es para hacer vino. También pusimos uva Cereza negra y la más rara era una uva Sultanina, que es rosada. Las ciruelas al verlas en las plantas, dan ganas de cortarlas a todas, los llevé donde habían unas ciruelas muy ricas y muy grandes, de esas cortaron un montón. También cortaron unas amarillas muy dulces: Gotas de miel, y otras más. Podríamos haber llenado las tres canastas de ciruelas pero faltaban los duraznos que eran muy lindos y hacia allí fuimos: Primero los priscos, pelones, luego los amarillos por último fuimos donde estaban los más ricos: Los chatos, que son blancos y exquisitos, los que mas le gustaban a mamá. Habíamos recorrido un cuarto de la finca y decidimos volver, pronto sería la hora de comer y nos estaban esperando.
Mamá lavó la fruta e hizo una ensalada en varias fuentes que las puso con hielo que sacó de la heladera. Mamá tenía una habilidad natural para combinar las frutas de la finca, aunque le agregaba otras frutas exóticas como naranjas, pomelos, bananas; y peras que cortó ella, de un árbol.

La comida, pavo al horno, de los que ella criaba; las verduras cortadas de la huerta que papá cultivaba estuvieron exquisitas, y la ensalada de fruta sabía mas rica, porque la fruta fue cosechada por las chicas.

Ese primer día decidimos que a la tarde andaríamos por el interior de la finca, yendo hasta el fondo que no conocían.

Íbamos a salir en seis caballos: mansos, para las chicas y más briosos para los varones, los tres andábamos bien a caballo. Una de las chicas tenía mucho entusiasmo pero tuvimos que enseñarle. Aprendió a manejar, iba en la Ruana, y era tan mansa, que si no la manejaban ella andaba lo mismo.
Fuimos por el Callejón Del Medio, todos al paso, aunque no faltó alguno que fuera de un galope hasta el portón que estaba cerrado y se volviera.
Cuando llegamos me bajé y deje el portón abierto para la vuelta, solía quedar cerrado para que si venían animales, por el callejón desde los potreros, no pudieran pasar hacia la zona de viñedos, ni escapar por la calle Florida.
Al pasar el portón lo primero que encontramos fue el taller nuevo y la casa del Alemán, lucía un hermoso jardín, con flores de variados colores; al lado estaba la represa donde tomaban agua y también se bañaban los animales; antes de bañarse los caballos pateaban el piso de la represa y levantaban barro, ensuciando el agua, que luego decantaba y nuevamente quedaba clara. Los caballos estaban acostumbrados a tomar agua en la represa y los menos hábiles en dirigirlos tuvieron que dejarlos que abrevaran, aunque no tuvieron ningún peligro, finalmente todos les dimos agua.
Seguimos y llegamos al corral, allí los caballos quisieron entrar, pero Yo sabiendo que iban a hacer eso cerré la puerta y no tuvieron más remedio que seguir, los que eran conducidos con descuido por las chicas.
Al pasar los corrales, también el de las vacas, llegamos a la zona de los potreros, allí había un toro malo, pero si no lo molestaban no hacía nada, aunque por precaución no entramos a ese potrero y si lo hicimos en el último que tenía pasto en fardos apilados para el próximo invierno.
Los potreros tenían una clase de pájaros muy bellos: Se llaman “bolas de fuego” y son todos rojos; en el campo y el último potrero andaban sueltos los corderos con sus madres, eran muy bonitos cuando chiquitos y daba mucha pena cuando los mataban para hacer asados. En el potrero los varones se pusieron a galopar, los dos tenían caballos muy buenos para andar y saltaban fardos de pasto que todavía estaban sin estibar.
Yo seguí con Esther y les dije a los chicos que íbamos hasta el fondo de la finca y volvíamos, mas o menos en una hora, salimos por una puerta lateral del potrero y fuimos por dentro de un campo virgen con algarrobos grandes y chañares; ese campo estaba virgen, como fue siempre, no permitían cortar plantas allí; íbamos por una huella que llegaba hasta un lugar donde habían grandes plantas de algarrobo , chañares, y retamas con flores amarillas, donde el campo era muy agreste y bonito, yo conocía el lugar y sabía que nadie pasaba por allí, ya que a pie o a caballo la gente iba por el Callejón Del Medio

Bajamos de los caballos y yo los desensille, los dejamos atados y usamos las monturas para hacer una cama con las pieles de ovejas, juntamos los cueros de las dos monturas y tuvimos un cómodo colchón; en el amor ya teníamos experiencia, no nos costó esta vez amarnos, no teníamos vergüenza en desnudarnos y quedamos tomando nuestras manos y dándonos besos que eran eso, puro beso, con el fragor que un beso lleva, sin que por ello la excitación nos obligara al sexo; primero tuvimos una ronda de amor puro, donde lo mas fuerte fueron lo besos en los senos que vinieron cuando ella se sacó la blusa y yo le saqué el corpiño, luego me desnudé y ella se quedó en bombachas hasta que se las saqué.
Los besos siguieron intensos, me pidió que la besara, como ya lo había hecho antes, en el río, la besé muchas veces, no la deje respirar, me acordaba que la primera vez , ella me besó y luego me pidió… ¡Ahora: hagámoslo.
Fue algo increíble mucho mejor que la primera vez, allí llegué a comprender que el sexo es amor, que si se realiza con placer y entrega es sublime, y que no puede ser malo algo que tanto da.
Los chicos corrían por el pasto y se revolcaban, todos eran pibes que jugaban. Salimos para casa, cerramos el Portón Del Medio y soltamos lo caballos en el potrero chico al lado de la casa, para tenerlos a mano para el otro día.

Al día siguiente nos levantamos temprano, mamá y papá se iban a misa y se quedaban a comer en la casa de una tía; nosotros saldríamos a explorar los cerros; iríamos despacio por las chicas, pero el lugar no estaba demasiado lejos, apenas tres horas al tranco o quizás menos. Llevábamos comida y agua para nosotros y comida para los caballos, por el camino fuimos admirando las plantaciones: de uvas, frutales y huertas.
Llegamos al canal después de una hora de marcha; allí les dimos agua a los caballos, ya que hasta la vuelta de los cerros no volverían a tomar; seguimos una hora más hasta el bosquecito, que estaba después del dique aliviador, allí tomamos agua nosotros y dejamos escondidas las damajuanas con agua y la comida de los caballos para cuando volviéramos de los cerros.
Seguimos el camino, que era una picada hecha por la empresa que exploraba petróleo.
Al llegar al pie de la serranía el camino no subía y seguimos por una cañada que venía de los cerros, el agua de lluvia había hecho un tajo que permitía circular con mayor facilidad que trepando los cerros.
Llegamos hasta las nacientes de la cañada y desde allí nos dispersamos quedando en volver dentro de dos horas. Cada pareja se fue para donde quiso, disfrutando de la soledad y la belleza del sitio.
Los cerros eran bajos, no tenían dificultad, por lo menos en ese lugar para cruzarlos, debíamos tener cuidado de no perdernos y fuimos dejando señales de piedras para volver por el mismo camino, también hablamos de no ir muy lejos.
Con Esther nos quedamos al abrigo de unas grandes piedras que hacían sombra, aunque lo mismo el sol se sentía irradiando mucho calor, allí conversamos sobre cual sería nuestro futuro, yo le dije que estudiaría una carrera llamada Ingeniería Química y ella me dijo que estudiaría Profesorado Universitario de Filosofía y Letras, nos quedaba pasar el último año y ya teníamos que empezar a prepararnos en las materias afines; en mi caso: matemáticas, geometría, trigonometría, física y química.
Esther era muy linda y muy dulce, también.
Era muy sensata, el amor la había desubicado un poco pero igual mantenía su línea de conducta, no dejó de ser la mejor amiga de todos sus compañeros y a pesar que manteníamos una relación muy íntima siempre se mostró discreta y no se exhibía ante otras personas.
Su amor era de verdad y parecía que no terminaría nunca: yo la amé mucho, sin embargo, no se cuando se terminó, no fuimos nada, nunca habíamos dicho que fuéramos algo.
Quizás fuimos sin saber que fuimos: Humo de fuego consumido, flor de ciruelo marchita, resplandor del sol escondido, nido de pájaro no construido.

Ese día sin saberlo la amé por toda la vida.

Fue todo y otro día nada… ¡.Amores de estudiantes que cortos que son!


1957 RIVADAVIA-CAMPAMENTOS-MENDOZA
MAYO -2008 LA PLATA.
AGOSTO-2012 –LA PLATA


















CUANDO APRENDI A HACER EL AMOR

Las mujeres que pasaron por mi vida, me dejaron un recuerdo imborrable y a medida que transcurre el tiempo, a cada una la recuerdo con su carga de emoción como la primera vez; traigo a mi mente su aspecto, en algunos casos no recuerdo sus nombres, lo que más recuerdo son los lugares donde nos amamos.
Mi vida en el campo, se vincula con el paisaje y lo recuerdo de una manera imborrable,

EL FRACASO
La primera vez, que intenté hacer el amor fue un fracaso rotundo, con una chica mayor que yo, ella tendría dieciséis años y yo trece, nunca había estado antes con una mujer y solo tenía experiencia de masturbarme; ella tenía relaciones con hombres mas grandes y era conocida por tener amigos que la llevaban a la cama y no lo callaban.
La relación conmigo se dio porque estábamos dos chicas y dos chicos en una casa nueva en construcción, para mi nona; las piezas estaban vacía y la incomodidad era total, solo piso de frías baldosas y ningún mueble que facilitara las cosas; cuando se dio el reparto, me quedé con la mas grande y a ella le gustaba el otro muchacho, que era cuatro años mayor que yo; no supe bien como actuar y ella se dio cuenta de mi inexperiencia, no le saqué la ropa ni inicié ningún juego erótico, ella que esperaba una conducta por el estilo se levantó y me dijo:
¡ Me voy!,
¿Porqué?
¡No sabes nada!
Y acto seguido salió de la pieza y se fue a otra pieza sola; la casa tenía muchas habitaciones, y en una de ellas estaba el otro muchacho con su pareja, una chica más joven, de catorce años. En realidad parecía que estábamos cambiados. Cuando terminaron salieron los dos y se encontraron conmigo en el living comedor, la otra chica estaba en otro dormitorio; el muchacho se enteró de lo que pasó y le preguntó a la de catorce si quería ir conmigo, ésta muy decidida dijo que sí, mi amigo entró a la pieza con la otra y cerró la puerta.
Quedamos con la pareja que debía ser

LA PRIMERA VEZ
Fuimos a la pieza de antes y allí ella tuvo una actitud totalmente distinta: No esperó que yo la desnudara ,me dijo:
¡Desnúdate-¡
A renglón seguido quedó totalmente desnuda; mostraba unos senos que incitaban a tocarlos y de a poco a besarla; ella a pesar que era supuestamente mas inexperta, me supo llevar hasta conseguir lo que quería, me besaba por el cuello , los labios; la excitación fue muy grande y la tomé por la cintura y la puse de pie frente a mi , allí sin mediar palabras la bese toda, se sentía a gusto y jadeaba, de a poco experimentó un gozo que la hizo gemir, me volvió a besar y luego me dijo:
¡Vamos hacerlo!-

¡Esta era mi primera vez.¡

Se tiro en el suelo sobre una frazada que ella tenía y abrió sus piernas, a pesar que tenía experiencias previas consumadas, la sentí como si nunca hubiera tenido sexo, era sumamente estrecha, lo que producía en mi mucho placer, a ella le agradó la situación, y como se dice vulgarmente: Teníamos una “buena relación de piel”.
A medida que transcurrían los minutos la situación era cada vez mas agradable, y en realidad no sabía que me iba a pasar, en eso siento un vértigo y como si me estuviera cayendo al vacío, le digo:
¡No puedo!
Ella me dice:… ¡Vamos!. Mientras secretaba una pequeña cantidad de líquido que lubricaba sus labios vaginales y consumábamos nuestro idilio; a la par que me alentaba:
¡Vamos!
¡No aflojes¡
Acto seguido jadeaba y alcanzó su orgasmo de una forma ostensible: sus líquido, vaginales eran copiosos. Mientras me decía:
¡Dale!,
En eso eyaculé, con una respiración jadeante, lo que la puso muy contenta y me empezó a besar en la boca, en tanto me decía:
¡Lo hiciste, vistes que lo hiciste!

Esta ocasión no paso inadvertida para mí y siempre la recuerdo como la primera vez, mi profesora, con todo lo que significó para mí, el placer que me prodigó, y las circunstancias en que se produjo.


ENTRE LAS VIÑAS
Estas experiencias se mezclan con otras en el campo, que como es lógico se produjeron entre las viñas, que eran un lugar inmenso ideal para esconderse.

Una situación que recuerdo es con una empleada de mi nona que tenía quince años; no teníamos una relación previa para suponer que iríamos a la viña y tendríamos sexo; sin embargo una siesta estábamos en el límite de la viña, debajo de unos grandes árboles de nogal; bajo los árboles era muy fresco en el verano y por eso íbamos allí.
Los juegos que al principio consistían en jugar con la arena que había debajo de los árboles, pasaron a juegos de manos, a agarrarnos de nuestros cuerpos y a forcejear, tirándome arriba de ella; nos fuimos cruzando de un camellón a otro hasta quedar debajo de una hilera cubiertos por los pastos.

Allí los juegos terminaron y empecé a tocarle sus pequeños senos; ella se daba cuenta de lo que iba a suceder y no puso objeción. Realmente no se si había tenido sexo alguna vez, pero creo que no; sin embargo mostraba una conducta como si supiera o le gustara lo que estaba pasando; no le saqué la ropa, solamente la bombacha, luego me puse a besarla , esto la puso levemente en alerta, pero cuando la empecé a tocar, se movía con mucho placer y no me regañó para nada.
Ella también me besaba y a esa altura de los acontecimientos yo no sabía que hacer; después de estar un rato en ese juego, ella se ofrece y me pide que se la ponga adentro; allí sin tener mucha experiencia me dí cuenta que ella nunca había tenido sexo, y luego de un tiempo me dijo:
¡Me voy ¡
Su gemido fue audible, y ayudo para que mi erección terminara en una eyaculacion copiosa...
La siesta era calurosa y la sombra de la viña nos prodigaba fresco para soportar el verano.
Cuando pasó un rato que estábamos en la viña, ambos deseábamos tener sexo y después de un juego erótico, ella se puso abierta de piernas y la penetré; favorecía que le entrara sin dolor el hecho de que estaba totalmente mojada; cuando sintió que la tenía adentro, empezó a moverse a ritmo con mi manera de moverme; y me decía:
¡Me gusta- me gusta mucho!-
Después de un rato cambiamos de posición: Yo me senté y ella se puso sobre mis piernas de frente a caballito; se movía con un placer evidente, bajaba y subía, entraba y salía; en esas circunstancias empezó a jadear y a gemir y en un determinado momento dijo como la primera vez:
¡Me voy!
Y tuvo su orgasmo
Esto me potenció, mi placer aumentó y eyaculé con ella.
Nos quedamos quietos; ella no se bajó y eso permitió que al rato ambos quisiéramos seguir teniendo sexo; se movía suavemente y mi pene se ponía muy duro, la fricción con su cálida vagina aumentaba mi placer y mi excitación; ella estaba totalmente mojada con sus fluidos y con mi eyaculación anterior, no sentía dolor y deseaba tener sexo; se movía como si no lo hubiéramos hecho anteriormente y el tiempo que duró esta situación fue mucho mayor al que habíamos tardado antes; el placer se daba por partida doble, ella me ofrecía su boca y sus senos mientras hacíamos el acto sexual, que sin embargo no llegaba a su final; el placer aumentaba con el tiempo, pero todo lo bueno se acaba y en eso nos acabamos en forma conjunta y tumultuosa; sintiendo un placer no imaginado previamente.
La tarde empezaba a caer y debíamos irnos antes de que nos buscaran, salí para la otra punta de la viña y ella se fue cruzando el parque sin que nadie nos viera.


VERANO DEL 56
La cosecha reunía en el verano, muchas chicas en la finca, y hacíamos amistades nuevas, durante el tiempo que duraba la cosecha.
Siempre había una chica muy bonita, la que nos gustaba a los varones que estábamos en la finca haciendo la cosecha y deseábamos tener relaciones con ella; el verano del 56 fue una morocha alta , delgada y muy bonita, vino de Jujuy, y se quedó en el secadero, en las piecitas pequeñas que allí había.
La relación comenzó cuando ella venía a descargar los tachos de uva en el camión y yo le daba la ficha; como tenía en la mano grupos de cien fichas, en determinado momento le dí a propósito dos fichas juntas, como si me equivocara, ella se dio cuenta al contar las fichas, con los tachos que había descargado a ese camión, entonces vino y me dijo que le había dado una ficha de más, le dije que fue a propósito porque ella era muy linda y se lo merecía por estar cosechando allí, así en otras oportunidades volví a darle dos fichas juntas y se volvió a dar cuenta ,y vino a decirme solamente gracias.
Esta situación permitió que entabláramos, en los momentos que la cosecha se paraba, una relación que de a poco termino en amistad y finalmente la invité a encontrarme con ella después de la cosecha. Era difícil conseguir que ella estuviera por mucho tiempo sola, ya que en el campo estaba su familia, compuesta por varios hermanos y los padres; un día fue al almacén, antes de que terminara la hora de cosecha, para volver de día. Quedaba en la esquina de la finca, y para llegar hasta el lugar, desde la viña que estábamos se podía cruzar por debajo del parral, disminuyendo el camino a recorrer, ella me dijo que iría al almacén a determinada hora de la tarde y que podríamos encontrarnos a la vuelta en el medio del parral; yo la vi pasar al lado del camión cuando se iba y al rato dejé de dar fichas, dejándolo a Carlitos mi mejor amigo; este no se avivó de lo que pasaba y cuando preguntaron por mi , dijo que me habría ido a la casa, tal vez a comer algo.
Como lo prometió ella volvió por el medio del parral y allí nos encontramos; el parral tenía una acequia al medio en cuyos bordes crecían altos los pastos naturales, esto la convertía en un buen lugar para ubicarnos y empezar una deliciosa relación.
Primero fueron caricias con cambio de información. Yo repreguntaba:
¿Donde queda tu casa? ,
¿Cuantos años tienes?
Y así me iba informando, ella a su vez me preguntaba:
¿Tienes novia?,
¿Tu papá es el dueño de la finca?
La conversación se fue haciendo menos intensa a la par que aumentaban las caricias y los besos; en determinado momento no hablamos más y empezamos a besarnos con pasión; cuando le toqué los senos ella dio un pequeño respingo y no dijo nada, cuando le saqué la blusa abajo no tenía corpiño, pues el calor y el sudor del trabajo lo tornaba muy incómodo, de a poco nos sacamos la ropa hasta quedar desnudos, adentro de la acequia, cubiertos por los pastos.
La tarde caía lentamente y la luz era muy tenue, fue en esas circunstancias que nos encontramos besándonos mutuamente; yo la besaba con pasión, lo que aumentó su excitación y esto aumentó la mía; de pronto como obedeciendo a un mandato, la ubiqué en el borde de la acequia, y allí tuvimos nuestra primera relación:
¡Que lindo! -me decía- ¡Sin dejar de moverse!
Y en eso su vagina se inundó con sus líquidos y los míos que salían como un río.
Nos quedamos quietos sin movernos más, no se cuanto tiempo pasó, pero no fue mucho, seguíamos besándonos apasionadamente, empezamos a movernos nuevamente y ella se movía con mas intensidad que yo; su segundo orgasmo llegó antes que el mío, y al sentir que ella me mojaba, eyaculé nuevamente con gran placer.

Ese día la cosecha ya había terminado; pasamos por donde estaba su tacho de cosecha; y por el banco para subir la uva al camión, que quedaba en el lugar donde seguiría al otro día la cosecha.
Al día siguiente nos encontramos: Yo dando fichas y ella trayendo tachos de uva al camión, la historia se repitió: Dos fichas por un tacho y ella que me lo agradeció.

Estos, son mis primeros recuerdos y no los olvido, aunque me esfuerce me olvidé algunos nombres; pero no del amor, que empezó sin saber como.

Campamentos1956-Rivadavia-Mendoza
Martes, 4 Marzo 2008. La Plata
.Domingo-02 septiembre-2012-La Plata





EL CABALLO: OTRO ACTO DE AMOR EN EL CAMPO


La vida en el campo tenía muchos ejemplos sexuales de parejas de animales, como los caballos, los cerdos, los conejos, las aves de corral; si bien difieren de los humanos, la pasión y el juego sexual esta presente en la vida animal y por ello los chicos del campo tenemos conductas incorporadas como si fueran propias, nuestras.
Un día habían traído un hermoso caballo pura sangre para que sirviera una yegua, la yegua estaba en celo y por eso tenía una conducta que era claramente permisiva de la conducta sexual del padrillo; el padrillo cuando estuvo junto a la yegua empezó con los jueguitos sexuales: La lamía , obligando a la yegua que levantara la cola , la mordía por el cuello sobre la tuza , y la yegua tiraba líquidos que mostraban que estaba receptiva, moviendo su vulva; que la abría y cerraba, con contracciones rítmicas de la vulva que dejaban ver el comienzo de la vagina, como cuando orinan; después de esto el caballo con su enorme verga afuera la saltaba, a veces le costaba meterla, ya fuera porque le molestaba la cola o porque le erraba con la posición , ya que muchas veces se ponía un poco de costado; cuando le entraba el que dirigía el acto era el padrillo, él se movía entrando y sacando la verga hasta que eyaculaba, quedándose como dormido sobre la yegua para bajarse del lomo al rato después de recuperar las fuerzas; la yegua no se sabe si tenía el orgasmo junto con el caballo, pero es muy probable que así fuera.

Los chicos que mirábamos este acto quedábamos sorprendidos con lo que veíamos, ya que el caballo se estremecía de una manera espectacular, indicando que iba a acabar. Cuando el caballo se bajaba la yegua seguía con sus movimientos de la vulva, dejando escapar un poco de semen del padrillo.
Los caballos también tienen actos seguidos y después de esperar un tiempo, vuelven a empezar de la misma manera y terminan con el padrillo eyaculando dentro de la yegua. Si la yegua no era infértil esta repetición del acto aseguraba que quedaría preñada.

CAMPAMENTOS-RIVADAVIA –MENDOZA-1956
LA PLATA 2012-09-05





PENSION DE ESTUDIANTES


CHICA DE LA VENTANA Y LA VIEJA.

LA CHICA DE LA VENTANA
Le decíamos “la vieja” porque tenía 32 años y nosotros algunos de sus inquilinos no pasábamos los 17, ella ofrecía un servicio con pensión incluida, daba de comer almuerzo y cena y el desayuno a la mañana, y además una habitación compartida para dormir.
El servicio no incluía el hacer la cama, cada uno debía hacérsela por si mismo, al igual que la ropa personal, no así la ropa de cama que era lavada una vez por semana.
La casa era una vieja casa de San Juan, las habitaciones daban sobre una galería, allí había 4 piezas que albergaban a 8 estudiantes, uno de arquitectura, peruano y mayor, cerca de 30 años, era el más grande, después estábamos 4 que nos vinimos de la “vieja casona”,y otros tres de carreras repartidas.
“La señora”, como le decíamos, tenía un ayudante que hacía todos los trabajos mas pesados.
Tanto los de la cocina como los de lavar y limpiar; ella estaba siempre bien arreglada y muy llamativa, el encargado de limpiar era el ayudante.
Yo estudiaba en una mesa que estaba contra una ventana que daba a la calle, frente a la casa había una profesora de piano, que tenía alumnas regulares, y venían en determinadas horas a tomar sus lecciones de piano.
En particular venía una rubiecita que al cruzar frente a la ventana donde yo estaba, saludaba amablemente… ¡adiós ¡…, así los días y nunca pasaba de eso, ella vivía a la vuelta, a una cuadra de distancia, por el camino que yo recorría para ir a la facultad; una tarde la encontré parada en la puerta de su casa y me paré, iba a estudiar, tenía un examen complicado y estudiábamos con otro amigo en la facultad.
Quedamos en vernos a la salida de estudiar, a las doce de la noche.
Ese fue el día mas puntual para dejar de estudiar, llegué a su casa y estaba debajo de un farol de la calle,… esperándome,… en la calurosa noche de verano de San Juan…, la invité a caminar…, pidiéndole que pasáramos por mi casa a dejar la bici, pues era incómodo llevarla.
Así lo hicimos y nos fuimos caminando hasta un sector que no tenía faroles en la calle y además allí a los costados en los lotes baldíos, crecía un alto cañaveral.
La conversación fue girando hacia temas íntimos y en esas circunstancias me aproximé a ella y la tome de las dos manos y la atraje hasta mi; el primer beso fue con un poco de recelo, como si no buscara esa situación, pero yo seguí besándola y ella cambió de actitud, se dejó besar; su pollerita corta era una insinuación a tocar sus muslos; toqué sus muslos, ella no dijo nada, la seguí besando en la boca y tocando entre las piernas.
El cañaveral estaba a un paso y nos invitaba a buscar abrigo y a escondernos entre las cañas, aunque nadie pasaría por esa calle, ya que pronto terminaba en una vía del ferrocarril a Mendoza, y estaba cortada.
La llevé de la mano hasta adentro del cañaveral, allí ella tomó mas confianza, las hojas secas de cañas junto con los pastos que crecían al amparo del cañaveral, formaban un mullido colchón natural, que nos tentó a acurrucarnos entre los pastos; la luz era escasa, solo iluminaba el resplandor del último farol en la cuadra anterior. Busqué quedar pegado a ella; su boca con la mía, su cuerpo con el mío, y ella hizo lo mismo, a medida que pasaba el tiempo mayor era el placer erótico que sentíamos e instintivamente como en un elaborado sexo tántrico, empezamos a gozar.
Llegó un momento que paramos como para tomar aire, eso fue un acto muy sabio; cuando seguimos la excitación no solo no se había disminuido, sino que nos fue llevando mutuamente a un momento sublime y nos permitió terminar juntos lo que habíamos empezado juntos…
La llevé a su casa, no hubo ningún problema y al otro día pasó por mi ventana, saludando como siempre…!adiós ¡…, aunque ambos sabíamos que nada era igual.


LA VIEJA
Las cosas en la pensión habían cambiado para mí. Un día a partir de determinada fecha la cama de mi habitación estaba hecha y así todos los días, era evidente que alguien la hacía, pues me iba temprano a la facultad y recién la hacía a la noche al irme a dormir,
Por esa época el peruano se lanzaba con “la vieja” pero ella no respondía a sus requiebros. Había pasado ya un tiempo desde que me hacían la cama, cuando el empleado me dijo que: “La señora” quería hablar conmigo, junto a la cocina ella tenía un cuarto donde guardaba ropa y se cambiaba para trabajar en cosas de la casa.
Hasta ese momento no había advertido que “La señora” tenía conmigo una conducta especial y que sin llegar a insinuarse, se notaba un trato diferente por sobre los otros estudiantes.
Pero ese día cambió su conducta hacia mí. Sin dejar que le preguntara porqué estábamos ahí, me dijo: Te habrás dado cuenta que tengo contigo un trato preferencial y esto incluye invitarte a almorzar mañana domingo en mi casa, la que queda a mitad de cuadra.
Vamos a estar solos en mi departamento y quiero que vayas, me dijo África.
Era una hermosa mujer, esposa del exjefe de policía, separada hacía varios años, muy llamativa, tanto por su cuerpo imponente, su altura, sus ojos, sus cabellos lacios, largos y negros; y su llamativa cintura, que le daba forma de guitarra con una “cola” parada, y…voluminosa.
Acepté su invitación, me había citado para las 12 hs. en punto, cuando llegué la comida estaba cocinándose, la casa de tipo antiguo, techos altos, era fresca y auque no tenía aire acondicionado no se sentía el calor que hacía afuera; para evitar que entraran radiaciones, la habitación que reunía al comedor y el dormitorio separados por un biombo, estaba en penumbra, con poca luz natural y unas pequeñas velas que iluminaban el comedor; colocadas en candelabros…de…plata,…antigua.
Almorzamos a la luz de las velas, ya que no quería abrir las ventanas para que no entrara calor, a medida que pasaba el tiempo mis ojos se acostumbraban a la penumbra y a los postres estábamos conversando íntimamente; me invitó a pasar al dormitorio, que tenía una cama de dos plazas.
Cuando vi a África desnuda, tremenda mujer, quedé impresionado, ella empezó a besarme, con intensidad y eso me excitó, y ella también se excitaba más y más, hasta emitir sonidos, cuando la besaba toda y sus gemidos era audibles claramente.
El juego amoroso subió de voltaje, ella, como si fuera una gatita, ronroneaba, ambos habíamos llegado a un punto, que si seguíamos de esa manera todo terminaría allí y al fin la penetré.
La sensación de placer aumentaba, me clavó las uñas en la espalda y me pidió:…”mas fuerte”… yo sentía que me desvanecía que perdía la razón, y le dije… “no puedo mas”…, en eso ella se fue quedando en silencio y yo había terminado con mis energías.

Los siguientes domingos estuve invitado a almorzar.

Me confesó que había disfrutado mucho esas tardes, que había sentido hasta las últimas de mis vibraciones y que cuando yo me quedé sin fuerzas, ella también llegó justo al clímax.

El ultimo domingo que almorzamos, ya con mas confianza hicimos un poco de sobremesa y pasamos al dormitorio; la situación fue diferente, no existía por parte de ambos la locura de la primera vez, sin embargo era evidente mi intención de tener sexo, algo que ella hacía muy bien y con toda pasión; la besé durante un largo tiempo, y de a poco la fui investigando cada centímetro de su piel, sus redondos senos sin cirugía, sus pezones rosados,… hasta que la amé, …¡ sabiendo que era la última vez que lo haría…!

No supe nunca si eso era sexo solamente o lo que se llama amor; pero siempre la recuerdo con un sentimiento que va mas allá de la forma intensa que la amé.

Ese ultimo domingo me quede a cenar también y dormí con ella hasta el otro día. Fue la primera vez que me quedé dormido en los brazos de una bella mujer, que no se si me amaba, pero si se que me mimaba.

Era verano y esa noche dormimos desnudos.

Llegó el final del año y debía rendir un montón de prácticos y finales de materias, así fue que no fui más a su casa; en la pensión no había buen clima de estudio, por ello buscamos los cuatro que veníamos juntos, una nueva pensión y de una semana para la otra le avisamos que nos íbamos.

África se quedó muy mal, porque me iba, nunca había pensado que todo terminaría tan abruptamente.
La partida no fue fácil, Yo era muy joven y una mujer siempre tira, más ésta con la que aprendí la mayoría de las cosas que se hacen en la cama.

Jef pacheco SAN JUAN Desamparados 1958
LA PLATA 2012-09-05








TENTACION-
650 palabras-1-pagina


Había llegado de un pueblito lejano, de Catamarca, su nombre respondía a su característica de pueblo primitivo: El Escondido; allí había vivido sus primeros quince años, hasta que salió a hacer la cosecha, en un lugar para ella, relativamente lejano: Mendoza; cuando llegó se hospedó en el viejo secadero, en las piecitas que daban cobijo a los que venían a cosechar la uva de la finca.
Su pueblo no era casi ni eso, apenas un caserío que estaba a la vera de un camino que subía a los cerros, allá más arriba estaban los pozos de los mineros, que vinieron, muchos, de Europa; en la época de la segunda guerra mundial.
Las casitas que estaban entre los cerros, eran las mas humilde que se podían construir con materiales de la zona: Paredes de piedras y techos de pajas, mas fuertes que un rancho, pero con mucha similitud a la casa primitiva del gaucho. Con todo eran amplias: Patio y alero para matear, comedor, dos dormitorios y la cocina, sin baño, ni agua corriente, ni luz eléctrica...
Por ello se pudo acostumbrar a vivir bien en el secadero, que al menos tenía agua corriente, del enorme tanque que había servido para la industria, y ahora prestaba servicios a los que allí vivían; el baño era un retrete con agua fría solamente, para bañarse en verano.
La conocí el día que llegó, llamaba la atención sus enormes ojos azules, hija de padre lituano que vino antes de la segunda guerra mundial; se quedó explotando la minas, hasta que al terminar la guerra la demanda no permitió seguir viviendo de ello; debieron buscar otras fuentes de trabajo, hasta encontrar la finca para hacer la cosecha y quedarse por ese tiempo en el secadero.
Cuando llegaron faltaban unos pocos días para que comenzara la cosecha de uva, tiempo que aprovecharon para hacer los elementos para cosechar: Cómo las escaleras para los parrales, los delantales para juntar la uva, comprar la tijera para cortar, y pintar los tachos para que estuvieran más lindos y reconocerlos por el número que les correspondía, que era el mismo para toda la familia y también el que se le colocaba a la hilera.
“Fina” era alegre y amigable; la invité a salir al campo, a pasear entre los chaparrales, aceptó la invitación y siguiendo una costumbre de los jóvenes fuimos en un sulky, por el campo, hasta el canal Los Andes que llevaba el agua a los sembradíos y algunos días venía con poca agua, porque distribuía el agua más arriba.
El canal era un lugar ideal para ir a pasear, estaba cubierto de árboles y a la orilla crecían arbustos que permitían esconderse, sin ser vistos por cualquiera que pasara por el camino; aunque no sucedía y lo más común era que nadie circulara por allí en todo el día. Estábamos protegidos del sol, desnudos en el agua, al reparo del calor y a la sombra, bajo árboles muy grandes. La tarde nos incitaba a jugar con nuestros cuerpos; los besos empezaron siendo solo eso y se transformaron en una orgía de besos.

A pesar del enorme esfuerzo de voluntad, no podíamos dominar la tentación de amarnos.

Los besos, caricias y el acto de amor, la llevaron al límite; sentí que el calor que salía del interior de su cuerpo, se mezclaba con mi último suspiro; que fue abrupto y sin medida.

La tarde caía, el sol se ponía entre los cerros, atamos el sulky, subimos las cosas y antes de partir nos comimos los sánguches de merienda que llevamos con una botella de coca; y otra vez besos, nos dimos muchos besos, y como si recién llegáramos...

¡No podíamos dominar la tentación de amarnos!

¡Era el acto de despedida a esa tarde encendida y hermosa!


CAMPAMENTOS-RIVADAVIA –MENDOZA-1956
LA PLATA - 20 jul. 2008
LA PLATA 2009-09-21

JORGE EDUARDO.






ESTUDIANTES DE INGENIERIA QUIMICA

El edificio nuevo para la universidad de San Juan estaba en construcción, era enorme y con y con un muy buen diseño; se construía una facultad para Ingeniería Química.
Tenía desniveles muy singulares: un patio para coros que tenía las butacas debajo del nivel del suelo, y el nivel de los coros por encima de todas las cabezas, aun las de los costados que progresivamente subían hasta el nivel del suelo. Ese enorme sitio estaba en lo que sería el subsuelo; hacia los costados y arriba habían recintos para diferentes usos: Laboratorios, de todos los años; aulas para clases de todas las materias, algunas de uso general.
El edificio estaba emplazado en zona sísmica, por lo que tenía un adecuado diseño de construcción antisísmica.
La chica mas linda de toda la universidad, iba a la facultad de Ingeniería Química; habíamos iniciado una relación sentimental desde el año anterior.
Brigitte vino a San Juan, desde un pueblito chiquito, a estudiar, el pueblito había sido un lugar de explotación de minas de oro, pero quedó abandonado; y ella necesitaba ganar dinero para pagar la pensión; trabajaba en un bar de noche. Cuando salía del trabajo yo iba a buscarla, y la llevaba hasta su casa, no antes de las doce de la noche.
Vivía en una casa que alquilaban entre tres compañeras, cada una tenía su habitación y no comían juntas, sino que lo hacían en el comedor universitario para estudiantes, que salía muy barato. Ella almorzaba en el comedor universitario y a la noche cenaba en el bar donde trabajaba.
Su aspecto era el de una chica delicada, bien desarrollada; sin exagerar tenia medidas perfectas: 1.76 metros de altura y 90 centímetros de busto, 60 cm de cintura, y 90 cm de cadera; rubia, ojos azules.
Lo más interesante de ella era su naturalidad para comportarse; su dulzura, su sensibilidad para comprender a los demás.
Todas las noches pasaba por el bar a buscarla, la subía en el caño de mi bicicleta y la llevaba las treinta cuadras que había entre el bar y su casa.
Esa noche como otras tantas en agosto, casi al comienzo de la primavera, soplaba el Viento Zonda; la tierra reseca de San Juan dejaba que el polvo volara y el Zonda caliente lo arrastraba por todas partes, metiéndose en las casas que no estaban bien selladas; el viento soplaba y soplaba formando nubes blancas de polvo. Nosotros en la bicicleta apenas si podíamos ir contra el viento; para evitar su acción en contra, en los espacios muy abiertos como el parque, nos bajábamos de la bicicleta y nos íbamos caminando. Al salir del parque y llegar a la ciudad íbamos nuevamente en bicicleta por la vereda, a esa hora no había nadie en las calles, nos colocábamos muy cerca de la pared, en la vereda del lado protegido del viento.
Estábamos de vacaciones y ninguno de los dos iría a su casa, ella se debía quedar por el trabajo, y yo porque rendiría una materia que me quedó del año anterior; las chicas de la pensión se habían ido apenas comenzaron las vacaciones.
Llegamos a su casa muertos: Por la tierra que habíamos tragado y el calor del viento caliente que quemaba y hacía insufribles los días que soplaba fuerte.
La primera decisión que tomamos fue bañarnos, ella se fue a la pieza a cambiarse y yo me metí bajo la ducha de agua fría, que en realidad no lo era tanto, puesto que el tanque de agua se había calentado durante el día con el sol y el Zonda no lo dejaba enfriarse durante la noche; la temperatura del agua era agradable a esa hora, estaba justo para refrescarse sin sentirla fría en demasía; el polvo se nos había metido hasta por las orejas y la temperatura del viento había calentado nuestros cuerpos, que estaban calientes además, porque habíamos venido caminando y alternativamente pedaleando.
La sensación de placer bajo la ducha, solo se vio superada cuando apareció Brigitte envuelta en su toalla, blanca, que le cubría desde el busto hasta debajo de la cola, la toalla terminaba justo cubriéndole las nalgas y dejando al descubierto un magnífico par de piernas torneadas que más que una estudiante de ingeniería parecía una corista o deportista que se entrenaba, para lucirlas.
Brigitte por esos días se compró una bicicleta; ya que muchas veces me pedía la mía, para ir y volver del trabajo, cuando yo planificaba quedarme hasta tarde en la facultad estudiando con amigos.
Brigitte era una diosa, no hacia falta que se sacara la toalla para adivinar su cuerpo. Tenía una figura de artista, escultural, y cuando entró en la bañera, debajo de la ducha mi corazón se paralizó, no pude hablar y fue ella quien me dijo:
¿Me vas a bañar?
Sin toalla que la cubriera, sus senos se mojaron con delicadeza; la tomé de los hombros y le pasé el jabón; del cuello para abajo, hasta que llegué a los pezones, que parecían frutas para comer. A medida que la jabonaba y la friccionaba su pulso crecía y su palpitación también; el corazón aumentó sus latidos, junto al mío que se disparó.
Mi intención al bañarla, era tratarla con delicadeza, al llegar a la panza le jaboné el ombligo con un dedo adentro del agujerito, después de lavarla, le di un primer besito en el redondo y profundo agujerito. Y de la posición pasiva en que ella estaba, me puso a mí a recibir sus caricias, por demás esperadas.
Me tomó la cara con ambas manos y me empezó a besar como si se fuera a acabar el mundo; me beso en la frente con besos chiquititos , me besó los ojos con devoción, las orejas que me dio una gran satisfacción, sin saber que eran un lugar con mucha sensibilidad, siguió por el cuello que es otro lugar sensible y en donde es muy lindo recibir besitos; la nariz es un punto opaco pero un beso suave lo hace brillar; llegó hasta mis tetillas que inyectadas y paradas parecían querer escapar, con mis pezones también inflamados, deseosos de ser besados; estaba con una gran excitación,
La sesión individual tocaba a su fin; pasamos a excitarnos de a dos juntos; la besaba en la boca y ella me correspondía con un beso de igual intensidad, le besaba los senos y ella también; ,
Cuando estábamos en ese alto nivel de excitación ella me pidió:
¡Llévame a la cama!
La tomé en mis brazos y con su cara pegada a la mía mientras yo la llevaba, suavecito me susurró al oído:
¡Te amo con toda mi alma!... ¡No me dejes nunca por nada., no me dejes abandonada!
Si bien todo parecería que esa noche, lo mas lógico era que tuviéramos sexo, (dado el nivel de excitación que ambos teníamos); no fue así, los mimos remplazaron al amor erótico y los besos chiquititos en la boca y en el cuello nos fueron aplacando hasta quedarnos completamente dormidos.
Al día siguiente la sábana que cubría nuestra desnudez fue testigo del acto más intenso de amor.
Ese día al levantarnos, a pesar de no poder dominar la tentación de amarnos, nos pasamos la tarde en el río leyendo poemas.
NO TE DES POR VENCIDO (Autor Almafuerte)

No te des por vencido
ni aún vencido,
no te sientas esclavo,
ni aún esclavo;
trémulo de pavor,
piénsate bravo
y arremete feroz
ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido,
que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
no la cobarde intrepidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora,
o como Lucifer que nunca reza,
o como el robledal cuya grandeza,
necesita del agua y no la implora...

¡Qué muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!


LO QUE YO QUIERO (Autor Almafuerte)
I
Quiero ser las dos niñas de tus ojos,
las metálicas cuerdas de tu voz,
el rubor de tu sien cuando meditas
y el origen tenaz de tu rubor.

Quiero ser esas manos invisibles
que manejan por sí la Creación,
y formar con tus sueños y los míos
otro mundo mejor para los dos.

Eres tu, providencia de mi vida,
mi sostén, mi refugio, mi caudal:
cual si fueras mi madre yo te amo...
¡y todavía más!

II

Tengo celos del sol, porque te besa
con sus labios de luz y de calor,
del jazmín tropical y del jilguero
que decoran y alegran tu balcón.

Mando yo que ni el aire te sonreía:
ni los astros, ni el niño, ni la flor,
ni la Fe, ni el Amor, ni la Esperanza,
ni ninguno en lo eterno más que yo.

Eres tú, Soberana de mis noches,
mi constante, perpetuo cavilar:
ambiciono tu amor como la Gloria...
¡y todavía más!

III.

Yo no quiero que alguno te consuele
si me mata la fuerza de tu amor...
¡si me matan los besos insaciables
fervorosos, ardientes que te doy!

Quiero yo que te invadan las tinieblas
cuando ya para mí no salga el sol.
Quiero yo que defiendas, mi cadáver
del más leve ritual profanador.

Quiero yo que me nombres y conjures
sobre labios y frente y corazón.
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas...
¡loca, sí, muerta, sí, te quiero yo!

Mi querida, mi bien, mi soberana,
mi refugio, mi sueño, mi caudal,
mi laurel, mi ambición, mi santa madre...
¡y todavía más!

"Almafuerte", Pedro B. Palacios





A TUS PIES (Autor Almafuerte )

Nocturno canto de amor
que ondulas en mis pesares,
como en los negros pinares
las notas del ruiseñor.

Blanco jazmín entre tules
y carnes blancas perdido,
por mi pasión circuido
de pensamientos azules.

Coloración singular
que mi tristeza iluminas,
como al desierto y las ruinas
la claridad estelar.

Nube que cruzas callada
la extensión indefinida,
dulcemente perseguida
por la luz de mi mirada.

Ideal deslumbrador
en el espíritu mío,
como el collar del rocío
con que despierta la flor.

Sumisa paloma fiel
dormida sobre mi pecho,
como si fuera en un lecho
de mirtos y de laurel.

Música, nube, ideal,
ave, estrella, blanca flor,
preludio, esbozo, fulgor
de otro mundo espiritual.

Aquí vengo, aquí me ves,
aquí me postro, aquí estoy,
como tu esclavo que soy:
Abandonado a tus pies.





AVANTI! (Poesías de Almafuerte)


Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas,
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte...

¡Todos los incurables tienen cura
Cinco segundos antes de su muerte!




¡PIU AVANTI! (poesía de ALMAFUERTE )

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
Y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
Que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
Necesita del agua y no la implora...

Que muerda y vocifere vengadora,
Ya rodando en el polvo, tu cabeza!



¡MOLTO PIU AVANTI! (ALMAFUERTE)

Los que vierten sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas
para limar las de los otros antes;

Los que van por el mundo delirantes
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
Sucios, enfermos, trágicos,... ¡sobrantes!

¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡Nunca sigas impulsos compasivos!
¡Ten los garfios del Odio siempre activos
Los ojos del juez siempre despiertos!

¡Y al echarte en la caja de los muertos,
Menosprecia los llantos de los vivos!




¡MOLTO PIU AVANTI ANCORA! (ALMAFUERTE)

El mundo miserable es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser, tras el tocado:

No digas tu verdad ni al mas amado,
no demuestres temor ni al mas temido,
no creas que jamás te hayan querido
Por mas besos de amor que te hayan dado.

Mira como la nieve se deslíe
sin que apostrofe al sol su labio yerto,
cómo ansia las nubes el desierto
Sin que a ninguno su ansiedad confíe...

¡Trema como el infierno, pero ríe!
¡Vive la vida plena, pero muerto!



¡MOLTÍSSIMO PIU AVANTI ANCORA! (ALMAFUERTE )

Si en vez de las estúpidas panteras
y los férreos estúpidos leones,
encerrasen dos flacos mocetones
en esa frágil cárcel de las fieras,

No habrían de yacer noches enteras
en el blando pajar de sus colchones,
sin esperanzas ya, sin reacciones
lo mismo que dos plácidos horteras;

Cual Napoleones pensativos, graves,
no como el tigre sanguinario y maula,
escrutarían palmo a palmo su jaula,
Buscando las rendijas, no las llaves...

¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:
A escrutar la rendijas de tu jaula.



LO QUE YO QUIERO (ALMAFUERTE )

Quiero ser las dos niñas de tus ojos,
las metálicas cuerdas de tu voz,
el rubor de tu sien cuando meditas
Y el origen tenaz de tu rubor.

Quiero ser esas manos invisibles
que manejan por si la creación,
y formar con tus sueños y los míos
Otro mundo mejor para los dos.

Eres tú, providencia de mi vida,
mi sostén, mi refugio, mi caudal;
Cual si fueras mi madre, yo te amo...
¡Y todavía más!
II
Tengo celos del sol porque te besa
Con sus labios de luz y de calor...
¡del jazmín tropical y del jilguero
Que decoran y alegran tu balcón!

Mando yo que ni el aire te sonría:
ni los astros, ni el ave, ni la flor,
ni la fe, ni el amor, ni la esperanza,
Ni ninguno, ni nada más que yo.

Eres tu, soberana de mis noches,
mi constante, perpetuo cavilar:
Ambiciono tu amor como la gloria...
¡Y todavía más!
III
Yo no quiero que alguno te consuele
Si me mata la fuerza de tu amor...
¡si me matan los besos insaciables,
Fervorosos, ardientes que te doy!

Quiero yo que te invadan las tinieblas,
Cuando ya para mí no salga el sol.
Quiero yo que defiendas mis despojos
Del más breve ritual profanador.

Quiero yo que me llames y conjures
Sobre labios y frente, y corazón.
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas...
¡Loca sí; muerta si, te quiero yo!

Mi querida, mi bien, mi soberana,
mi refugio, mi sueño, mi caudal,
Mi laurel, mi ambición, mi santa madre...
¡Y todavía más!


LA YAPA (ALMAFUERTE )

Como una sola estrella no es el cielo,
ni una gota que salta, el Océano,
ni una falange rígida, la mano,
ni una brizna de paja, el santo suelo:

Tu gimnasia de jaula no es el vuelo,
el sublime tramonto soberano,
ni nunca podrá ser anhelo humano
Tu miserable personal anhelo.

¿Qué saben de lo eterno las esferas?
¿De las borrascas de la mar, las gotas?
¿De puñetazos, las falanges rotas?
¿De harina y pan, las pajas de las eras?...

¡Detén tus pasos Lógica, no quieras:
Que se hagan pesimistas los idiocias!



ADIÓS A LA MAESTRA (ALMAFUERTE )

Obrera sublime,
bendita señora:
la tarde ha llegado
También para vos.

¡La tarde, que dice:
descanso!…la hora
de dar a los niños
El último adiós.

Más no desespere
la santa maestra:
no todo en el mundo
del todo se va;

Usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
Segunda mamá!

Pasando los meses,
pasando los años,
seremos adultos,
Geniales tal vez…

¡Mas nunca los hechos
más grandes o extraños
desfloran del todo
La eterna niñez!

En medio a los rostros
que amante conserva
la noble, la pura
memoria filial,

Cual una solemne
visión de Minerva,
su imagen, señora,
Tendrá su sitial.

Y allí donde quiera
la ley del ambiente
nimbar nuestras vidas,
clavar nuestra cruz,

La escuela ha de alzarse
fantásticamente,
cual una suntuosa
Gran torre de luz.

¡No gima, no llore
la santa maestra:
no todo en el mundo
del todo se va;

Usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
Segunda mamá!




INTIMA ( ALMAFUERTE )

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,

Ni reclinando la gentil cabeza
Sobre el augusto pecho maternal.
Te vi...si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,

Es que la maldición de los amantes
no la recibe Dios,
¡O acaso el que me roba tus caricias:
Tiene en el cielo más poder que yo!

Otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura,
Yo te diré mi amada.

Ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras;
ellos son elocuentes porque esperan,
¡Y yo no espero nada!

Yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y sé que un hombre esclavo de rodillas
Más que todos alcanza...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras,
yo seré más audaz pero más noble:
¡Yo te diré mi amada!





AYER Y HOY (ALMAFUERTE )
L
Humilde como el voto del creyente,
bendito como el ángel de mi guarda,
tímido, solitario, romancesco,
Fe y esperanza.

II
Como tú, virginal y sin mancilla,
como yo, visionario y entusiasta,
era el amor que te ofrecí; inocente,
Como mi alma.

III
Ignoto, como ráfaga perdida,
ardiente, como lágrima callada,
torcido, desolado, borrascoso,
Amor de paria.

IV
Triste como el destello de la luna,
solo, como la luna solitaria,
es el recuerdo de ese amor maldito,
Como mi alma.


DIOS TE SALVE (ALMAFUERTE )

Cuando se haga en ti la sombra;
cuando apagues tus estrellas;
cuando abismes en el fango;
más hediondo, más infecto,
más maligno, más innoble;
más macabro, más de muerte,
más de bestia, más de cárcel,
no has caído todavía,
No has rodado a lo más hondo…
si en la cueva de tu pecho,
más ignara, más remota,
más secreta, más arcana,
más oscura, más vacía,
más ruin, más secundaria,
canta salmos las tristeza,
muerde angustias el despecho,
vibra un punto, gime un ángel,
pía un nido de sonrojos,
Se hace un nudo de ansiedad.
Los que nacen tenebrosos;
los que son y serán larvas;
los estorbos, los peligros,
los contagios, los Satanes,
los malditos, los que nunca,
nunca en seco, nunca siempre,
nunca mismo, nunca nunca,
se podrán regenerar,
no se auscultan en sus noches,
No se lloran a si propios…
se producen imperantes,
satisfechos, como normas,
como moldes, como pernos,
como pesas controlarías,
como básicos puntales,
y no sienten el deseo,
de lo sano y de lo puro,
ni siquiera un vil momento,
ni siquiera un vil instante,
De su arcano cerebral.
Al que tasca sus tinieblas,
al que ambula taciturno;
al que aguanta en sus dos lomos,
como el peso indeclinable,
como el peso punitorio,
de cien urbes, de cien siglos;
de cien razas delincuentes,
su tenaz obcecación;
al que sufre noche y día,
y en la noche hasta durmiendo,
como el roce de un cilicio,
como un hueso en la garganta,
como un clavo en el cerebro,
como un ruido en los oídos,
como un callo apostemado
la noción de sus miserias,
la gran cruz de su pasión:
Yo le agacho mi cabeza;
yo le doblo mis rodillas;
yo le beso las dos plantas;
yo le digo: Dios te salve…
¡Cristo negro, santo hediondo, Job por dentro,
Vaso infame de dolor!




LA MOROCHA QUE PERDIENDO ME GANO.
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Se conocen a la entrada de un boliche, ella pierde una apuesta y salió con Él, viven un día de locura. La vuelve a ver cuando han pasado cinco años. .


Ese fin de semana era mi último franco antes de salir de baja del servicio militar.
Habíamos salido con un grupo de amigas y amigos de mi primo Johnny, entre ellos una morocha muy linda que estaba sin pareja estable; ese día la acompañaba un muchacho de la barra. No estaban comprometidos, ni ella tampoco estaba entusiasmada en salir con él.
Al llegar al boliche bailable, en la puerta había un cartel:
“Entrada prohibida a menores de veinte años”.
Yo iba con mi pelo corto de soldado y tenía cara de “pendejo” como dicen en Mendoza.
Ella,- la morocha-a la que yo había estado mirando,- se arrimó hasta estar en contacto conmigo y me dijo:
… ¡Sonaste!
…¿Por qué?...-le pregunté-
… ¡Porque la entrada es para mayores de veinte años!
¿Vos crees?- … ¡Te juego una apuesta: Si entro, salís conmigo cuando esté de vuelta, quizás en veinte días!
…¡De acuerdo!… ¡Me llamas por teléfono y arreglamos el día para salir!
Fuimos a sacar las entradas, cada uno debió exhibir sus documentos de identidad; al llegar mi turno todos hasta allí habían entrado; el hombre que vendía las entradas, miró la fecha de nacimiento 12/11/41 y dijo: … ¡Veintiuno!
… ¡Pasa!
Estábamos adentro y yo bailaba con otra chica. En determinado momento la morocha, hermosa, se arrimó y me dio un papel con un número:
… ¡Es mi teléfono!
Y siguió bailando con su pareja.
Junto al número de teléfono estaba su nombre: Emily y el de la calle y número. (Godoy Cruz).
Supe por mi primo, que el padre tenía bodega y finca en Tupungato, y que ella era única hija; estudió y se recibió en un colegio comercial y cursaba abogacía en segundo año.
Yo terminaba la colimba a fines de noviembre y me quedaba en Mendoza hasta Enero, en Los Campamentos, después volvería a San Juan, para terminar de rendir las materias que dejé colgadas al ir al servicio militar.
El 29 de Noviembre salí de baja y era un martes, llegué ese mismo día a la ciudad de Mendoza, y me quedé en la casa de mi primo Johnny.
A la noche la llamé por teléfono y quedamos en salir al día siguiente.
El padre se iba a la bodega todas las semanas y se quedaba de lunes a viernes al mediodía, viajaba por un camino en parte de montaña, peligroso; a veces iba con la madre y ella se quedaba sola.
El martes pasé a buscarla y estaba sola, estaba arreglada, era temprano cuando llegué a su casa; apenas las tres de la tarde. Era el único día que la vería y por eso debía tratarla como a una reina, para que no se olvidara de mí. Me invitó a tomar un te antes de salir; hacía calor el ultimo día de noviembre; habían cuajado las vides y algunos duraznos estaban madurando. La casa tenía perfume a flores, el jardín, enorme, estaba preciosamente arreglado y los árboles muy bien cuidados, esparcían su sombra sobre el alero de la puerta y alrededores.

El calor hizo que ella vistiera elegante y con ropas sueltas; su figura era perfecta, recién entonces me di cuenta que arreglada, no de sport como el día que la conocí, era una chica bellísima, vestía una blusa de seda sobre el corpiño blanco y una camperita de hilo blanco igual que su pollerita, tejida a mano, de hilo blanco.
La hora de salida fue como a las 17.50 pm, y llegamos cerca de las 18 pm, al boliche, a su función matinée. El local estaba sobre la avenida de las palmeras, que daba contra la plaza Independencia; el lugar bailable era un subsuelo muy amplio que tenía refrigeración y estaba muy agradable.
El salón estaba ex profeso muy oscuro, las luces sobre la escalera y en la barra servían para guiarse, cuatro luces en las esquina completaban la escasa iluminación; la pista tenía un juego de luces cambiantes que iluminaban más que todo lo demás.
La caja registradora y la barra tenían luces azules muy tenues, que iluminaban solamente en el lugar que estaban.
Buscamos una mesa no muy cerca de la pista, atrás de la barra que no tenía iluminación; allí nos pusimos a conversar tranquilos ya que el sonido de los parlantes se esparcía en el área cercana a la pista.
Me sorprendió lo madura e inteligente que era Emily. Ella llevaba la administración, los papeles, de la bodega; sus estudios de Perito Mercantil le sirvieron para ello. Esa situación hacía que Emily conociera perfectamente el negocio del padre y también se ocupara de las ventas y la administración de la bodega. Tenía su escritorio en la oficina de la administración de la bodega y desde allí manejaba las ventas con idoneidad.
Era una chica de veintiún años, grande para su edad; tenía demasiada
responsabilidad.

Salimos a bailar una música alegre y de moda: Salsa, no era para bailar apretados y tuve que esperar a los lentos para tratar de darle un beso.
Cuando llegaron los lentos, bailábamos mejilla a mejilla, ella no hizo objeción de que la besara en la cara, y así siguiendo la besé en la boca. Era muy apasionada, la oscuridad permitía besarnos sin sentir el acoso de las miradas.
No se veía nada! Alguien diría: ¡Ni lo que hablábamos!
Tenía que hurgar en mi memoria para encontrar un tiempo tan placentero como el que estaba pasando. Me contó que por ser única hija sus padres estaban pendientes de ella pero no para controlarla, sino por seguridad, sus padres la protegían pero no la vigilaban, había tenido un novio, y se peleó con él porque era un “bobo ”; hacía un tiempo que no lo veía y no lo quería ver más. Había cortado para siempre y eso la dejó en libertad.
A pesar de la oscuridad no quiso que la tocara en las partes más intimas: Los senos y, entre las piernas. Solo besos y más besos.
Cuando se hicieron las diez de la noche salimos a cenar a un lugar muy lindo (y caro), el lugar se llama La Armonía; tocaban violines por entre las mesas, las cuales estaban debajo de un parral, lo que le daba al lugar un fuerte acento mendocino. También hubo un show de guitarras y música cuyana; al estilo de Hilario Cuadro; cuando todo terminó era la una de la mañana y nos fuimos a su casa. Fuimos en taxi y al llegar, pagué y,.. me dijo:
…¡Bájate!
…¡Obedecí sin preguntar!
…¡La noche había empezado muy bien, pero no se cómo seguiría!
Al entrar al living, nos esperaban amplios sillones donde nos sentamos; el sillón principal tenía cinco cuerpos rectos y un ala de dos cuerpos, otros sillones sueltos rodeaban una mesa baja de roble y tapa de vidrio. El lugar tenía luz tenue que podía reducirse a cero. Ella apagó todas las luces menos una lejana en un rincón.
A pesar del calor, ella me ofreció café con coñac, el coñac era muy fino: Francés auténtico y trajo la botella, el café duró poco, por lo que tomamos coñac solo. Ella tomaba igual que yo, servía cuando se vaciaban las copas; nos dimos cuenta que la cosa así terminaría mal y no como nosotros queríamos, se llevó la botella y trajo café que lo tomamos amargo. Lo que tomamos fue suficiente para terminar con algunas inhibiciones.
Era la una de la mañana y no esperaba a nadie y sus padres vendrían el viernes de la bodega.
Ella sabía que teníamos toda la noche y el día siguientes para estar juntos y se preparó para pasarla bien.
Después al coñac lo suplantaron los mimos que empezaron de una manera
muy tranquila: Besitos en la boca y caricias, ya la había besado en el boliche
y eran muy lindos y dulces sus besos.
De pronto su blusa de seda y su pollerita volaron, quedó en bombachita blanca y corpiño blanco. Ella me ayudó a sacarme la camisa y el pantalón y quedé en calzoncillos “Casi”, se usaban en esa época, muy ajustados, de goma en la confección de su tela. Su cuerpo era espectacular, la cola tenía las nalgas bien marcadas y la bombacha se le metía entre los pliegos. Su cola parada y carnosa daba origen a un precioso par de piernas, largas y torneadas. El corpiño ocultaba dos senos redondos y duros, y al caerse dejó al descubierto los senos redondos, con los pezones rosados parados y duritos, iguales que un capullo de rosa que invitaba a olerlos o una fruta a cortarlos con los labios.
Cuando quedamos sin ropas, la que empezó fue ella, me tomo del cuello y me dio un beso interminable; estábamos de pie y me tiró sobre el sillón grande. Seguimos besándonos, La besé en la boca, en el cuello y quedaba besarla en los senos y mas abajo. No sabía que hacer, pero ella lo simplificó todo; empezó y logró sacarme el calzoncillo, a medida que me tocaba sus besos bajaron hasta llegar al sexo, y yo empecé a besarle los senos. Estábamos a gusto.
Yo estaba acostado boca arriba sobre el sillón y ella estaba boca abajo arriba mío, nos besamos en la boca un rato y volvimos al pubis de ambos. Como ella estaba arriba mío, yo la abrí de piernas y me puse debajo.
Hasta que ella empezó a tener espasmos; todo coincidió y el placer de terminar juntos se sintió con un fuerte apretón, largando sus fluidos que mojaron mi anatomía. Había experimentado su primer orgasmo
Seguí adentro, yo no había eyaculado, para que ella siguiera y tuviera su segundo orgasmo, y yo el mío, interminable.
Estaba contenta, fumamos un cigarrillo, y fue allí que me dijo:
…¡Me gustas mucho¡
…¡Nunca nadie me había hecho sentir tan bien!
Le dije:
…¡Tus besos son muy dulces y me llenan de felicidad!
...¡Aunque recién te conozco te quiero hasta el cielo, como dicen los chicos!

Emily había experimentado por primera vez un doble orgasmo, se sentía plena, eran las tres de la mañana y no teníamos intenciones de dormir.
Me sirvió un café con leche con unas masas y eso me cayó muy bien
Habíamos repuesto energías y calentado el estómago; cuando a ella le vino como un ataque de calentura multiorgasmica. Me pidió que la besara y lo hice con besos en todo el cuerpo, la besé en la cara, en la boca, en las orejas, los labios se los succioné con los míos; volví a besarla en el pupo, en el agujerito le metí la lengua y empecé a bajar hasta besarla abajo, estaba todo
rojo y durito, la abrí totalmente de piernas. En un momento estábamos al
limite, ella se movía y empezó a gemir
…¡Avísame! Le dije y ella me contestó:
…¡Ahora vamos!
Y terminó con un resonante tercer orgasmo; al sentir que ella se acababa me vacíe en forma incontenible, mojándola toda. Nos quedamos un rato tirados en el sillón y me pidió que fuéramos a la cama; los dormitorios quedaban en la planta superior.

La casa era inmensa, tendría como cuatrocientos metros cuadrados de superficie construida, tenía enormes jardines y un parque de árboles antiguos; que ya estaban en ese bosque antes de construir la casa. La cerca exterior era muy alta, de ladrillos a la vista, un portón de madera, y caminos interiores por el parque.

A un costado y en un área libre de árboles, lo que le permitía recibir el sol, había una inmensa pileta de natación, que parecía invitarnos a tomar un baño, para bajar el calor.
Bajamos desnudos envueltos en una bata blanca. En la pileta había sillones que permitían estar sentado o acostado con gruesas colchonetas.
Yo me tiré al agua apenas llegué, y nadé hasta el extremo más lejos de la pileta.

Allí salí y me senté en uno de los sillones; cuando de repente vino María José como a hurtadillas y me puso el sillón plano, se subió a caballo mío y me empezó a acariciar. Sola. Junto con sus besos en mi boca, ella hacía caballito: Bajaba y subía, entraba y salía, se movía para un lado y otro hasta que se vació y estaba loca de placer, tuvo su cuarto orgasmo en la noche.
Nos tiramos los dos al agua, allí seguimos jugando y tocándonos. Yo le pasaba la mano por el cuerpo y la besaba en los senos, que se le ponían duros; la pileta tenía luces en el piso y se veían los cuerpos al trasluz. Si bien la había visto antes, no había estado pendiente solo de su figura:
… ¡Era hermosa!
…¡La morocha más impactante de todo Mendoza!
-Me dijo:
…¡Conocerte es lo mejor que me pasó este año; si no te veo más, nunca olvidaré esta tarde y esta noche!

Salimos de la pileta y nos sentamos, envueltos en la misma bata blanca, en el mismo sillón. Mientras la besaba la acariciaba por adentro de la bata. Cuando estábamos en eso, ella me dijo:
…¡Hagámoslo pero distinto!
…¡Sentate!... y me abrió de pierna, acto seguido se sentó ella mirando de frente, yo me coloqué en posición pasiva; ella se entraba y se salía, me daba besos; los besos eran cada vez mas largos y mas dulces sin dejar por eso de moverse.

En un determinado momento ella se levanta se queda suspendida de los brazos y pone el culito, baja de a poco a medida que le entra. Yo tenía
una erección perfecta y deseaba que se la metiera por la vagina para terminar allí; pero ella se la metió por el culito- y me dijo:
… ¡Dale!
…¡Le entró toda!
...¡Ella gozaba, y yo también! Su culito era distinto y se sentía un gran placer al penetrarlo
Un rato después, cuando ya no aguantaba más, tomé el control de las acciones y se la saqué. Y se la empecé a pasar por su clítoris, también a pasarle contra los labios y abrirle la vulva; hasta que por fin se la introduje en la vagina, la punta apenas,
Ella estaba toda mojada, me dijo:
…¡Ahora, métela , no dejes nada!... y se la metí hasta el final de la vagina , se movía para adelante y para atrás, y de repente me dijo:
...¡Me voy!
Y tuvo su cuarto orgasmo de la noche, mojando el sillón con sus fluidos y yo arrastrado por ella tuve una eyaculación feroz después de un día de sexo, ternura y dulzura.

Después de esto y a las cuatro casi cinco de la mañana, ella me dijo:
… ¡Vamos a dormir!
Al día siguiente Yo no tenía nada que hacer, pues recién salía del Servicio Militar; dormimos hasta las once de las mañana; ella se levantó desnuda cubierta con una bata blanca y me trajo el desayuno a la cama.

El desayuno estuvo exquisito: Café con leche con frutas, jugos de diferentes tipos, exprimidos en la máquina y con hielo. Además de eso, sánguches de miga de jamón crudo y queso.

Después del desayuno empezó la sesión besos; por los agradecimientos del desayuno, por el saludo de la mañana y a medida que los besos bajaban llegaron a lo extremos, entusiasmándola de nuevo. Fuimos al baño a darnos una ducha. La jaboné toda, por los senos, por la cola y la colita; ella me jabonó la espalda y luego el pene; esto fue suficiente para que empezáramos a amarnos tirados en la bañera. Llego su quinto orgasmo y el final.

Allí me di cuenta que el amor, todo lo puede, que el día que pasé con ella fue tan lindo y dulce que quisiera que durara por toda la eternidad. Había terminado su quinto orgasmo conmigo a la rastra.

Una noche fue suficiente para despertar el amor; supimos que el sexo cuando es realizado con dulzura, es equivalente el amor, y esa noche estuvo inundada de amor del más puro, aunque fue la primera vez que estábamos juntos.

Almorzamos una comida que preparó Emily, me supo exquisita, me vestí de nuevo con mi traje azul oscuro; la besé, la tuve entre mis brazos, la mimé no
me quería ir pero todo llega.


Le dije:
…¡Perdiste la apuesta en el boliche, pero ganaste mi corazón, mi alma, mis sentimientos, mi ser,… ¡ Emily no quisiera irme nunca, nunca te olvidaré, por más que pasen los años y no te vea serás como una luz que a lo lejos siempre divisare!
…¡Estas fueron horas apasionantes que viví contigo, he vivido un sueño y al despertar tu no estarás; me voy a San Juan, rendiré y espero volver!

Jorge Eduardo nunca volvió, se fue de San Juan a Santa Fe y cuando regresó a Mendoza, después de cinco años la encontró vendiendo regalos, para ayudar a Caritas.
Me contó que sus padres hacia cinco años habían fallecido, en un choque, viniendo de la bodega; que ahora ella cuidaba todo el negocio y que seguía sola. Le iba bien y tenía algunos colaboradores, que la ayudaban en la faz técnica, ya que ella se ocupaba de la parte administrativa y las ventas.
Estaba más bonita que antes, era una mujercita de veintiséis años y toda una empresaria, cómo siempre muy elegante, que por su capacidad salió adelante...



Recuerdo del año 1961. Godoy Cruz Mendoza
JORGE EDUARDO-.

LA PLATA - 2009
LA PLATA- 2012






EN LA PLAYA LA ENCONTRÉ.



Por Jorge Eduardo
Santa Fe 1962
La Plata -2008
La Plata 2012

Su piel blanca sobresalía en el grupo de las que habían tomado mucho sol. Estar negra era una costumbre para el verano, y todas se quedaban tiradas al sol como lagartos, asoleándose; estaba en la playa cuando la encontré y lo primero que me llamó la atención fue su blancura. Caminaba con un amigo cuando la vi, y le dije en voz alta:
… ¡A mi me gustan las chicas sin quemarse!
O mejor dicho las chicas blancas; ella que había escuchado se dio vuelta para no mirarme.
Yo seguí caminando y cuando volvíamos notamos que el grupito, no estaba ya en el lugar donde tomaban sol.

Pasaron varios días y no las vimos en esa playa, a la semana supusimos que se habrían ido de la playa, o terminado sus vacaciones; después de diez días pasábamos entre un grupo de carpas y volvimos a ver a todas las chicas tiradas al sol, …y a la que estaba blanca… ¡muy negra!
... Era sin lugar a dudas la más linda de todas, ya fuera quemada o blanca; atrajo mi atención pero no me dio ni la hora, esto hirió mi amor propio y me propuse conquistarla.

El pueblito al lado del mar tenía una sola discoteca, y si se proponían salir había que ir a ella: “El refugio del dinosaurio marino”. La entrada era una gruta que dejaba paso a un patio a cielo abierto, sin techo, donde se bailaba; adentro de la gruta estaba el bar donde la gente llegaba y se conocía, con sillas y mesas para sentarse a tomar un trago, a media luz. La pista permitía ver las estrellas y era un lugar muy romántico, no tenía luces, sólo el pequeño resplandor que llegaba de la gruta.

Esa noche era viernes y el domingo era nuestro último día de vacaciones, llegamos a El Refugio… a eso de las tres de la mañana, la música era lenta y la luz muy tenue, entramos a la gruta y nos fuimos a un rincón, lejos de la pista, donde por su ubicación, no había casi nadie; salvo un grupo que no distinguíamos si eran hombres o mujeres.

Vino el mozo y preguntó qué tomábamos: Cuba libre, dijimos todos, una bebida de moda en 1962, alcanzamos a observar que a la mesa cercana le traían cuatro botellas chicas de cerveza, pensamos entonces que eran hombres, ya que las mujeres por ese entonces tomaban bebidas gaseosas. Nuestra curiosidad aumentó cuando les trajeron el segundo y tercer pedido de cerveza, con muy pocos alimentos para acompañarlas, algunos maníes y galletitas saladas

El Cuba libre nos duró hasta el cuarto pedido de cerveza, y recién entonces nos dimos cuenta que “los cuatro” eran chicas, pues fueron al baño de mujeres, pero aun no las habíamos visto. Al volver ellas del baño nos paramos y fuimos nosotros.

La música pasó de los lentos a música de Elvis Presley, los cuatro nos levantamos al mismo tiempo y fuimos a la mesa vecina, cada uno invitó a bailar a una chica y todas aceptaron el ofrecimiento de bailar rock; estábamos seguros que no las habíamos visto nunca, pues la que bailaba conmigo primero la vi muy blanca y después muy negra. Tampoco sabíamos de dónde venían, dado que se habían puesto de acuerdo en no decirlo, tiraron como al pasar que de una provincia muy linda; donde se toma mucha cerveza.

Cuando les dijimos que estudiábamos en una provincia muy linda, donde se toma mucha cerveza, se miraron y no dijeron nada. No podía ser que no las hubiésemos visto nunca y ellas tampoco.

La noche se terminaba pronto y los lentos volvieron a sonar, allí fue cuando intenté intimar, pero la primera reacción de ella fue ponerme el codo adelante, impidiendo que la apretara; me hice el distraído y seguí bailando lento como si todo estuviera esplendido, cuando terminó la pieza la llevé a su mesa sin decirle ninguna palabra, y le agradecí por bailar conmigo. Las otras siguieron bailando lo que quedó de los lentos y luego Rock, eran las últimas piezas y los dos estábamos solos en nuestras mesas.

La bronca que yo tenía no se notaba por la falta de luz, pero se adivinaba porque no la saqué a bailar más esa noche. Tocaron el carnaval carioca y tampoco la saqué a bailar. Las amigas vinieron a buscarla para hacer un trencito y ella fue lo más tranquila, luego pasaron por mi mesa y me llevaron, tocándome atrás de ella, los últimos veinte minutos del carnaval me hicieron pasar la mala honda que tenía, y empecé a divertirme de nuevo, bailaba con las chicas como un loco pero sin invitarla a ella.

En eso el grupo se armó como estaba, cada uno con su pareja y yo quedé de nuevo en pareja con ella. Las primeras palabras de ella fueron:
… ¿Cómo estas?
¡Bien descansado, ¡pero me gustaría bailar lentos!...
En eso como para cerrar la noche el disk jockey puso un popurrí de lentos, los que habíamos bailado y otros que no; ella se había dado cuenta de cuál fue el motivo de mi reacción y sacó su brazo que ponía siempre instintivamente para separar; bailamos los lentos con la cara pegada y sin ningún contratiempo, terminamos la noche despidiéndonos en la puerta del boliche; ellas venían en auto y nosotros de a pie.

La noche terminó y no hubo promesas de encontrarnos, pero el destino lo cambió, pues el día domingo cuando fuimos a tomar el colectivo, ellas iban en el mismo viaje. Las cuatro chicas venían en el auto que habían usado esa noche, lleno de valijas, que las ayudamos a cargar en el baúl de los equipajes; teníamos los ocho primeros asientos de la parte superior, y decidimos sentarnos por parejas como estuvimos bailando en el boliche, de este modo el viaje sería menos aburrido.

Hasta que salió el colectivo ellas estuvieron abajo con su tía, primas y amigas. A nosotros no nos despidió nadie así que ocupamos los cuatro asientos del lado del pasillo, dejándoles a las chicas los del lado de la ventana.
... El ómnibus viajaba de noche y llegamos a la mañana temprano, tomaron un taxi y se fueron, nosotros hicimos lo mismo. Casi ni hubo despedida en la terminal, pero el viaje fue agradable. Ninguna dejó dirección, ni teléfono, tampoco dónde encontrarlas; otra vez el azar nos ubicó en el lugar que más nos gustaba ir: La Laguna de Guadalupe.

Allí empezamos a frecuentarnos, a jugar en el agua y a vernos para tomar cervezas en las noches de calor insoportable. Las relaciones eran cada vez mas estrechas y nadie del grupo tenía novia o novio, sólo amigos. Empezamos a dejar el grupo y salir solos, ya fuera a bailar o tomar algo. También pasaba los domingos a buscarla, íbamos al cine o a escuchar grupos folklóricos. El Chango Nieto estaba de moda y cantaba muy lindo; ella se moría por él, cada vez que venía la llevaba a escucharlo y verlo. Habían pasado largos meses de invierno, desde el verano, y se venía la primavera.

Por esos días conocimos otro grupo de chicas, en una fiesta del Día de la Primavera, fue en una quinta que tenía un cartel que decía: “Dentre el que traiga alimento”. Nosotros llevábamos asado para seis personas, al ver el cartel no sabíamos si había chicas o varones y nos mandamos, grande fue la sorpresa al verlas, eran todas mujeres, no podía ser mejor el grupo ya que las mujeres eran también seis. Pasamos un Día de la Primavera con todo, jugamos a la pelota con las chicas, a las cartas… nos encontramos con una víbora yarará, dispuesta a picar enrollada en una pisada de vaca.

Al volver fuimos caminando los diez kilómetros que nos separaban de la ciudad. El regreso lo emprendimos a la medianoche, después de haber estado cantando junto al fuego. Comiendo asado y cosas que quedaron del mediodía.

Con las chicas del picnic nos seguimos viendo, íbamos a la Laguna, nos bañábamos y jugábamos en el agua; al grupo se unieron otras amigas que no estuvieron en el asado, una de ellas era una morocha muy bonita; estas nuevas amistades me separaron circunstancialmente de mi amiga de la playa, dejé de salir con ella sin ningún motivo; enterada de mis nuevas amistades, les tomó bronca, y un día que nos encontramos me recalcó el hecho de que había dejado de ir a visitarla; le dije que estaba estudiando y que no salía porque tenía que rendir, como ella sabía que era mentira me lo dijo y quedamos en salir el sábado a la tarde.

Pasé por su casa y ella estaba con una minifalda blanca, cortita, que le quedaba preciosa. Era sin lugar a dudas la chica más bonita de todas las que conocí,… descubrí que era mucho más linda de lo que la había visto junto al mar en el verano,… su cuerpo era armonioso y delicado,… tenía la cola perfecta y el busto chiquito, muy bonito, por la perfección de sus formas. Aunque no la miraba solo por ese lado, tenía además dos enormes y preciosos ojazos color miel; era sumamente educada y no le gustaba llamar la atención, pero de por si lo hacía, por su belleza sin igual.

Fuimos en malla al interior de La Laguna, que es muy playa y permitía que camináramos más de doscientos metros desde la costa y el agua nos llegaba hasta la altura del pecho; estábamos alejados de las pocas personas que había a esa hora en la laguna; caía el sol y los últimos rayos nos dieron impulso para, por primera vez en mucho tiempo, empezarnos a besar.

Nunca la había besado en los nueve meses que hacía que la conocía; la relación de amigos inhibía un poco esa situación y también el hecho de que siempre estábamos en lugares públicos como: Bares, cines, o en la calle caminando.

Esto fue algo nuevo, que despertó aun más mi interés por ella, cada beso que me daba o le daba me llevaba a intentar un paso más adelante; no fue fácil conseguir que ella consintiera algo más que besos, y esa noche fuimos a tomar cervezas con el último beso en la boca.

Durante la semana siguiente dejé de salir con mis amigas de La Primavera, y ya posteriormente no salí más; pues estaba empeñado en conseguir que mi “amiga” de la playa, fuera “algo más” que amiga. Al llegar el verano empezamos a ir todos los días a La Laguna, y también los besos fueron más apasionados; hasta que un día estando sentados en el agua, con la cabeza solamente afuera, toqué por debajo del agua y sobre la malla -en forma muy sutil-, sus delicados senos, a la par que la besaba, eso la estimuló y dejó que mi mano se posara sobre su malla. Yo sabía que las cosas de allí no podrían pasar por ahora y debía actuar con mucho tacto si no quería ligarme un cachetón y todo terminara, eso era todo lo que había logrado de un verano al otro.

No obstante los pocos logros, estaba feliz y sin saberlo me estaba enamorando perdidamente;, las noches y los días de amigos se estaban terminando entre nosotros, y yo sin saber estaba actuando como un novio verdadero. La cuidaba y estaba pendiente de todo lo que hacía, la iba a buscar a su facultad, la visitaba todos los días, la acompañaba a hacer compras para la escuela, a la biblioteca a buscar libros, y cuando deseaba… la acompañaba a tomar cerveza.

Ella había pasado de una actitud amable, pero distante, a una posición cada vez más cariñosa, con menos actos reflejos defensivos, y yo ya podía acariciarla por sus senos en ocasiones que no hubiesen testigos.

Fue en el día más caluroso del mes de diciembre que fuimos a La Laguna, como tantas otras veces; llegó la tarde y nos sorprendió en el lugar más lejano de la playam donde comienza el bosque: El Monte, llamado Zapatero, hasta ese lugar no llegaba gente, salvo uno que otro expedicionario que buscaba ver algunos flamencos rosados que se asentaban en la laguna, fuera de la vista de los bañistas que iban a las playas más al centro.

No nos habíamos dado cuenta de qué, caminando por la orilla habíamos cruzado los muchos kilómetros que separaban el comienzo de la playa del Monte, haría como tres o más horas que caminábamos sin saber que llegaríamos a ese lugar emblemático de La Laguna. Cuando encontramos los flamencos, recién caímos en la cuenta de que estábamos muy lejos del lugar al que habitualmente íbamos a nadar.

El lugar del monte tenía una vegetación virgen con preciosas plantas salvajes con flores: Como los ceibos, o las enredaderas como las pasionarias con unas flores delicadísimas, habían otras plantas de flores como los aromillos, con lindas flores amarillas; los chañares también crecían en forma salvaje, habiendo grandes ejemplares, sorprendentemente protegidos de los buscadores de leña furtivos.

Nos invadió una sensación agradable de intimidad al estar solos, y cuando caía la tarde nos besábamos profusa y apasionadamente; las primeras palabras que pronuncié después de un largo silencio fueron:
…¡“Te amo”!
… No tuvieron respuesta verbal, pero su conducta no fue la misma; mi locura se imponía a su cordura y entre los ceibos y pasionarias:
… Nos amamos; con el reloj detenido, con la arena besando nuestros cuerpos, con el sol rojo que se hundía en la laguna y nos dejaba solos para amarnos, sin testigos, de nuestro amor que era sólo nuestro.

Jorge Eduardo
En la playa, 1962
Santa Fe-1962
LA PLATA- 2008
LA PLATA-2012






LA MOROCHA DE PELO LARGO
Zarate 1968
LA PLATA 2008
LA PLATA 2012
JORGE EDUARDO
LA MOROCHA DE PELO LARGO
Los días se sucedían con pasmosa placidez, en ese pueblo: Zarate de Buenos Aires, nada salía de lo normal. El club náutico era uno de los pocos lugares que permitía matar el tedio, a un grupo de jóvenes ingenieros que habitábamos todos juntos, en una casa sobre la calle principal...
En 1968 el pueblo estaba creciendo: Se habían instalado algunas industrias, y entre ellas se destacaba la primera petroquímica de Argentina productora de fertilizantes nitrogenados; la producción madre: Amoniaco, más urea; y sulfato de amonio, cómo producto complementario se hacía acido sulfúrico.
Los ingenieros, compañeros de trabajo, decidimos comprar una lancha para usarla en el río Paraná. La compramos entre seis, en doce cuotas, incluidas las del carrito de remolque. El único lugar en Zarate, para usarla con cierta comodidad era el club náutico, por lo que debimos asociarnos todo el grupo. Los primeros tiempos no teníamos ningún amigo o amiga en el club, y salvo el grupo nuestro no salíamos con otros a pasear. De a poco fuimos conociendo gente, que por cierto se mostraron muy amigables y así llegamos a tener un grupo más grande que el inicial.
Entre mis nuevos amigos estaba un dentista que era una persona muy agradable y con el que hicimos una buena amistad. Él era nativo y criado en Zarate y conocía a todo el mundo; recuerdo haberle regalado el libro “más inútil” que leí en mi vida, pero de un gran contenido humorístico-filosófico (en serio).Su autor, humorista español, por decisión propia, ya que todos sus amigos le pedían que escribiera sobre filosofía: El insigne Jardiel Poncela; y el libro:
”PERO HUBO UNA VEZ ONCE MIL VIRGENES”,
Desde la redacción, propia del estilo filosófico –humorista de Jardiel Poncela, hasta la estructura del libro con palabras escritas en forma vertical, lo que obligaba a girar el libro para su lectura. El libro trata de desmitificar la historia sobre la existencia de las once mil vírgenes,(pasaje de la biblia) ya que es muy fácil hacerle perder la virginidad a una mujer.
Entonces Jardiel crea un personaje que en primera persona va relatando cómo, de una en una van cayendo todas las mujeres que él se propone. Tiene dos o tres muletillas, para conseguir sus propósitos, pero la más importante y que la repite antes de cada hazaña es la palabra: AUDACIA.
Sus éxitos abarcan grupos de hermanas de la caridad, hermanas carnales mellizas, hermanas comunes, tías y sobrinas, hijas y madres, y toda mujer que se tope y le guste y considere que debe engrosar su lista de conquistas, pero antes repite: AUDACIA.
Si fuera poco decirlo cada vez que va enfrentar una nueva situación, como en un soliloquio repite AUDACIA, AUDACIA, AUDACIA y coloca la palabra en forma vertical ocupando toda la hoja para decir:


A
U
D
A
C
I
A
Para que todos comprendan la importancia de la AUDACIA. Así este caballero llega al fin de su historia HABIENDO CONQUISTADO TODAS LAS MUJERES DEL REINO DE GRANADA.
Pero a cada chancho le llega su San Martín y este buen hombre se encontró con Fabiola, que era él, pero en el sexo opuesto.
Fabiola le gana la pulseada y para amarla debió casarse con ella; después que FABIOLA logro esto, descubrió que ella, SE HABIA ACOSTADO CON TODOS LOS HOMBRES DEL REINO DE GRANADA.
La filosofía de Jardiel es del tipo: ¡Solo los que están juntos corren peligro de separarse¡. (Esto referido a los amantes).
A mi amigo le gustó el libro y de un préstamo inicial, se lo regalé; pero le dije eso te va a costar la AUDACIA DE PRESENTARME A LA MOROCHA DE PELO LARGO.
Ella lo conocía porque trabajaba en el hospital con él. Era enfermera y vestida de uniforme era la reina de las enfermeras, alta, muy alta, más alta que yo, cerca de un metro ochenta y cinco.
Ella no iba al club, pero siempre recalaba en un bar que se llamaba ATOMO, frente a la plaza, sobre la calle principal y a dos cuadras de mi casa. Vivía a la vuelta de la plaza y a una cuadra y media de mi casa. La tarde que la conocí formalmente, estaba en el bar con una amiga, y vestía su guardapolvo blanco de enfermera; que con el contraste de su grueso pelo negro y largo hasta la cintura, parecía una reina africana aunque era morocha, pero no negra.
Que digo una reina, era también una fiera, una pantera negra; se movía, con su metro ochenta y cinco como se desliza una tigresa, una pantera; era un felino al acecho de su presa.
Mi amigo se ofreció llevar a su amiga en auto, hasta la casa de ella que quedaba lejos, y yo le ofrecí a la reina, a la pantera negra, ir a mi casa que estaba cerca a: Tomar algo y escuchar música, las dos aceptaron la propuesta; la amiga se fue con el dentista y la reina, la pantera, se vino conmigo.
En la casa mis amigos, trabajaban de turno y otros salían, pocas veces había alguien, pero si lo hubiera cada uno tenía su habitación independiente.
La morocha era amable, pero un poco callada, como cortante si quisiera calificarla, estaba acostumbrada a imponerse sobre las personas, en su rol de enfermera ella mandaba al enfermo, y eso lo llevaba a su vida real, y hacía lo mismo con los amigos. Pero esa tarde hubo acuerdo, tomamos un té con una bebida alcohólica, yo tomé whisky y ella vodka, tomó bastante; yo le ponía soda con hielo, pero así y todo me mareó.
El equipo de música estaba en mi habitación, el paso siguiente fue invitarla a escuchar música; ya para ese entonces yo estaba surtido de una buena colección de todo tipo de discos: Clásicos, boleros, salsa, rock y algunos géneros más, con mucha música melódica para escuchar, más que para bailar. Me había gastado un dineral en un equipo estupendo.
Ella de Motus propio eligió la música que quería escuchar, puso música suave, melódica, para escuchar bajito; se recostó en mi cama de dos plazas y se puso a fumar sin hablar. Era sábado y los amigos ya no vendrían, saldrían por ahí.
Fui al comedor del frente de casa a buscar unas pizzas: Una especial para ella y otra de roquefort para mí. A pesar de tener una mesa grande en el comedor, comimos en una mesita de la cocina; allí estaba más cálido y afuera estaba fresco, era el comienzo del otoño. Mientras comíamos la pizza, prendí una estufa eléctrica en mi habitación y cerré la puerta, cuando volvimos la habitación estaba templada y daba gusto desvestirse allí.
Con la pizza tomamos un vino: Semillón blanco, la primer botella se acabó y debí abrir otra; entre el whisky y el vodka más temprano y el vino después, las inhibiciones eran pocas a esa hora, así que cuando entró por segunda vez a mi pieza la empecé a besar y a sacarle la ropa. No sabía bien que quería: Si la besara o no, si le sacara la ropa o no, ella hablaba poco y yo seguí con el procedimiento de Jardiel: AUDACIA. Para que no fuera desigual también me fui desvistiendo; al llegar al corpiño me saqué la camiseta y luego quedé en cuero y ella recién se sacó el corpiño; estábamos solos, con los calzones ella, y yo con los calzoncillos. Nos metimos a la cama y su actitud cambió, le gustaba que la acariciara, y se notó, porque ella también tocó mi sexo. A la par yo la besaba y le introducía la lengua.
El busto era enorme y duro, no desproporcionado para el tamaño de su cuerpo; tenía espalda ancha y era, como dije, muy alta, atlética, con un hermoso par de piernas que terminaban en un culo redondo. Lo mas llamativo, estando desnuda era su pelo, le caía hasta la cola y si se lo ponía por adelante le tapaba la cuca…. De la franela de los besos, pasamos a los senos; luego le metí los dedos y a la par que la tocaba por adentro, la tocaba por afuera; al principio parecía frívola , pero luego, se pasó a la dimensión desconocida; empezó ella con sus caricias y como buena enfermera: Hacía resucitar un muerto. Con mi erección total, me sacó el calzoncillo y yo la bombacha, levantamos la sabana y ya no teníamos nada de frío, totalmente desnudos la abrí de piernas y en la posición del misionero… nos fuimos conociendo. Desde el primer momento, se notó, gozó como loca, no solo se movía como una reina, sino que me apretaba, haciendo que yo sintiera cuanto la penetraba en una cavidad estrecha, y para mi asombro, sin mucha experiencia; confesado luego por ella.
La morocha parecía una leona, una tigresa, una pantera, una reina africana, pero era una dulce muñeca, que al llegar al orgasmo, me confesó, era la primera vez que accedía a esa situación tan particular… y por supuesto:
…¡La tomó de sorpresa!

Jorge Eduardo
Zarate 1968-
La plata2008
LA PLATA 2012






BUENOS AMIGOS
2225 PALABRAS-6páginas

CHIQUITA

Era menudita con muy lindos ojos, tenía un cuerpo armonioso, rellenita, sus curvas le daban un aspecto atractivo que la hacían desear para intimar con ella; empecé a salir cuando la conocí en el trabajo, un día me dijo que iría a bailar a una bailanta que había en la zona. Irian juntas con Mariquina ya que eran muy amigas y siempre salían los fines de semana a divertirse; allí conocí a Mariquina, llegaron a la bailanta en el auto de Guadalupe a quien tampoco conocía.
Mariquina era rubia, ojos azules, alta, delgada, muy linda, tenía un cuerpo fabuloso, lindas piernas; se diferenciaba con Guadalupe en que esta era morocha, pelo muy largo, piernas perfectas y cuerpo increíble, al busto generoso lo dejaba descubierto un amplio escote, que lo lucia con desenfado y elegancia.

La primera vez que fuimos a bailar yo iba en el auto de un amigo, que enseguida se relacionó con Guadalupe, yo hice pareja con Chiquita. Mariquina quedó libre. Fuimos en dos autos, pero los autos eran de la misma pareja, por lo que después del baile volvieron separados; pasamos a dejar a Mariquina y fuimos los cuatro al bar; llegamos a un bar que estaba abierto los fines de semana hasta la madrugada, este quedaba a dos cuadras de la casa de Chiquita y nos volvimos caminado, mientras que Guadalupe y Mario se fueron juntos, cada uno en su auto; llegaron a un motel, donde
estacionaron uno detrás del otro y entraron a la pieza; lo que Mario me contó, fue que pasó la mañana mas increíble, Guadalupe era muy ardiente y fueron
a la cama apenas estuvieron en el dormitorio.
Yo fui a la casa de Chiquita, vivía con sus padres en una linda casa, con un parque muy grande; tenía el garaje separado de la casa, una entrada que era por la parte de atrás. En el parque habian luces en faroles que colgaban; por las ventanas del garaje entraba luz suficiente como para moverse adentro sin tener que prender luces auxiliares. Entramos por la parte de atrás y Chiquita me llevó al garaje, allí había un Ford 46 que tenía los asientos traseros muy grandes, enteros; empezamos un cortejo de amor que pronto nos pondría en un estado de excitación elevado.

La besaba en la boca y ella me correspondía, le saqué la blusa y el corpiño y yo me saqué la remera, quedamos los dos con el torso desnudo, nuestros cuerpos se empezaron a rozar; y siguieron los besos, por los senos, con la mano y los dedos la empecé a acariciar, le puse toda mi mano, y sin dejar de besarla en la boca le metí los dedos suavemente. Siguiendo con el tacto, le tocaba el clítoris y la parte carnosa de la vagina; ella se excitó mucho, se acomodó en el asiento grande del auto y abrió sus piernas; estábamos muy excitados, en ese momento ambos deseábamos más, pero yo me bajé y la empecé a besar, haciendo que ella emitiera pequeños gemidos casi inaudibles, era más bien un pequeño jadeo. Su vulva carnosa la tome entre mis labios, luego le besé y le succioné el clítoris, eso hizo que ella, pusiera su cara contra mi pelvis, mi pene erecto tocó sus labios y ese fue el disparador para que me succionara con placer, de ambos; mientras tanto yo le mantenía dos dedos en la vagina, pero un sentido inusual nos devolvió a la posición donde ella estaba acostada y yo sobre ella. La besé por todas partes hasta poner mi lengua en la entrada de su vagina moviéndola en su interior, había llegado casi al orgasmo, no quería acabar así, y por eso me dijo:
… ¡Para no sigas más! …¡Hagámoslo bien!
… La ropa había salido de ambos sin darnos cuenta…desnudo
me acomodé entre sus piernas y empecé a jugar con su vulva, sin metérsela; le pasé varias veces mi pene por el clítoris , y notaba que ella se estremecía toda como si tuviera frío, flexionaba las rodillas y se abría, en esa situación ella me dijo:
…¡Vamos…Vamos!
Allí fue cuando, sintiendo que ella se mojaba, se lo introduje, no en forma total sino que empecé a moverlo a la entrada; como mi excitación me impedía seguir por mucho tiempo, se la metí a fondo y ella se estremeció, empezó a moverse y a hacer un ruido que en determinado momento se
convirtió en un gemido seguido por una expresión desconocida. Yo a su vez
sentía que mis fuerzas disminuían junto con su grito de:
…¡Vamos!..¡Vamos! …y su orgasmo.
Y eyaculando quedé abandonado sobre ella que me tomó de la cabeza y me besó con pasión.
El día lunes nos encontramos en el comedor de la fábrica todos los que habíamos salido el sábado a la noche, había un silencio tácito sobre lo que pasó el sábado, nadie comentó siquiera la salida, solamente dijimos todos que:
…¡Lo pasamos bien!
… a lo que Mariquina agregó:
… ¡Bueno algunos lo pasaron mejor!…
Nadie contestó, ni le siguió la conversación para ese lado, y allí quedó como que ella era la única que se fue sin pareja.


MARIQUINA
Mariquina vivía a dos cuadras de mi casa y cuando compré mi primer auto, la empecé a llevar mañana y tarde. Chiquita se puso de novia con mi jefe y dejamos de salir.
Yo invité a Mariquina a que fuéramos una tarde a pasear en mi lancha por el río Paraná de las Palmas; la lancha estaba en la guardería del club náutico, que en esa época no tenía muchas facilidades para tirarla o sacarla del agua.
Quedamos en ir el día viernes, después del trabajo, era un día de verano de mucho calor; nos demoramos para tirar la lancha y se hizo tarde, era la hora en que salen los mosquitos: Fuimos río arriba hasta un sector donde a la orilla del río, crece un matorral inmenso de juncos y otras plantas acuáticas, enderecé la lancha para adentro del yuyal metiéndome con el envión, pues al llegar apagué el motor; esa posición era muy discreta y difícilmente alguien pudiera vernos si no era de una posición en altura, como el puente de algún barco grande que a esa hora ya no pasaban. Estábamos entre las plantas y nos tomamos de las manos; debido a todo lo que tuvimos que hacer antes, no habíamos tenido contactos previos, era evidente que deseábamos intimar más que tocarnos las manos y empezamos a los besos; como nuestra indumentaria eran una bikini y una malla, pronto estábamos sin ropa, ambos desnudos y tocándonos mutuamente; la lancha era superincómoda y creo que por eso fue mayor el apuro, a la par los mosquitos se clavaban como agujas en nuestros cuerpos desnudos, que al estar en trance de excitación mayúscula no hacíamos nada para espantarlos, dado que no nos dábamos cuenta.
Rápidamente y como obedeciendo a un común deseo de salir de allí, encontramos una nueva ubicación en la parte de atrás de la lancha, que nos
permitió realizar el acto sexual; que era deseado pero molestado por
factores externos.

EL HOTEL CON MARIQUINA
Con Mariquina nunca habíamos mencionado la palabra novios ni nada por el estilo, éramos eso si”buenos amigos”, después de aquella vez lo fuimos aun más, no solo la veía al traerla y llevarla a su casa, sino que la pasaba a
buscar los fines de semana.
Con Mariquina empezamos a tener después de aquel “incómodo” día en el río, encuentros en lugares más agradables, hasta que finalmente descubrimos un discreto Hotel alojamiento que nos proporcionó el lugar más cálido de todos los que habíamos ensayado. El día que fuimos por primera vez al Hotel alojamiento, nos pareció que estábamos en el paraíso, un lugar cómodo, limpio y fresco. Para utilizar los servicios que pagábamos, al llegar nos dimos un baño juntos, allí empezamos un juego de amor que duraría hasta llegar la noche, en que debíamos volver.
La tarde empezó con besos y caricias muy tranquilas, ya habíamos pasado el clímax de la relaciones apresuradas e incómodas, pero no por eso la calentura había disminuido, como nunca habíamos estado cómodos en una cama nos faltaban mimos que no nos habíamos hecho. Estábamos desnudos y a medida que descubríamos nuestros cuerpos la pasión aumentaba, su cuerpo era espectacular, yo no había tenido la oportunidad de gozarlo como en esta ocasión; tome sus senos del lado de atrás, ella dio vuelta la cabeza y me empezó a besar apasionadamente, de repente me empujo por los hombros y me dejo tirado de espalda boca arriba, tomó mi pene y lo empezó a succionar; a medida que lo introducía en su boca muy adentro mi sensación era cada vez mas fuerte y llegué a un punto que no sabía que pasaría, empecé a sentir como palpitaciones y de repente eyaculé; ella siguió mamando sin sentir disgusto por recibir mi eyaculación en su boca, llegó un instante en que yo no expelía más liquido y siguió chupando hasta que terminé.
Cuando todo había pasado, se tiró arriba mío y empezó a besarme en la boca, así estuvimos un largo rato, el tiempo suficiente para que me diera cuenta que me excitaba de nuevo, y empecé a besarla en el pubis, luego en el clítoris, no solo la besé sino que le “mordisqueé” el clítoris, apretándoselo suavemente con mis labios, sintiendo como se hinchaba con su sangre que fluía a toda la vulva, en esa súper excitación que ambos teníamos la cubrí completamente con mi boca y a la par que le succionaba en el clítoris y le metía la lengua en la vagina, la tomaba con mis labios por toda su vulva.
Le introduje apenas, la lengua en el agujero de la vagina; se puso en una situación desconocida hasta entonces, pues nunca le había hecho tantas y especiales caricias, se movía como si hiciéramos el acto sexual y de pronto
se quedó quieta y empezó a jadear hasta mojar mi boca; tuvo su orgasmo, le seguí besando el clítoris, cuando sus movimiento febriles cesaron, yo sentía
que ambos habíamos tenido una acto sexual amoroso y extraño.
La tomé entre mis brazos y me quedé dormido con un seno en mi boca, al rato cuando desperté ella succionaba mi pene que estaba otra vez erguido, empezamos a besarnos, como si recién llegáramos.
Tenía una cola muy parada y cuando la puse dada vuelta, tuve la idea de tener sexo por allí;
Empezamos un juego diferente al que habíamos tenido, se quedó dada vuelta y esperó que la tocara en el ano con mi pene, no sabía si le gustaría; porque según me reveló, nunca lo había hecho, pero sentía curiosidad por saber como era, a la vez que tenía un poco de miedo a que le doliera.
Su posición y su cola me produjeron una gran excitación, logrando introducir mi pene después de varios intentos que parecían que no podría hacerlo. No traté de metérsela de golpe, al principio solo le metí un poquito la cabeza para ver la reacción de ella, muy de a poco sentí que se distendía y que empezaba a sentir satisfacción y se abría, deseaba seguir adelante. Le puse saliva para que se lubricara, eso facilitó las cosas. Mi erección se mantenía muy fuerte; se la empuje hasta que penetró la cabeza y un poco más, le pregunté como estaba y me dijo:
…¡Bien ¡… ¡métemela toda!

…Ya había pasado lo más difícil y comenzó el placer. Le entró toda y le gustaba; había levantado la cola para arriba con ayuda de la almohada, la bombee varias veces y ella se movía rítmicamente; el hecho de que ambos nos habíamos acabado previamente, nos permitía realizar un acto, que de otro modo nos hubiera hecho terminar antes.
Penetrarla por el ano era muy excitante.
Nos resultaba muy agradable,
Pero quisimos hacer el acto sexual, para acabar, por la conchita.
Al sentirse penetrada allí, por donde sentía mayor placer, empezó a moverse, llevándome a mi a sentir su sensualidad como nunca la había sentido, en las muchas ocasiones que habíamos tenido sexo; estábamos muy dinámicos y ella de pronto paró, empezó a estrechar su vagina, ella me pidió:
… ¡Quedémonos quietos!
Así nos quedamos, quietos, un rato; luego se la metí y saqué lentamente varias veces; le gustaba que se la dejara adentro, apenas adentro, sentirla en la entrada de la vagina, moviéndome sin metérsela toda, en la parte carnosa de la vagina, quizás su punto G; ninguno llegó al orgasmo y por un momento se la saqué; ya lo habíamos tenido antes.
Estuvimos hablando sobre las sensaciones que ella sentía, me dijo que por el ano le gustaba pero tenía que ser suave y no se excitaba tanto, que era
bueno para jugar un rato. Que el mayor placer lo sentía cuando la besaba en los genitales, eso la enloquecía, le gustaba mucho que le besara el clítoris y le succionara las vulvas y le metiera la lengua en la vagina, que la tocara
con los dedos en el clítoris y en la vagina.
Después de eso me pidió:
… ¡Métemela bien adentro y déjala quieta!
… Eso le causaba un gran placer y también a mi, había pasado como veinte minutos y aun estábamos en un sensitivo juego sexual, que nos prodigaba
una gran satisfacción; esa tarde no habíamos tenido un orgasmo en posición de coito normal, habíamos acabado solos y mucho juego. Ahora estábamos llegando a un punto que pronto ya íbamos a acabar, lo comentamos y dijimos que llegaríamos despacio para disfrutar más; la volví a penetrar y como fue el pacto se la introduje apenas en la puerta, moviéndome allí sin intentar penetrarla más adentro, después de estar así me pidió.
…¡Vamos adentro!
En esa posición ella sentía que la verga le tocaba el fondo de la vagina, se apretaba y sentíamos ambos mucho placer.
Y allí ella se empezó a mover, eyaculé como nunca lo había hecho y ella junto conmigo; esta vez unió sus líquidos vaginales con los míos.
Al terminar sentí una gran ternura y la besé con amor; en ese instante el sexo había concluido pero no el amor, algo misterioso y único.
Pensaba también, que nunca habíamos acordado si éramos: novios o algo así; sabíamos que solo éramos: “buenos amigos”.

JORGE EDUARDO-ZARATE-1958
LAPLATA2012-09-06




ELLA

1123 palabras/3 páginas


Sus púberes años dejaban ver una hermosa figura, que se escondía entre las viñas para que no la viera, se escondía jugando a las escondidas, cuando la encontraba Ella se tiraba sobre mi espontáneamente y empezábamos un juego más sexual que infantil.
Ella era rubiecita, delgada, bien formada, no usaba corpiño porque no lo necesitaba le encantaba andar a caballo y lo hacía en pelo sin montura, corría como el viento y no se caía por mas ligero que fuera.
Un día fuimos hasta el potrero, del fondo, de alfalfa, donde cortábamos pasto para los conejos, llegamos cada uno en su caballo, allí nos bajamos y empezamos a correr hasta que Ella se cansó y se dejo alcanzar, en ese instante empezó el juego diferente, yo la tomé en mis brazos y la alcé frente a mi, no era amor era instinto, me ofrecía su boca para que la pudiera besar, la tiré al suelo y empezamos un cortejo de amor , el pasto nos tapaba y nadie podría ver nada mas que dos caballos comiendo, algo habitual en el potrero; esa ocasión sirvió para amarnos, entre aquella maraña de pasto.

Tenía que trabajar porque su padre era peón y no le alcanzaba para mantener a los cinco hermanitos que Ella tenía, era la mayor y había ido hasta sexto grado y en esa época las chicas del campo no hacían más que sexto en la escuela.
Mamá había tenido una empleada por muchos años, pero cuando se casó dejó de trabajar, y mama le pidió a papá que le consiguiera una nueva empleada.
Cuando llegó la nueva empleada todos nos sorprendimos por lo jovencita y lo linda que era, Ella tenía dieciséis años y yo quince, antes de conocerla yo había tenido relaciones sexuales con tres chicas de mi edad; no era un experto ni tampoco un casto joven del campo.
Recuerdo que las tres ocasiones, no ocurrieron con amor sino algo mas parecido al deseo del sexo animal, el cual conocí viendo como actuaban los animales de la granja.
La primera vez no fue fácil, estaba con una chica más grande y yo no sabía exactamente que hacer, por ello la piba se enojó conmigo y se fue, por ese motivo esta ocasión no la puedo contar, las otras oportunidades sucedieron entre las viñas, con chicas de la cosecha, cosa que era común cuando andábamos jugando con ellas.
Los primeros días no tuve ninguna relación con la nueva empleada, hasta que un día Ella me dijo que le gustaba andar a caballo. Esa fue la primera ocasión que tuvimos de salir juntos para la finca, a buscar pasto para los conejos.
Mis relaciones previas como comenté fueron absolutamente de índole instintiva, sin que mediara para nada una dosis de amor.
En casa había una despensa al lado de la cocina, servía para guardar los salames, los jamones y la mercadería que se consumía en casa y que traían del almacén una vez por mes, con lo que se llamaba” el pedido”...
Para preparar los jamones había un cajón grande con tapa, dentro del cual se ponían los jamones en sal y se los dejaba por un tiempo, ese cajón tenía un tamaño de 1x2 m., era lo suficientemente grande como para dormir la siesta sobre el. Como los chorizos estaban colgados en un palo colgaba del techo, me subía al cajón y bajaba un chorizo que ya estaba seco y era un salame, con pan que había en la despensa me hacía un sánguche y esa era mi merienda al comenzar la tarde.
Una tarde que estaba en ese menester, veo entrar a la despensa a quien sería la mujer que me enseño a hacer el amor con “amor”, estábamos solos y no costó mucho que empezáramos con los juegos, la tomé fuertemente y la empecé a besar por el cuello, y la boca, hasta que mis manos se deslizaron por su cuerpo; y allí por primera vez me di cuenta que la deseaba con todo mi sexo, que debía hacerle el amor, pero en serio; no como a las otras mujeres que habían tenido sexo conmigo.
Esta vez era diferente lo sentía en mi piel cuando apenas la rozaba; era la hora de la siesta y era verano, nos sacamos la ropa y el cajón sirvió de cama para nuestro encuentro de amor, nunca lo había experimentado como esa vez, por primera ocasión sentía que me desvanecía y que ella se estremecía como si fuera a desmayarse; considero que esa fue en realidad “mi primera vez” , nunca antes había sentido lo mismo y esa fue “mi primera culminación del placer sexual” como un acto de amor.
Ella tenía una pieza con baño propio en el extremo de la galería de la casa, yo tenía mi dormitorio en el otro extremo de la casa, una habitación que tenía una puerta, que daba al patio, al frente de la casa, eso servía para que Ella se viniera por el patio y entrara por la puerta del frente, a mi dormitorio; la puerta siempre estaba abierta y la que comunicaba con el resto de la casa, cerrada.
Fueron muchas las noches que Ella vino a mi cuarto y fueron interminables las noches que me quedé despierto, hasta largas horas de la madrugada, y apenas, poder despertarme al otro día para ir a la escuela.
Con quince años podía hacer el amor todos los días, o casi todos los días; los fines de semana que Ella se iba a su casa me parecían interminables, y cuando volvía nos encontrábamos con loca pasión haciendo el amor.
En casa había un parque muy grande con la mayoría de árboles de pinos, de distintas especies, algunos muy grandes, servían de lugar de reunión, poníamos las mesas debajo de los pinos y era un lugar deliciosamente fresco.
Una noche de fin de año como otras veces, nos reunimos en familia, a celebrar el acontecimiento, nos juntábamos con muchos parientes y papá hacía un gran asado con un novillo que mataba de la finca, el asado era complementado con chorizos, que también se hacían en casa, los invitados venían algunos de la ciudad de Mendoza a 70 Km. de distancia ya que la mayoría de los hermanos de papá vivían allí.
Esa noche cuando a las doce festejaban tirando petardos y tiros de escopeta yo estaba con Ella festejando el año nuevo.
Cuando terminé el colegio secundario supe que me tendría que ir a otra provincia a estudiar y esas vacaciones las pasamos fantásticas.
Fueron mis últimas vacaciones con Ella ya que cuando me fui a estudiar Ella y sus padres se fueron a trabajar a otro lugar y nunca más supe de Ella.

1958. jefpacheco1-JORGE EDUARDO
-Campamentos-Rivadavia- Mendoza.
LA PLATA-
2009-10-05


CARNAVALES
719 palabras

Unas fiestas que se festejan muy intensamente, en San Juan, son los Carnavales. Como la mayoría de los días corre agua por las acequias no había necesidad de ir muy lejos a buscar agua.
Las chicas jugaban a la par de los varones y venían de barrios vecinos a jugar en frente de nuestra casa, se juntaban, dos amigas de la bodega vecina, Emilia con su hermana, la prima de Emilia y una chica que venía de no se donde que era amiga de las chicas, unas seis en total.
Los varones éramos los cuatro de casa, junto con Pipo, (Florindo no jugaba) con el que luego me fui a Santa Fe y los amigos del turco, que eran dos; en total seis.
Era un lindo grupo para jugar, todos éramos menores de 18 años y salía a flor de piel la brutalidad de pegarles unos baldazos con agua a las chicas, que por poco las desnudaba.
Jugábamos hasta la tarde y luego nos íbamos todos a la casa. (A tomar mates, pero sin matear).
Esto lo hacíamos todos los días de carnaval, por supuesto que esos días en San Juan no había clases.
Las chicas tenían una técnica propia, salían varias juntas y corrían a uno de nosotros, cuando habíamos gastado el balde nos agarraban ellas y nos hacían sopa.
En las noches nos íbamos a los clubes, nosotros llevábamos a nuestro grupo al baile, en esa época no había problemas.
Recuerdo los carnavales de San Juan porque nunca festejé de igual manera en otros lados a pesar de que fui a varios.
Los carnavales tenían, su parte mas lindas después de los chapuzones con agua a la siesta y era cuando cada uno se iba con una chica a la tardecita a su pieza de la casa de estudiantes. Los dueños de nuestra pensión se iban los días de carnaval a Pocito, distante unos cuantos kilómetros, así quedaban varias piezas para ocupar con nuestras “parejas de carnaval”: Los tres dormitorios nuestros, el de la familia y el cuartito de la nena, además de la cocina living-comedor con sus grandes sillones.
Llegábamos a la casa y cada pareja ocupaba una pieza, no había discusión por cual ocuparía cada uno, el primero que llegaba elegía la que estaba vacía y luego se iban ocupando progresivamente.
Estábamos allí hasta las ocho de la tarde, cuando ya empezaba a bajar el sol, eso para tener tiempo de ir a cenar y luego pasar a buscarlas para ir a bailar.
Los primeros días de carnaval, fueron encuentros sexuales por primera vez con la compañera, todo comenzó de a poco, pero mi relación con Emilia ya venía de hacía un tiempo aunque todavía no habíamos tenido sexo.
Recuerdo especialmente el primer encuentro, porque Emilia era muy ardiente y no tenía excusas para iniciar una relación. Ella se mostró tan activa como Yo, los besos nos encontraron sacándonos la ropa, ella estaba desnuda y por primera vez veía su cuerpo de esa forma, me quedé helado: Era preciosa, con sus quince años era una figurita, dibujada por el mejor pintor, como no pudo ser de otra manera, los besos siguieron por los senos preciosos que tenía, a pesar de sus pocos años eran grandes y paraditos con un pezón parado y duro.
Mi excitación y la de ella nos llevó, a que nos besáramos y nos dijéramos dulces palabras de amor, pues este enamoramiento venía de nuestras salidas anteriores y de muchas noches bajos los enormes carolinos de su casa.
Su grácil figura me tentaba, no a besarla sino a comérmela toda y así fue que le empecé a mordisquear, a la par que me pedía que la besara “mas”.
La locura se había desatado y estábamos a la puerta del paraíso, ninguno de los dos comprendía cómo éramos tan felices con nuestros quinces y dieciséis años.

Jorge Eduardo –San Juan 1959
LA PLATA
2009-10-05
2012-09-06









EL BAÑO.
370 palabras


Esta es una historia, que me sucedió en la casa de los amigos del turco, fue muy graciosa.
Estaba bañándome en la casa del mellizo Randy, uno de los que casaba gallinas, porque no había agua en mi casa desde hacia una semana; estaba lo mas bien bajo la ducha, cantando contento, cuando en eso entra al baño una rubia, linda, totalmente desnuda,… cubierta con una toalla que me dice:
¡Hola! ¿Como te va? .
Y yo le contesto:
¡Bien!..- -¿que haces?
Respondiéndome:
¡Me vengo a bañar! ¿Me haces un lugar?
¡Bueno!
Y estábamos bañándonos sin saber quien era cada uno.
El baño no terminó allí, empezamos un jueguito que terminó con ella poniéndose en la bañadera en posición “perrito”, con las manos apoyadas en el extremo plano, donde se apoyan los frascos de champú, la ducha nos tiraba agua muy caliente, era invierno y esto contribuía a hacer mas agradable la situación.
Yo la besé, ella estaba a gusto y excitada; de pronto se dio vuelta y quedó con la espalda apoyada en la bañadera, me atrajo hacia ella y me empezó a besar con mucha fuerza; cuando hacia un rato que estábamos así volvió a la posición perrito y me pidió que se la metiera, y ella decía :
”Que lindo,… me gusta mucho”...
A la par que se movía con mucha intensidad.
Yo se la sacaba y se la metía de a poco, para luego metérsela bien a fondo, a medida que progresaba ese juego ella me dijo que se iba a acabar y que lo hiciéramos juntos, entonces me empezó a decir:
¡Dale!… ¡dale!,
Lo que influía en mí y me llevaba cada vez más cerca del orgasmo; en determinado momento me dijo:
¡Dale que me voy!
Y Yo como cumpliendo una orden eyaculé, mientras la besaba apasionadamente en la boca.
Se terminó de bañar, se cubrió con su toalla, y se fue.
Y yo me quedé sin saber quien era.

JORGE EDUARDO
SAN JUAN 1958
LA PLATA 2009-10-05
LA PLATA 2012-09-02
















LA
QUE MURIO EN EL RIO








La ramera pasaba sus días en la isla, era lo que se llama una buscona delicada.
Que andaba por los caminos que formaban las cabras. A veces caminaba por los caminos de los animalitos salvajes, como las liebres, las ratas o los topos, también por los de los animales más grandes como las ovejas, las cabras, los caballos y las vacas.
En la isla vivían algunos pescadores y puesteros de cabra, que además eran los dueños de los otros animales. Esos eran sus clientes, eran todos hombres solos sin hijos ni esposas, por eso la fulana tenía mucho trabajo, cobraba muy bien por cada encuentro; no limitado al tiempo sino a las veces que el cliente lo hacía. La meretriz tenía una curiosidad innata, pero por más que se esmerara no podía ver mas allá de un palmo de sus ojos, solo conocía parte de la isla, y había ido solo una vez a la ciudad cuando era chica, antes que muriera su papa, a los 15 años, se quedó sola en el rancho y ya no salió más, compraba en un pequeño almacén de un puestero lo que necesitaba y que era poco.
Un día se encontró con el perro lanudo del puestero, empezó a jugar con él por el camino zigzagueante de las cabras, Sentía que el lugar que habitaba era un lugar solitario, como corresponde a una isla enclavada en el río Paraná.
Encontró un caballo manso y se subió, para la cortesana , empezó una aventura muy distinta, empezó a ver cosas desde arriba del caballo, que nunca había visto y no reconocía. Lo primero que le llamo la atención fue un arroyo que limitaba la isla por el norte y que no tenía gran movimiento de agua, como si fuera el brazo de unión de otro río más grande, cuando el caballo caminó hacia el este un largo trecho por la orilla del arroyo, la ramera desde el lomo del caballo tuvo una visión estupenda de un gran río y que este si tenía una considerable correntada. Pronto comprendió que era algo poderoso y que sería muy difícil interactuar con el, y si por acaso peligroso.
Se bajó del caballo y quedó de nuevo a su nivel normal de visión, estaba allí sin comprender porque todo el paisaje se le había perdido y no sabía donde estaba el río.
Pero algo ya era diferente: Ya sabía que el río existía y que de alguna manera lo encontraría, así orientada por el sol caminó hasta el arroyo y siguió por su orilla y allí encontró nuevamente el río; en la boca del arroyo, los pescadores fondeaban sus canoas con la cuales iban a pescar y a llevar a un pueblo pequeño el producto de la pesca.
La noche era larga y, pudo subir en una de aquellas canoas; el pescador de la canoa, salió al alba a tirar un trasmayo, que cruzaba el arroyo mas pequeño, allí
Podía capturar los peces que entraban o salían del arroyo hacia el río. Una vez que lo tiró se bajó de la canoa y se dio cuenta que ella dormía en el fondo, se puso a tomar mates con unas tortas que había llevado, pronto llegaron otros pescadores que se pusieron a tomar mate con él, y que luego lo imitarían tirando sus aparejos de pesca al río.




Cuando vieron que se despertaba todos empezaron a cortejarla; ellos la conocían y ella también, por lo que no hubo oposición,
A cada uno le tocó un rato, ella estaba acostumbrada a tener sexo con varios el mismo día y también con dos a la vez; los pescadores eran rudos y brutos pero con ella eran suaves y delicados; ella se excitaba y los pescadores se apasionaban con ella que tenía relaciones sinceras; cerca del mediodía, les dijo me voy a bañar y se tiró al río sin observar que había una rama que salía, de un árbol caído cubierto por el agua.
La punta la atravesó de lado a lado por el costado del pecho clavándosela en el corazón.
No había registro civil ni medico que certificara su muerte.
Pero desde entonces los pescadores lloran a la pobrecita que murió en el río.



Jorge Eduardo
La plata 2008



LA NOCHE DE AÑO NUEVO
No sabia que hacer estaba solo y aburrido. Venia el año nuevo y todos sabían que harían para festejarlo, unos se irían de viaje al mas recóndito paraíso de bosques salvajes, otros de paseo a la orilla del mar y festejarían en una taberna con borrachos que todos los años se juntaban para pasar el año nuevo, tomando y comiendo las bebidas y comidas típicas del lugar; yo mientras tanto pensaba y no sabía que hacer, solo imaginaba que estaría con alguien en mi rancho de la montaña y que iría en mi catramina vieja que apenas si podía subir las cuestas.
El mes de diciembre se acercaba y no había decidido quien sería mi compañía para fin de año, el rancho estaba relativamente lejos en el centro de una quebrada, por el lugar pasaba un arroyo que llevaba agua limpia y fresca, que nacía en una vertiente en lo mas alto, justo donde empezaba a acumularse la nieve, el camino era desparejo y hecho quien sabe cuando, por arrieros que llevaban sus animales en las veraneadas a comer pastos tiernos. El camino se tornaba difícil de transitar por las piedras que había y los pozos del lugar, sin embargo mi viejo cachapé se trepaba como un leopardo a un añoso árbol, con su presa a cuestas para escapar de los predadores que se la querían robar.
Las montañas nevadas eran el hito que me ponía como meta para llegar y al divisarlas aunque lejos, sabía que allí nomás ya estaba mi rancho, contra una pared de piedra que increíblemente ocupaba un lugar en la quebrada cerca del río. La piedra servia de reparo del viento que soplaba contra ella, desde el poniente. El lugar solitario y magnífico, permitía estar en contacto con el cielo, mirar las estrellas, escuchar el soplo del viento y oír el agua que va corriendo por el arroyo. El valle en verano se llenaba de animales: vacas, caballos, cabras, guanacos y los que se alimentaban de ellos: pumas y zorros. El lugar era visitado por cóndores, que volaban en vuelo rasante en busca de un cabrito que lo alzaba con sus garras como si fuera un papel.
Siempre fui solo al rancho, sin embargo ese fin de año pensé que seria bueno ir con alguien.
Mi única compañera era una carabina, la llevaba con la idea que me podía servir para defenderme, pero en realidad nunca la disparé contra nada, menos contra algún animal. A veces pescaba truchas, que eran de tamaño regular, y las cocinaba a la parrilla.
Llegó diciembre y empecé a pensar en las cosas que tenía que llevar, la comida en particular sería en latas, embutidos, fiambres, quesos, salames; para beber vino tinto en botellas, soda y agua la del arroyo que era limpia y potable, la ropa era poca pero cubría toda las necesidades, zapatillas y botas de cuero, cuchillo de campo. Llevaba un freno y un apero para ensillar un caballo que le pediría a un gaucho que estaba con sus arreos en la veraneada, algunos de ellos iban con lindos caballos y era muy placentero andar por los cerros.
Pasó navidad y se aproximaba año nuevo y al fin la fui a invitar, a pasar la noche de año nuevo en el rancho de la montaña.

2012-07-11
La Plata
Jorge Eduardo


























LA CONOCI Y FUE MI AMIGA

6.122 palabras.22 páginas

CAPITULO N°1


El día que llegaron a la finca en busca de trabajo, papá había ido al pueblo a hacer unas diligencias al banco y no vendría hasta después de almuerzo.
Venía el papá, la mamá y ella que era llamativamente linda.
Yo los atendí y les dije que se necesitaban cosechadores para la uva y también para terminar la cosecha de ciruelas y duraznos.
Me preguntaron si había instalaciones como para vivir durante el tiempo de cosecha: Mi respuesta fue que sí.
¡Unas pequeñas piecitas en un secadero de fruta pelada! . Que ya no se utilizaba mas-
¿Cuándo comenzará la cosecha?...
¡Ya está la de fruta y en unos días más comenzará la de uva!
Papá me dejó dicho antes de irse, que si venía gente buscando trabajo, por ser época de cosecha, que en caso de que lo necesitaran, les ofreciera el secadero para quedarse; era algo que se hacía todos los años y mucha gente venía por eso; por tener un lugar donde vivir, aunque modesto; tenía las instalaciones de agua del viejo secadero y los baños.
Las piecitas de dimensiones pequeñas, podían acomodar a un matrimonio.
El matrimonio se interesó por conocer las instalaciones que les ofrecí para quedarse, fue así que me pidieron si podía mostrarles el lugar, a lo cual accedí.

Salimos caminando, para llegar al secadero distante trecientos metros de mi casa. Al llegar lo primero que les llamó la atención, fue que el lugar estaba barrido y regado para evitar el polvo y con las mesas y sillas ordenadas, bajo la sombra de una lona frente a las pequeñas casillas, este trabajo lo habían realizado las personas que vivían allí.
La señora miró las piecitas y le dije que le daría dos para la familia: Una para el matrimonio y otra para la hija.
En el lugar había mesas y bancos rústicos, hechos en años anteriores, con tablones que mi papá les daba a los que se los pedían; papá mandaba a aserrar en tablones, troncos de carolinos y también de álamos; con esta madera hacían camas, armarios, mesas y asientos: (sillas y bancos).
En todas las piecitas existían los muebles que eran necesarios para dormir, acomodar la ropa, sentarse, vivir allí por el periodo de la cosecha, y esto para la gente humilde de la cosecha, parecía un edificio de departamentos en propiedad horizontal y amoblado.
Lo único que no tenían era ropa de cama, ni colchones, porque eso lo ponían los cosechadores y luego se los llevaban. Papá les regalaba la lana de las ovejas que esquilaban en la finca, ya que por entonces no existían los colchones de goma espuma.

La lana no se vendía y la guardaban en fardos en el viejo galpón, para hacer colchones nuevos para la casa, cuando venía el colchonero; que también les hizo para esta familia dos colchones: Uno chico para la hija y uno grande para el matrimonio.
Todos tenían lo indispensable para armar un lugar con comodidades mínimas para vivir, si lo mantenían limpio y ordenado, estaban mejor que tirados en carpas y en el suelo.
Las piecitas tenían piso de hormigón y una ventana al sur, que permitía que entrara el aire fresco en las noches estrelladas de verano. El frente al norte estaba cerrado con tablones de madera y una puerta; ya estaba construido desde hacía mucho tiempo atrás, por los viejos cosechadores que habían pasado por el lugar.
Las piecitas permitían alojar unos cien cosechadores, que iban solo por el tiempo de cosecha, y eran suficientes para armar las cuadrillas que recolectaban la uva, entre febrero y abril. Habían parejas, hombres y mujeres de a dos por pieza, también algunos niños, no hermanos, estaban juntos.

El hombre era alto, rubio y de ojos azules; le decían el Alemán y venía de trabajar en las minas de wolframio o tungsteno, en la época de la segunda guerra mundial. Después de la guerra las minas se cerraron y él se dedicó a tareas relacionadas con la reparación de equipos utilizados en la agricultura.

El Alemán vino a Mendoza; en la época de cosecha porque quería conocer y poner un taller de reparaciones de equipos para el campo: Tractores, arados, sulfatadoras etc.
El campo mendocino, difiere en algunos aspectos, de los campos de otros puntos del país, quizás la mayor diferencia es que los motores son más pequeños, puesto que los tractores tiran arados de una y dos rejas, y en el centro del país de hasta veinte o más rejas.
La mamá era de tez aceitunada, brillante y sin ninguna arruga, tenía unos bellos rasgos indígenas, delgada, para nada gorda, más bien fibrosa y con sus 35 años se veía una mujer joven; que pese al contraste hacía una linda pareja con el Alemán.
Su cola llamaba la atención, al igual que unos senos turgentes y redondos, que se adivinaban por debajo de la blusa sin corpiño, cosa común en las cosechadoras-
Se llamaba o mejor dicho, le habían puesto un nombre en español: Anahí, pero su verdadero nombre era de los Comechigones, de las Sierras de Las Quijadas: Acahay Anhui. Difícil de pronunciar y no se lo aceptaron para hacer los documentos, rebautizándola como Anahí.
El mapa de la provincia de San Luis, muestra la ubicación de las Sierras de las Quijadas en el centro de la provincia; el lugar de donde era originaria Anahí. Por esos parajes quedaron indios Huarpes puntanos que se acriollaron y en muchos casos se cruzaron con criollos o extranjeros como el Alemán, siendo estas indias muy atractivas para ellos, por lo diferente que eran con las bellezas europeas. (Rubias y gordas)

Tenían una hija que era hermosa, había heredado lo mejor de cada raza: los ojos azules de su padre, el pelo lacio de su madre, las facciones europeas con piel blanca, tersa y brillante-
Tenía una altura considerable para sus quince años, delgada, una cola maravillosa que hacía volverse al más distraído y unos senos que correspondían a una chica de mayor edad. Su carita era delicada y su aspecto el de una mujer dulce y tímida. No hablaba, salvo que sus padres le dirigieran la palabra, y rara vez lo hacía con extraños.
Se ubicaron en el Secadero, terminaron de conseguir los elementos que les faltaban y cuando vino papá les dio la lana para que se hicieran colchones; llamaron al colchonero, que vino al secadero, y ya tenían la casa armada para irse a vivir por el tiempo de cosecha.
Comenzaron por la cosecha de la fruta, actividad en la que no me involucraba, porque el control de esta cosecha lo hacia el capataz, ya que era sumamente sencillo, comparada con la cosecha de uva; aquí se contaban al final del día los cajones que cada familia o cosechero había llenado y sacado al camino; el capataz le daba un vale por el número de cajones y luego mi papa se los cambiaba por plata los sábados y domingos, también algún día de semana si tenían necesidad.
A la tarde venía el camión que los llevaba a la fábrica ( podía ser “La Campagnola”;”Inca”,”Román”, cerca de casa, y otras más.) Los duraznos y ciruelas se vendían a compradores diferentes por la clase de fruta y por el precio que pagaba cada uno.


CAPITULO N°2




Yo no la había visto desde que los llevé al secadero, porque no iba a la cosecha de frutas y tampoco al secadero; pero cuando papá empezó a repartir los tachos para la cosecha de uvas, ella vino con los padres a retirar el suyo. Pensé que le iría a costar mucho esfuerzo cargar el tacho de veinte kilos y llevar por las hileras su tacho al hombro.

A medida que la cosecha progresaba se ponía más canchera, para llevar el tacho y juntar los racimos, por lo que cosechaba tantos tachos cómo su papá, que era el más rápido.


Un día el camión que llevaba la uva no arrancaba, el alemán se puso a mirar que tenía, y le dijo al camionero “que se había quedado sin nafta”.
Papá tomó nota de la agudeza del alemán.
Otro día el tractor que tiraba los camiones, se quedó sin fuerza pero con el motor marchando. El alemán dijo “que era el disco de embrague”; por lo que no lo podía arreglar sin el repuesto. Trajeron el repuesto de la ciudad de Mendoza y el Alemán con las pocas herramientas que había en la finca lo cambió.
Papá conversando con el alemán se dio cuenta que podía ser un hombre muy útil en la finca y convinieron un trato: Papá le instalaría un taller y herrería donde pudiera realizar la mayoría de los trabajos requeridos en la finca. Le construiría una casa para la familia y junto a ella pondrían el taller.
Antes de terminar la cosecha el albañil de la finca con su cuadrilla, comenzó la construcción del taller, el lugar elegido, estaba cerca de la represa de los caballos junto al Callejón del Medio.

El diseño del taller fue realizado por el Alemán y tenía la mayoría de los elementos, herramientas y muebles requeridos.Tenía una fragua para hacer trabajos en caliente como pegar las cintas metálicas de las ruedas, doblar las herraduras; tenia soldadura autógena, ya que no había electricidad, tenía llaves milimétricas, y de pulgadas para los equipos importados. Piedra de amolar y de afilar, un banco de madera y uno de hormigón, una pileta de agua, una morsa, una prensa grande, martillos y combos grandes, llaves de bocas grandes estriadas, destornilladores de todo tipo, y otros elementos más, necesarios para el taller y/o la herrería. Las herramientas lucían prolijas sobre un tablero de madera grande y grueso.
El galpón, grande, pero sencillo en su construcción, quedó terminado a poco de finalizar la cosecha y se instalaron los elementos que habían llegado; el taller entró plenamente en servicio, un tiempo antes de terminar la casa...una vez terminada la cosecha.
El arreglo que hicieron mi papá y el Alemán fue el siguiente: Papá le pagaría un sueldo mensual fijo y él repararía todos los elementos de la finca y atendería los caballos que debían ser herrados, y mientras se lo necesitara tendrían prioridad los trabajos para la finca.
El tiempo que le quedaba libre, lo podía usar a su antojo para realizar trabajos para terceros, utilizando las herramientas y materiales de la finca, pero reintegrándolos bajo su supervisión; todos aquellos materiales usados para terceros serían devueltos en cantidad y calidad igual a los usados. Este acuerdo, exigía un alto grado de moralidad y el Alemán la tenía.

Fue construida con los ladrillos grandes, que se usan mucho en Mendoza, era la primera vez que se hacía una casa con esos ladrillos, en la finca; las anteriores muy viejas eran de adobe de barro, revocado, eran frescas y a su modo antisísmicas porque tenían paredes anchas; las más nuevas de ladrillos a la vista externamente y revocadas por el interior.
Esta fue construida toda de ladrillo a la vista por fuera y revocada por el interior, la cocina y los baños con cerámicos grandes muy vistosos, para el agua caliente una cocina tipo salamandra.
Las puertas y ventanas con persianas para el sol, de madera de cedro, las hizo el tío Heriberto.
Por estar en el campo la casa tenía el baño dividido en dos, uno interior para lavarse y bañarse con bañadera y agua caliente y otro en el exterior con agua fría solamente para un inodoro y lavabo. Cerca de este último había un pozo ciego construido con ladrillos, revocado, de dos metros de diámetro y una profundidad hasta la primera napa de agua, que estaba como a ocho metros, y recibía el agua servida de la casa y el baño.

El techo estaba preparado para resistir los días con sol y calurosos, primero tenía palos de álamos, pintados totalmente con brea para impedir la acción de los insectos, colocados a lo largo, cada cuarenta centímetros de separación; sobre esos palos se clavaban cañas enteras, redondas y gruesas, puesta una junto a la otra que no permitían dejar pasar el barro duro como para hacer adobes, con material fibroso. Las cañas soportaban el barro y sobre el barro se colocaba una tela de alambre fina, a dos centímetros de las cañas, arriba de la tela se colocaba otros diez centímetros de barro.
Finalmente llevaba un recubrimiento de hormigón, con una malla metálica a cinco centímetro del barro y de veinte centímetros de espesor. El hormigón se pintaba con brea derretida y bien caliente, la brea se esparcía con una escoba vieja y dura. Arriba de la brea se pintaba con cal, arena y un poco de cemento, para que predomine el color blanco, a efectos de rechazar las radiaciones solares, y que forme un mortero resistente al tiempo
El techo se armaba de modo que dividía la casa en dos, y quedaba “a dos aguas”. Por adentro, cubriendo la vista de los palos pintados de negro y las cañas, se puso el cielo raso construido con una tela blanca, bien gruesa; que junto con las paredes blancas pintadas a la cal, le daban un aspecto de pulcritud y limpieza en medio del arenal.

La casa tenía una buena distribución, y un estilo de campo; primero había un lavadero y una pieza con baño para bañarse, que quedaba al costado de la galería del fondo, a continuación estaba la galería en el fondo de la casa.
De la galería se entraba por el fondo a la casa, que tenia todas las puertas al exterior iguales; eran de una hoja grande y dos ventanas de vidrio repartido al costado. Los tableros de la puerta eran de cedro macizo con pequeñas molduras.
Yendo hacia adelante estaba el dormitorio de la hija que daba al living comedor, que estaba unido por una arcada con la cocina, que a su vez estaba unida a la despensa.
Mas adelante había un hall, al que daba un dormitorio pequeño, el baño principal, el dormitorio grande del matrimonio y una pieza que podía ser una sala de trabajo o reuniones la cual a su vez tenía una puerta al exterior. Al costado y unido con el living estaba el comedor, que también tenía una tercera puerta al patio.
Mientras se construía la casa, papá le encargó al tío Heriberto, además de las puertas y ventanas, algunos muebles; este era un eximio carpintero y con ideas de avanzada los construía lindos, con buenas maderas y un bajo precio.
Le encargó los juegos de dormitorios: Camas y roperos; las mesas, las sillas y los armarios del living y del comedor; un mueble para la cocina y otro para la despensa, un escritorio y sillas para la pieza del frente.
La casa estaba lista para ser entregada y papá llamó a Federico, que era el nombre del Alemán junto con su señora e hija y le dijo: ¡Federico te entrego esta casa para que disfrutes con tu familia!… y le dio las llaves de todas las puertas: Dos por cada una. Veinte llaves en total.

La señora cuando entró, rompió en llanto y la hija al verla hizo lo propio; nunca pensó recibir toda la casa con muebles nuevos de la mejor factura; rápidamente se mudaron del secadero que quedaba muy cerca, usando para ello el carro de papá, quien lo había hecho llevar sin que se lo pidieran; las pocas cosas que mudaron fueron los colchones que eran nuevos, y también toda la ropa: nueva y de trabajo. .
En el campo no había heladeras para conservar la carne, pero había una especie de “fiambrera de alambre mosquitero” donde se colocaba la carne al fresco y de noche al sereno. Papá también les regaló una “fiambrera”.
Pronto los jardines alrededor de la casa se cubrieron de pequeñas flores de temporada, y Federico trajo rosas, salvajes, que las injertó con rosas del jardín de mi casa y de la nona Luisa. Las rosas salvajes crecían a la orilla de la acequia del agua, enredándose en los álamos que la bordeaban.

Papá le contó a Federico que la chica que trabajaba en casa se había ido a trabajar con el padre y la madre a un viñedo; económicamente estarían mejor y podrían mantener a los cuatro hermanitos.
Federico a su vez le contó a su señora Anahí y ésta por agradecimiento, con lo que había realizado papá, se ofreció para trabajar en casa. Mamá la tomó por cuatro horas todos los días, para las tareas de la casa: Lavar, planchar, limpiar, hacer las camas.




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CAPITULO N°3


Anahí desde el primer día fue acompañada por su hija, que no se quedaba sin hacer nada, también se ponía a trabajar y a los pocos días la casa brillaba y no había ningún trabajo atrasado: la ropa estaba lavada y planchada y a medida que se juntaba la lavaban y planchaban, igual con el resto de las tareas: Mamá estaba contenta y se lo demostraba, a la tarde les servía un rico té con masas como si fueran las más pitucas de sus amigas.
Yo empecé a estar a la tarde cuando tomaban el té, a la mañana iba a la escuela, generalmente venía de hacer mandados al almacén, que me encomendaba mamá. Allí en casa me reunía con Mariah José que con los días se mostraba un poco más locuaz; tuvimos diálogos más íntimos, y conversábamos sobre nuestros amigos, en el caso de ella todos habían quedado lejos, como un grato recuerdo, sin saber cuando los vería de nuevo.
Todo parecía indicar que se quedarían para siempre en Mendoza, iniciando una nueva vida con nuevos amigos.

Un día a la tarde la invité a “pasear en mariposa”, (sulky como el de los lecheros que se sube por atrás); había atado al Tigre, un caballo corpulento que trotaba muy ligero, cruza de percherón con pura sangre.
Salimos para el lado del Canal Los Andes, que estaba en el limite de los cerros de La Ventana (Rivadavia), hacíamos un promedio de ocho a diez kilómetros por hora, trotando y yendo al paso y llegamos a un monte de chañares y algarrobos en una hora. (Este monte estaba pasando el puente del canal Los Andes a unos dos kilómetros del rancho de Los Pérez.)
Se había mantenido en pie, sin ser presa de los leñadores furtivos, porque los Pérez lo cuidaban con tesón, impidiendo que nadie fuera a cortarlo; amenazándolos con escopetas, revólveres y perros malos, en caso de que no quisieran desistir, de cortar el monte.
Durante el viaje le explicaba, quienes eran los dueños de las fincas; eso hasta llegar al canal, de allí para arriba y por todos los cerros no había más cultivos; pero el paisaje desértico, con árboles y arbustos pequeños o achaparrados ofrecía una belleza que no quedaba a la saga de los campos verdes de otras partes; las piedras que habían, los canales o cañadones que hacía el agua bajando de los cerros eran muy bellos.
La fauna también ponía su magia, habían diversas especies que podían verse al cruzar el canal y empezar el desierto; Esa fauna autóctona no se quedaba en los campos cultivados a excepción de las liebres europeas y las perdices; la fauna tenía su encanto y le daban al paraje una misteriosa belleza.
Las martinetas copetonas andaban cerca del canal en grandes bandadas, su cacería con mi tío Hugo era uno de nuestros principales pasatiempos; íbamos casi todas las semanas de invierno, durante el periodo de caza; hasta encontrar grandes bandadas que las perseguíamos con perros, siempre íbamos en grupos, y cuando sucedía de encontrar una gran bandada, se armaba un tiroteo descomunal, cobrando un sinnúmero de piezas.
La mayor cacería de Copetonas, que recuerdo, la hicimos con mi tío Toto, mi hermano Cacho, el tío Hugo, el Negro Aguirre y Yo; fue a la orilla del canal, por la huella que corría paralela al mismo. Primero vimos unas martinetas que iban por la huella, corriendo adelante nuestro, que de pronto se salían hacia una viña abandonada, que no tenía ni palos ni alambres, solamente algunas plantas de vid, que permanecían salvajes.
Allí entre el yuyal, conformado por chepicas, chañares y otros yuyos las martinetas en cantidad descomunal, permanecían achatadas; cuando los perros las empezaron a marcar, comenzó el tiroteo; a medida que caían, los perros no sabían que hacer: Si ir a buscar la martineta muerta o marcar a las que estaban al lado. Debido a lo alto del yuyal y a que matábamos sin darnos tiempo para recoger, sabemos que se perdió más de una, pero al contar, la cacería ascendía a cincuenta y ocho martinetas, entre cuatro cazadores y un tronco que era Yo.(maté la mayor cantidad de mi vida en un tiroteo y fueron tres).
Esto dio un promedio de trece punto ocho martinetas, entre los otros cuatro, pero mi tío Hugo tiene que haber matado la mitad del total. En ese tiroteo lo vi matar de a dos en varias ocasiones, era una rara habilidad que él tenía cuando cazábamos una bandada.
Cuando volaban dos o tres juntas esperaba que se cruzaran y allí recién oprimía el gatillo.
Mariah José escuchó el relato de las cacerías y se interesó por cual otra clase de animales habría en esos campos.
Le conté que las más comunes de ver y cazar eran las Maras o liebres criollas o patagónicas, andaban en pequeños y medianos grupos de cinco a diez liebres, que eran bastante ariscas y tenían muy buena vista y oído y enseguida escapaban a la carrera; si el lugar lo permitía se las corría con el vehículo que teníamos, un jeep 4x4, de los primeros que hubieron: Rezagos de la segunda guerra mundial.
Otros animales que encontrábamos y cazábamos eran mulitas y peludos, sin que fuera común encontrarlos, ya que salen casi siempre de noche.
Sabíamos que entre los cerros había pumas, guanacos, zorros y bizcachas que salen solo de noche, nunca los encontramos, ni los buscamos por lo difícil que resultaba el acceso a pie a la parte lejana de los cerros, ya que no había caminos hacia adentro, y no fueron objetos de caza para nosotros.

Llegamos a un monte alto de chañares y algarrobos, que formaban en su interior como un salón cubierto de hojas y ramas; ese lugar era buscado, los días de mucho sol en el verano, por los animales que andaban sueltos en el campo. Mariah José tuvo un poco de miedo al entrar debajo de los árboles, pero cuando vio que no había ningún animal y que solo volaron palomas, algunas de los nidos que allí hacían, se tranquilizó.
Atamos el caballo a un árbol, y le dimos una “penca de fardo”,(pasto) que llevábamos en el “pescante” de la mariposa (en la parte de atrás,).
Fuimos a caminar por entre los chañares y algarrobos, conformaban un lugar agreste pero pintoresco, había caminos que se habrían en todas direcciones, y espacios descubiertos sin vegetación, hechos por los animales que se guarecían del sol o las tormentas y que también venían de noche a descansar, protegiéndose del viento y el frío.
Sentados a la sombra, Mariah José se soltó a hablar y dijo que su mamá apreciaba mucho a mi papá por lo que había hecho por ellos, y también a mi mamá; que su papá también lo apreciaba a mi papá y que lo consideraba una persona excesivamente buena. En esas circunstancias Yo le pregunte que sentía ella por mí, si me apreciaba o si le era indiferente; me dijo que Yo era muy bueno con ella y que me tenía mucho afecto y que ya me consideraba “un amigo”. Un amigo es un amigo y nada más, así que ese día no tomé ninguna iniciativa que pudiera comprometer la condición de “amigo”. Seguimos charlando y luego hicimos los preparativos para volver, después de comer sánguches de salame y beber algo.
No obstante, esta situación de bajo perfil, no era lo que Yo tenía en mente para con Mariah José; llegamos a casa temprano, habíamos tardado unas tres horas ida y vuelta y la verdad que estuvimos muy entretenidos.

Los otros paseos, que hicimos a lugares más cercanos fueron más divertidos, pues allí empezamos con un comportamiento distinto.
En el dique derivador, Philips, las cosas tomaron otro cariz, mientras nos bañábamos en el canal de igual nombre, comenzamos a tener actitudes que iban a lo sexual, Yo la tomé de las manos, le saqué el corpiño y la bombacha que usaba para bañarse, empecé a tocarla, no opuso ninguna resistencia, más bien daba muestras de estar muy a gusto y los primeros besos fueron calidos y consentidos.
Tenía un cuerpo espectacular; los senos redondos, turgentes, con los pezones duros y parados; tenía la “cola” carnosa y la vulva pronunciada; mis calzoncillos quedaron a la orilla del canal igual que sus ropas.
El canal tenía una pared, en los costados, de árboles pequeños y yuyos grandes, que no permitían cruzarlo, salvo por algunos sitios, donde esta vegetación había sido cortada. Esa vegetación crece en la ribera de los cursos de agua y como está en la orilla, no impiden que el agua circule con normalidad; solamente se cortan las plantas que crecen hacia el interior del cauce y en algunos lugares para permitir el paso de las personas.
El dique Philips es el que distribuye, en el canal de igual nombre los últimos cupos de agua del río Tunuyán. Es el último sistema de distribución que existe sobre el río Tunuyán.
Rara vez pasa agua del dique Philips hacia el río Desaguadero; donde este se pierde en el límite con la Pampa, sin llegar agua al río Colorado, debido a la evaporación en el desierto mendocino, y a la falta de agua, que se usa toda para el riego de los viñedos.
La mayoría de las veces llega un pequeño hilo de agua por el río, que escapó del Dique Medrano, aguas arriba, que es absorbido por el canal Philips. En esa circunstancia es muy agradable bañarse en el canal Philips que lleva una pequeña cantidad de agua, sin significar peligro para los bañistas.
Allí estábamos en un lugar escogido, donde el canal se aleja del camino y dobla en dirección de Las Catitas, un pequeño pueblo y de los últimos con riego proveniente del río Tunuyán. Ella jugaba desnuda, protegida su intimidad por los árboles que cubrían las orillas del canal. Yo también jugaba desnudo en el hilo de agua refrescante; los quince años que teníamos hicieron que enseguida perdiéramos el pudor de estar desnudos uno frente al otro y aunque Mariah José no era de hablar mucho, se hacia entender y muy bien acerca de lo que quería.
Ese día la tarde fue corta para jugar, y al salir del agua teníamos una sensación de placer jamás experimentado.
Antes de irnos juntamos guindas de unos árboles salvajes, que crecían a la vera del canal y las comimos por el camino, hasta mi casa.
La distancia del dique a casa seria de unos seis kilómetros, que con el Tigre los recorríamos en un corto tiempo; al llegar mamá nos esperaba con un té delicioso, con sánguches de jamón crudo y masa caseras.
Trajimos guindas para nuestras madres que las disfrutaron tanto como nosotros.
La mamá de Mariah José, no tenía ninguna prevención ni le disgustaba que saliéramos a pasear juntos, mi mamá tampoco; nadie insinuó que no debíamos irnos a pasear y lo hicimos durante todo el verano y el otoño, hasta cuando llegaron los días más frescos y ya no era tan agradable andar corriendo en sulky, por lugares abiertos o a la orilla del río.
El invierno conspiraba sobre nuestros paseos, salvo los hermosos días de sol, que son muchos, en Mendoza.
Igual salíamos los días más lindos, salíamos abrigados, la mariposa tenía una caja muy grande donde colocábamos almohadones y frazadas y allí estábamos protegidos del frío, en el fondo del cajón; pudiendo armar un cama con toda comodidad.
Íbamos a diferentes lugares, aunque menos a los diques y canales, porque no necesitábamos un lugar fresco como en verano; un lugar que pasó a tener preponderancia era un bosque de chañares, muy grande, que estaba en un campo árido cercano al río.
Para llegar al lugar teníamos que internarnos por una huella de arena dónde rara vez transitaba alguien, ya que la única utilidad que tenía, era conducir al monte de chañares; un campo salitroso, no tenía casi vegetación, y la que había era achaparrada y sin fuerzas, típica del desierto; la excepción la hacía el montecito de chañares. Era un desierto inmenso, que cuando joven me alegró con su desolación, permitiéndome pasar junto a Mariah José en la soledad del paraje, los momentos más maravillosos de mi juventud.


CAPITULO N°4
1402 palabras

Ese año terminé el colegio secundario y al otro año me fui a San Juan, allí terminó mi contacto diario con Mariah José, la veía las pocas veces cuando volvía a casa, para las vacaciones de julio y en el mes de enero.
Los días se hacían cortos para estar juntos y la disfrutaba como nene con juguete nuevo; nos poníamos locos de placer y no queríamos separarnos.
Me volvía una o dos semanas más tarde de lo estipulado, y llegaba justo al comienzo de los nuevos cursos y sin haber estudiado para los exámenes finales, por lo que debía pasarme una semana sin dormir, para rendir bien las practicas de las materias que me quedaban.


Mariah José terminó el secundario un año después y su papá tenía decidido que iría a estudiar la misma carrera que estudiaba Yo en San Juan. A ella le gustaba la idea de estudiar Ing. Química; cuando supo que estudiaría eso, se hizo preparar con el mismo profesor que me preparó a mí durante el año final.

No había examen de ingreso así que al año siguiente era compañera de facultad, vivía en una casa con dos chicas, cada una tenía su cuarto.
Cada tanto iba a visitarla y me quedaba a dormir con ella, que precavida había comprado una cama usada de dos plazas. Esto sucedía generalmente los viernes a la tarde y me quedaba hasta el domingo después de cena.
De las otras chicas, una tenía pareja estable y la otra no, también pasaban los fines de semana acompañadas.

Un día viernes, me encontré a la salida de los cursos, en la facultad, con Mariah José; soplaba con fuerza el viento Zonda, haciendo la tarde insoportable, por la temperatura que tenía, convirtiendo a la calle en una hoguera. Ella vivía en el centro y Yo para el otro lado de la ciudad, ella andaba a pie y Yo en bicicleta, pero de mujer.
Para llevarla tuve que subirla sobre el manubrio, estaba acostumbrado a llevar amigos así, y en un rato estuvimos en pleno centro, en la casa de Mariah José. Las otras chicas, por ser fin de semana se habían ido a Mendoza.
El viento Zonda que todo lo convertía en polvo y calor, nos obligó a darnos un baño después de cruzar el parque y parte de la ciudad, para refrescarnos.
Cuando llegamos, ella se fue al dormitorio donde dejó la ropa y se vino cubierta por una toalla, con una capucha de plástico en la cabeza; me estaba bañando con agua fría, y que por ser del tanque que estaba sobre el techo se había calentado con el sol y el Zonda, estando agradable para bañarse.
Mariah José se metió bajo la ducha conmigo y la empecé a jabonar por todo el cuerpo; ella gozaba del baño que le daba, le pasé jabón por las tetas y por la cola, con el mayor cuidado, generando en ella una excitación paralela a la mía.
Me comenzó a besar despacito, suavemente, como si no me besara, besos chiquititos en la boca, pero calientes como el Zonda, nunca antes lo había hecho y me empezó a besar por “todo el cuerpo”; me puse loco y no aguanté de besarla Yo también “por todo el cuerpo”, terminamos el baño y nos fuimos al dormitorio, allí siguieron los besos chiquititos, muy calientes. Quedamos besándonos un rato y el fresco de la noche y el baño nos dio sueño.
Y así sin amarnos, nos quedamos dormidos. Al despertarnos era de noche, serían las diez, por lo que decidimos comer algo que había en la heladera: Unas milanesas. Mariah José preparó la comida y puso la mesa para dos, fue una de las cenas mas lindas que tuve en mi vida de estudiante, estaba a acostumbrado a comer poca cantidad y era groseramente flaco, se me veían todas las costillas como al Mahatma Gandhi, pero ese día comí más de lo cotidiano, y tomamos vino a lo cual no estábamos acostumbrados ninguno de los dos
La sobremesa la hicimos comiendo un postre netamente sanjuanino: Uva moscatel grande, era exquisita. Finalmente Mariah José sirvió un café, algo amargo para aliviar el exceso de vino. Conversamos sobre las materias, a ella le iba muy bien en la facultad, había aprobado todos los prácticos y no tenía problemas para estudiar, Yo le había pasado mis apuntes manuscritos, que había tomado religiosamente el primer año sin faltar a una sola clase teórica y los cuadernos donde estaban desarrolladas todas las derivadas e integrales conocidas y que me permitió el éxito de aprobar el examen del parcial, en el primer intento.
Ella era muy mimosita, le gustaba que le hicieran mimos y hacía como que se quedaba dormida sobre mi pecho; le daba, copiándome de ella, besos chiquititos, “para no sacarla de su sueño imaginario”.La trataba con la mayor ternura y a pesar de mis dieciséis años era muy cauto con ella y no intentaba tener sexo cada vez que “yo quería” sino más bien lo hacíamos cada vez que “ella quería”,eso si cuando ella deseaba que la amara me contagiaba de su fuego lento, que terminaba con mis especulaciones. Era ella quien me desnudaba y me comía a besos chiquititos hasta llegar a que hiciera lo mismo con ella. Su filosofía de herencia indígena era contemplativa, y si bien tenía acentuada su herencia alemana, la mezcla era una rara mujercita que llegaba con mucho amor al orgasmo.
Que buscábamos juntos

Todo a su tiempo terminaba en el paraíso de los sueños juveniles y nunca sentí la sensación de estar teniendo sexo, lo que sentí fue que la estaba amando.
El final de su primer año, sería para mí el final de mi paso por San Juan, para cursar el tercer año yo debía tener aprobado el “bienio propedéutico” que consistía en tener todas las materias del primer y segundo año aprobadas para anotarse en tercer año.
Tenía todas las materias aprobadas, menos una.
De la cual había rendido todas las prácticas, las láminas, ( geometría proyectiva y descriptiva) que era lo más difícil, y me permitían anotarme y rendir en julio. Igual estaba Pipo, le faltaba una.
Pero unos amigos que habían ido hasta Santa Fe, trajeron la información de que nos daban la equivalencia de todas las materias rendidas, y podíamos inscribirnos en tres materias, por cuatrimestre, correlativas de las rendidas. (En San Juan los cursos eran anuales y si perdías una materia, perdías todo un año; cosa que no era posible en Santa Fe)
La tristeza de Mariah José fue inmensa al enterarse de que me iría a seguir mi carrera lejos de ella, su padre no quiso que se fuera tan lejos de su casa a Santa Fe. (1.200 Km. vs. 300 Km.), ya que estando mas cerca, su familia podía visitarla y ella ir a su casa más seguido.
Me fui a Santa Fe, tomé la decisión y partí en dos semanas o menos, nos fuimos juntos con Pipo, en su camioneta Dodge.
Mariah José se quedó llorando y me partió el alma.
Al principio no me encontraba bien sin ella, todo estaba lejos: Mi casa, Mariah José, los amigos de la facultad quedaron atrás; sin embargo la distancia, dice una canción: “Es el olvido” y poco a poco, Mariah José también sufrió el proceso de las cosas queridas pero lejanas y me fui olvidando de ella; con Mariah José no fuimos novios, lo que se menciona por novios; fuimos mucho más pero sin que nadie lo sepa: Ni sus padres ni los míos, ni nosotros, ….como ella lo decía éramos solo: “Buenos amigos”.
Mariah José se recibió el mismo año que Yo, consiguió una beca para estudiar un doctorado en Ing.Química en Alemania, la tierra del padre, allá tenía parientes que la ayudaron; se graduó y se quedó a vivir en Alemania; mandó a buscar a los padres que se quedaron con ella para siempre; no volvió nunca…¡no tenía a que volver!.

1967 Campamentos-San Juan- Santa Fe
2008-La Plata
Revisión 2012 –La Plata
Jorge Eduardo







TOTAL 9187 PALABRAS.
18 PAGINAS



ESCUELA NORMAL AMORES DE ESTUDIANTES


EL PASEO A LA FINCA DEL SUEGRO DEL DIRECTOR
Los años de primero a tercero, en la escuela Normal, fueron difíciles en cuanto a estudiar; los profesores eran exigentes y para mal de males no teníamos habilidad para aprender y decir las lecciones. Siempre fuimos dos cursos desde que empezamos: El A y el B. Así llegamos a quinto año aunque disminuidos en el número inicial del primer año.
Los cursos de primer año tenían alrededor de treinta y cinco alumnos por curso y cuando iniciamos el cuarto año éramos treinta en el A y veinte y nueve en el B. Muchos amigos se fueron de la ciudad entre el primero y tercer año, otros abandonaron por tener que trabajar. Uno de mis amigos, el más pequeño, murió del corazón, de una afección que tenía de nacimiento y al cumplir trece años nos dejó, con una gran tristeza, a todo el grupo.
Tanto los del A como los del B, en cuarto año ya éramos muy amigos y las chicas y los chicos no hacían diferencias entre los de un curso u otro.
El curso nuestro tenía ocho chicas, les decíamos “Las Luceritos”, todas eran súper simpáticas y compañeras, una de ellas era Esther; la mejor alumna en toda la historia de la escuela, su promedio fue de diez en todas las materias, en los cinco años de la carrera de Maestro. No era por la nota, por lo que ella se desvelaba, su pasión era vivir la vida con sus amigas y amigos, que además la idolatrábamos, por lo buena compañera, por su inteligencia y dedicación a ayudar a quien lo necesitara.
Había otros compañeros, que eran muy buenos, que sabían de todo, que leían a los filósofos como Sartre. Uno de los más brillantes pensadores del siglo pasado, personalidad primerísima del movimiento existencialista. Como filósofo reflexionó sobre la soledad, la angustia, el fracaso, la muerte... Sostuvo que la existencia precede a la esencia, que el infierno son los otros y que el hombre es una pasión inútil. Su obra filosófica más importante es El ser y la nada; también entendían muy bien matemáticas; historia, literatura; entre ese grupo de diez o quince, entre los dos cursos, estaban mis amigos que se fueron conmigo a la Universidad a San Juan.
En cuarto año teníamos entre catorce y dieciséis años. Las fiestas las hacíamos siempre juntos; las hacíamos desde el tercer año para juntar dinero para el viaje de fin de curso en quinto año.
Un baile que hicimos en un club céntrico fue increíble, no por lo que pasó durante el baile, sino por lo que sucedió cuando terminó.
Al finalizar empezamos a ordenar el salón para dejarlo en las mismas condiciones que nos lo entregaron, cuando lo alquilamos; los varones y algunas chicas amontonábamos las mesas y las sillas. Uno de los varones antes de vaciar los vasos y las botellas que estaban sobre las mesas, se tomaba el contenido. Muchas botellas tenían Hesperidina, una bebida de la época; en determinado momento “Nene Chico” (que era su apodo) llevaba sobre su cabeza una mesa y cayó redondo al piso, se había “suicidado” con las bebidas que había tomado; vivía a dos cuadras y lo llevamos alzado hasta su casa; no hablaba pero respiraba y eso nos tranquilizó, cuando llegamos a su casa, salió la madre, y empezó a gritar:
¡Nene chico que te pasa!
Nene chico no contestó, no se movió, lo pusimos en la cama donde se durmió, vino el medico, lo controló y dijo: ¡Déjenlo dormir!
Durmió durante un día y medio, el médico dijo que debía digerir el alcohol, y que había zafado de tener un coma etílico. Cuando despertó, la felicidad de los amigos era inmensa, le dolía la cabeza y el médico le recetó un remedio.
Bebió mucha agua, estaba casi deshidratado, pero todo salió bien, tomó una sopa caliente, su estómago no estaba en condiciones de admitir nada pesado, cuando se levantó y caminó el grupo de amigos lo aplaudió.
Ese cuarto año empezamos una relación muy adulta con el Director de la escuela; se hizo amigo del grupo y nos ofreció su casa, muy grande, para realizar un baile, y así no gastar en el alquiler del club.
El lugar tenía un patio grande con un quincho, allí pusimos los aparatos de música, la música sonaba y todos bailábamos .Yo busqué a Esther y nos fuimos a bailar a un rincón solitario del jardín, ella se puso muy mimosa y por primera vez la besé, en la boca. Eso era algo increíble porque ella no quería que nos vieran juntos y menos besándonos; fue un solo beso y nada más, pero fue el que inició el camino para los que vendrían todos juntos en el futuro, en ocasiones ya buscadas.
El Director nos puso en contacto con su suegro que tenía una finca espectacular; era el Director del Hospital de la ciudad.
Para llegar a la finca, se iba por un camino arbolado que llegaba hasta la orilla alta de la costa del río; era una finca con casa de campo, pileta de natación, viñas y potreros, un potrero de alfalfa, donde estaban sueltos los caballos, cuando llegamos, un gaucho fue a buscarlos para ensillarlos; tenía potreros y boxees para los caballos en el invierno.
El quincho estaba bajo grandes árboles, donde el gaucho nos cocinó el asado, al finalizar el mismo salimos de a dos en cada caballo, éramos seis en total y los varones todos andábamos bien a caballo.
Un grupo se fue por un camino que pasaba frente al cementerio, y llegaba hasta la bodega mas antigua del lugar, tenía algo de misterio y se podía visitar, ver sus máquinas viejas que aun conservaban, las piletas y lagares donde se habían elaborado durante muchísimos años millones de litros de vinos, yo la conocía y no fui.
Con Esther fuimos hacia la costa del río, por el lado de la barranca; para entrar al río debíamos sortear un curso de agua que formaba un pequeño canal, después del canal con agua, el río estaba seco hasta la otra orilla, distante unos cien metros,
Decidimos cruzar el río, íbamos montados en una montura de bastos que nos albergaba a los dos, al llegar a la orilla tomé las riendas, y dirigí el caballo a saltar la barranca; el caballo se cayó de boca y nosotros caímos al agua, mojando nuestras ropas.
Salimos caminando y sacamos al caballo de tiro; el sol brillaba ese día de Marzo y hacía calor.
Hacía calor y en la arena seca sobre los cueros de oveja que teníamos en el apero, nos tiramos a secar al sol.
Esther se sacó la ropa, primero la blusa y quedó en corpiño luego el pantalón corto y quedó en bombachas rojas, hasta allí no tenía inhibiciones, pero para sacarse el corpiño se dio vuelta; yo la imité y me saqué el pantalón y la remera y la dejé junto a la ropa de ella en el apero. Al caballo lo atamos en unos pastos que crecían al costado del río en la ciénaga.
Tanto Esther como yo estrujamos la ropa que nos sacamos y esto ayudó a que con el sol no demoraran mucho en secarse, además la arena caliente y el viento ayudaban a secarla.
Al secarse la blusa que fue lo primero, Esther se la puso para tapar su desnudez y no tener que ponerse de espaldas, yo también me puse la remera que cubría bastante mi calzoncillo y que terminé de taparlo con el pantalón que ya estaba seco. También Esther se puso el corpiño y el pantalón por último.
La situación del remojón, nos causó cierto contratiempo, pero nos enseño que podíamos intimar, sin temor al pudor de vernos en paños menores mojados.
Al vestirnos pusimos la montura de almohada y las pieles de cama; y allí uno al lado del otro, al sol empezamos a hacernos caricias.
No era su conducta de otras veces, Esther empezó a besarme, y yo hice lo mismo; la colchoneta de cueros con lana de oveja, era bien blanda y mullida, además al estar en la arena, el piso estaba nivelado y liso sin protuberancias molestas.
Esa tarde ambos sabíamos que estábamos teniendo una conducta que antes la habíamos evitado, pero ello fue porque no queríamos que nadie nos viera.
Ella por primera vez tomaba la iniciativa y me besaba con amor, yo le correspondía, y aumente el ardor, la toque en los senos sobre la blusa y se quedó esperando, una caricia por adentro de su corpiño, y que le sacara la blusa y el corpiño.
Le saqué la blusa y el corpiño, yo también me quedé en cuero y sentía fuerte el sol sobre la piel. De pronto ella me dijo: Vamos al agua, era un pequeño curso de agua, con poca profundidad que llegaba abajo de la rodilla. Entramos sin sandalias y fuimos caminando por el agua, tomados de la mano para ayudarnos en caso que un pozo o una rama nos jugaran una mala pasada. Teníamos calor y nos mojamos la cara con las manos.
¿Y si nos bañamos? .Le pregunté.
Me contestó: ¡Bueno!
Y allí con toda naturalidad nos sacamos la ropa que nos quedaba y la pusimos sobre las cortaderas.
Enseguida ella se sumergió, sentada en el agua, me dijo: ¡Está muy linda!... ¡de verdad lo estaba!, era agua muy clara porque venía ya decantada del dique y el fondo de arena del río no la contaminaba. La temperatura que tenía era templada y hacía placentero quedarse adentro del agua; ella me arrimó la cara, la solté de la mano y empecé a besarla, primero en la boca; besos interminables, ambos estábamos cubiertos hasta el cuello, sentados, dejaba que la acariciara por debajo del agua; ni aunque alguien estuviera a dos pasos vería lo que pasaba. Ella también tomó la iniciativa y a la par que me besaba acariciaba mi cuerpo como si nada, me besaba el cuello, mi excitación me desbordaba y allí fue cuando la besé en el pecho, no hizo ni dijo nada, pero al quedarme apoyado abrasado, y besándola, luego puse mis manos entre sus piernas tocándola.
Por primera vez, supe por ella, alguien la tocaba en el sexo; cuando la vi muy excitada, le pregunte:
¡Quieres hacerlo!
¡Si, vamos ¡
Y allí en el agua, dejando que el río pasara, sin temor a que nadie nos viera, tuvimos la experiencia más maravillosa. Nos amábamos.
Juntamos las cosas, nos vestimos y fuimos a buscar el caballo; le pusimos el apero, y cruzamos el río de a pie. Por el lado donde vinimos fuimos buscando paso entre las cortaderas, hasta que una de ellas, la cortó en la pierna, lastimándola mucho, tomé mi pañuelo lo partí en dos y lo até sobre la cortadura; la sangre fue cesando de a poco.
Al llegar a la casa, la curaron con esmero, pero gracias a Dios la cortadura no fue profunda, y ya estaba seca. Le pusieron agua oxigenada y mertiolate (un desinfectante), luego una gasa y dos cintas adhesivas. Por fortuna no le pasó nada grave.
Al caballo, le sacamos la montura y le dimos agua, que casi no bebió porque tomó en el río, lo largamos al potrero y esperamos que llegaran los otros amigos.
La señora de la casa nos ofreció mate cocido con tortas fritas, que aceptamos complacidos; esas tortas campesinas eran las más ricas que había comido.
Fue un gran día el que pasamos en la finca del Suegro del Director, comimos un rico asado y con Esther descubrimos algo más que la belleza del río: descubrimos el amor.


EL ASADO EN LA FINCA
Los mismos seis, decidimos hacer otro asado, pero esta vez en la finca de mi papá.

El lugar era perfecto para ir un grupo, la casa de mi padre era inmensa: un chalet californiano de ladrillos de 420 m2, tenía tres dormitorios grandes, el de mis padres, el de mi hermano y mío, y el de mi hermana; mis hermanos no vivían en casa en el tiempo de la escuela, ya que estudiaban en la ciudad de Mendoza, distante setenta kilómetros. También estaba el departamento con baño privado que ocupaba una empleada, y que ahora estaba desocupado. Se podían quedar todos a dormir en casa.
La finca tenía trecientas hectáreas, casi todas cultivadas con vides y frutales; y era una aventura caminar por entre los viñedos: Viñas bajas y parrales, cortando y comiendo toda clase de uva; también ir por entre los frutales, muy diversos: Durazneros, ciruelos, damascos, cerezas, almendros, membrillos, … y de cada especie varias variedades, ciruelas blancas y negras , grandes y chicas; duraznos blancos y amarillos, redondos y chatos, con carozo pegado y priscos; la finca era un lugar de ensueño y mejor si estaba con mis amigos… y Esther.
Vinieron el sábado temprano y les propuse que saliéramos caminando, que podríamos conocer y recorrer por todos lados, sin problemas de cruzar alambrados cuando lo quisiéramos. Mamá les dijo a las chicas que llevaran en que traer frutas y que eligieran las más lindas para el almuerzo. Cada una de las chicas llevó una canasta de mimbre de las que se usaban para cosechar duraznos, al principio no pesaban nada, pero cuando la fueron llenando con todo lo que veían, debieron pedir auxilio a los varones, que terminamos trayendo la fruta que ellas recogían. Recorrer la finca era imposible en un día, pero visitamos los mejores lugares sin recorrerlos a fondo.
Salimos de casa y pasamos por entre el parque que la rodeaba, allí habían brevas, que las chicas pusieron en sus canastas, fuimos hasta la esquina por donde está la acequia de entrada del agua, les mostré las compuertas que la reparten para las diferentes parcelas, así entendieron como se distribuía el agua que era la vida para las plantas.
De allí pasamos al parral, la plantación de vides más vieja de la finca y quizás del valle de Campamentos a la orilla del río Tunuyán. Era un parral viejo pero exuberante, allí los pájaros encontraban un lugar ideal para hacer sus nidos, habían unos muy lindos que eran los jilgueros cabecitas negra (llamados a si porque el macho tiene toda la cabeza negra) y que como se criaban en cautiverio, la gente buscaba los pichones y los encerraba en jaulones, con otros pájaros .Yo no tenía ningún pájaro en jaula, mamá tuvo solo uno que le regalaron: Una Reina Mora.
Del parral fuimos hasta el pozo de agua surgente, tiraba ciento veinte mil litros por hora, que servía muy bien para regar la finca, junto con cuatro pozos más que llegaban entre todos a los seiscientos metros cúbicos por hora...
Fuimos hacia una plantación de ciruelas, en la canasta llevábamos uvas: Moscatel rosado y Semillón, blanca, además de algunas negras como Lambrusco que es muy rica para comer a pesar de que es para hacer vino. También pusimos uva Cereza negra y la más rara era una uva Sultanina, que es rosada. Las ciruelas al verlas en las plantas, dan ganas de cortarlas a todas, los llevé donde habían unas ciruelas muy ricas y muy grandes, de esas cortaron un montón. También cortaron unas amarillas muy dulces: Gotas de miel, y otras más. Podríamos haber llenado las tres canastas de ciruelas pero faltaban los duraznos que eran muy lindos y hacia allí fuimos: Primero los priscos, pelones, luego los amarillos por último fuimos donde estaban los más ricos: Los chatos, que son blancos y exquisitos, los que mas le gustaban a mamá. Habíamos recorrido un cuarto de la finca y decidimos volver, pronto sería la hora de comer y nos estaban esperando.
Mamá lavó la fruta e hizo una ensalada en varias fuentes que las puso con hielo que sacó de la heladera. Mamá tenía una habilidad natural para combinar las frutas de la finca, aunque le agregaba otras frutas exóticas como naranjas, pomelos, bananas; y peras que cortó ella, de un árbol.

La comida, pavo al horno, de los que ella criaba; las verduras cortadas de la huerta que papá cultivaba estuvieron exquisitas, y la ensalada de fruta sabía mas rica, porque la fruta fue cosechada por las chicas.

Ese primer día decidimos que a la tarde andaríamos por el interior de la finca, yendo hasta el fondo que no conocían.

Íbamos a salir en seis caballos: mansos, para las chicas y más briosos para los varones, los tres andábamos bien a caballo. Una de las chicas tenía mucho entusiasmo pero tuvimos que enseñarle. Aprendió a manejar, iba en la Ruana, y era tan mansa, que si no la manejaban ella andaba lo mismo.
Fuimos por el Callejón Del Medio, todos al paso, aunque no faltó alguno que fuera de un galope hasta el portón que estaba cerrado y se volviera.
Cuando llegamos me bajé y deje el portón abierto para la vuelta, solía quedar cerrado para que si venían animales, por el callejón desde los potreros, no pudieran pasar hacia la zona de viñedos, ni escapar por la calle Florida.
Al pasar el portón lo primero que encontramos fue el taller nuevo y la casa del Alemán, lucía un hermoso jardín, con flores de variados colores; al lado estaba la represa donde tomaban agua y también se bañaban los animales; antes de bañarse los caballos pateaban el piso de la represa y levantaban barro, ensuciando el agua, que luego decantaba y nuevamente quedaba clara. Los caballos estaban acostumbrados a tomar agua en la represa y los menos hábiles en dirigirlos tuvieron que dejarlos que abrevaran, aunque no tuvieron ningún peligro, finalmente todos les dimos agua.
Seguimos y llegamos al corral, allí los caballos quisieron entrar, pero Yo sabiendo que iban a hacer eso cerré la puerta y no tuvieron más remedio que seguir, los que eran conducidos con descuido por las chicas.
Al pasar los corrales, también el de las vacas, llegamos a la zona de los potreros, allí había un toro malo, pero si no lo molestaban no hacía nada, aunque por precaución no entramos a ese potrero y si lo hicimos en el último que tenía pasto en fardos apilados para el próximo invierno.
Los potreros tenían una clase de pájaros muy bellos: Se llaman “bolas de fuego” y son todos rojos; en el campo y el último potrero andaban sueltos los corderos con sus madres, eran muy bonitos cuando chiquitos y daba mucha pena cuando los mataban para hacer asados. En el potrero los varones se pusieron a galopar, los dos tenían caballos muy buenos para andar y saltaban fardos de pasto que todavía estaban sin estibar.
Yo seguí con Esther y les dije a los chicos que íbamos hasta el fondo de la finca y volvíamos, mas o menos en una hora, salimos por una puerta lateral del potrero y fuimos por dentro de un campo virgen con algarrobos grandes y chañares; ese campo estaba virgen, como fue siempre, no permitían cortar plantas allí; íbamos por una huella que llegaba hasta un lugar donde habían grandes plantas de algarrobo , chañares, y retamas con flores amarillas, donde el campo era muy agreste y bonito, yo conocía el lugar y sabía que nadie pasaba por allí, ya que a pie o a caballo la gente iba por el Callejón Del Medio

Bajamos de los caballos y yo los desensille, los dejamos atados y usamos las monturas para hacer una cama con las pieles de ovejas, juntamos los cueros de las dos monturas y tuvimos un cómodo colchón; en el amor ya teníamos experiencia, no nos costó esta vez amarnos, no teníamos vergüenza en desnudarnos y quedamos tomando nuestras manos y dándonos besos que eran eso, puro beso, con el fragor que un beso lleva, sin que por ello la excitación nos obligara al sexo; primero tuvimos una ronda de amor puro, donde lo mas fuerte fueron lo besos en los senos que vinieron cuando ella se sacó la blusa y yo le saqué el corpiño, luego me desnudé y ella se quedó en bombachas hasta que se las saqué.
Los besos siguieron intensos, me pidió que la besara, como ya lo había hecho antes, en el río, la besé muchas veces, no la deje respirar, me acordaba que la primera vez , ella me besó y luego me pidió… ¡Ahora: hagámoslo.
Fue algo increíble mucho mejor que la primera vez, allí llegué a comprender que el sexo es amor, que si se realiza con placer y entrega es sublime, y que no puede ser malo algo que tanto da.
Los chicos corrían por el pasto y se revolcaban, todos eran pibes que jugaban. Salimos para casa, cerramos el Portón Del Medio y soltamos lo caballos en el potrero chico al lado de la casa, para tenerlos a mano para el otro día.

Al día siguiente nos levantamos temprano, mamá y papá se iban a misa y se quedaban a comer en la casa de una tía; nosotros saldríamos a explorar los cerros; iríamos despacio por las chicas, pero el lugar no estaba demasiado lejos, apenas tres horas al tranco o quizás menos. Llevábamos comida y agua para nosotros y comida para los caballos, por el camino fuimos admirando las plantaciones: de uvas, frutales y huertas.
Llegamos al canal después de una hora de marcha; allí les dimos agua a los caballos, ya que hasta la vuelta de los cerros no volverían a tomar; seguimos una hora más hasta el bosquecito, que estaba después del dique aliviador, allí tomamos agua nosotros y dejamos escondidas las damajuanas con agua y la comida de los caballos para cuando volviéramos de los cerros.
Seguimos el camino, que era una picada hecha por la empresa que exploraba petróleo.
Al llegar al pie de la serranía el camino no subía y seguimos por una cañada que venía de los cerros, el agua de lluvia había hecho un tajo que permitía circular con mayor facilidad que trepando los cerros.
Llegamos hasta las nacientes de la cañada y desde allí nos dispersamos quedando en volver dentro de dos horas. Cada pareja se fue para donde quiso, disfrutando de la soledad y la belleza del sitio.
Los cerros eran bajos, no tenían dificultad, por lo menos en ese lugar para cruzarlos, debíamos tener cuidado de no perdernos y fuimos dejando señales de piedras para volver por el mismo camino, también hablamos de no ir muy lejos.
Con Esther nos quedamos al abrigo de unas grandes piedras que hacían sombra, aunque lo mismo el sol se sentía irradiando mucho calor, allí conversamos sobre cual sería nuestro futuro, yo le dije que estudiaría una carrera llamada Ingeniería Química y ella me dijo que estudiaría Profesorado Universitario de Filosofía y Letras, nos quedaba pasar el último año y ya teníamos que empezar a prepararnos en las materias afines; en mi caso: matemáticas, geometría, trigonometría, física y química.
Esther era muy linda y muy dulce, también.
Era muy sensata, el amor la había desubicado un poco pero igual mantenía su línea de conducta, no dejó de ser la mejor amiga de todos sus compañeros y a pesar que manteníamos una relación muy íntima siempre se mostró discreta y no se exhibía ante otras personas.
Su amor era de verdad y parecía que no terminaría nunca: yo la amé mucho, sin embargo, no se cuando se terminó, no fuimos nada, nunca habíamos dicho que fuéramos algo.
Quizás fuimos sin saber que fuimos: Humo de fuego consumido, flor de ciruelo marchita, resplandor del sol escondido, nido de pájaro no construido.

Ese día sin saberlo la amé por toda la vida.

Fue todo y otro día nada… ¡.Amores de estudiantes que cortos que son!


1957 RIVADAVIA-CAMPAMENTOS-MENDOZA
MAYO -2008 LA PLATA.
AGOSTO-2012 –LA PLATA


















CUANDO APRENDI A HACER EL AMOR

Las mujeres que pasaron por mi vida, me dejaron un recuerdo imborrable y a medida que transcurre el tiempo, a cada una la recuerdo con su carga de emoción como la primera vez; traigo a mi mente su aspecto, en algunos casos no recuerdo sus nombres, lo que más recuerdo son los lugares donde nos amamos.
Mi vida en el campo, se vincula con el paisaje y lo recuerdo de una manera imborrable,

EL FRACASO
La primera vez, que intenté hacer el amor fue un fracaso rotundo, con una chica mayor que yo, ella tendría dieciséis años y yo trece, nunca había estado antes con una mujer y solo tenía experiencia de masturbarme; ella tenía relaciones con hombres mas grandes y era conocida por tener amigos que la llevaban a la cama y no lo callaban.
La relación conmigo se dio porque estábamos dos chicas y dos chicos en una casa nueva en construcción, para mi nona; las piezas estaban vacía y la incomodidad era total, solo piso de frías baldosas y ningún mueble que facilitara las cosas; cuando se dio el reparto, me quedé con la mas grande y a ella le gustaba el otro muchacho, que era cuatro años mayor que yo; no supe bien como actuar y ella se dio cuenta de mi inexperiencia, no le saqué la ropa ni inicié ningún juego erótico, ella que esperaba una conducta por el estilo se levantó y me dijo:
¡ Me voy!,
¿Porqué?
¡No sabes nada!
Y acto seguido salió de la pieza y se fue a otra pieza sola; la casa tenía muchas habitaciones, y en una de ellas estaba el otro muchacho con su pareja, una chica más joven, de catorce años. En realidad parecía que estábamos cambiados. Cuando terminaron salieron los dos y se encontraron conmigo en el living comedor, la otra chica estaba en otro dormitorio; el muchacho se enteró de lo que pasó y le preguntó a la de catorce si quería ir conmigo, ésta muy decidida dijo que sí, mi amigo entró a la pieza con la otra y cerró la puerta.
Quedamos con la pareja que debía ser

LA PRIMERA VEZ
Fuimos a la pieza de antes y allí ella tuvo una actitud totalmente distinta: No esperó que yo la desnudara ,me dijo:
¡Desnúdate-¡
A renglón seguido quedó totalmente desnuda; mostraba unos senos que incitaban a tocarlos y de a poco a besarla; ella a pesar que era supuestamente mas inexperta, me supo llevar hasta conseguir lo que quería, me besaba por el cuello , los labios; la excitación fue muy grande y la tomé por la cintura y la puse de pie frente a mi , allí sin mediar palabras la bese toda, se sentía a gusto y jadeaba, de a poco experimentó un gozo que la hizo gemir, me volvió a besar y luego me dijo:
¡Vamos hacerlo!-

¡Esta era mi primera vez.¡

Se tiro en el suelo sobre una frazada que ella tenía y abrió sus piernas, a pesar que tenía experiencias previas consumadas, la sentí como si nunca hubiera tenido sexo, era sumamente estrecha, lo que producía en mi mucho placer, a ella le agradó la situación, y como se dice vulgarmente: Teníamos una “buena relación de piel”.
A medida que transcurrían los minutos la situación era cada vez mas agradable, y en realidad no sabía que me iba a pasar, en eso siento un vértigo y como si me estuviera cayendo al vacío, le digo:
¡No puedo!
Ella me dice:… ¡Vamos!. Mientras secretaba una pequeña cantidad de líquido que lubricaba sus labios vaginales y consumábamos nuestro idilio; a la par que me alentaba:
¡Vamos!
¡No aflojes¡
Acto seguido jadeaba y alcanzó su orgasmo de una forma ostensible: sus líquido, vaginales eran copiosos. Mientras me decía:
¡Dale!,
En eso eyaculé, con una respiración jadeante, lo que la puso muy contenta y me empezó a besar en la boca, en tanto me decía:
¡Lo hiciste, vistes que lo hiciste!

Esta ocasión no paso inadvertida para mí y siempre la recuerdo como la primera vez, mi profesora, con todo lo que significó para mí, el placer que me prodigó, y las circunstancias en que se produjo.


ENTRE LAS VIÑAS
Estas experiencias se mezclan con otras en el campo, que como es lógico se produjeron entre las viñas, que eran un lugar inmenso ideal para esconderse.

Una situación que recuerdo es con una empleada de mi nona que tenía quince años; no teníamos una relación previa para suponer que iríamos a la viña y tendríamos sexo; sin embargo una siesta estábamos en el límite de la viña, debajo de unos grandes árboles de nogal; bajo los árboles era muy fresco en el verano y por eso íbamos allí.
Los juegos que al principio consistían en jugar con la arena que había debajo de los árboles, pasaron a juegos de manos, a agarrarnos de nuestros cuerpos y a forcejear, tirándome arriba de ella; nos fuimos cruzando de un camellón a otro hasta quedar debajo de una hilera cubiertos por los pastos.

Allí los juegos terminaron y empecé a tocarle sus pequeños senos; ella se daba cuenta de lo que iba a suceder y no puso objeción. Realmente no se si había tenido sexo alguna vez, pero creo que no; sin embargo mostraba una conducta como si supiera o le gustara lo que estaba pasando; no le saqué la ropa, solamente la bombacha, luego me puse a besarla , esto la puso levemente en alerta, pero cuando la empecé a tocar, se movía con mucho placer y no me regañó para nada.
Ella también me besaba y a esa altura de los acontecimientos yo no sabía que hacer; después de estar un rato en ese juego, ella se ofrece y me pide que se la ponga adentro; allí sin tener mucha experiencia me dí cuenta que ella nunca había tenido sexo, y luego de un tiempo me dijo:
¡Me voy ¡
Su gemido fue audible, y ayudo para que mi erección terminara en una eyaculacion copiosa...
La siesta era calurosa y la sombra de la viña nos prodigaba fresco para soportar el verano.
Cuando pasó un rato que estábamos en la viña, ambos deseábamos tener sexo y después de un juego erótico, ella se puso abierta de piernas y la penetré; favorecía que le entrara sin dolor el hecho de que estaba totalmente mojada; cuando sintió que la tenía adentro, empezó a moverse a ritmo con mi manera de moverme; y me decía:
¡Me gusta- me gusta mucho!-
Después de un rato cambiamos de posición: Yo me senté y ella se puso sobre mis piernas de frente a caballito; se movía con un placer evidente, bajaba y subía, entraba y salía; en esas circunstancias empezó a jadear y a gemir y en un determinado momento dijo como la primera vez:
¡Me voy!
Y tuvo su orgasmo
Esto me potenció, mi placer aumentó y eyaculé con ella.
Nos quedamos quietos; ella no se bajó y eso permitió que al rato ambos quisiéramos seguir teniendo sexo; se movía suavemente y mi pene se ponía muy duro, la fricción con su cálida vagina aumentaba mi placer y mi excitación; ella estaba totalmente mojada con sus fluidos y con mi eyaculación anterior, no sentía dolor y deseaba tener sexo; se movía como si no lo hubiéramos hecho anteriormente y el tiempo que duró esta situación fue mucho mayor al que habíamos tardado antes; el placer se daba por partida doble, ella me ofrecía su boca y sus senos mientras hacíamos el acto sexual, que sin embargo no llegaba a su final; el placer aumentaba con el tiempo, pero todo lo bueno se acaba y en eso nos acabamos en forma conjunta y tumultuosa; sintiendo un placer no imaginado previamente.
La tarde empezaba a caer y debíamos irnos antes de que nos buscaran, salí para la otra punta de la viña y ella se fue cruzando el parque sin que nadie nos viera.


VERANO DEL 56
La cosecha reunía en el verano, muchas chicas en la finca, y hacíamos amistades nuevas, durante el tiempo que duraba la cosecha.
Siempre había una chica muy bonita, la que nos gustaba a los varones que estábamos en la finca haciendo la cosecha y deseábamos tener relaciones con ella; el verano del 56 fue una morocha alta , delgada y muy bonita, vino de Jujuy, y se quedó en el secadero, en las piecitas pequeñas que allí había.
La relación comenzó cuando ella venía a descargar los tachos de uva en el camión y yo le daba la ficha; como tenía en la mano grupos de cien fichas, en determinado momento le dí a propósito dos fichas juntas, como si me equivocara, ella se dio cuenta al contar las fichas, con los tachos que había descargado a ese camión, entonces vino y me dijo que le había dado una ficha de más, le dije que fue a propósito porque ella era muy linda y se lo merecía por estar cosechando allí, así en otras oportunidades volví a darle dos fichas juntas y se volvió a dar cuenta ,y vino a decirme solamente gracias.
Esta situación permitió que entabláramos, en los momentos que la cosecha se paraba, una relación que de a poco termino en amistad y finalmente la invité a encontrarme con ella después de la cosecha. Era difícil conseguir que ella estuviera por mucho tiempo sola, ya que en el campo estaba su familia, compuesta por varios hermanos y los padres; un día fue al almacén, antes de que terminara la hora de cosecha, para volver de día. Quedaba en la esquina de la finca, y para llegar hasta el lugar, desde la viña que estábamos se podía cruzar por debajo del parral, disminuyendo el camino a recorrer, ella me dijo que iría al almacén a determinada hora de la tarde y que podríamos encontrarnos a la vuelta en el medio del parral; yo la vi pasar al lado del camión cuando se iba y al rato dejé de dar fichas, dejándolo a Carlitos mi mejor amigo; este no se avivó de lo que pasaba y cuando preguntaron por mi , dijo que me habría ido a la casa, tal vez a comer algo.
Como lo prometió ella volvió por el medio del parral y allí nos encontramos; el parral tenía una acequia al medio en cuyos bordes crecían altos los pastos naturales, esto la convertía en un buen lugar para ubicarnos y empezar una deliciosa relación.
Primero fueron caricias con cambio de información. Yo repreguntaba:
¿Donde queda tu casa? ,
¿Cuantos años tienes?
Y así me iba informando, ella a su vez me preguntaba:
¿Tienes novia?,
¿Tu papá es el dueño de la finca?
La conversación se fue haciendo menos intensa a la par que aumentaban las caricias y los besos; en determinado momento no hablamos más y empezamos a besarnos con pasión; cuando le toqué los senos ella dio un pequeño respingo y no dijo nada, cuando le saqué la blusa abajo no tenía corpiño, pues el calor y el sudor del trabajo lo tornaba muy incómodo, de a poco nos sacamos la ropa hasta quedar desnudos, adentro de la acequia, cubiertos por los pastos.
La tarde caía lentamente y la luz era muy tenue, fue en esas circunstancias que nos encontramos besándonos mutuamente; yo la besaba con pasión, lo que aumentó su excitación y esto aumentó la mía; de pronto como obedeciendo a un mandato, la ubiqué en el borde de la acequia, y allí tuvimos nuestra primera relación:
¡Que lindo! -me decía- ¡Sin dejar de moverse!
Y en eso su vagina se inundó con sus líquidos y los míos que salían como un río.
Nos quedamos quietos sin movernos más, no se cuanto tiempo pasó, pero no fue mucho, seguíamos besándonos apasionadamente, empezamos a movernos nuevamente y ella se movía con mas intensidad que yo; su segundo orgasmo llegó antes que el mío, y al sentir que ella me mojaba, eyaculé nuevamente con gran placer.

Ese día la cosecha ya había terminado; pasamos por donde estaba su tacho de cosecha; y por el banco para subir la uva al camión, que quedaba en el lugar donde seguiría al otro día la cosecha.
Al día siguiente nos encontramos: Yo dando fichas y ella trayendo tachos de uva al camión, la historia se repitió: Dos fichas por un tacho y ella que me lo agradeció.

Estos, son mis primeros recuerdos y no los olvido, aunque me esfuerce me olvidé algunos nombres; pero no del amor, que empezó sin saber como.

Campamentos1956-Rivadavia-Mendoza
Martes, 4 Marzo 2008. La Plata
.Domingo-02 septiembre-2012-La Plata





EL CABALLO: OTRO ACTO DE AMOR EN EL CAMPO


La vida en el campo tenía muchos ejemplos sexuales de parejas de animales, como los caballos, los cerdos, los conejos, las aves de corral; si bien difieren de los humanos, la pasión y el juego sexual esta presente en la vida animal y por ello los chicos del campo tenemos conductas incorporadas como si fueran propias, nuestras.
Un día habían traído un hermoso caballo pura sangre para que sirviera una yegua, la yegua estaba en celo y por eso tenía una conducta que era claramente permisiva de la conducta sexual del padrillo; el padrillo cuando estuvo junto a la yegua empezó con los jueguitos sexuales: La lamía , obligando a la yegua que levantara la cola , la mordía por el cuello sobre la tuza , y la yegua tiraba líquidos que mostraban que estaba receptiva, moviendo su vulva; que la abría y cerraba, con contracciones rítmicas de la vulva que dejaban ver el comienzo de la vagina, como cuando orinan; después de esto el caballo con su enorme verga afuera la saltaba, a veces le costaba meterla, ya fuera porque le molestaba la cola o porque le erraba con la posición , ya que muchas veces se ponía un poco de costado; cuando le entraba el que dirigía el acto era el padrillo, él se movía entrando y sacando la verga hasta que eyaculaba, quedándose como dormido sobre la yegua para bajarse del lomo al rato después de recuperar las fuerzas; la yegua no se sabe si tenía el orgasmo junto con el caballo, pero es muy probable que así fuera.

Los chicos que mirábamos este acto quedábamos sorprendidos con lo que veíamos, ya que el caballo se estremecía de una manera espectacular, indicando que iba a acabar. Cuando el caballo se bajaba la yegua seguía con sus movimientos de la vulva, dejando escapar un poco de semen del padrillo.
Los caballos también tienen actos seguidos y después de esperar un tiempo, vuelven a empezar de la misma manera y terminan con el padrillo eyaculando dentro de la yegua. Si la yegua no era infértil esta repetición del acto aseguraba que quedaría preñada.

CAMPAMENTOS-RIVADAVIA –MENDOZA-1956
LA PLATA 2012-09-05





PENSION DE ESTUDIANTES


CHICA DE LA VENTANA Y LA VIEJA.

LA CHICA DE LA VENTANA
Le decíamos “la vieja” porque tenía 32 años y nosotros algunos de sus inquilinos no pasábamos los 17, ella ofrecía un servicio con pensión incluida, daba de comer almuerzo y cena y el desayuno a la mañana, y además una habitación compartida para dormir.
El servicio no incluía el hacer la cama, cada uno debía hacérsela por si mismo, al igual que la ropa personal, no así la ropa de cama que era lavada una vez por semana.
La casa era una vieja casa de San Juan, las habitaciones daban sobre una galería, allí había 4 piezas que albergaban a 8 estudiantes, uno de arquitectura, peruano y mayor, cerca de 30 años, era el más grande, después estábamos 4 que nos vinimos de la “vieja casona”,y otros tres de carreras repartidas.
“La señora”, como le decíamos, tenía un ayudante que hacía todos los trabajos mas pesados.
Tanto los de la cocina como los de lavar y limpiar; ella estaba siempre bien arreglada y muy llamativa, el encargado de limpiar era el ayudante.
Yo estudiaba en una mesa que estaba contra una ventana que daba a la calle, frente a la casa había una profesora de piano, que tenía alumnas regulares, y venían en determinadas horas a tomar sus lecciones de piano.
En particular venía una rubiecita que al cruzar frente a la ventana donde yo estaba, saludaba amablemente… ¡adiós ¡…, así los días y nunca pasaba de eso, ella vivía a la vuelta, a una cuadra de distancia, por el camino que yo recorría para ir a la facultad; una tarde la encontré parada en la puerta de su casa y me paré, iba a estudiar, tenía un examen complicado y estudiábamos con otro amigo en la facultad.
Quedamos en vernos a la salida de estudiar, a las doce de la noche.
Ese fue el día mas puntual para dejar de estudiar, llegué a su casa y estaba debajo de un farol de la calle,… esperándome,… en la calurosa noche de verano de San Juan…, la invité a caminar…, pidiéndole que pasáramos por mi casa a dejar la bici, pues era incómodo llevarla.
Así lo hicimos y nos fuimos caminando hasta un sector que no tenía faroles en la calle y además allí a los costados en los lotes baldíos, crecía un alto cañaveral.
La conversación fue girando hacia temas íntimos y en esas circunstancias me aproximé a ella y la tome de las dos manos y la atraje hasta mi; el primer beso fue con un poco de recelo, como si no buscara esa situación, pero yo seguí besándola y ella cambió de actitud, se dejó besar; su pollerita corta era una insinuación a tocar sus muslos; toqué sus muslos, ella no dijo nada, la seguí besando en la boca y tocando entre las piernas.
El cañaveral estaba a un paso y nos invitaba a buscar abrigo y a escondernos entre las cañas, aunque nadie pasaría por esa calle, ya que pronto terminaba en una vía del ferrocarril a Mendoza, y estaba cortada.
La llevé de la mano hasta adentro del cañaveral, allí ella tomó mas confianza, las hojas secas de cañas junto con los pastos que crecían al amparo del cañaveral, formaban un mullido colchón natural, que nos tentó a acurrucarnos entre los pastos; la luz era escasa, solo iluminaba el resplandor del último farol en la cuadra anterior. Busqué quedar pegado a ella; su boca con la mía, su cuerpo con el mío, y ella hizo lo mismo, a medida que pasaba el tiempo mayor era el placer erótico que sentíamos e instintivamente como en un elaborado sexo tántrico, empezamos a gozar.
Llegó un momento que paramos como para tomar aire, eso fue un acto muy sabio; cuando seguimos la excitación no solo no se había disminuido, sino que nos fue llevando mutuamente a un momento sublime y nos permitió terminar juntos lo que habíamos empezado juntos…
La llevé a su casa, no hubo ningún problema y al otro día pasó por mi ventana, saludando como siempre…!adiós ¡…, aunque ambos sabíamos que nada era igual.


LA VIEJA
Las cosas en la pensión habían cambiado para mí. Un día a partir de determinada fecha la cama de mi habitación estaba hecha y así todos los días, era evidente que alguien la hacía, pues me iba temprano a la facultad y recién la hacía a la noche al irme a dormir,
Por esa época el peruano se lanzaba con “la vieja” pero ella no respondía a sus requiebros. Había pasado ya un tiempo desde que me hacían la cama, cuando el empleado me dijo que: “La señora” quería hablar conmigo, junto a la cocina ella tenía un cuarto donde guardaba ropa y se cambiaba para trabajar en cosas de la casa.
Hasta ese momento no había advertido que “La señora” tenía conmigo una conducta especial y que sin llegar a insinuarse, se notaba un trato diferente por sobre los otros estudiantes.
Pero ese día cambió su conducta hacia mí. Sin dejar que le preguntara porqué estábamos ahí, me dijo: Te habrás dado cuenta que tengo contigo un trato preferencial y esto incluye invitarte a almorzar mañana domingo en mi casa, la que queda a mitad de cuadra.
Vamos a estar solos en mi departamento y quiero que vayas, me dijo África.
Era una hermosa mujer, esposa del exjefe de policía, separada hacía varios años, muy llamativa, tanto por su cuerpo imponente, su altura, sus ojos, sus cabellos lacios, largos y negros; y su llamativa cintura, que le daba forma de guitarra con una “cola” parada, y…voluminosa.
Acepté su invitación, me había citado para las 12 hs. en punto, cuando llegué la comida estaba cocinándose, la casa de tipo antiguo, techos altos, era fresca y auque no tenía aire acondicionado no se sentía el calor que hacía afuera; para evitar que entraran radiaciones, la habitación que reunía al comedor y el dormitorio separados por un biombo, estaba en penumbra, con poca luz natural y unas pequeñas velas que iluminaban el comedor; colocadas en candelabros…de…plata,…antigua.
Almorzamos a la luz de las velas, ya que no quería abrir las ventanas para que no entrara calor, a medida que pasaba el tiempo mis ojos se acostumbraban a la penumbra y a los postres estábamos conversando íntimamente; me invitó a pasar al dormitorio, que tenía una cama de dos plazas.
Cuando vi a África desnuda, tremenda mujer, quedé impresionado, ella empezó a besarme, con intensidad y eso me excitó, y ella también se excitaba más y más, hasta emitir sonidos, cuando la besaba toda y sus gemidos era audibles claramente.
El juego amoroso subió de voltaje, ella, como si fuera una gatita, ronroneaba, ambos habíamos llegado a un punto, que si seguíamos de esa manera todo terminaría allí y al fin la penetré.
La sensación de placer aumentaba, me clavó las uñas en la espalda y me pidió:…”mas fuerte”… yo sentía que me desvanecía que perdía la razón, y le dije… “no puedo mas”…, en eso ella se fue quedando en silencio y yo había terminado con mis energías.

Los siguientes domingos estuve invitado a almorzar.

Me confesó que había disfrutado mucho esas tardes, que había sentido hasta las últimas de mis vibraciones y que cuando yo me quedé sin fuerzas, ella también llegó justo al clímax.

El ultimo domingo que almorzamos, ya con mas confianza hicimos un poco de sobremesa y pasamos al dormitorio; la situación fue diferente, no existía por parte de ambos la locura de la primera vez, sin embargo era evidente mi intención de tener sexo, algo que ella hacía muy bien y con toda pasión; la besé durante un largo tiempo, y de a poco la fui investigando cada centímetro de su piel, sus redondos senos sin cirugía, sus pezones rosados,… hasta que la amé, …¡ sabiendo que era la última vez que lo haría…!

No supe nunca si eso era sexo solamente o lo que se llama amor; pero siempre la recuerdo con un sentimiento que va mas allá de la forma intensa que la amé.

Ese ultimo domingo me quede a cenar también y dormí con ella hasta el otro día. Fue la primera vez que me quedé dormido en los brazos de una bella mujer, que no se si me amaba, pero si se que me mimaba.

Era verano y esa noche dormimos desnudos.

Llegó el final del año y debía rendir un montón de prácticos y finales de materias, así fue que no fui más a su casa; en la pensión no había buen clima de estudio, por ello buscamos los cuatro que veníamos juntos, una nueva pensión y de una semana para la otra le avisamos que nos íbamos.

África se quedó muy mal, porque me iba, nunca había pensado que todo terminaría tan abruptamente.
La partida no fue fácil, Yo era muy joven y una mujer siempre tira, más ésta con la que aprendí la mayoría de las cosas que se hacen en la cama.

Jef pacheco SAN JUAN Desamparados 1958
LA PLATA 2012-09-05








TENTACION-
650 palabras-1-pagina


Había llegado de un pueblito lejano, de Catamarca, su nombre respondía a su característica de pueblo primitivo: El Escondido; allí había vivido sus primeros quince años, hasta que salió a hacer la cosecha, en un lugar para ella, relativamente lejano: Mendoza; cuando llegó se hospedó en el viejo secadero, en las piecitas que daban cobijo a los que venían a cosechar la uva de la finca.
Su pueblo no era casi ni eso, apenas un caserío que estaba a la vera de un camino que subía a los cerros, allá más arriba estaban los pozos de los mineros, que vinieron, muchos, de Europa; en la época de la segunda guerra mundial.
Las casitas que estaban entre los cerros, eran las mas humilde que se podían construir con materiales de la zona: Paredes de piedras y techos de pajas, mas fuertes que un rancho, pero con mucha similitud a la casa primitiva del gaucho. Con todo eran amplias: Patio y alero para matear, comedor, dos dormitorios y la cocina, sin baño, ni agua corriente, ni luz eléctrica...
Por ello se pudo acostumbrar a vivir bien en el secadero, que al menos tenía agua corriente, del enorme tanque que había servido para la industria, y ahora prestaba servicios a los que allí vivían; el baño era un retrete con agua fría solamente, para bañarse en verano.
La conocí el día que llegó, llamaba la atención sus enormes ojos azules, hija de padre lituano que vino antes de la segunda guerra mundial; se quedó explotando la minas, hasta que al terminar la guerra la demanda no permitió seguir viviendo de ello; debieron buscar otras fuentes de trabajo, hasta encontrar la finca para hacer la cosecha y quedarse por ese tiempo en el secadero.
Cuando llegaron faltaban unos pocos días para que comenzara la cosecha de uva, tiempo que aprovecharon para hacer los elementos para cosechar: Cómo las escaleras para los parrales, los delantales para juntar la uva, comprar la tijera para cortar, y pintar los tachos para que estuvieran más lindos y reconocerlos por el número que les correspondía, que era el mismo para toda la familia y también el que se le colocaba a la hilera.
“Fina” era alegre y amigable; la invité a salir al campo, a pasear entre los chaparrales, aceptó la invitación y siguiendo una costumbre de los jóvenes fuimos en un sulky, por el campo, hasta el canal Los Andes que llevaba el agua a los sembradíos y algunos días venía con poca agua, porque distribuía el agua más arriba.
El canal era un lugar ideal para ir a pasear, estaba cubierto de árboles y a la orilla crecían arbustos que permitían esconderse, sin ser vistos por cualquiera que pasara por el camino; aunque no sucedía y lo más común era que nadie circulara por allí en todo el día. Estábamos protegidos del sol, desnudos en el agua, al reparo del calor y a la sombra, bajo árboles muy grandes. La tarde nos incitaba a jugar con nuestros cuerpos; los besos empezaron siendo solo eso y se transformaron en una orgía de besos.

A pesar del enorme esfuerzo de voluntad, no podíamos dominar la tentación de amarnos.

Los besos, caricias y el acto de amor, la llevaron al límite; sentí que el calor que salía del interior de su cuerpo, se mezclaba con mi último suspiro; que fue abrupto y sin medida.

La tarde caía, el sol se ponía entre los cerros, atamos el sulky, subimos las cosas y antes de partir nos comimos los sánguches de merienda que llevamos con una botella de coca; y otra vez besos, nos dimos muchos besos, y como si recién llegáramos...

¡No podíamos dominar la tentación de amarnos!

¡Era el acto de despedida a esa tarde encendida y hermosa!


CAMPAMENTOS-RIVADAVIA –MENDOZA-1956
LA PLATA - 20 jul. 2008
LA PLATA 2009-09-21

JORGE EDUARDO.






ESTUDIANTES DE INGENIERIA QUIMICA

El edificio nuevo para la universidad de San Juan estaba en construcción, era enorme y con y con un muy buen diseño; se construía una facultad para Ingeniería Química.
Tenía desniveles muy singulares: un patio para coros que tenía las butacas debajo del nivel del suelo, y el nivel de los coros por encima de todas las cabezas, aun las de los costados que progresivamente subían hasta el nivel del suelo. Ese enorme sitio estaba en lo que sería el subsuelo; hacia los costados y arriba habían recintos para diferentes usos: Laboratorios, de todos los años; aulas para clases de todas las materias, algunas de uso general.
El edificio estaba emplazado en zona sísmica, por lo que tenía un adecuado diseño de construcción antisísmica.
La chica mas linda de toda la universidad, iba a la facultad de Ingeniería Química; habíamos iniciado una relación sentimental desde el año anterior.
Brigitte vino a San Juan, desde un pueblito chiquito, a estudiar, el pueblito había sido un lugar de explotación de minas de oro, pero quedó abandonado; y ella necesitaba ganar dinero para pagar la pensión; trabajaba en un bar de noche. Cuando salía del trabajo yo iba a buscarla, y la llevaba hasta su casa, no antes de las doce de la noche.
Vivía en una casa que alquilaban entre tres compañeras, cada una tenía su habitación y no comían juntas, sino que lo hacían en el comedor universitario para estudiantes, que salía muy barato. Ella almorzaba en el comedor universitario y a la noche cenaba en el bar donde trabajaba.
Su aspecto era el de una chica delicada, bien desarrollada; sin exagerar tenia medidas perfectas: 1.76 metros de altura y 90 centímetros de busto, 60 cm de cintura, y 90 cm de cadera; rubia, ojos azules.
Lo más interesante de ella era su naturalidad para comportarse; su dulzura, su sensibilidad para comprender a los demás.
Todas las noches pasaba por el bar a buscarla, la subía en el caño de mi bicicleta y la llevaba las treinta cuadras que había entre el bar y su casa.
Esa noche como otras tantas en agosto, casi al comienzo de la primavera, soplaba el Viento Zonda; la tierra reseca de San Juan dejaba que el polvo volara y el Zonda caliente lo arrastraba por todas partes, metiéndose en las casas que no estaban bien selladas; el viento soplaba y soplaba formando nubes blancas de polvo. Nosotros en la bicicleta apenas si podíamos ir contra el viento; para evitar su acción en contra, en los espacios muy abiertos como el parque, nos bajábamos de la bicicleta y nos íbamos caminando. Al salir del parque y llegar a la ciudad íbamos nuevamente en bicicleta por la vereda, a esa hora no había nadie en las calles, nos colocábamos muy cerca de la pared, en la vereda del lado protegido del viento.
Estábamos de vacaciones y ninguno de los dos iría a su casa, ella se debía quedar por el trabajo, y yo porque rendiría una materia que me quedó del año anterior; las chicas de la pensión se habían ido apenas comenzaron las vacaciones.
Llegamos a su casa muertos: Por la tierra que habíamos tragado y el calor del viento caliente que quemaba y hacía insufribles los días que soplaba fuerte.
La primera decisión que tomamos fue bañarnos, ella se fue a la pieza a cambiarse y yo me metí bajo la ducha de agua fría, que en realidad no lo era tanto, puesto que el tanque de agua se había calentado durante el día con el sol y el Zonda no lo dejaba enfriarse durante la noche; la temperatura del agua era agradable a esa hora, estaba justo para refrescarse sin sentirla fría en demasía; el polvo se nos había metido hasta por las orejas y la temperatura del viento había calentado nuestros cuerpos, que estaban calientes además, porque habíamos venido caminando y alternativamente pedaleando.
La sensación de placer bajo la ducha, solo se vio superada cuando apareció Brigitte envuelta en su toalla, blanca, que le cubría desde el busto hasta debajo de la cola, la toalla terminaba justo cubriéndole las nalgas y dejando al descubierto un magnífico par de piernas torneadas que más que una estudiante de ingeniería parecía una corista o deportista que se entrenaba, para lucirlas.
Brigitte por esos días se compró una bicicleta; ya que muchas veces me pedía la mía, para ir y volver del trabajo, cuando yo planificaba quedarme hasta tarde en la facultad estudiando con amigos.
Brigitte era una diosa, no hacia falta que se sacara la toalla para adivinar su cuerpo. Tenía una figura de artista, escultural, y cuando entró en la bañera, debajo de la ducha mi corazón se paralizó, no pude hablar y fue ella quien me dijo:
¿Me vas a bañar?
Sin toalla que la cubriera, sus senos se mojaron con delicadeza; la tomé de los hombros y le pasé el jabón; del cuello para abajo, hasta que llegué a los pezones, que parecían frutas para comer. A medida que la jabonaba y la friccionaba su pulso crecía y su palpitación también; el corazón aumentó sus latidos, junto al mío que se disparó.
Mi intención al bañarla, era tratarla con delicadeza, al llegar a la panza le jaboné el ombligo con un dedo adentro del agujerito, después de lavarla, le di un primer besito en el redondo y profundo agujerito. Y de la posición pasiva en que ella estaba, me puso a mí a recibir sus caricias, por demás esperadas.
Me tomó la cara con ambas manos y me empezó a besar como si se fuera a acabar el mundo; me beso en la frente con besos chiquititos , me besó los ojos con devoción, las orejas que me dio una gran satisfacción, sin saber que eran un lugar con mucha sensibilidad, siguió por el cuello que es otro lugar sensible y en donde es muy lindo recibir besitos; la nariz es un punto opaco pero un beso suave lo hace brillar; llegó hasta mis tetillas que inyectadas y paradas parecían querer escapar, con mis pezones también inflamados, deseosos de ser besados; estaba con una gran excitación,
La sesión individual tocaba a su fin; pasamos a excitarnos de a dos juntos; la besaba en la boca y ella me correspondía con un beso de igual intensidad, le besaba los senos y ella también; ,
Cuando estábamos en ese alto nivel de excitación ella me pidió:
¡Llévame a la cama!
La tomé en mis brazos y con su cara pegada a la mía mientras yo la llevaba, suavecito me susurró al oído:
¡Te amo con toda mi alma!... ¡No me dejes nunca por nada., no me dejes abandonada!
Si bien todo parecería que esa noche, lo mas lógico era que tuviéramos sexo, (dado el nivel de excitación que ambos teníamos); no fue así, los mimos remplazaron al amor erótico y los besos chiquititos en la boca y en el cuello nos fueron aplacando hasta quedarnos completamente dormidos.
Al día siguiente la sábana que cubría nuestra desnudez fue testigo del acto más intenso de amor.
Ese día al levantarnos, a pesar de no poder dominar la tentación de amarnos, nos pasamos la tarde en el río leyendo poemas.
NO TE DES POR VENCIDO (Autor Almafuerte)

No te des por vencido
ni aún vencido,
no te sientas esclavo,
ni aún esclavo;
trémulo de pavor,
piénsate bravo
y arremete feroz
ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido,
que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
no la cobarde intrepidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora,
o como Lucifer que nunca reza,
o como el robledal cuya grandeza,
necesita del agua y no la implora...

¡Qué muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!


LO QUE YO QUIERO (Autor Almafuerte)
I
Quiero ser las dos niñas de tus ojos,
las metálicas cuerdas de tu voz,
el rubor de tu sien cuando meditas
y el origen tenaz de tu rubor.

Quiero ser esas manos invisibles
que manejan por sí la Creación,
y formar con tus sueños y los míos
otro mundo mejor para los dos.

Eres tu, providencia de mi vida,
mi sostén, mi refugio, mi caudal:
cual si fueras mi madre yo te amo...
¡y todavía más!

II

Tengo celos del sol, porque te besa
con sus labios de luz y de calor,
del jazmín tropical y del jilguero
que decoran y alegran tu balcón.

Mando yo que ni el aire te sonreía:
ni los astros, ni el niño, ni la flor,
ni la Fe, ni el Amor, ni la Esperanza,
ni ninguno en lo eterno más que yo.

Eres tú, Soberana de mis noches,
mi constante, perpetuo cavilar:
ambiciono tu amor como la Gloria...
¡y todavía más!

III.

Yo no quiero que alguno te consuele
si me mata la fuerza de tu amor...
¡si me matan los besos insaciables
fervorosos, ardientes que te doy!

Quiero yo que te invadan las tinieblas
cuando ya para mí no salga el sol.
Quiero yo que defiendas, mi cadáver
del más leve ritual profanador.

Quiero yo que me nombres y conjures
sobre labios y frente y corazón.
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas...
¡loca, sí, muerta, sí, te quiero yo!

Mi querida, mi bien, mi soberana,
mi refugio, mi sueño, mi caudal,
mi laurel, mi ambición, mi santa madre...
¡y todavía más!

"Almafuerte", Pedro B. Palacios





A TUS PIES (Autor Almafuerte )

Nocturno canto de amor
que ondulas en mis pesares,
como en los negros pinares
las notas del ruiseñor.

Blanco jazmín entre tules
y carnes blancas perdido,
por mi pasión circuido
de pensamientos azules.

Coloración singular
que mi tristeza iluminas,
como al desierto y las ruinas
la claridad estelar.

Nube que cruzas callada
la extensión indefinida,
dulcemente perseguida
por la luz de mi mirada.

Ideal deslumbrador
en el espíritu mío,
como el collar del rocío
con que despierta la flor.

Sumisa paloma fiel
dormida sobre mi pecho,
como si fuera en un lecho
de mirtos y de laurel.

Música, nube, ideal,
ave, estrella, blanca flor,
preludio, esbozo, fulgor
de otro mundo espiritual.

Aquí vengo, aquí me ves,
aquí me postro, aquí estoy,
como tu esclavo que soy:
Abandonado a tus pies.





AVANTI! (Poesías de Almafuerte)


Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas,
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte...

¡Todos los incurables tienen cura
Cinco segundos antes de su muerte!




¡PIU AVANTI! (poesía de ALMAFUERTE )

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
Y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
Que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
Necesita del agua y no la implora...

Que muerda y vocifere vengadora,
Ya rodando en el polvo, tu cabeza!



¡MOLTO PIU AVANTI! (ALMAFUERTE)

Los que vierten sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas
para limar las de los otros antes;

Los que van por el mundo delirantes
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
Sucios, enfermos, trágicos,... ¡sobrantes!

¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡Nunca sigas impulsos compasivos!
¡Ten los garfios del Odio siempre activos
Los ojos del juez siempre despiertos!

¡Y al echarte en la caja de los muertos,
Menosprecia los llantos de los vivos!




¡MOLTO PIU AVANTI ANCORA! (ALMAFUERTE)

El mundo miserable es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser, tras el tocado:

No digas tu verdad ni al mas amado,
no demuestres temor ni al mas temido,
no creas que jamás te hayan querido
Por mas besos de amor que te hayan dado.

Mira como la nieve se deslíe
sin que apostrofe al sol su labio yerto,
cómo ansia las nubes el desierto
Sin que a ninguno su ansiedad confíe...

¡Trema como el infierno, pero ríe!
¡Vive la vida plena, pero muerto!



¡MOLTÍSSIMO PIU AVANTI ANCORA! (ALMAFUERTE )

Si en vez de las estúpidas panteras
y los férreos estúpidos leones,
encerrasen dos flacos mocetones
en esa frágil cárcel de las fieras,

No habrían de yacer noches enteras
en el blando pajar de sus colchones,
sin esperanzas ya, sin reacciones
lo mismo que dos plácidos horteras;

Cual Napoleones pensativos, graves,
no como el tigre sanguinario y maula,
escrutarían palmo a palmo su jaula,
Buscando las rendijas, no las llaves...

¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:
A escrutar la rendijas de tu jaula.



LO QUE YO QUIERO (ALMAFUERTE )

Quiero ser las dos niñas de tus ojos,
las metálicas cuerdas de tu voz,
el rubor de tu sien cuando meditas
Y el origen tenaz de tu rubor.

Quiero ser esas manos invisibles
que manejan por si la creación,
y formar con tus sueños y los míos
Otro mundo mejor para los dos.

Eres tú, providencia de mi vida,
mi sostén, mi refugio, mi caudal;
Cual si fueras mi madre, yo te amo...
¡Y todavía más!
II
Tengo celos del sol porque te besa
Con sus labios de luz y de calor...
¡del jazmín tropical y del jilguero
Que decoran y alegran tu balcón!

Mando yo que ni el aire te sonría:
ni los astros, ni el ave, ni la flor,
ni la fe, ni el amor, ni la esperanza,
Ni ninguno, ni nada más que yo.

Eres tu, soberana de mis noches,
mi constante, perpetuo cavilar:
Ambiciono tu amor como la gloria...
¡Y todavía más!
III
Yo no quiero que alguno te consuele
Si me mata la fuerza de tu amor...
¡si me matan los besos insaciables,
Fervorosos, ardientes que te doy!

Quiero yo que te invadan las tinieblas,
Cuando ya para mí no salga el sol.
Quiero yo que defiendas mis despojos
Del más breve ritual profanador.

Quiero yo que me llames y conjures
Sobre labios y frente, y corazón.
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas...
¡Loca sí; muerta si, te quiero yo!

Mi querida, mi bien, mi soberana,
mi refugio, mi sueño, mi caudal,
Mi laurel, mi ambición, mi santa madre...
¡Y todavía más!


LA YAPA (ALMAFUERTE )

Como una sola estrella no es el cielo,
ni una gota que salta, el Océano,
ni una falange rígida, la mano,
ni una brizna de paja, el santo suelo:

Tu gimnasia de jaula no es el vuelo,
el sublime tramonto soberano,
ni nunca podrá ser anhelo humano
Tu miserable personal anhelo.

¿Qué saben de lo eterno las esferas?
¿De las borrascas de la mar, las gotas?
¿De puñetazos, las falanges rotas?
¿De harina y pan, las pajas de las eras?...

¡Detén tus pasos Lógica, no quieras:
Que se hagan pesimistas los idiocias!



ADIÓS A LA MAESTRA (ALMAFUERTE )

Obrera sublime,
bendita señora:
la tarde ha llegado
También para vos.

¡La tarde, que dice:
descanso!…la hora
de dar a los niños
El último adiós.

Más no desespere
la santa maestra:
no todo en el mundo
del todo se va;

Usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
Segunda mamá!

Pasando los meses,
pasando los años,
seremos adultos,
Geniales tal vez…

¡Mas nunca los hechos
más grandes o extraños
desfloran del todo
La eterna niñez!

En medio a los rostros
que amante conserva
la noble, la pura
memoria filial,

Cual una solemne
visión de Minerva,
su imagen, señora,
Tendrá su sitial.

Y allí donde quiera
la ley del ambiente
nimbar nuestras vidas,
clavar nuestra cruz,

La escuela ha de alzarse
fantásticamente,
cual una suntuosa
Gran torre de luz.

¡No gima, no llore
la santa maestra:
no todo en el mundo
del todo se va;

Usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
Segunda mamá!




INTIMA ( ALMAFUERTE )

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,

Ni reclinando la gentil cabeza
Sobre el augusto pecho maternal.
Te vi...si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,

Es que la maldición de los amantes
no la recibe Dios,
¡O acaso el que me roba tus caricias:
Tiene en el cielo más poder que yo!

Otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura,
Yo te diré mi amada.

Ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras;
ellos son elocuentes porque esperan,
¡Y yo no espero nada!

Yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y sé que un hombre esclavo de rodillas
Más que todos alcanza...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras,
yo seré más audaz pero más noble:
¡Yo te diré mi amada!





AYER Y HOY (ALMAFUERTE )
L
Humilde como el voto del creyente,
bendito como el ángel de mi guarda,
tímido, solitario, romancesco,
Fe y esperanza.

II
Como tú, virginal y sin mancilla,
como yo, visionario y entusiasta,
era el amor que te ofrecí; inocente,
Como mi alma.

III
Ignoto, como ráfaga perdida,
ardiente, como lágrima callada,
torcido, desolado, borrascoso,
Amor de paria.

IV
Triste como el destello de la luna,
solo, como la luna solitaria,
es el recuerdo de ese amor maldito,
Como mi alma.


DIOS TE SALVE (ALMAFUERTE )

Cuando se haga en ti la sombra;
cuando apagues tus estrellas;
cuando abismes en el fango;
más hediondo, más infecto,
más maligno, más innoble;
más macabro, más de muerte,
más de bestia, más de cárcel,
no has caído todavía,
No has rodado a lo más hondo…
si en la cueva de tu pecho,
más ignara, más remota,
más secreta, más arcana,
más oscura, más vacía,
más ruin, más secundaria,
canta salmos las tristeza,
muerde angustias el despecho,
vibra un punto, gime un ángel,
pía un nido de sonrojos,
Se hace un nudo de ansiedad.
Los que nacen tenebrosos;
los que son y serán larvas;
los estorbos, los peligros,
los contagios, los Satanes,
los malditos, los que nunca,
nunca en seco, nunca siempre,
nunca mismo, nunca nunca,
se podrán regenerar,
no se auscultan en sus noches,
No se lloran a si propios…
se producen imperantes,
satisfechos, como normas,
como moldes, como pernos,
como pesas controlarías,
como básicos puntales,
y no sienten el deseo,
de lo sano y de lo puro,
ni siquiera un vil momento,
ni siquiera un vil instante,
De su arcano cerebral.
Al que tasca sus tinieblas,
al que ambula taciturno;
al que aguanta en sus dos lomos,
como el peso indeclinable,
como el peso punitorio,
de cien urbes, de cien siglos;
de cien razas delincuentes,
su tenaz obcecación;
al que sufre noche y día,
y en la noche hasta durmiendo,
como el roce de un cilicio,
como un hueso en la garganta,
como un clavo en el cerebro,
como un ruido en los oídos,
como un callo apostemado
la noción de sus miserias,
la gran cruz de su pasión:
Yo le agacho mi cabeza;
yo le doblo mis rodillas;
yo le beso las dos plantas;
yo le digo: Dios te salve…
¡Cristo negro, santo hediondo, Job por dentro,
Vaso infame de dolor!




LA MOROCHA QUE PERDIENDO ME GANO.
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Se conocen a la entrada de un boliche, ella pierde una apuesta y salió con Él, viven un día de locura. La vuelve a ver cuando han pasado cinco años. .


Ese fin de semana era mi último franco antes de salir de baja del servicio militar.
Habíamos salido con un grupo de amigas y amigos de mi primo Johnny, entre ellos una morocha muy linda que estaba sin pareja estable; ese día la acompañaba un muchacho de la barra. No estaban comprometidos, ni ella tampoco estaba entusiasmada en salir con él.
Al llegar al boliche bailable, en la puerta había un cartel:
“Entrada prohibida a menores de veinte años”.
Yo iba con mi pelo corto de soldado y tenía cara de “pendejo” como dicen en Mendoza.
Ella,- la morocha-a la que yo había estado mirando,- se arrimó hasta estar en contacto conmigo y me dijo:
… ¡Sonaste!
…¿Por qué?...-le pregunté-
… ¡Porque la entrada es para mayores de veinte años!
¿Vos crees?- … ¡Te juego una apuesta: Si entro, salís conmigo cuando esté de vuelta, quizás en veinte días!
…¡De acuerdo!… ¡Me llamas por teléfono y arreglamos el día para salir!
Fuimos a sacar las entradas, cada uno debió exhibir sus documentos de identidad; al llegar mi turno todos hasta allí habían entrado; el hombre que vendía las entradas, miró la fecha de nacimiento 12/11/41 y dijo: … ¡Veintiuno!
… ¡Pasa!
Estábamos adentro y yo bailaba con otra chica. En determinado momento la morocha, hermosa, se arrimó y me dio un papel con un número:
… ¡Es mi teléfono!
Y siguió bailando con su pareja.
Junto al número de teléfono estaba su nombre: Emily y el de la calle y número. (Godoy Cruz).
Supe por mi primo, que el padre tenía bodega y finca en Tupungato, y que ella era única hija; estudió y se recibió en un colegio comercial y cursaba abogacía en segundo año.
Yo terminaba la colimba a fines de noviembre y me quedaba en Mendoza hasta Enero, en Los Campamentos, después volvería a San Juan, para terminar de rendir las materias que dejé colgadas al ir al servicio militar.
El 29 de Noviembre salí de baja y era un martes, llegué ese mismo día a la ciudad de Mendoza, y me quedé en la casa de mi primo Johnny.
A la noche la llamé por teléfono y quedamos en salir al día siguiente.
El padre se iba a la bodega todas las semanas y se quedaba de lunes a viernes al mediodía, viajaba por un camino en parte de montaña, peligroso; a veces iba con la madre y ella se quedaba sola.
El martes pasé a buscarla y estaba sola, estaba arreglada, era temprano cuando llegué a su casa; apenas las tres de la tarde. Era el único día que la vería y por eso debía tratarla como a una reina, para que no se olvidara de mí. Me invitó a tomar un te antes de salir; hacía calor el ultimo día de noviembre; habían cuajado las vides y algunos duraznos estaban madurando. La casa tenía perfume a flores, el jardín, enorme, estaba preciosamente arreglado y los árboles muy bien cuidados, esparcían su sombra sobre el alero de la puerta y alrededores.

El calor hizo que ella vistiera elegante y con ropas sueltas; su figura era perfecta, recién entonces me di cuenta que arreglada, no de sport como el día que la conocí, era una chica bellísima, vestía una blusa de seda sobre el corpiño blanco y una camperita de hilo blanco igual que su pollerita, tejida a mano, de hilo blanco.
La hora de salida fue como a las 17.50 pm, y llegamos cerca de las 18 pm, al boliche, a su función matinée. El local estaba sobre la avenida de las palmeras, que daba contra la plaza Independencia; el lugar bailable era un subsuelo muy amplio que tenía refrigeración y estaba muy agradable.
El salón estaba ex profeso muy oscuro, las luces sobre la escalera y en la barra servían para guiarse, cuatro luces en las esquina completaban la escasa iluminación; la pista tenía un juego de luces cambiantes que iluminaban más que todo lo demás.
La caja registradora y la barra tenían luces azules muy tenues, que iluminaban solamente en el lugar que estaban.
Buscamos una mesa no muy cerca de la pista, atrás de la barra que no tenía iluminación; allí nos pusimos a conversar tranquilos ya que el sonido de los parlantes se esparcía en el área cercana a la pista.
Me sorprendió lo madura e inteligente que era Emily. Ella llevaba la administración, los papeles, de la bodega; sus estudios de Perito Mercantil le sirvieron para ello. Esa situación hacía que Emily conociera perfectamente el negocio del padre y también se ocupara de las ventas y la administración de la bodega. Tenía su escritorio en la oficina de la administración de la bodega y desde allí manejaba las ventas con idoneidad.
Era una chica de veintiún años, grande para su edad; tenía demasiada
responsabilidad.

Salimos a bailar una música alegre y de moda: Salsa, no era para bailar apretados y tuve que esperar a los lentos para tratar de darle un beso.
Cuando llegaron los lentos, bailábamos mejilla a mejilla, ella no hizo objeción de que la besara en la cara, y así siguiendo la besé en la boca. Era muy apasionada, la oscuridad permitía besarnos sin sentir el acoso de las miradas.
No se veía nada! Alguien diría: ¡Ni lo que hablábamos!
Tenía que hurgar en mi memoria para encontrar un tiempo tan placentero como el que estaba pasando. Me contó que por ser única hija sus padres estaban pendientes de ella pero no para controlarla, sino por seguridad, sus padres la protegían pero no la vigilaban, había tenido un novio, y se peleó con él porque era un “bobo ”; hacía un tiempo que no lo veía y no lo quería ver más. Había cortado para siempre y eso la dejó en libertad.
A pesar de la oscuridad no quiso que la tocara en las partes más intimas: Los senos y, entre las piernas. Solo besos y más besos.
Cuando se hicieron las diez de la noche salimos a cenar a un lugar muy lindo (y caro), el lugar se llama La Armonía; tocaban violines por entre las mesas, las cuales estaban debajo de un parral, lo que le daba al lugar un fuerte acento mendocino. También hubo un show de guitarras y música cuyana; al estilo de Hilario Cuadro; cuando todo terminó era la una de la mañana y nos fuimos a su casa. Fuimos en taxi y al llegar, pagué y,.. me dijo:
…¡Bájate!
…¡Obedecí sin preguntar!
…¡La noche había empezado muy bien, pero no se cómo seguiría!
Al entrar al living, nos esperaban amplios sillones donde nos sentamos; el sillón principal tenía cinco cuerpos rectos y un ala de dos cuerpos, otros sillones sueltos rodeaban una mesa baja de roble y tapa de vidrio. El lugar tenía luz tenue que podía reducirse a cero. Ella apagó todas las luces menos una lejana en un rincón.
A pesar del calor, ella me ofreció café con coñac, el coñac era muy fino: Francés auténtico y trajo la botella, el café duró poco, por lo que tomamos coñac solo. Ella tomaba igual que yo, servía cuando se vaciaban las copas; nos dimos cuenta que la cosa así terminaría mal y no como nosotros queríamos, se llevó la botella y trajo café que lo tomamos amargo. Lo que tomamos fue suficiente para terminar con algunas inhibiciones.
Era la una de la mañana y no esperaba a nadie y sus padres vendrían el viernes de la bodega.
Ella sabía que teníamos toda la noche y el día siguientes para estar juntos y se preparó para pasarla bien.
Después al coñac lo suplantaron los mimos que empezaron de una manera
muy tranquila: Besitos en la boca y caricias, ya la había besado en el boliche
y eran muy lindos y dulces sus besos.
De pronto su blusa de seda y su pollerita volaron, quedó en bombachita blanca y corpiño blanco. Ella me ayudó a sacarme la camisa y el pantalón y quedé en calzoncillos “Casi”, se usaban en esa época, muy ajustados, de goma en la confección de su tela. Su cuerpo era espectacular, la cola tenía las nalgas bien marcadas y la bombacha se le metía entre los pliegos. Su cola parada y carnosa daba origen a un precioso par de piernas, largas y torneadas. El corpiño ocultaba dos senos redondos y duros, y al caerse dejó al descubierto los senos redondos, con los pezones rosados parados y duritos, iguales que un capullo de rosa que invitaba a olerlos o una fruta a cortarlos con los labios.
Cuando quedamos sin ropas, la que empezó fue ella, me tomo del cuello y me dio un beso interminable; estábamos de pie y me tiró sobre el sillón grande. Seguimos besándonos, La besé en la boca, en el cuello y quedaba besarla en los senos y mas abajo. No sabía que hacer, pero ella lo simplificó todo; empezó y logró sacarme el calzoncillo, a medida que me tocaba sus besos bajaron hasta llegar al sexo, y yo empecé a besarle los senos. Estábamos a gusto.
Yo estaba acostado boca arriba sobre el sillón y ella estaba boca abajo arriba mío, nos besamos en la boca un rato y volvimos al pubis de ambos. Como ella estaba arriba mío, yo la abrí de piernas y me puse debajo.
Hasta que ella empezó a tener espasmos; todo coincidió y el placer de terminar juntos se sintió con un fuerte apretón, largando sus fluidos que mojaron mi anatomía. Había experimentado su primer orgasmo
Seguí adentro, yo no había eyaculado, para que ella siguiera y tuviera su segundo orgasmo, y yo el mío, interminable.
Estaba contenta, fumamos un cigarrillo, y fue allí que me dijo:
…¡Me gustas mucho¡
…¡Nunca nadie me había hecho sentir tan bien!
Le dije:
…¡Tus besos son muy dulces y me llenan de felicidad!
...¡Aunque recién te conozco te quiero hasta el cielo, como dicen los chicos!

Emily había experimentado por primera vez un doble orgasmo, se sentía plena, eran las tres de la mañana y no teníamos intenciones de dormir.
Me sirvió un café con leche con unas masas y eso me cayó muy bien
Habíamos repuesto energías y calentado el estómago; cuando a ella le vino como un ataque de calentura multiorgasmica. Me pidió que la besara y lo hice con besos en todo el cuerpo, la besé en la cara, en la boca, en las orejas, los labios se los succioné con los míos; volví a besarla en el pupo, en el agujerito le metí la lengua y empecé a bajar hasta besarla abajo, estaba todo
rojo y durito, la abrí totalmente de piernas. En un momento estábamos al
limite, ella se movía y empezó a gemir
…¡Avísame! Le dije y ella me contestó:
…¡Ahora vamos!
Y terminó con un resonante tercer orgasmo; al sentir que ella se acababa me vacíe en forma incontenible, mojándola toda. Nos quedamos un rato tirados en el sillón y me pidió que fuéramos a la cama; los dormitorios quedaban en la planta superior.

La casa era inmensa, tendría como cuatrocientos metros cuadrados de superficie construida, tenía enormes jardines y un parque de árboles antiguos; que ya estaban en ese bosque antes de construir la casa. La cerca exterior era muy alta, de ladrillos a la vista, un portón de madera, y caminos interiores por el parque.

A un costado y en un área libre de árboles, lo que le permitía recibir el sol, había una inmensa pileta de natación, que parecía invitarnos a tomar un baño, para bajar el calor.
Bajamos desnudos envueltos en una bata blanca. En la pileta había sillones que permitían estar sentado o acostado con gruesas colchonetas.
Yo me tiré al agua apenas llegué, y nadé hasta el extremo más lejos de la pileta.

Allí salí y me senté en uno de los sillones; cuando de repente vino María José como a hurtadillas y me puso el sillón plano, se subió a caballo mío y me empezó a acariciar. Sola. Junto con sus besos en mi boca, ella hacía caballito: Bajaba y subía, entraba y salía, se movía para un lado y otro hasta que se vació y estaba loca de placer, tuvo su cuarto orgasmo en la noche.
Nos tiramos los dos al agua, allí seguimos jugando y tocándonos. Yo le pasaba la mano por el cuerpo y la besaba en los senos, que se le ponían duros; la pileta tenía luces en el piso y se veían los cuerpos al trasluz. Si bien la había visto antes, no había estado pendiente solo de su figura:
… ¡Era hermosa!
…¡La morocha más impactante de todo Mendoza!
-Me dijo:
…¡Conocerte es lo mejor que me pasó este año; si no te veo más, nunca olvidaré esta tarde y esta noche!

Salimos de la pileta y nos sentamos, envueltos en la misma bata blanca, en el mismo sillón. Mientras la besaba la acariciaba por adentro de la bata. Cuando estábamos en eso, ella me dijo:
…¡Hagámoslo pero distinto!
…¡Sentate!... y me abrió de pierna, acto seguido se sentó ella mirando de frente, yo me coloqué en posición pasiva; ella se entraba y se salía, me daba besos; los besos eran cada vez mas largos y mas dulces sin dejar por eso de moverse.

En un determinado momento ella se levanta se queda suspendida de los brazos y pone el culito, baja de a poco a medida que le entra. Yo tenía
una erección perfecta y deseaba que se la metiera por la vagina para terminar allí; pero ella se la metió por el culito- y me dijo:
… ¡Dale!
…¡Le entró toda!
...¡Ella gozaba, y yo también! Su culito era distinto y se sentía un gran placer al penetrarlo
Un rato después, cuando ya no aguantaba más, tomé el control de las acciones y se la saqué. Y se la empecé a pasar por su clítoris, también a pasarle contra los labios y abrirle la vulva; hasta que por fin se la introduje en la vagina, la punta apenas,
Ella estaba toda mojada, me dijo:
…¡Ahora, métela , no dejes nada!... y se la metí hasta el final de la vagina , se movía para adelante y para atrás, y de repente me dijo:
...¡Me voy!
Y tuvo su cuarto orgasmo de la noche, mojando el sillón con sus fluidos y yo arrastrado por ella tuve una eyaculación feroz después de un día de sexo, ternura y dulzura.

Después de esto y a las cuatro casi cinco de la mañana, ella me dijo:
… ¡Vamos a dormir!
Al día siguiente Yo no tenía nada que hacer, pues recién salía del Servicio Militar; dormimos hasta las once de las mañana; ella se levantó desnuda cubierta con una bata blanca y me trajo el desayuno a la cama.

El desayuno estuvo exquisito: Café con leche con frutas, jugos de diferentes tipos, exprimidos en la máquina y con hielo. Además de eso, sánguches de miga de jamón crudo y queso.

Después del desayuno empezó la sesión besos; por los agradecimientos del desayuno, por el saludo de la mañana y a medida que los besos bajaban llegaron a lo extremos, entusiasmándola de nuevo. Fuimos al baño a darnos una ducha. La jaboné toda, por los senos, por la cola y la colita; ella me jabonó la espalda y luego el pene; esto fue suficiente para que empezáramos a amarnos tirados en la bañera. Llego su quinto orgasmo y el final.

Allí me di cuenta que el amor, todo lo puede, que el día que pasé con ella fue tan lindo y dulce que quisiera que durara por toda la eternidad. Había terminado su quinto orgasmo conmigo a la rastra.

Una noche fue suficiente para despertar el amor; supimos que el sexo cuando es realizado con dulzura, es equivalente el amor, y esa noche estuvo inundada de amor del más puro, aunque fue la primera vez que estábamos juntos.

Almorzamos una comida que preparó Emily, me supo exquisita, me vestí de nuevo con mi traje azul oscuro; la besé, la tuve entre mis brazos, la mimé no
me quería ir pero todo llega.


Le dije:
…¡Perdiste la apuesta en el boliche, pero ganaste mi corazón, mi alma, mis sentimientos, mi ser,… ¡ Emily no quisiera irme nunca, nunca te olvidaré, por más que pasen los años y no te vea serás como una luz que a lo lejos siempre divisare!
…¡Estas fueron horas apasionantes que viví contigo, he vivido un sueño y al despertar tu no estarás; me voy a San Juan, rendiré y espero volver!

Jorge Eduardo nunca volvió, se fue de San Juan a Santa Fe y cuando regresó a Mendoza, después de cinco años la encontró vendiendo regalos, para ayudar a Caritas.
Me contó que sus padres hacia cinco años habían fallecido, en un choque, viniendo de la bodega; que ahora ella cuidaba todo el negocio y que seguía sola. Le iba bien y tenía algunos colaboradores, que la ayudaban en la faz técnica, ya que ella se ocupaba de la parte administrativa y las ventas.
Estaba más bonita que antes, era una mujercita de veintiséis años y toda una empresaria, cómo siempre muy elegante, que por su capacidad salió adelante...



Recuerdo del año 1961. Godoy Cruz Mendoza
JORGE EDUARDO-.

LA PLATA - 2009
LA PLATA- 2012






EN LA PLAYA LA ENCONTRÉ.



Por Jorge Eduardo
Santa Fe 1962
La Plata -2008
La Plata 2012

Su piel blanca sobresalía en el grupo de las que habían tomado mucho sol. Estar negra era una costumbre para el verano, y todas se quedaban tiradas al sol como lagartos, asoleándose; estaba en la playa cuando la encontré y lo primero que me llamó la atención fue su blancura. Caminaba con un amigo cuando la vi, y le dije en voz alta:
… ¡A mi me gustan las chicas sin quemarse!
O mejor dicho las chicas blancas; ella que había escuchado se dio vuelta para no mirarme.
Yo seguí caminando y cuando volvíamos notamos que el grupito, no estaba ya en el lugar donde tomaban sol.

Pasaron varios días y no las vimos en esa playa, a la semana supusimos que se habrían ido de la playa, o terminado sus vacaciones; después de diez días pasábamos entre un grupo de carpas y volvimos a ver a todas las chicas tiradas al sol, …y a la que estaba blanca… ¡muy negra!
... Era sin lugar a dudas la más linda de todas, ya fuera quemada o blanca; atrajo mi atención pero no me dio ni la hora, esto hirió mi amor propio y me propuse conquistarla.

El pueblito al lado del mar tenía una sola discoteca, y si se proponían salir había que ir a ella: “El refugio del dinosaurio marino”. La entrada era una gruta que dejaba paso a un patio a cielo abierto, sin techo, donde se bailaba; adentro de la gruta estaba el bar donde la gente llegaba y se conocía, con sillas y mesas para sentarse a tomar un trago, a media luz. La pista permitía ver las estrellas y era un lugar muy romántico, no tenía luces, sólo el pequeño resplandor que llegaba de la gruta.

Esa noche era viernes y el domingo era nuestro último día de vacaciones, llegamos a El Refugio… a eso de las tres de la mañana, la música era lenta y la luz muy tenue, entramos a la gruta y nos fuimos a un rincón, lejos de la pista, donde por su ubicación, no había casi nadie; salvo un grupo que no distinguíamos si eran hombres o mujeres.

Vino el mozo y preguntó qué tomábamos: Cuba libre, dijimos todos, una bebida de moda en 1962, alcanzamos a observar que a la mesa cercana le traían cuatro botellas chicas de cerveza, pensamos entonces que eran hombres, ya que las mujeres por ese entonces tomaban bebidas gaseosas. Nuestra curiosidad aumentó cuando les trajeron el segundo y tercer pedido de cerveza, con muy pocos alimentos para acompañarlas, algunos maníes y galletitas saladas

El Cuba libre nos duró hasta el cuarto pedido de cerveza, y recién entonces nos dimos cuenta que “los cuatro” eran chicas, pues fueron al baño de mujeres, pero aun no las habíamos visto. Al volver ellas del baño nos paramos y fuimos nosotros.

La música pasó de los lentos a música de Elvis Presley, los cuatro nos levantamos al mismo tiempo y fuimos a la mesa vecina, cada uno invitó a bailar a una chica y todas aceptaron el ofrecimiento de bailar rock; estábamos seguros que no las habíamos visto nunca, pues la que bailaba conmigo primero la vi muy blanca y después muy negra. Tampoco sabíamos de dónde venían, dado que se habían puesto de acuerdo en no decirlo, tiraron como al pasar que de una provincia muy linda; donde se toma mucha cerveza.

Cuando les dijimos que estudiábamos en una provincia muy linda, donde se toma mucha cerveza, se miraron y no dijeron nada. No podía ser que no las hubiésemos visto nunca y ellas tampoco.

La noche se terminaba pronto y los lentos volvieron a sonar, allí fue cuando intenté intimar, pero la primera reacción de ella fue ponerme el codo adelante, impidiendo que la apretara; me hice el distraído y seguí bailando lento como si todo estuviera esplendido, cuando terminó la pieza la llevé a su mesa sin decirle ninguna palabra, y le agradecí por bailar conmigo. Las otras siguieron bailando lo que quedó de los lentos y luego Rock, eran las últimas piezas y los dos estábamos solos en nuestras mesas.

La bronca que yo tenía no se notaba por la falta de luz, pero se adivinaba porque no la saqué a bailar más esa noche. Tocaron el carnaval carioca y tampoco la saqué a bailar. Las amigas vinieron a buscarla para hacer un trencito y ella fue lo más tranquila, luego pasaron por mi mesa y me llevaron, tocándome atrás de ella, los últimos veinte minutos del carnaval me hicieron pasar la mala honda que tenía, y empecé a divertirme de nuevo, bailaba con las chicas como un loco pero sin invitarla a ella.

En eso el grupo se armó como estaba, cada uno con su pareja y yo quedé de nuevo en pareja con ella. Las primeras palabras de ella fueron:
… ¿Cómo estas?
¡Bien descansado, ¡pero me gustaría bailar lentos!...
En eso como para cerrar la noche el disk jockey puso un popurrí de lentos, los que habíamos bailado y otros que no; ella se había dado cuenta de cuál fue el motivo de mi reacción y sacó su brazo que ponía siempre instintivamente para separar; bailamos los lentos con la cara pegada y sin ningún contratiempo, terminamos la noche despidiéndonos en la puerta del boliche; ellas venían en auto y nosotros de a pie.

La noche terminó y no hubo promesas de encontrarnos, pero el destino lo cambió, pues el día domingo cuando fuimos a tomar el colectivo, ellas iban en el mismo viaje. Las cuatro chicas venían en el auto que habían usado esa noche, lleno de valijas, que las ayudamos a cargar en el baúl de los equipajes; teníamos los ocho primeros asientos de la parte superior, y decidimos sentarnos por parejas como estuvimos bailando en el boliche, de este modo el viaje sería menos aburrido.

Hasta que salió el colectivo ellas estuvieron abajo con su tía, primas y amigas. A nosotros no nos despidió nadie así que ocupamos los cuatro asientos del lado del pasillo, dejándoles a las chicas los del lado de la ventana.
... El ómnibus viajaba de noche y llegamos a la mañana temprano, tomaron un taxi y se fueron, nosotros hicimos lo mismo. Casi ni hubo despedida en la terminal, pero el viaje fue agradable. Ninguna dejó dirección, ni teléfono, tampoco dónde encontrarlas; otra vez el azar nos ubicó en el lugar que más nos gustaba ir: La Laguna de Guadalupe.

Allí empezamos a frecuentarnos, a jugar en el agua y a vernos para tomar cervezas en las noches de calor insoportable. Las relaciones eran cada vez mas estrechas y nadie del grupo tenía novia o novio, sólo amigos. Empezamos a dejar el grupo y salir solos, ya fuera a bailar o tomar algo. También pasaba los domingos a buscarla, íbamos al cine o a escuchar grupos folklóricos. El Chango Nieto estaba de moda y cantaba muy lindo; ella se moría por él, cada vez que venía la llevaba a escucharlo y verlo. Habían pasado largos meses de invierno, desde el verano, y se venía la primavera.

Por esos días conocimos otro grupo de chicas, en una fiesta del Día de la Primavera, fue en una quinta que tenía un cartel que decía: “Dentre el que traiga alimento”. Nosotros llevábamos asado para seis personas, al ver el cartel no sabíamos si había chicas o varones y nos mandamos, grande fue la sorpresa al verlas, eran todas mujeres, no podía ser mejor el grupo ya que las mujeres eran también seis. Pasamos un Día de la Primavera con todo, jugamos a la pelota con las chicas, a las cartas… nos encontramos con una víbora yarará, dispuesta a picar enrollada en una pisada de vaca.

Al volver fuimos caminando los diez kilómetros que nos separaban de la ciudad. El regreso lo emprendimos a la medianoche, después de haber estado cantando junto al fuego. Comiendo asado y cosas que quedaron del mediodía.

Con las chicas del picnic nos seguimos viendo, íbamos a la Laguna, nos bañábamos y jugábamos en el agua; al grupo se unieron otras amigas que no estuvieron en el asado, una de ellas era una morocha muy bonita; estas nuevas amistades me separaron circunstancialmente de mi amiga de la playa, dejé de salir con ella sin ningún motivo; enterada de mis nuevas amistades, les tomó bronca, y un día que nos encontramos me recalcó el hecho de que había dejado de ir a visitarla; le dije que estaba estudiando y que no salía porque tenía que rendir, como ella sabía que era mentira me lo dijo y quedamos en salir el sábado a la tarde.

Pasé por su casa y ella estaba con una minifalda blanca, cortita, que le quedaba preciosa. Era sin lugar a dudas la chica más bonita de todas las que conocí,… descubrí que era mucho más linda de lo que la había visto junto al mar en el verano,… su cuerpo era armonioso y delicado,… tenía la cola perfecta y el busto chiquito, muy bonito, por la perfección de sus formas. Aunque no la miraba solo por ese lado, tenía además dos enormes y preciosos ojazos color miel; era sumamente educada y no le gustaba llamar la atención, pero de por si lo hacía, por su belleza sin igual.

Fuimos en malla al interior de La Laguna, que es muy playa y permitía que camináramos más de doscientos metros desde la costa y el agua nos llegaba hasta la altura del pecho; estábamos alejados de las pocas personas que había a esa hora en la laguna; caía el sol y los últimos rayos nos dieron impulso para, por primera vez en mucho tiempo, empezarnos a besar.

Nunca la había besado en los nueve meses que hacía que la conocía; la relación de amigos inhibía un poco esa situación y también el hecho de que siempre estábamos en lugares públicos como: Bares, cines, o en la calle caminando.

Esto fue algo nuevo, que despertó aun más mi interés por ella, cada beso que me daba o le daba me llevaba a intentar un paso más adelante; no fue fácil conseguir que ella consintiera algo más que besos, y esa noche fuimos a tomar cervezas con el último beso en la boca.

Durante la semana siguiente dejé de salir con mis amigas de La Primavera, y ya posteriormente no salí más; pues estaba empeñado en conseguir que mi “amiga” de la playa, fuera “algo más” que amiga. Al llegar el verano empezamos a ir todos los días a La Laguna, y también los besos fueron más apasionados; hasta que un día estando sentados en el agua, con la cabeza solamente afuera, toqué por debajo del agua y sobre la malla -en forma muy sutil-, sus delicados senos, a la par que la besaba, eso la estimuló y dejó que mi mano se posara sobre su malla. Yo sabía que las cosas de allí no podrían pasar por ahora y debía actuar con mucho tacto si no quería ligarme un cachetón y todo terminara, eso era todo lo que había logrado de un verano al otro.

No obstante los pocos logros, estaba feliz y sin saberlo me estaba enamorando perdidamente;, las noches y los días de amigos se estaban terminando entre nosotros, y yo sin saber estaba actuando como un novio verdadero. La cuidaba y estaba pendiente de todo lo que hacía, la iba a buscar a su facultad, la visitaba todos los días, la acompañaba a hacer compras para la escuela, a la biblioteca a buscar libros, y cuando deseaba… la acompañaba a tomar cerveza.

Ella había pasado de una actitud amable, pero distante, a una posición cada vez más cariñosa, con menos actos reflejos defensivos, y yo ya podía acariciarla por sus senos en ocasiones que no hubiesen testigos.

Fue en el día más caluroso del mes de diciembre que fuimos a La Laguna, como tantas otras veces; llegó la tarde y nos sorprendió en el lugar más lejano de la playam donde comienza el bosque: El Monte, llamado Zapatero, hasta ese lugar no llegaba gente, salvo uno que otro expedicionario que buscaba ver algunos flamencos rosados que se asentaban en la laguna, fuera de la vista de los bañistas que iban a las playas más al centro.

No nos habíamos dado cuenta de qué, caminando por la orilla habíamos cruzado los muchos kilómetros que separaban el comienzo de la playa del Monte, haría como tres o más horas que caminábamos sin saber que llegaríamos a ese lugar emblemático de La Laguna. Cuando encontramos los flamencos, recién caímos en la cuenta de que estábamos muy lejos del lugar al que habitualmente íbamos a nadar.

El lugar del monte tenía una vegetación virgen con preciosas plantas salvajes con flores: Como los ceibos, o las enredaderas como las pasionarias con unas flores delicadísimas, habían otras plantas de flores como los aromillos, con lindas flores amarillas; los chañares también crecían en forma salvaje, habiendo grandes ejemplares, sorprendentemente protegidos de los buscadores de leña furtivos.

Nos invadió una sensación agradable de intimidad al estar solos, y cuando caía la tarde nos besábamos profusa y apasionadamente; las primeras palabras que pronuncié después de un largo silencio fueron:
…¡“Te amo”!
… No tuvieron respuesta verbal, pero su conducta no fue la misma; mi locura se imponía a su cordura y entre los ceibos y pasionarias:
… Nos amamos; con el reloj detenido, con la arena besando nuestros cuerpos, con el sol rojo que se hundía en la laguna y nos dejaba solos para amarnos, sin testigos, de nuestro amor que era sólo nuestro.

Jorge Eduardo
En la playa, 1962
Santa Fe-1962
LA PLATA- 2008
LA PLATA-2012






LA MOROCHA DE PELO LARGO
Zarate 1968
LA PLATA 2008
LA PLATA 2012
JORGE EDUARDO
LA MOROCHA DE PELO LARGO
Los días se sucedían con pasmosa placidez, en ese pueblo: Zarate de Buenos Aires, nada salía de lo normal. El club náutico era uno de los pocos lugares que permitía matar el tedio, a un grupo de jóvenes ingenieros que habitábamos todos juntos, en una casa sobre la calle principal...
En 1968 el pueblo estaba creciendo: Se habían instalado algunas industrias, y entre ellas se destacaba la primera petroquímica de Argentina productora de fertilizantes nitrogenados; la producción madre: Amoniaco, más urea; y sulfato de amonio, cómo producto complementario se hacía acido sulfúrico.
Los ingenieros, compañeros de trabajo, decidimos comprar una lancha para usarla en el río Paraná. La compramos entre seis, en doce cuotas, incluidas las del carrito de remolque. El único lugar en Zarate, para usarla con cierta comodidad era el club náutico, por lo que debimos asociarnos todo el grupo. Los primeros tiempos no teníamos ningún amigo o amiga en el club, y salvo el grupo nuestro no salíamos con otros a pasear. De a poco fuimos conociendo gente, que por cierto se mostraron muy amigables y así llegamos a tener un grupo más grande que el inicial.
Entre mis nuevos amigos estaba un dentista que era una persona muy agradable y con el que hicimos una buena amistad. Él era nativo y criado en Zarate y conocía a todo el mundo; recuerdo haberle regalado el libro “más inútil” que leí en mi vida, pero de un gran contenido humorístico-filosófico (en serio).Su autor, humorista español, por decisión propia, ya que todos sus amigos le pedían que escribiera sobre filosofía: El insigne Jardiel Poncela; y el libro:
”PERO HUBO UNA VEZ ONCE MIL VIRGENES”,
Desde la redacción, propia del estilo filosófico –humorista de Jardiel Poncela, hasta la estructura del libro con palabras escritas en forma vertical, lo que obligaba a girar el libro para su lectura. El libro trata de desmitificar la historia sobre la existencia de las once mil vírgenes,(pasaje de la biblia) ya que es muy fácil hacerle perder la virginidad a una mujer.
Entonces Jardiel crea un personaje que en primera persona va relatando cómo, de una en una van cayendo todas las mujeres que él se propone. Tiene dos o tres muletillas, para conseguir sus propósitos, pero la más importante y que la repite antes de cada hazaña es la palabra: AUDACIA.
Sus éxitos abarcan grupos de hermanas de la caridad, hermanas carnales mellizas, hermanas comunes, tías y sobrinas, hijas y madres, y toda mujer que se tope y le guste y considere que debe engrosar su lista de conquistas, pero antes repite: AUDACIA.
Si fuera poco decirlo cada vez que va enfrentar una nueva situación, como en un soliloquio repite AUDACIA, AUDACIA, AUDACIA y coloca la palabra en forma vertical ocupando toda la hoja para decir:


A
U
D
A
C
I
A
Para que todos comprendan la importancia de la AUDACIA. Así este caballero llega al fin de su historia HABIENDO CONQUISTADO TODAS LAS MUJERES DEL REINO DE GRANADA.
Pero a cada chancho le llega su San Martín y este buen hombre se encontró con Fabiola, que era él, pero en el sexo opuesto.
Fabiola le gana la pulseada y para amarla debió casarse con ella; después que FABIOLA logro esto, descubrió que ella, SE HABIA ACOSTADO CON TODOS LOS HOMBRES DEL REINO DE GRANADA.
La filosofía de Jardiel es del tipo: ¡Solo los que están juntos corren peligro de separarse¡. (Esto referido a los amantes).
A mi amigo le gustó el libro y de un préstamo inicial, se lo regalé; pero le dije eso te va a costar la AUDACIA DE PRESENTARME A LA MOROCHA DE PELO LARGO.
Ella lo conocía porque trabajaba en el hospital con él. Era enfermera y vestida de uniforme era la reina de las enfermeras, alta, muy alta, más alta que yo, cerca de un metro ochenta y cinco.
Ella no iba al club, pero siempre recalaba en un bar que se llamaba ATOMO, frente a la plaza, sobre la calle principal y a dos cuadras de mi casa. Vivía a la vuelta de la plaza y a una cuadra y media de mi casa. La tarde que la conocí formalmente, estaba en el bar con una amiga, y vestía su guardapolvo blanco de enfermera; que con el contraste de su grueso pelo negro y largo hasta la cintura, parecía una reina africana aunque era morocha, pero no negra.
Que digo una reina, era también una fiera, una pantera negra; se movía, con su metro ochenta y cinco como se desliza una tigresa, una pantera; era un felino al acecho de su presa.
Mi amigo se ofreció llevar a su amiga en auto, hasta la casa de ella que quedaba lejos, y yo le ofrecí a la reina, a la pantera negra, ir a mi casa que estaba cerca a: Tomar algo y escuchar música, las dos aceptaron la propuesta; la amiga se fue con el dentista y la reina, la pantera, se vino conmigo.
En la casa mis amigos, trabajaban de turno y otros salían, pocas veces había alguien, pero si lo hubiera cada uno tenía su habitación independiente.
La morocha era amable, pero un poco callada, como cortante si quisiera calificarla, estaba acostumbrada a imponerse sobre las personas, en su rol de enfermera ella mandaba al enfermo, y eso lo llevaba a su vida real, y hacía lo mismo con los amigos. Pero esa tarde hubo acuerdo, tomamos un té con una bebida alcohólica, yo tomé whisky y ella vodka, tomó bastante; yo le ponía soda con hielo, pero así y todo me mareó.
El equipo de música estaba en mi habitación, el paso siguiente fue invitarla a escuchar música; ya para ese entonces yo estaba surtido de una buena colección de todo tipo de discos: Clásicos, boleros, salsa, rock y algunos géneros más, con mucha música melódica para escuchar, más que para bailar. Me había gastado un dineral en un equipo estupendo.
Ella de Motus propio eligió la música que quería escuchar, puso música suave, melódica, para escuchar bajito; se recostó en mi cama de dos plazas y se puso a fumar sin hablar. Era sábado y los amigos ya no vendrían, saldrían por ahí.
Fui al comedor del frente de casa a buscar unas pizzas: Una especial para ella y otra de roquefort para mí. A pesar de tener una mesa grande en el comedor, comimos en una mesita de la cocina; allí estaba más cálido y afuera estaba fresco, era el comienzo del otoño. Mientras comíamos la pizza, prendí una estufa eléctrica en mi habitación y cerré la puerta, cuando volvimos la habitación estaba templada y daba gusto desvestirse allí.
Con la pizza tomamos un vino: Semillón blanco, la primer botella se acabó y debí abrir otra; entre el whisky y el vodka más temprano y el vino después, las inhibiciones eran pocas a esa hora, así que cuando entró por segunda vez a mi pieza la empecé a besar y a sacarle la ropa. No sabía bien que quería: Si la besara o no, si le sacara la ropa o no, ella hablaba poco y yo seguí con el procedimiento de Jardiel: AUDACIA. Para que no fuera desigual también me fui desvistiendo; al llegar al corpiño me saqué la camiseta y luego quedé en cuero y ella recién se sacó el corpiño; estábamos solos, con los calzones ella, y yo con los calzoncillos. Nos metimos a la cama y su actitud cambió, le gustaba que la acariciara, y se notó, porque ella también tocó mi sexo. A la par yo la besaba y le introducía la lengua.
El busto era enorme y duro, no desproporcionado para el tamaño de su cuerpo; tenía espalda ancha y era, como dije, muy alta, atlética, con un hermoso par de piernas que terminaban en un culo redondo. Lo mas llamativo, estando desnuda era su pelo, le caía hasta la cola y si se lo ponía por adelante le tapaba la cuca…. De la franela de los besos, pasamos a los senos; luego le metí los dedos y a la par que la tocaba por adentro, la tocaba por afuera; al principio parecía frívola , pero luego, se pasó a la dimensión desconocida; empezó ella con sus caricias y como buena enfermera: Hacía resucitar un muerto. Con mi erección total, me sacó el calzoncillo y yo la bombacha, levantamos la sabana y ya no teníamos nada de frío, totalmente desnudos la abrí de piernas y en la posición del misionero… nos fuimos conociendo. Desde el primer momento, se notó, gozó como loca, no solo se movía como una reina, sino que me apretaba, haciendo que yo sintiera cuanto la penetraba en una cavidad estrecha, y para mi asombro, sin mucha experiencia; confesado luego por ella.
La morocha parecía una leona, una tigresa, una pantera, una reina africana, pero era una dulce muñeca, que al llegar al orgasmo, me confesó, era la primera vez que accedía a esa situación tan particular… y por supuesto:
…¡La tomó de sorpresa!

Jorge Eduardo
Zarate 1968-
La plata2008
LA PLATA 2012






BUENOS AMIGOS
2225 PALABRAS-6páginas

CHIQUITA

Era menudita con muy lindos ojos, tenía un cuerpo armonioso, rellenita, sus curvas le daban un aspecto atractivo que la hacían desear para intimar con ella; empecé a salir cuando la conocí en el trabajo, un día me dijo que iría a bailar a una bailanta que había en la zona. Irian juntas con Mariquina ya que eran muy amigas y siempre salían los fines de semana a divertirse; allí conocí a Mariquina, llegaron a la bailanta en el auto de Guadalupe a quien tampoco conocía.
Mariquina era rubia, ojos azules, alta, delgada, muy linda, tenía un cuerpo fabuloso, lindas piernas; se diferenciaba con Guadalupe en que esta era morocha, pelo muy largo, piernas perfectas y cuerpo increíble, al busto generoso lo dejaba descubierto un amplio escote, que lo lucia con desenfado y elegancia.

La primera vez que fuimos a bailar yo iba en el auto de un amigo, que enseguida se relacionó con Guadalupe, yo hice pareja con Chiquita. Mariquina quedó libre. Fuimos en dos autos, pero los autos eran de la misma pareja, por lo que después del baile volvieron separados; pasamos a dejar a Mariquina y fuimos los cuatro al bar; llegamos a un bar que estaba abierto los fines de semana hasta la madrugada, este quedaba a dos cuadras de la casa de Chiquita y nos volvimos caminado, mientras que Guadalupe y Mario se fueron juntos, cada uno en su auto; llegaron a un motel, donde
estacionaron uno detrás del otro y entraron a la pieza; lo que Mario me contó, fue que pasó la mañana mas increíble, Guadalupe era muy ardiente y fueron
a la cama apenas estuvieron en el dormitorio.
Yo fui a la casa de Chiquita, vivía con sus padres en una linda casa, con un parque muy grande; tenía el garaje separado de la casa, una entrada que era por la parte de atrás. En el parque habian luces en faroles que colgaban; por las ventanas del garaje entraba luz suficiente como para moverse adentro sin tener que prender luces auxiliares. Entramos por la parte de atrás y Chiquita me llevó al garaje, allí había un Ford 46 que tenía los asientos traseros muy grandes, enteros; empezamos un cortejo de amor que pronto nos pondría en un estado de excitación elevado.

La besaba en la boca y ella me correspondía, le saqué la blusa y el corpiño y yo me saqué la remera, quedamos los dos con el torso desnudo, nuestros cuerpos se empezaron a rozar; y siguieron los besos, por los senos, con la mano y los dedos la empecé a acariciar, le puse toda mi mano, y sin dejar de besarla en la boca le metí los dedos suavemente. Siguiendo con el tacto, le tocaba el clítoris y la parte carnosa de la vagina; ella se excitó mucho, se acomodó en el asiento grande del auto y abrió sus piernas; estábamos muy excitados, en ese momento ambos deseábamos más, pero yo me bajé y la empecé a besar, haciendo que ella emitiera pequeños gemidos casi inaudibles, era más bien un pequeño jadeo. Su vulva carnosa la tome entre mis labios, luego le besé y le succioné el clítoris, eso hizo que ella, pusiera su cara contra mi pelvis, mi pene erecto tocó sus labios y ese fue el disparador para que me succionara con placer, de ambos; mientras tanto yo le mantenía dos dedos en la vagina, pero un sentido inusual nos devolvió a la posición donde ella estaba acostada y yo sobre ella. La besé por todas partes hasta poner mi lengua en la entrada de su vagina moviéndola en su interior, había llegado casi al orgasmo, no quería acabar así, y por eso me dijo:
… ¡Para no sigas más! …¡Hagámoslo bien!
… La ropa había salido de ambos sin darnos cuenta…desnudo
me acomodé entre sus piernas y empecé a jugar con su vulva, sin metérsela; le pasé varias veces mi pene por el clítoris , y notaba que ella se estremecía toda como si tuviera frío, flexionaba las rodillas y se abría, en esa situación ella me dijo:
…¡Vamos…Vamos!
Allí fue cuando, sintiendo que ella se mojaba, se lo introduje, no en forma total sino que empecé a moverlo a la entrada; como mi excitación me impedía seguir por mucho tiempo, se la metí a fondo y ella se estremeció, empezó a moverse y a hacer un ruido que en determinado momento se
convirtió en un gemido seguido por una expresión desconocida. Yo a su vez
sentía que mis fuerzas disminuían junto con su grito de:
…¡Vamos!..¡Vamos! …y su orgasmo.
Y eyaculando quedé abandonado sobre ella que me tomó de la cabeza y me besó con pasión.
El día lunes nos encontramos en el comedor de la fábrica todos los que habíamos salido el sábado a la noche, había un silencio tácito sobre lo que pasó el sábado, nadie comentó siquiera la salida, solamente dijimos todos que:
…¡Lo pasamos bien!
… a lo que Mariquina agregó:
… ¡Bueno algunos lo pasaron mejor!…
Nadie contestó, ni le siguió la conversación para ese lado, y allí quedó como que ella era la única que se fue sin pareja.


MARIQUINA
Mariquina vivía a dos cuadras de mi casa y cuando compré mi primer auto, la empecé a llevar mañana y tarde. Chiquita se puso de novia con mi jefe y dejamos de salir.
Yo invité a Mariquina a que fuéramos una tarde a pasear en mi lancha por el río Paraná de las Palmas; la lancha estaba en la guardería del club náutico, que en esa época no tenía muchas facilidades para tirarla o sacarla del agua.
Quedamos en ir el día viernes, después del trabajo, era un día de verano de mucho calor; nos demoramos para tirar la lancha y se hizo tarde, era la hora en que salen los mosquitos: Fuimos río arriba hasta un sector donde a la orilla del río, crece un matorral inmenso de juncos y otras plantas acuáticas, enderecé la lancha para adentro del yuyal metiéndome con el envión, pues al llegar apagué el motor; esa posición era muy discreta y difícilmente alguien pudiera vernos si no era de una posición en altura, como el puente de algún barco grande que a esa hora ya no pasaban. Estábamos entre las plantas y nos tomamos de las manos; debido a todo lo que tuvimos que hacer antes, no habíamos tenido contactos previos, era evidente que deseábamos intimar más que tocarnos las manos y empezamos a los besos; como nuestra indumentaria eran una bikini y una malla, pronto estábamos sin ropa, ambos desnudos y tocándonos mutuamente; la lancha era superincómoda y creo que por eso fue mayor el apuro, a la par los mosquitos se clavaban como agujas en nuestros cuerpos desnudos, que al estar en trance de excitación mayúscula no hacíamos nada para espantarlos, dado que no nos dábamos cuenta.
Rápidamente y como obedeciendo a un común deseo de salir de allí, encontramos una nueva ubicación en la parte de atrás de la lancha, que nos
permitió realizar el acto sexual; que era deseado pero molestado por
factores externos.

EL HOTEL CON MARIQUINA
Con Mariquina nunca habíamos mencionado la palabra novios ni nada por el estilo, éramos eso si”buenos amigos”, después de aquella vez lo fuimos aun más, no solo la veía al traerla y llevarla a su casa, sino que la pasaba a
buscar los fines de semana.
Con Mariquina empezamos a tener después de aquel “incómodo” día en el río, encuentros en lugares más agradables, hasta que finalmente descubrimos un discreto Hotel alojamiento que nos proporcionó el lugar más cálido de todos los que habíamos ensayado. El día que fuimos por primera vez al Hotel alojamiento, nos pareció que estábamos en el paraíso, un lugar cómodo, limpio y fresco. Para utilizar los servicios que pagábamos, al llegar nos dimos un baño juntos, allí empezamos un juego de amor que duraría hasta llegar la noche, en que debíamos volver.
La tarde empezó con besos y caricias muy tranquilas, ya habíamos pasado el clímax de la relaciones apresuradas e incómodas, pero no por eso la calentura había disminuido, como nunca habíamos estado cómodos en una cama nos faltaban mimos que no nos habíamos hecho. Estábamos desnudos y a medida que descubríamos nuestros cuerpos la pasión aumentaba, su cuerpo era espectacular, yo no había tenido la oportunidad de gozarlo como en esta ocasión; tome sus senos del lado de atrás, ella dio vuelta la cabeza y me empezó a besar apasionadamente, de repente me empujo por los hombros y me dejo tirado de espalda boca arriba, tomó mi pene y lo empezó a succionar; a medida que lo introducía en su boca muy adentro mi sensación era cada vez mas fuerte y llegué a un punto que no sabía que pasaría, empecé a sentir como palpitaciones y de repente eyaculé; ella siguió mamando sin sentir disgusto por recibir mi eyaculación en su boca, llegó un instante en que yo no expelía más liquido y siguió chupando hasta que terminé.
Cuando todo había pasado, se tiró arriba mío y empezó a besarme en la boca, así estuvimos un largo rato, el tiempo suficiente para que me diera cuenta que me excitaba de nuevo, y empecé a besarla en el pubis, luego en el clítoris, no solo la besé sino que le “mordisqueé” el clítoris, apretándoselo suavemente con mis labios, sintiendo como se hinchaba con su sangre que fluía a toda la vulva, en esa súper excitación que ambos teníamos la cubrí completamente con mi boca y a la par que le succionaba en el clítoris y le metía la lengua en la vagina, la tomaba con mis labios por toda su vulva.
Le introduje apenas, la lengua en el agujero de la vagina; se puso en una situación desconocida hasta entonces, pues nunca le había hecho tantas y especiales caricias, se movía como si hiciéramos el acto sexual y de pronto
se quedó quieta y empezó a jadear hasta mojar mi boca; tuvo su orgasmo, le seguí besando el clítoris, cuando sus movimiento febriles cesaron, yo sentía
que ambos habíamos tenido una acto sexual amoroso y extraño.
La tomé entre mis brazos y me quedé dormido con un seno en mi boca, al rato cuando desperté ella succionaba mi pene que estaba otra vez erguido, empezamos a besarnos, como si recién llegáramos.
Tenía una cola muy parada y cuando la puse dada vuelta, tuve la idea de tener sexo por allí;
Empezamos un juego diferente al que habíamos tenido, se quedó dada vuelta y esperó que la tocara en el ano con mi pene, no sabía si le gustaría; porque según me reveló, nunca lo había hecho, pero sentía curiosidad por saber como era, a la vez que tenía un poco de miedo a que le doliera.
Su posición y su cola me produjeron una gran excitación, logrando introducir mi pene después de varios intentos que parecían que no podría hacerlo. No traté de metérsela de golpe, al principio solo le metí un poquito la cabeza para ver la reacción de ella, muy de a poco sentí que se distendía y que empezaba a sentir satisfacción y se abría, deseaba seguir adelante. Le puse saliva para que se lubricara, eso facilitó las cosas. Mi erección se mantenía muy fuerte; se la empuje hasta que penetró la cabeza y un poco más, le pregunté como estaba y me dijo:
…¡Bien ¡… ¡métemela toda!

…Ya había pasado lo más difícil y comenzó el placer. Le entró toda y le gustaba; había levantado la cola para arriba con ayuda de la almohada, la bombee varias veces y ella se movía rítmicamente; el hecho de que ambos nos habíamos acabado previamente, nos permitía realizar un acto, que de otro modo nos hubiera hecho terminar antes.
Penetrarla por el ano era muy excitante.
Nos resultaba muy agradable,
Pero quisimos hacer el acto sexual, para acabar, por la conchita.
Al sentirse penetrada allí, por donde sentía mayor placer, empezó a moverse, llevándome a mi a sentir su sensualidad como nunca la había sentido, en las muchas ocasiones que habíamos tenido sexo; estábamos muy dinámicos y ella de pronto paró, empezó a estrechar su vagina, ella me pidió:
… ¡Quedémonos quietos!
Así nos quedamos, quietos, un rato; luego se la metí y saqué lentamente varias veces; le gustaba que se la dejara adentro, apenas adentro, sentirla en la entrada de la vagina, moviéndome sin metérsela toda, en la parte carnosa de la vagina, quizás su punto G; ninguno llegó al orgasmo y por un momento se la saqué; ya lo habíamos tenido antes.
Estuvimos hablando sobre las sensaciones que ella sentía, me dijo que por el ano le gustaba pero tenía que ser suave y no se excitaba tanto, que era
bueno para jugar un rato. Que el mayor placer lo sentía cuando la besaba en los genitales, eso la enloquecía, le gustaba mucho que le besara el clítoris y le succionara las vulvas y le metiera la lengua en la vagina, que la tocara
con los dedos en el clítoris y en la vagina.
Después de eso me pidió:
… ¡Métemela bien adentro y déjala quieta!
… Eso le causaba un gran placer y también a mi, había pasado como veinte minutos y aun estábamos en un sensitivo juego sexual, que nos prodigaba
una gran satisfacción; esa tarde no habíamos tenido un orgasmo en posición de coito normal, habíamos acabado solos y mucho juego. Ahora estábamos llegando a un punto que pronto ya íbamos a acabar, lo comentamos y dijimos que llegaríamos despacio para disfrutar más; la volví a penetrar y como fue el pacto se la introduje apenas en la puerta, moviéndome allí sin intentar penetrarla más adentro, después de estar así me pidió.
…¡Vamos adentro!
En esa posición ella sentía que la verga le tocaba el fondo de la vagina, se apretaba y sentíamos ambos mucho placer.
Y allí ella se empezó a mover, eyaculé como nunca lo había hecho y ella junto conmigo; esta vez unió sus líquidos vaginales con los míos.
Al terminar sentí una gran ternura y la besé con amor; en ese instante el sexo había concluido pero no el amor, algo misterioso y único.
Pensaba también, que nunca habíamos acordado si éramos: novios o algo así; sabíamos que solo éramos: “buenos amigos”.

JORGE EDUARDO-ZARATE-1958
LAPLATA2012-09-06




ELLA

1123 palabras/3 páginas


Sus púberes años dejaban ver una hermosa figura, que se escondía entre las viñas para que no la viera, se escondía jugando a las escondidas, cuando la encontraba Ella se tiraba sobre mi espontáneamente y empezábamos un juego más sexual que infantil.
Ella era rubiecita, delgada, bien formada, no usaba corpiño porque no lo necesitaba le encantaba andar a caballo y lo hacía en pelo sin montura, corría como el viento y no se caía por mas ligero que fuera.
Un día fuimos hasta el potrero, del fondo, de alfalfa, donde cortábamos pasto para los conejos, llegamos cada uno en su caballo, allí nos bajamos y empezamos a correr hasta que Ella se cansó y se dejo alcanzar, en ese instante empezó el juego diferente, yo la tomé en mis brazos y la alcé frente a mi, no era amor era instinto, me ofrecía su boca para que la pudiera besar, la tiré al suelo y empezamos un cortejo de amor , el pasto nos tapaba y nadie podría ver nada mas que dos caballos comiendo, algo habitual en el potrero; esa ocasión sirvió para amarnos, entre aquella maraña de pasto.

Tenía que trabajar porque su padre era peón y no le alcanzaba para mantener a los cinco hermanitos que Ella tenía, era la mayor y había ido hasta sexto grado y en esa época las chicas del campo no hacían más que sexto en la escuela.
Mamá había tenido una empleada por muchos años, pero cuando se casó dejó de trabajar, y mama le pidió a papá que le consiguiera una nueva empleada.
Cuando llegó la nueva empleada todos nos sorprendimos por lo jovencita y lo linda que era, Ella tenía dieciséis años y yo quince, antes de conocerla yo había tenido relaciones sexuales con tres chicas de mi edad; no era un experto ni tampoco un casto joven del campo.
Recuerdo que las tres ocasiones, no ocurrieron con amor sino algo mas parecido al deseo del sexo animal, el cual conocí viendo como actuaban los animales de la granja.
La primera vez no fue fácil, estaba con una chica más grande y yo no sabía exactamente que hacer, por ello la piba se enojó conmigo y se fue, por ese motivo esta ocasión no la puedo contar, las otras oportunidades sucedieron entre las viñas, con chicas de la cosecha, cosa que era común cuando andábamos jugando con ellas.
Los primeros días no tuve ninguna relación con la nueva empleada, hasta que un día Ella me dijo que le gustaba andar a caballo. Esa fue la primera ocasión que tuvimos de salir juntos para la finca, a buscar pasto para los conejos.
Mis relaciones previas como comenté fueron absolutamente de índole instintiva, sin que mediara para nada una dosis de amor.
En casa había una despensa al lado de la cocina, servía para guardar los salames, los jamones y la mercadería que se consumía en casa y que traían del almacén una vez por mes, con lo que se llamaba” el pedido”...
Para preparar los jamones había un cajón grande con tapa, dentro del cual se ponían los jamones en sal y se los dejaba por un tiempo, ese cajón tenía un tamaño de 1x2 m., era lo suficientemente grande como para dormir la siesta sobre el. Como los chorizos estaban colgados en un palo colgaba del techo, me subía al cajón y bajaba un chorizo que ya estaba seco y era un salame, con pan que había en la despensa me hacía un sánguche y esa era mi merienda al comenzar la tarde.
Una tarde que estaba en ese menester, veo entrar a la despensa a quien sería la mujer que me enseño a hacer el amor con “amor”, estábamos solos y no costó mucho que empezáramos con los juegos, la tomé fuertemente y la empecé a besar por el cuello, y la boca, hasta que mis manos se deslizaron por su cuerpo; y allí por primera vez me di cuenta que la deseaba con todo mi sexo, que debía hacerle el amor, pero en serio; no como a las otras mujeres que habían tenido sexo conmigo.
Esta vez era diferente lo sentía en mi piel cuando apenas la rozaba; era la hora de la siesta y era verano, nos sacamos la ropa y el cajón sirvió de cama para nuestro encuentro de amor, nunca lo había experimentado como esa vez, por primera ocasión sentía que me desvanecía y que ella se estremecía como si fuera a desmayarse; considero que esa fue en realidad “mi primera vez” , nunca antes había sentido lo mismo y esa fue “mi primera culminación del placer sexual” como un acto de amor.
Ella tenía una pieza con baño propio en el extremo de la galería de la casa, yo tenía mi dormitorio en el otro extremo de la casa, una habitación que tenía una puerta, que daba al patio, al frente de la casa, eso servía para que Ella se viniera por el patio y entrara por la puerta del frente, a mi dormitorio; la puerta siempre estaba abierta y la que comunicaba con el resto de la casa, cerrada.
Fueron muchas las noches que Ella vino a mi cuarto y fueron interminables las noches que me quedé despierto, hasta largas horas de la madrugada, y apenas, poder despertarme al otro día para ir a la escuela.
Con quince años podía hacer el amor todos los días, o casi todos los días; los fines de semana que Ella se iba a su casa me parecían interminables, y cuando volvía nos encontrábamos con loca pasión haciendo el amor.
En casa había un parque muy grande con la mayoría de árboles de pinos, de distintas especies, algunos muy grandes, servían de lugar de reunión, poníamos las mesas debajo de los pinos y era un lugar deliciosamente fresco.
Una noche de fin de año como otras veces, nos reunimos en familia, a celebrar el acontecimiento, nos juntábamos con muchos parientes y papá hacía un gran asado con un novillo que mataba de la finca, el asado era complementado con chorizos, que también se hacían en casa, los invitados venían algunos de la ciudad de Mendoza a 70 Km. de distancia ya que la mayoría de los hermanos de papá vivían allí.
Esa noche cuando a las doce festejaban tirando petardos y tiros de escopeta yo estaba con Ella festejando el año nuevo.
Cuando terminé el colegio secundario supe que me tendría que ir a otra provincia a estudiar y esas vacaciones las pasamos fantásticas.
Fueron mis últimas vacaciones con Ella ya que cuando me fui a estudiar Ella y sus padres se fueron a trabajar a otro lugar y nunca más supe de Ella.

1958. jefpacheco1-JORGE EDUARDO
-Campamentos-Rivadavia- Mendoza.
LA PLATA-
2009-10-05


CARNAVALES
719 palabras

Unas fiestas que se festejan muy intensamente, en San Juan, son los Carnavales. Como la mayoría de los días corre agua por las acequias no había necesidad de ir muy lejos a buscar agua.
Las chicas jugaban a la par de los varones y venían de barrios vecinos a jugar en frente de nuestra casa, se juntaban, dos amigas de la bodega vecina, Emilia con su hermana, la prima de Emilia y una chica que venía de no se donde que era amiga de las chicas, unas seis en total.
Los varones éramos los cuatro de casa, junto con Pipo, (Florindo no jugaba) con el que luego me fui a Santa Fe y los amigos del turco, que eran dos; en total seis.
Era un lindo grupo para jugar, todos éramos menores de 18 años y salía a flor de piel la brutalidad de pegarles unos baldazos con agua a las chicas, que por poco las desnudaba.
Jugábamos hasta la tarde y luego nos íbamos todos a la casa. (A tomar mates, pero sin matear).
Esto lo hacíamos todos los días de carnaval, por supuesto que esos días en San Juan no había clases.
Las chicas tenían una técnica propia, salían varias juntas y corrían a uno de nosotros, cuando habíamos gastado el balde nos agarraban ellas y nos hacían sopa.
En las noches nos íbamos a los clubes, nosotros llevábamos a nuestro grupo al baile, en esa época no había problemas.
Recuerdo los carnavales de San Juan porque nunca festejé de igual manera en otros lados a pesar de que fui a varios.
Los carnavales tenían, su parte mas lindas después de los chapuzones con agua a la siesta y era cuando cada uno se iba con una chica a la tardecita a su pieza de la casa de estudiantes. Los dueños de nuestra pensión se iban los días de carnaval a Pocito, distante unos cuantos kilómetros, así quedaban varias piezas para ocupar con nuestras “parejas de carnaval”: Los tres dormitorios nuestros, el de la familia y el cuartito de la nena, además de la cocina living-comedor con sus grandes sillones.
Llegábamos a la casa y cada pareja ocupaba una pieza, no había discusión por cual ocuparía cada uno, el primero que llegaba elegía la que estaba vacía y luego se iban ocupando progresivamente.
Estábamos allí hasta las ocho de la tarde, cuando ya empezaba a bajar el sol, eso para tener tiempo de ir a cenar y luego pasar a buscarlas para ir a bailar.
Los primeros días de carnaval, fueron encuentros sexuales por primera vez con la compañera, todo comenzó de a poco, pero mi relación con Emilia ya venía de hacía un tiempo aunque todavía no habíamos tenido sexo.
Recuerdo especialmente el primer encuentro, porque Emilia era muy ardiente y no tenía excusas para iniciar una relación. Ella se mostró tan activa como Yo, los besos nos encontraron sacándonos la ropa, ella estaba desnuda y por primera vez veía su cuerpo de esa forma, me quedé helado: Era preciosa, con sus quince años era una figurita, dibujada por el mejor pintor, como no pudo ser de otra manera, los besos siguieron por los senos preciosos que tenía, a pesar de sus pocos años eran grandes y paraditos con un pezón parado y duro.
Mi excitación y la de ella nos llevó, a que nos besáramos y nos dijéramos dulces palabras de amor, pues este enamoramiento venía de nuestras salidas anteriores y de muchas noches bajos los enormes carolinos de su casa.
Su grácil figura me tentaba, no a besarla sino a comérmela toda y así fue que le empecé a mordisquear, a la par que me pedía que la besara “mas”.
La locura se había desatado y estábamos a la puerta del paraíso, ninguno de los dos comprendía cómo éramos tan felices con nuestros quinces y dieciséis años.

Jorge Eduardo –San Juan 1959
LA PLATA
2009-10-05
2012-09-06









EL BAÑO.
370 palabras


Esta es una historia, que me sucedió en la casa de los amigos del turco, fue muy graciosa.
Estaba bañándome en la casa del mellizo Randy, uno de los que casaba gallinas, porque no había agua en mi casa desde hacia una semana; estaba lo mas bien bajo la ducha, cantando contento, cuando en eso entra al baño una rubia, linda, totalmente desnuda,… cubierta con una toalla que me dice:
¡Hola! ¿Como te va? .
Y yo le contesto:
¡Bien!..- -¿que haces?
Respondiéndome:
¡Me vengo a bañar! ¿Me haces un lugar?
¡Bueno!
Y estábamos bañándonos sin saber quien era cada uno.
El baño no terminó allí, empezamos un jueguito que terminó con ella poniéndose en la bañadera en posición “perrito”, con las manos apoyadas en el extremo plano, donde se apoyan los frascos de champú, la ducha nos tiraba agua muy caliente, era invierno y esto contribuía a hacer mas agradable la situación.
Yo la besé, ella estaba a gusto y excitada; de pronto se dio vuelta y quedó con la espalda apoyada en la bañadera, me atrajo hacia ella y me empezó a besar con mucha fuerza; cuando hacia un rato que estábamos así volvió a la posición perrito y me pidió que se la metiera, y ella decía :
”Que lindo,… me gusta mucho”...
A la par que se movía con mucha intensidad.
Yo se la sacaba y se la metía de a poco, para luego metérsela bien a fondo, a medida que progresaba ese juego ella me dijo que se iba a acabar y que lo hiciéramos juntos, entonces me empezó a decir:
¡Dale!… ¡dale!,
Lo que influía en mí y me llevaba cada vez más cerca del orgasmo; en determinado momento me dijo:
¡Dale que me voy!
Y Yo como cumpliendo una orden eyaculé, mientras la besaba apasionadamente en la boca.
Se terminó de bañar, se cubrió con su toalla, y se fue.
Y yo me quedé sin saber quien era.

JORGE EDUARDO
SAN JUAN 1958
LA PLATA 2009-10-05
LA PLATA 2012-09-02
















LA
QUE MURIO EN EL RIO








La ramera pasaba sus días en la isla, era lo que se llama una buscona delicada.
Que andaba por los caminos que formaban las cabras. A veces caminaba por los caminos de los animalitos salvajes, como las liebres, las ratas o los topos, también por los de los animales más grandes como las ovejas, las cabras, los caballos y las vacas.
En la isla vivían algunos pescadores y puesteros de cabra, que además eran los dueños de los otros animales. Esos eran sus clientes, eran todos hombres solos sin hijos ni esposas, por eso la fulana tenía mucho trabajo, cobraba muy bien por cada encuentro; no limitado al tiempo sino a las veces que el cliente lo hacía. La meretriz tenía una curiosidad innata, pero por más que se esmerara no podía ver mas allá de un palmo de sus ojos, solo conocía parte de la isla, y había ido solo una vez a la ciudad cuando era chica, antes que muriera su papa, a los 15 años, se quedó sola en el rancho y ya no salió más, compraba en un pequeño almacén de un puestero lo que necesitaba y que era poco.
Un día se encontró con el perro lanudo del puestero, empezó a jugar con él por el camino zigzagueante de las cabras, Sentía que el lugar que habitaba era un lugar solitario, como corresponde a una isla enclavada en el río Paraná.
Encontró un caballo manso y se subió, para la cortesana , empezó una aventura muy distinta, empezó a ver cosas desde arriba del caballo, que nunca había visto y no reconocía. Lo primero que le llamo la atención fue un arroyo que limitaba la isla por el norte y que no tenía gran movimiento de agua, como si fuera el brazo de unión de otro río más grande, cuando el caballo caminó hacia el este un largo trecho por la orilla del arroyo, la ramera desde el lomo del caballo tuvo una visión estupenda de un gran río y que este si tenía una considerable correntada. Pronto comprendió que era algo poderoso y que sería muy difícil interactuar con el, y si por acaso peligroso.
Se bajó del caballo y quedó de nuevo a su nivel normal de visión, estaba allí sin comprender porque todo el paisaje se le había perdido y no sabía donde estaba el río.
Pero algo ya era diferente: Ya sabía que el río existía y que de alguna manera lo encontraría, así orientada por el sol caminó hasta el arroyo y siguió por su orilla y allí encontró nuevamente el río; en la boca del arroyo, los pescadores fondeaban sus canoas con la cuales iban a pescar y a llevar a un pueblo pequeño el producto de la pesca.
La noche era larga y, pudo subir en una de aquellas canoas; el pescador de la canoa, salió al alba a tirar un trasmayo, que cruzaba el arroyo mas pequeño, allí
Podía capturar los peces que entraban o salían del arroyo hacia el río. Una vez que lo tiró se bajó de la canoa y se dio cuenta que ella dormía en el fondo, se puso a tomar mates con unas tortas que había llevado, pronto llegaron otros pescadores que se pusieron a tomar mate con él, y que luego lo imitarían tirando sus aparejos de pesca al río.




Cuando vieron que se despertaba todos empezaron a cortejarla; ellos la conocían y ella también, por lo que no hubo oposición,
A cada uno le tocó un rato, ella estaba acostumbrada a tener sexo con varios el mismo día y también con dos a la vez; los pescadores eran rudos y brutos pero con ella eran suaves y delicados; ella se excitaba y los pescadores se apasionaban con ella que tenía relaciones sinceras; cerca del mediodía, les dijo me voy a bañar y se tiró al río sin observar que había una rama que salía, de un árbol caído cubierto por el agua.
La punta la atravesó de lado a lado por el costado del pecho clavándosela en el corazón.
No había registro civil ni medico que certificara su muerte.
Pero desde entonces los pescadores lloran a la pobrecita que murió en el río.



Jorge Eduardo
La plata 2008



LA NOCHE DE AÑO NUEVO
No sabia que hacer estaba solo y aburrido. Venia el año nuevo y todos sabían que harían para festejarlo, unos se irían de viaje al mas recóndito paraíso de bosques salvajes, otros de paseo a la orilla del mar y festejarían en una taberna con borrachos que todos los años se juntaban para pasar el año nuevo, tomando y comiendo las bebidas y comidas típicas del lugar; yo mientras tanto pensaba y no sabía que hacer, solo imaginaba que estaría con alguien en mi rancho de la montaña y que iría en mi catramina vieja que apenas si podía subir las cuestas.
El mes de diciembre se acercaba y no había decidido quien sería mi compañía para fin de año, el rancho estaba relativamente lejos en el centro de una quebrada, por el lugar pasaba un arroyo que llevaba agua limpia y fresca, que nacía en una vertiente en lo mas alto, justo donde empezaba a acumularse la nieve, el camino era desparejo y hecho quien sabe cuando, por arrieros que llevaban sus animales en las veraneadas a comer pastos tiernos. El camino se tornaba difícil de transitar por las piedras que había y los pozos del lugar, sin embargo mi viejo cachapé se trepaba como un leopardo a un añoso árbol, con su presa a cuestas para escapar de los predadores que se la querían robar.
Las montañas nevadas eran el hito que me ponía como meta para llegar y al divisarlas aunque lejos, sabía que allí nomás ya estaba mi rancho, contra una pared de piedra que increíblemente ocupaba un lugar en la quebrada cerca del río. La piedra servia de reparo del viento que soplaba contra ella, desde el poniente. El lugar solitario y magnífico, permitía estar en contacto con el cielo, mirar las estrellas, escuchar el soplo del viento y oír el agua que va corriendo por el arroyo. El valle en verano se llenaba de animales: vacas, caballos, cabras, guanacos y los que se alimentaban de ellos: pumas y zorros. El lugar era visitado por cóndores, que volaban en vuelo rasante en busca de un cabrito que lo alzaba con sus garras como si fuera un papel.
Siempre fui solo al rancho, sin embargo ese fin de año pensé que seria bueno ir con alguien.
Mi única compañera era una carabina, la llevaba con la idea que me podía servir para defenderme, pero en realidad nunca la disparé contra nada, menos contra algún animal. A veces pescaba truchas, que eran de tamaño regular, y las cocinaba a la parrilla.
Llegó diciembre y empecé a pensar en las cosas que tenía que llevar, la comida en particular sería en latas, embutidos, fiambres, quesos, salames; para beber vino tinto en botellas, soda y agua la del arroyo que era limpia y potable, la ropa era poca pero cubría toda las necesidades, zapatillas y botas de cuero, cuchillo de campo. Llevaba un freno y un apero para ensillar un caballo que le pediría a un gaucho que estaba con sus arreos en la veraneada, algunos de ellos iban con lindos caballos y era muy placentero andar por los cerros.
Pasó navidad y se aproximaba año nuevo y al fin la fui a invitar, a pasar la noche de año nuevo en el rancho de la montaña.

2012-07-11
La Plata
Jorge Eduardo

















CUENTOS DE AMOR Y JUVENTUD







LA CONOCI Y FUE MI AMIGA

6.122 palabras.22 páginas

CAPITULO N°1


El día que llegaron a la finca en busca de trabajo, papá había ido al pueblo a hacer unas diligencias al banco y no vendría hasta después de almuerzo.
Venía el papá, la mamá y ella que era llamativamente linda.
Yo los atendí y les dije que se necesitaban cosechadores para la uva y también para terminar la cosecha de ciruelas y duraznos.
Me preguntaron si había instalaciones como para vivir durante el tiempo de cosecha: Mi respuesta fue que sí.
¡Unas pequeñas piecitas en un secadero de fruta pelada! . Que ya no se utilizaba mas-
¿Cuándo comenzará la cosecha?...
¡Ya está la de fruta y en unos días más comenzará la de uva!
Papá me dejó dicho antes de irse, que si venía gente buscando trabajo, por ser época de cosecha, que en caso de que lo necesitaran, les ofreciera el secadero para quedarse; era algo que se hacía todos los años y mucha gente venía por eso; por tener un lugar donde vivir, aunque modesto; tenía las instalaciones de agua del viejo secadero y los baños.
Las piecitas de dimensiones pequeñas, podían acomodar a un matrimonio.
El matrimonio se interesó por conocer las instalaciones que les ofrecí para quedarse, fue así que me pidieron si podía mostrarles el lugar, a lo cual accedí.

Salimos caminando, para llegar al secadero distante trecientos metros de mi casa. Al llegar lo primero que les llamó la atención, fue que el lugar estaba barrido y regado para evitar el polvo y con las mesas y sillas ordenadas, bajo la sombra de una lona frente a las pequeñas casillas, este trabajo lo habían realizado las personas que vivían allí.
La señora miró las piecitas y le dije que le daría dos para la familia: Una para el matrimonio y otra para la hija.
En el lugar había mesas y bancos rústicos, hechos en años anteriores, con tablones que mi papá les daba a los que se los pedían; papá mandaba a aserrar en tablones, troncos de carolinos y también de álamos; con esta madera hacían camas, armarios, mesas y asientos: (sillas y bancos).
En todas las piecitas existían los muebles que eran necesarios para dormir, acomodar la ropa, sentarse, vivir allí por el periodo de la cosecha, y esto para la gente humilde de la cosecha, parecía un edificio de departamentos en propiedad horizontal y amoblado.
Lo único que no tenían era ropa de cama, ni colchones, porque eso lo ponían los cosechadores y luego se los llevaban. Papá les regalaba la lana de las ovejas que esquilaban en la finca, ya que por entonces no existían los colchones de goma espuma.

La lana no se vendía y la guardaban en fardos en el viejo galpón, para hacer colchones nuevos para la casa, cuando venía el colchonero; que también les hizo para esta familia dos colchones: Uno chico para la hija y uno grande para el matrimonio.
Todos tenían lo indispensable para armar un lugar con comodidades mínimas para vivir, si lo mantenían limpio y ordenado, estaban mejor que tirados en carpas y en el suelo.
Las piecitas tenían piso de hormigón y una ventana al sur, que permitía que entrara el aire fresco en las noches estrelladas de verano. El frente al norte estaba cerrado con tablones de madera y una puerta; ya estaba construido desde hacía mucho tiempo atrás, por los viejos cosechadores que habían pasado por el lugar.
Las piecitas permitían alojar unos cien cosechadores, que iban solo por el tiempo de cosecha, y eran suficientes para armar las cuadrillas que recolectaban la uva, entre febrero y abril. Habían parejas, hombres y mujeres de a dos por pieza, también algunos niños, no hermanos, estaban juntos.

El hombre era alto, rubio y de ojos azules; le decían el Alemán y venía de trabajar en las minas de wolframio o tungsteno, en la época de la segunda guerra mundial. Después de la guerra las minas se cerraron y él se dedicó a tareas relacionadas con la reparación de equipos utilizados en la agricultura.

El Alemán vino a Mendoza; en la época de cosecha porque quería conocer y poner un taller de reparaciones de equipos para el campo: Tractores, arados, sulfatadoras etc.
El campo mendocino, difiere en algunos aspectos, de los campos de otros puntos del país, quizás la mayor diferencia es que los motores son más pequeños, puesto que los tractores tiran arados de una y dos rejas, y en el centro del país de hasta veinte o más rejas.
La mamá era de tez aceitunada, brillante y sin ninguna arruga, tenía unos bellos rasgos indígenas, delgada, para nada gorda, más bien fibrosa y con sus 35 años se veía una mujer joven; que pese al contraste hacía una linda pareja con el Alemán.
Su cola llamaba la atención, al igual que unos senos turgentes y redondos, que se adivinaban por debajo de la blusa sin corpiño, cosa común en las cosechadoras-
Se llamaba o mejor dicho, le habían puesto un nombre en español: Anahí, pero su verdadero nombre era de los Comechigones, de las Sierras de Las Quijadas: Acahay Anhui. Difícil de pronunciar y no se lo aceptaron para hacer los documentos, rebautizándola como Anahí.
El mapa de la provincia de San Luis, muestra la ubicación de las Sierras de las Quijadas en el centro de la provincia; el lugar de donde era originaria Anahí. Por esos parajes quedaron indios Huarpes puntanos que se acriollaron y en muchos casos se cruzaron con criollos o extranjeros como el Alemán, siendo estas indias muy atractivas para ellos, por lo diferente que eran con las bellezas europeas. (Rubias y gordas)

Tenían una hija que era hermosa, había heredado lo mejor de cada raza: los ojos azules de su padre, el pelo lacio de su madre, las facciones europeas con piel blanca, tersa y brillante-
Tenía una altura considerable para sus quince años, delgada, una cola maravillosa que hacía volverse al más distraído y unos senos que correspondían a una chica de mayor edad. Su carita era delicada y su aspecto el de una mujer dulce y tímida. No hablaba, salvo que sus padres le dirigieran la palabra, y rara vez lo hacía con extraños.
Se ubicaron en el Secadero, terminaron de conseguir los elementos que les faltaban y cuando vino papá les dio la lana para que se hicieran colchones; llamaron al colchonero, que vino al secadero, y ya tenían la casa armada para irse a vivir por el tiempo de cosecha.
Comenzaron por la cosecha de la fruta, actividad en la que no me involucraba, porque el control de esta cosecha lo hacia el capataz, ya que era sumamente sencillo, comparada con la cosecha de uva; aquí se contaban al final del día los cajones que cada familia o cosechero había llenado y sacado al camino; el capataz le daba un vale por el número de cajones y luego mi papa se los cambiaba por plata los sábados y domingos, también algún día de semana si tenían necesidad.
A la tarde venía el camión que los llevaba a la fábrica ( podía ser “La Campagnola”;”Inca”,”Román”, cerca de casa, y otras más.) Los duraznos y ciruelas se vendían a compradores diferentes por la clase de fruta y por el precio que pagaba cada uno.


CAPITULO N°2




Yo no la había visto desde que los llevé al secadero, porque no iba a la cosecha de frutas y tampoco al secadero; pero cuando papá empezó a repartir los tachos para la cosecha de uvas, ella vino con los padres a retirar el suyo. Pensé que le iría a costar mucho esfuerzo cargar el tacho de veinte kilos y llevar por las hileras su tacho al hombro.

A medida que la cosecha progresaba se ponía más canchera, para llevar el tacho y juntar los racimos, por lo que cosechaba tantos tachos cómo su papá, que era el más rápido.


Un día el camión que llevaba la uva no arrancaba, el alemán se puso a mirar que tenía, y le dijo al camionero “que se había quedado sin nafta”.
Papá tomó nota de la agudeza del alemán.
Otro día el tractor que tiraba los camiones, se quedó sin fuerza pero con el motor marchando. El alemán dijo “que era el disco de embrague”; por lo que no lo podía arreglar sin el repuesto. Trajeron el repuesto de la ciudad de Mendoza y el Alemán con las pocas herramientas que había en la finca lo cambió.
Papá conversando con el alemán se dio cuenta que podía ser un hombre muy útil en la finca y convinieron un trato: Papá le instalaría un taller y herrería donde pudiera realizar la mayoría de los trabajos requeridos en la finca. Le construiría una casa para la familia y junto a ella pondrían el taller.
Antes de terminar la cosecha el albañil de la finca con su cuadrilla, comenzó la construcción del taller, el lugar elegido, estaba cerca de la represa de los caballos junto al Callejón del Medio.

El diseño del taller fue realizado por el Alemán y tenía la mayoría de los elementos, herramientas y muebles requeridos.Tenía una fragua para hacer trabajos en caliente como pegar las cintas metálicas de las ruedas, doblar las herraduras; tenia soldadura autógena, ya que no había electricidad, tenía llaves milimétricas, y de pulgadas para los equipos importados. Piedra de amolar y de afilar, un banco de madera y uno de hormigón, una pileta de agua, una morsa, una prensa grande, martillos y combos grandes, llaves de bocas grandes estriadas, destornilladores de todo tipo, y otros elementos más, necesarios para el taller y/o la herrería. Las herramientas lucían prolijas sobre un tablero de madera grande y grueso.
El galpón, grande, pero sencillo en su construcción, quedó terminado a poco de finalizar la cosecha y se instalaron los elementos que habían llegado; el taller entró plenamente en servicio, un tiempo antes de terminar la casa...una vez terminada la cosecha.
El arreglo que hicieron mi papá y el Alemán fue el siguiente: Papá le pagaría un sueldo mensual fijo y él repararía todos los elementos de la finca y atendería los caballos que debían ser herrados, y mientras se lo necesitara tendrían prioridad los trabajos para la finca.
El tiempo que le quedaba libre, lo podía usar a su antojo para realizar trabajos para terceros, utilizando las herramientas y materiales de la finca, pero reintegrándolos bajo su supervisión; todos aquellos materiales usados para terceros serían devueltos en cantidad y calidad igual a los usados. Este acuerdo, exigía un alto grado de moralidad y el Alemán la tenía.

Fue construida con los ladrillos grandes, que se usan mucho en Mendoza, era la primera vez que se hacía una casa con esos ladrillos, en la finca; las anteriores muy viejas eran de adobe de barro, revocado, eran frescas y a su modo antisísmicas porque tenían paredes anchas; las más nuevas de ladrillos a la vista externamente y revocadas por el interior.
Esta fue construida toda de ladrillo a la vista por fuera y revocada por el interior, la cocina y los baños con cerámicos grandes muy vistosos, para el agua caliente una cocina tipo salamandra.
Las puertas y ventanas con persianas para el sol, de madera de cedro, las hizo el tío Heriberto.
Por estar en el campo la casa tenía el baño dividido en dos, uno interior para lavarse y bañarse con bañadera y agua caliente y otro en el exterior con agua fría solamente para un inodoro y lavabo. Cerca de este último había un pozo ciego construido con ladrillos, revocado, de dos metros de diámetro y una profundidad hasta la primera napa de agua, que estaba como a ocho metros, y recibía el agua servida de la casa y el baño.

El techo estaba preparado para resistir los días con sol y calurosos, primero tenía palos de álamos, pintados totalmente con brea para impedir la acción de los insectos, colocados a lo largo, cada cuarenta centímetros de separación; sobre esos palos se clavaban cañas enteras, redondas y gruesas, puesta una junto a la otra que no permitían dejar pasar el barro duro como para hacer adobes, con material fibroso. Las cañas soportaban el barro y sobre el barro se colocaba una tela de alambre fina, a dos centímetros de las cañas, arriba de la tela se colocaba otros diez centímetros de barro.
Finalmente llevaba un recubrimiento de hormigón, con una malla metálica a cinco centímetro del barro y de veinte centímetros de espesor. El hormigón se pintaba con brea derretida y bien caliente, la brea se esparcía con una escoba vieja y dura. Arriba de la brea se pintaba con cal, arena y un poco de cemento, para que predomine el color blanco, a efectos de rechazar las radiaciones solares, y que forme un mortero resistente al tiempo
El techo se armaba de modo que dividía la casa en dos, y quedaba “a dos aguas”. Por adentro, cubriendo la vista de los palos pintados de negro y las cañas, se puso el cielo raso construido con una tela blanca, bien gruesa; que junto con las paredes blancas pintadas a la cal, le daban un aspecto de pulcritud y limpieza en medio del arenal.

La casa tenía una buena distribución, y un estilo de campo; primero había un lavadero y una pieza con baño para bañarse, que quedaba al costado de la galería del fondo, a continuación estaba la galería en el fondo de la casa.
De la galería se entraba por el fondo a la casa, que tenia todas las puertas al exterior iguales; eran de una hoja grande y dos ventanas de vidrio repartido al costado. Los tableros de la puerta eran de cedro macizo con pequeñas molduras.
Yendo hacia adelante estaba el dormitorio de la hija que daba al living comedor, que estaba unido por una arcada con la cocina, que a su vez estaba unida a la despensa.
Mas adelante había un hall, al que daba un dormitorio pequeño, el baño principal, el dormitorio grande del matrimonio y una pieza que podía ser una sala de trabajo o reuniones la cual a su vez tenía una puerta al exterior. Al costado y unido con el living estaba el comedor, que también tenía una tercera puerta al patio.
Mientras se construía la casa, papá le encargó al tío Heriberto, además de las puertas y ventanas, algunos muebles; este era un eximio carpintero y con ideas de avanzada los construía lindos, con buenas maderas y un bajo precio.
Le encargó los juegos de dormitorios: Camas y roperos; las mesas, las sillas y los armarios del living y del comedor; un mueble para la cocina y otro para la despensa, un escritorio y sillas para la pieza del frente.
La casa estaba lista para ser entregada y papá llamó a Federico, que era el nombre del Alemán junto con su señora e hija y le dijo: ¡Federico te entrego esta casa para que disfrutes con tu familia!… y le dio las llaves de todas las puertas: Dos por cada una. Veinte llaves en total.

La señora cuando entró, rompió en llanto y la hija al verla hizo lo propio; nunca pensó recibir toda la casa con muebles nuevos de la mejor factura; rápidamente se mudaron del secadero que quedaba muy cerca, usando para ello el carro de papá, quien lo había hecho llevar sin que se lo pidieran; las pocas cosas que mudaron fueron los colchones que eran nuevos, y también toda la ropa: nueva y de trabajo. .
En el campo no había heladeras para conservar la carne, pero había una especie de “fiambrera de alambre mosquitero” donde se colocaba la carne al fresco y de noche al sereno. Papá también les regaló una “fiambrera”.
Pronto los jardines alrededor de la casa se cubrieron de pequeñas flores de temporada, y Federico trajo rosas, salvajes, que las injertó con rosas del jardín de mi casa y de la nona Luisa. Las rosas salvajes crecían a la orilla de la acequia del agua, enredándose en los álamos que la bordeaban.

Papá le contó a Federico que la chica que trabajaba en casa se había ido a trabajar con el padre y la madre a un viñedo; económicamente estarían mejor y podrían mantener a los cuatro hermanitos.
Federico a su vez le contó a su señora Anahí y ésta por agradecimiento, con lo que había realizado papá, se ofreció para trabajar en casa. Mamá la tomó por cuatro horas todos los días, para las tareas de la casa: Lavar, planchar, limpiar, hacer las camas.




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CAPITULO N°3


Anahí desde el primer día fue acompañada por su hija, que no se quedaba sin hacer nada, también se ponía a trabajar y a los pocos días la casa brillaba y no había ningún trabajo atrasado: la ropa estaba lavada y planchada y a medida que se juntaba la lavaban y planchaban, igual con el resto de las tareas: Mamá estaba contenta y se lo demostraba, a la tarde les servía un rico té con masas como si fueran las más pitucas de sus amigas.
Yo empecé a estar a la tarde cuando tomaban el té, a la mañana iba a la escuela, generalmente venía de hacer mandados al almacén, que me encomendaba mamá. Allí en casa me reunía con Mariah José que con los días se mostraba un poco más locuaz; tuvimos diálogos más íntimos, y conversábamos sobre nuestros amigos, en el caso de ella todos habían quedado lejos, como un grato recuerdo, sin saber cuando los vería de nuevo.
Todo parecía indicar que se quedarían para siempre en Mendoza, iniciando una nueva vida con nuevos amigos.

Un día a la tarde la invité a “pasear en mariposa”, (sulky como el de los lecheros que se sube por atrás); había atado al Tigre, un caballo corpulento que trotaba muy ligero, cruza de percherón con pura sangre.
Salimos para el lado del Canal Los Andes, que estaba en el limite de los cerros de La Ventana (Rivadavia), hacíamos un promedio de ocho a diez kilómetros por hora, trotando y yendo al paso y llegamos a un monte de chañares y algarrobos en una hora. (Este monte estaba pasando el puente del canal Los Andes a unos dos kilómetros del rancho de Los Pérez.)
Se había mantenido en pie, sin ser presa de los leñadores furtivos, porque los Pérez lo cuidaban con tesón, impidiendo que nadie fuera a cortarlo; amenazándolos con escopetas, revólveres y perros malos, en caso de que no quisieran desistir, de cortar el monte.
Durante el viaje le explicaba, quienes eran los dueños de las fincas; eso hasta llegar al canal, de allí para arriba y por todos los cerros no había más cultivos; pero el paisaje desértico, con árboles y arbustos pequeños o achaparrados ofrecía una belleza que no quedaba a la saga de los campos verdes de otras partes; las piedras que habían, los canales o cañadones que hacía el agua bajando de los cerros eran muy bellos.
La fauna también ponía su magia, habían diversas especies que podían verse al cruzar el canal y empezar el desierto; Esa fauna autóctona no se quedaba en los campos cultivados a excepción de las liebres europeas y las perdices; la fauna tenía su encanto y le daban al paraje una misteriosa belleza.
Las martinetas copetonas andaban cerca del canal en grandes bandadas, su cacería con mi tío Hugo era uno de nuestros principales pasatiempos; íbamos casi todas las semanas de invierno, durante el periodo de caza; hasta encontrar grandes bandadas que las perseguíamos con perros, siempre íbamos en grupos, y cuando sucedía de encontrar una gran bandada, se armaba un tiroteo descomunal, cobrando un sinnúmero de piezas.
La mayor cacería de Copetonas, que recuerdo, la hicimos con mi tío Toto, mi hermano Cacho, el tío Hugo, el Negro Aguirre y Yo; fue a la orilla del canal, por la huella que corría paralela al mismo. Primero vimos unas martinetas que iban por la huella, corriendo adelante nuestro, que de pronto se salían hacia una viña abandonada, que no tenía ni palos ni alambres, solamente algunas plantas de vid, que permanecían salvajes.
Allí entre el yuyal, conformado por chepicas, chañares y otros yuyos las martinetas en cantidad descomunal, permanecían achatadas; cuando los perros las empezaron a marcar, comenzó el tiroteo; a medida que caían, los perros no sabían que hacer: Si ir a buscar la martineta muerta o marcar a las que estaban al lado. Debido a lo alto del yuyal y a que matábamos sin darnos tiempo para recoger, sabemos que se perdió más de una, pero al contar, la cacería ascendía a cincuenta y ocho martinetas, entre cuatro cazadores y un tronco que era Yo.(maté la mayor cantidad de mi vida en un tiroteo y fueron tres).
Esto dio un promedio de trece punto ocho martinetas, entre los otros cuatro, pero mi tío Hugo tiene que haber matado la mitad del total. En ese tiroteo lo vi matar de a dos en varias ocasiones, era una rara habilidad que él tenía cuando cazábamos una bandada.
Cuando volaban dos o tres juntas esperaba que se cruzaran y allí recién oprimía el gatillo.
Mariah José escuchó el relato de las cacerías y se interesó por cual otra clase de animales habría en esos campos.
Le conté que las más comunes de ver y cazar eran las Maras o liebres criollas o patagónicas, andaban en pequeños y medianos grupos de cinco a diez liebres, que eran bastante ariscas y tenían muy buena vista y oído y enseguida escapaban a la carrera; si el lugar lo permitía se las corría con el vehículo que teníamos, un jeep 4x4, de los primeros que hubieron: Rezagos de la segunda guerra mundial.
Otros animales que encontrábamos y cazábamos eran mulitas y peludos, sin que fuera común encontrarlos, ya que salen casi siempre de noche.
Sabíamos que entre los cerros había pumas, guanacos, zorros y bizcachas que salen solo de noche, nunca los encontramos, ni los buscamos por lo difícil que resultaba el acceso a pie a la parte lejana de los cerros, ya que no había caminos hacia adentro, y no fueron objetos de caza para nosotros.

Llegamos a un monte alto de chañares y algarrobos, que formaban en su interior como un salón cubierto de hojas y ramas; ese lugar era buscado, los días de mucho sol en el verano, por los animales que andaban sueltos en el campo. Mariah José tuvo un poco de miedo al entrar debajo de los árboles, pero cuando vio que no había ningún animal y que solo volaron palomas, algunas de los nidos que allí hacían, se tranquilizó.
Atamos el caballo a un árbol, y le dimos una “penca de fardo”,(pasto) que llevábamos en el “pescante” de la mariposa (en la parte de atrás,).
Fuimos a caminar por entre los chañares y algarrobos, conformaban un lugar agreste pero pintoresco, había caminos que se habrían en todas direcciones, y espacios descubiertos sin vegetación, hechos por los animales que se guarecían del sol o las tormentas y que también venían de noche a descansar, protegiéndose del viento y el frío.
Sentados a la sombra, Mariah José se soltó a hablar y dijo que su mamá apreciaba mucho a mi papá por lo que había hecho por ellos, y también a mi mamá; que su papá también lo apreciaba a mi papá y que lo consideraba una persona excesivamente buena. En esas circunstancias Yo le pregunte que sentía ella por mí, si me apreciaba o si le era indiferente; me dijo que Yo era muy bueno con ella y que me tenía mucho afecto y que ya me consideraba “un amigo”. Un amigo es un amigo y nada más, así que ese día no tomé ninguna iniciativa que pudiera comprometer la condición de “amigo”. Seguimos charlando y luego hicimos los preparativos para volver, después de comer sánguches de salame y beber algo.
No obstante, esta situación de bajo perfil, no era lo que Yo tenía en mente para con Mariah José; llegamos a casa temprano, habíamos tardado unas tres horas ida y vuelta y la verdad que estuvimos muy entretenidos.

Los otros paseos, que hicimos a lugares más cercanos fueron más divertidos, pues allí empezamos con un comportamiento distinto.
En el dique derivador, Philips, las cosas tomaron otro cariz, mientras nos bañábamos en el canal de igual nombre, comenzamos a tener actitudes que iban a lo sexual, Yo la tomé de las manos, le saqué el corpiño y la bombacha que usaba para bañarse, empecé a tocarla, no opuso ninguna resistencia, más bien daba muestras de estar muy a gusto y los primeros besos fueron calidos y consentidos.
Tenía un cuerpo espectacular; los senos redondos, turgentes, con los pezones duros y parados; tenía la “cola” carnosa y la vulva pronunciada; mis calzoncillos quedaron a la orilla del canal igual que sus ropas.
El canal tenía una pared, en los costados, de árboles pequeños y yuyos grandes, que no permitían cruzarlo, salvo por algunos sitios, donde esta vegetación había sido cortada. Esa vegetación crece en la ribera de los cursos de agua y como está en la orilla, no impiden que el agua circule con normalidad; solamente se cortan las plantas que crecen hacia el interior del cauce y en algunos lugares para permitir el paso de las personas.
El dique Philips es el que distribuye, en el canal de igual nombre los últimos cupos de agua del río Tunuyán. Es el último sistema de distribución que existe sobre el río Tunuyán.
Rara vez pasa agua del dique Philips hacia el río Desaguadero; donde este se pierde en el límite con la Pampa, sin llegar agua al río Colorado, debido a la evaporación en el desierto mendocino, y a la falta de agua, que se usa toda para el riego de los viñedos.
La mayoría de las veces llega un pequeño hilo de agua por el río, que escapó del Dique Medrano, aguas arriba, que es absorbido por el canal Philips. En esa circunstancia es muy agradable bañarse en el canal Philips que lleva una pequeña cantidad de agua, sin significar peligro para los bañistas.
Allí estábamos en un lugar escogido, donde el canal se aleja del camino y dobla en dirección de Las Catitas, un pequeño pueblo y de los últimos con riego proveniente del río Tunuyán. Ella jugaba desnuda, protegida su intimidad por los árboles que cubrían las orillas del canal. Yo también jugaba desnudo en el hilo de agua refrescante; los quince años que teníamos hicieron que enseguida perdiéramos el pudor de estar desnudos uno frente al otro y aunque Mariah José no era de hablar mucho, se hacia entender y muy bien acerca de lo que quería.
Ese día la tarde fue corta para jugar, y al salir del agua teníamos una sensación de placer jamás experimentado.
Antes de irnos juntamos guindas de unos árboles salvajes, que crecían a la vera del canal y las comimos por el camino, hasta mi casa.
La distancia del dique a casa seria de unos seis kilómetros, que con el Tigre los recorríamos en un corto tiempo; al llegar mamá nos esperaba con un té delicioso, con sánguches de jamón crudo y masa caseras.
Trajimos guindas para nuestras madres que las disfrutaron tanto como nosotros.
La mamá de Mariah José, no tenía ninguna prevención ni le disgustaba que saliéramos a pasear juntos, mi mamá tampoco; nadie insinuó que no debíamos irnos a pasear y lo hicimos durante todo el verano y el otoño, hasta cuando llegaron los días más frescos y ya no era tan agradable andar corriendo en sulky, por lugares abiertos o a la orilla del río.
El invierno conspiraba sobre nuestros paseos, salvo los hermosos días de sol, que son muchos, en Mendoza.
Igual salíamos los días más lindos, salíamos abrigados, la mariposa tenía una caja muy grande donde colocábamos almohadones y frazadas y allí estábamos protegidos del frío, en el fondo del cajón; pudiendo armar un cama con toda comodidad.
Íbamos a diferentes lugares, aunque menos a los diques y canales, porque no necesitábamos un lugar fresco como en verano; un lugar que pasó a tener preponderancia era un bosque de chañares, muy grande, que estaba en un campo árido cercano al río.
Para llegar al lugar teníamos que internarnos por una huella de arena dónde rara vez transitaba alguien, ya que la única utilidad que tenía, era conducir al monte de chañares; un campo salitroso, no tenía casi vegetación, y la que había era achaparrada y sin fuerzas, típica del desierto; la excepción la hacía el montecito de chañares. Era un desierto inmenso, que cuando joven me alegró con su desolación, permitiéndome pasar junto a Mariah José en la soledad del paraje, los momentos más maravillosos de mi juventud.


CAPITULO N°4
1402 palabras

Ese año terminé el colegio secundario y al otro año me fui a San Juan, allí terminó mi contacto diario con Mariah José, la veía las pocas veces cuando volvía a casa, para las vacaciones de julio y en el mes de enero.
Los días se hacían cortos para estar juntos y la disfrutaba como nene con juguete nuevo; nos poníamos locos de placer y no queríamos separarnos.
Me volvía una o dos semanas más tarde de lo estipulado, y llegaba justo al comienzo de los nuevos cursos y sin haber estudiado para los exámenes finales, por lo que debía pasarme una semana sin dormir, para rendir bien las practicas de las materias que me quedaban.


Mariah José terminó el secundario un año después y su papá tenía decidido que iría a estudiar la misma carrera que estudiaba Yo en San Juan. A ella le gustaba la idea de estudiar Ing. Química; cuando supo que estudiaría eso, se hizo preparar con el mismo profesor que me preparó a mí durante el año final.

No había examen de ingreso así que al año siguiente era compañera de facultad, vivía en una casa con dos chicas, cada una tenía su cuarto.
Cada tanto iba a visitarla y me quedaba a dormir con ella, que precavida había comprado una cama usada de dos plazas. Esto sucedía generalmente los viernes a la tarde y me quedaba hasta el domingo después de cena.
De las otras chicas, una tenía pareja estable y la otra no, también pasaban los fines de semana acompañadas.

Un día viernes, me encontré a la salida de los cursos, en la facultad, con Mariah José; soplaba con fuerza el viento Zonda, haciendo la tarde insoportable, por la temperatura que tenía, convirtiendo a la calle en una hoguera. Ella vivía en el centro y Yo para el otro lado de la ciudad, ella andaba a pie y Yo en bicicleta, pero de mujer.
Para llevarla tuve que subirla sobre el manubrio, estaba acostumbrado a llevar amigos así, y en un rato estuvimos en pleno centro, en la casa de Mariah José. Las otras chicas, por ser fin de semana se habían ido a Mendoza.
El viento Zonda que todo lo convertía en polvo y calor, nos obligó a darnos un baño después de cruzar el parque y parte de la ciudad, para refrescarnos.
Cuando llegamos, ella se fue al dormitorio donde dejó la ropa y se vino cubierta por una toalla, con una capucha de plástico en la cabeza; me estaba bañando con agua fría, y que por ser del tanque que estaba sobre el techo se había calentado con el sol y el Zonda, estando agradable para bañarse.
Mariah José se metió bajo la ducha conmigo y la empecé a jabonar por todo el cuerpo; ella gozaba del baño que le daba, le pasé jabón por las tetas y por la cola, con el mayor cuidado, generando en ella una excitación paralela a la mía.
Me comenzó a besar despacito, suavemente, como si no me besara, besos chiquititos en la boca, pero calientes como el Zonda, nunca antes lo había hecho y me empezó a besar por “todo el cuerpo”; me puse loco y no aguanté de besarla Yo también “por todo el cuerpo”, terminamos el baño y nos fuimos al dormitorio, allí siguieron los besos chiquititos, muy calientes. Quedamos besándonos un rato y el fresco de la noche y el baño nos dio sueño.
Y así sin amarnos, nos quedamos dormidos. Al despertarnos era de noche, serían las diez, por lo que decidimos comer algo que había en la heladera: Unas milanesas. Mariah José preparó la comida y puso la mesa para dos, fue una de las cenas mas lindas que tuve en mi vida de estudiante, estaba a acostumbrado a comer poca cantidad y era groseramente flaco, se me veían todas las costillas como al Mahatma Gandhi, pero ese día comí más de lo cotidiano, y tomamos vino a lo cual no estábamos acostumbrados ninguno de los dos
La sobremesa la hicimos comiendo un postre netamente sanjuanino: Uva moscatel grande, era exquisita. Finalmente Mariah José sirvió un café, algo amargo para aliviar el exceso de vino. Conversamos sobre las materias, a ella le iba muy bien en la facultad, había aprobado todos los prácticos y no tenía problemas para estudiar, Yo le había pasado mis apuntes manuscritos, que había tomado religiosamente el primer año sin faltar a una sola clase teórica y los cuadernos donde estaban desarrolladas todas las derivadas e integrales conocidas y que me permitió el éxito de aprobar el examen del parcial, en el primer intento.
Ella era muy mimosita, le gustaba que le hicieran mimos y hacía como que se quedaba dormida sobre mi pecho; le daba, copiándome de ella, besos chiquititos, “para no sacarla de su sueño imaginario”.La trataba con la mayor ternura y a pesar de mis dieciséis años era muy cauto con ella y no intentaba tener sexo cada vez que “yo quería” sino más bien lo hacíamos cada vez que “ella quería”,eso si cuando ella deseaba que la amara me contagiaba de su fuego lento, que terminaba con mis especulaciones. Era ella quien me desnudaba y me comía a besos chiquititos hasta llegar a que hiciera lo mismo con ella. Su filosofía de herencia indígena era contemplativa, y si bien tenía acentuada su herencia alemana, la mezcla era una rara mujercita que llegaba con mucho amor al orgasmo.
Que buscábamos juntos

Todo a su tiempo terminaba en el paraíso de los sueños juveniles y nunca sentí la sensación de estar teniendo sexo, lo que sentí fue que la estaba amando.
El final de su primer año, sería para mí el final de mi paso por San Juan, para cursar el tercer año yo debía tener aprobado el “bienio propedéutico” que consistía en tener todas las materias del primer y segundo año aprobadas para anotarse en tercer año.
Tenía todas las materias aprobadas, menos una.
De la cual había rendido todas las prácticas, las láminas, ( geometría proyectiva y descriptiva) que era lo más difícil, y me permitían anotarme y rendir en julio. Igual estaba Pipo, le faltaba una.
Pero unos amigos que habían ido hasta Santa Fe, trajeron la información de que nos daban la equivalencia de todas las materias rendidas, y podíamos inscribirnos en tres materias, por cuatrimestre, correlativas de las rendidas. (En San Juan los cursos eran anuales y si perdías una materia, perdías todo un año; cosa que no era posible en Santa Fe)
La tristeza de Mariah José fue inmensa al enterarse de que me iría a seguir mi carrera lejos de ella, su padre no quiso que se fuera tan lejos de su casa a Santa Fe. (1.200 Km. vs. 300 Km.), ya que estando mas cerca, su familia podía visitarla y ella ir a su casa más seguido.
Me fui a Santa Fe, tomé la decisión y partí en dos semanas o menos, nos fuimos juntos con Pipo, en su camioneta Dodge.
Mariah José se quedó llorando y me partió el alma.
Al principio no me encontraba bien sin ella, todo estaba lejos: Mi casa, Mariah José, los amigos de la facultad quedaron atrás; sin embargo la distancia, dice una canción: “Es el olvido” y poco a poco, Mariah José también sufrió el proceso de las cosas queridas pero lejanas y me fui olvidando de ella; con Mariah José no fuimos novios, lo que se menciona por novios; fuimos mucho más pero sin que nadie lo sepa: Ni sus padres ni los míos, ni nosotros, ….como ella lo decía éramos solo: “Buenos amigos”.
Mariah José se recibió el mismo año que Yo, consiguió una beca para estudiar un doctorado en Ing.Química en Alemania, la tierra del padre, allá tenía parientes que la ayudaron; se graduó y se quedó a vivir en Alemania; mandó a buscar a los padres que se quedaron con ella para siempre; no volvió nunca…¡no tenía a que volver!.

1967 Campamentos-San Juan- Santa Fe
2008-La Plata
Revisión 2012 –La Plata
Jorge Eduardo







TOTAL 9187 PALABRAS.
18 PAGINAS



ESCUELA NORMAL AMORES DE ESTUDIANTES


EL PASEO A LA FINCA DEL SUEGRO DEL DIRECTOR
Los años de primero a tercero, en la escuela Normal, fueron difíciles en cuanto a estudiar; los profesores eran exigentes y para mal de males no teníamos habilidad para aprender y decir las lecciones. Siempre fuimos dos cursos desde que empezamos: El A y el B. Así llegamos a quinto año aunque disminuidos en el número inicial del primer año.
Los cursos de primer año tenían alrededor de treinta y cinco alumnos por curso y cuando iniciamos el cuarto año éramos treinta en el A y veinte y nueve en el B. Muchos amigos se fueron de la ciudad entre el primero y tercer año, otros abandonaron por tener que trabajar. Uno de mis amigos, el más pequeño, murió del corazón, de una afección que tenía de nacimiento y al cumplir trece años nos dejó, con una gran tristeza, a todo el grupo.
Tanto los del A como los del B, en cuarto año ya éramos muy amigos y las chicas y los chicos no hacían diferencias entre los de un curso u otro.
El curso nuestro tenía ocho chicas, les decíamos “Las Luceritos”, todas eran súper simpáticas y compañeras, una de ellas era Esther; la mejor alumna en toda la historia de la escuela, su promedio fue de diez en todas las materias, en los cinco años de la carrera de Maestro. No era por la nota, por lo que ella se desvelaba, su pasión era vivir la vida con sus amigas y amigos, que además la idolatrábamos, por lo buena compañera, por su inteligencia y dedicación a ayudar a quien lo necesitara.
Había otros compañeros, que eran muy buenos, que sabían de todo, que leían a los filósofos como Sartre. Uno de los más brillantes pensadores del siglo pasado, personalidad primerísima del movimiento existencialista. Como filósofo reflexionó sobre la soledad, la angustia, el fracaso, la muerte... Sostuvo que la existencia precede a la esencia, que el infierno son los otros y que el hombre es una pasión inútil. Su obra filosófica más importante es El ser y la nada; también entendían muy bien matemáticas; historia, literatura; entre ese grupo de diez o quince, entre los dos cursos, estaban mis amigos que se fueron conmigo a la Universidad a San Juan.
En cuarto año teníamos entre catorce y dieciséis años. Las fiestas las hacíamos siempre juntos; las hacíamos desde el tercer año para juntar dinero para el viaje de fin de curso en quinto año.
Un baile que hicimos en un club céntrico fue increíble, no por lo que pasó durante el baile, sino por lo que sucedió cuando terminó.
Al finalizar empezamos a ordenar el salón para dejarlo en las mismas condiciones que nos lo entregaron, cuando lo alquilamos; los varones y algunas chicas amontonábamos las mesas y las sillas. Uno de los varones antes de vaciar los vasos y las botellas que estaban sobre las mesas, se tomaba el contenido. Muchas botellas tenían Hesperidina, una bebida de la época; en determinado momento “Nene Chico” (que era su apodo) llevaba sobre su cabeza una mesa y cayó redondo al piso, se había “suicidado” con las bebidas que había tomado; vivía a dos cuadras y lo llevamos alzado hasta su casa; no hablaba pero respiraba y eso nos tranquilizó, cuando llegamos a su casa, salió la madre, y empezó a gritar:
¡Nene chico que te pasa!
Nene chico no contestó, no se movió, lo pusimos en la cama donde se durmió, vino el medico, lo controló y dijo: ¡Déjenlo dormir!
Durmió durante un día y medio, el médico dijo que debía digerir el alcohol, y que había zafado de tener un coma etílico. Cuando despertó, la felicidad de los amigos era inmensa, le dolía la cabeza y el médico le recetó un remedio.
Bebió mucha agua, estaba casi deshidratado, pero todo salió bien, tomó una sopa caliente, su estómago no estaba en condiciones de admitir nada pesado, cuando se levantó y caminó el grupo de amigos lo aplaudió.
Ese cuarto año empezamos una relación muy adulta con el Director de la escuela; se hizo amigo del grupo y nos ofreció su casa, muy grande, para realizar un baile, y así no gastar en el alquiler del club.
El lugar tenía un patio grande con un quincho, allí pusimos los aparatos de música, la música sonaba y todos bailábamos .Yo busqué a Esther y nos fuimos a bailar a un rincón solitario del jardín, ella se puso muy mimosa y por primera vez la besé, en la boca. Eso era algo increíble porque ella no quería que nos vieran juntos y menos besándonos; fue un solo beso y nada más, pero fue el que inició el camino para los que vendrían todos juntos en el futuro, en ocasiones ya buscadas.
El Director nos puso en contacto con su suegro que tenía una finca espectacular; era el Director del Hospital de la ciudad.
Para llegar a la finca, se iba por un camino arbolado que llegaba hasta la orilla alta de la costa del río; era una finca con casa de campo, pileta de natación, viñas y potreros, un potrero de alfalfa, donde estaban sueltos los caballos, cuando llegamos, un gaucho fue a buscarlos para ensillarlos; tenía potreros y boxees para los caballos en el invierno.
El quincho estaba bajo grandes árboles, donde el gaucho nos cocinó el asado, al finalizar el mismo salimos de a dos en cada caballo, éramos seis en total y los varones todos andábamos bien a caballo.
Un grupo se fue por un camino que pasaba frente al cementerio, y llegaba hasta la bodega mas antigua del lugar, tenía algo de misterio y se podía visitar, ver sus máquinas viejas que aun conservaban, las piletas y lagares donde se habían elaborado durante muchísimos años millones de litros de vinos, yo la conocía y no fui.
Con Esther fuimos hacia la costa del río, por el lado de la barranca; para entrar al río debíamos sortear un curso de agua que formaba un pequeño canal, después del canal con agua, el río estaba seco hasta la otra orilla, distante unos cien metros,
Decidimos cruzar el río, íbamos montados en una montura de bastos que nos albergaba a los dos, al llegar a la orilla tomé las riendas, y dirigí el caballo a saltar la barranca; el caballo se cayó de boca y nosotros caímos al agua, mojando nuestras ropas.
Salimos caminando y sacamos al caballo de tiro; el sol brillaba ese día de Marzo y hacía calor.
Hacía calor y en la arena seca sobre los cueros de oveja que teníamos en el apero, nos tiramos a secar al sol.
Esther se sacó la ropa, primero la blusa y quedó en corpiño luego el pantalón corto y quedó en bombachas rojas, hasta allí no tenía inhibiciones, pero para sacarse el corpiño se dio vuelta; yo la imité y me saqué el pantalón y la remera y la dejé junto a la ropa de ella en el apero. Al caballo lo atamos en unos pastos que crecían al costado del río en la ciénaga.
Tanto Esther como yo estrujamos la ropa que nos sacamos y esto ayudó a que con el sol no demoraran mucho en secarse, además la arena caliente y el viento ayudaban a secarla.
Al secarse la blusa que fue lo primero, Esther se la puso para tapar su desnudez y no tener que ponerse de espaldas, yo también me puse la remera que cubría bastante mi calzoncillo y que terminé de taparlo con el pantalón que ya estaba seco. También Esther se puso el corpiño y el pantalón por último.
La situación del remojón, nos causó cierto contratiempo, pero nos enseño que podíamos intimar, sin temor al pudor de vernos en paños menores mojados.
Al vestirnos pusimos la montura de almohada y las pieles de cama; y allí uno al lado del otro, al sol empezamos a hacernos caricias.
No era su conducta de otras veces, Esther empezó a besarme, y yo hice lo mismo; la colchoneta de cueros con lana de oveja, era bien blanda y mullida, además al estar en la arena, el piso estaba nivelado y liso sin protuberancias molestas.
Esa tarde ambos sabíamos que estábamos teniendo una conducta que antes la habíamos evitado, pero ello fue porque no queríamos que nadie nos viera.
Ella por primera vez tomaba la iniciativa y me besaba con amor, yo le correspondía, y aumente el ardor, la toque en los senos sobre la blusa y se quedó esperando, una caricia por adentro de su corpiño, y que le sacara la blusa y el corpiño.
Le saqué la blusa y el corpiño, yo también me quedé en cuero y sentía fuerte el sol sobre la piel. De pronto ella me dijo: Vamos al agua, era un pequeño curso de agua, con poca profundidad que llegaba abajo de la rodilla. Entramos sin sandalias y fuimos caminando por el agua, tomados de la mano para ayudarnos en caso que un pozo o una rama nos jugaran una mala pasada. Teníamos calor y nos mojamos la cara con las manos.
¿Y si nos bañamos? .Le pregunté.
Me contestó: ¡Bueno!
Y allí con toda naturalidad nos sacamos la ropa que nos quedaba y la pusimos sobre las cortaderas.
Enseguida ella se sumergió, sentada en el agua, me dijo: ¡Está muy linda!... ¡de verdad lo estaba!, era agua muy clara porque venía ya decantada del dique y el fondo de arena del río no la contaminaba. La temperatura que tenía era templada y hacía placentero quedarse adentro del agua; ella me arrimó la cara, la solté de la mano y empecé a besarla, primero en la boca; besos interminables, ambos estábamos cubiertos hasta el cuello, sentados, dejaba que la acariciara por debajo del agua; ni aunque alguien estuviera a dos pasos vería lo que pasaba. Ella también tomó la iniciativa y a la par que me besaba acariciaba mi cuerpo como si nada, me besaba el cuello, mi excitación me desbordaba y allí fue cuando la besé en el pecho, no hizo ni dijo nada, pero al quedarme apoyado abrasado, y besándola, luego puse mis manos entre sus piernas tocándola.
Por primera vez, supe por ella, alguien la tocaba en el sexo; cuando la vi muy excitada, le pregunte:
¡Quieres hacerlo!
¡Si, vamos ¡
Y allí en el agua, dejando que el río pasara, sin temor a que nadie nos viera, tuvimos la experiencia más maravillosa. Nos amábamos.
Juntamos las cosas, nos vestimos y fuimos a buscar el caballo; le pusimos el apero, y cruzamos el río de a pie. Por el lado donde vinimos fuimos buscando paso entre las cortaderas, hasta que una de ellas, la cortó en la pierna, lastimándola mucho, tomé mi pañuelo lo partí en dos y lo até sobre la cortadura; la sangre fue cesando de a poco.
Al llegar a la casa, la curaron con esmero, pero gracias a Dios la cortadura no fue profunda, y ya estaba seca. Le pusieron agua oxigenada y mertiolate (un desinfectante), luego una gasa y dos cintas adhesivas. Por fortuna no le pasó nada grave.
Al caballo, le sacamos la montura y le dimos agua, que casi no bebió porque tomó en el río, lo largamos al potrero y esperamos que llegaran los otros amigos.
La señora de la casa nos ofreció mate cocido con tortas fritas, que aceptamos complacidos; esas tortas campesinas eran las más ricas que había comido.
Fue un gran día el que pasamos en la finca del Suegro del Director, comimos un rico asado y con Esther descubrimos algo más que la belleza del río: descubrimos el amor.


EL ASADO EN LA FINCA
Los mismos seis, decidimos hacer otro asado, pero esta vez en la finca de mi papá.

El lugar era perfecto para ir un grupo, la casa de mi padre era inmensa: un chalet californiano de ladrillos de 420 m2, tenía tres dormitorios grandes, el de mis padres, el de mi hermano y mío, y el de mi hermana; mis hermanos no vivían en casa en el tiempo de la escuela, ya que estudiaban en la ciudad de Mendoza, distante setenta kilómetros. También estaba el departamento con baño privado que ocupaba una empleada, y que ahora estaba desocupado. Se podían quedar todos a dormir en casa.
La finca tenía trecientas hectáreas, casi todas cultivadas con vides y frutales; y era una aventura caminar por entre los viñedos: Viñas bajas y parrales, cortando y comiendo toda clase de uva; también ir por entre los frutales, muy diversos: Durazneros, ciruelos, damascos, cerezas, almendros, membrillos, … y de cada especie varias variedades, ciruelas blancas y negras , grandes y chicas; duraznos blancos y amarillos, redondos y chatos, con carozo pegado y priscos; la finca era un lugar de ensueño y mejor si estaba con mis amigos… y Esther.
Vinieron el sábado temprano y les propuse que saliéramos caminando, que podríamos conocer y recorrer por todos lados, sin problemas de cruzar alambrados cuando lo quisiéramos. Mamá les dijo a las chicas que llevaran en que traer frutas y que eligieran las más lindas para el almuerzo. Cada una de las chicas llevó una canasta de mimbre de las que se usaban para cosechar duraznos, al principio no pesaban nada, pero cuando la fueron llenando con todo lo que veían, debieron pedir auxilio a los varones, que terminamos trayendo la fruta que ellas recogían. Recorrer la finca era imposible en un día, pero visitamos los mejores lugares sin recorrerlos a fondo.
Salimos de casa y pasamos por entre el parque que la rodeaba, allí habían brevas, que las chicas pusieron en sus canastas, fuimos hasta la esquina por donde está la acequia de entrada del agua, les mostré las compuertas que la reparten para las diferentes parcelas, así entendieron como se distribuía el agua que era la vida para las plantas.
De allí pasamos al parral, la plantación de vides más vieja de la finca y quizás del valle de Campamentos a la orilla del río Tunuyán. Era un parral viejo pero exuberante, allí los pájaros encontraban un lugar ideal para hacer sus nidos, habían unos muy lindos que eran los jilgueros cabecitas negra (llamados a si porque el macho tiene toda la cabeza negra) y que como se criaban en cautiverio, la gente buscaba los pichones y los encerraba en jaulones, con otros pájaros .Yo no tenía ningún pájaro en jaula, mamá tuvo solo uno que le regalaron: Una Reina Mora.
Del parral fuimos hasta el pozo de agua surgente, tiraba ciento veinte mil litros por hora, que servía muy bien para regar la finca, junto con cuatro pozos más que llegaban entre todos a los seiscientos metros cúbicos por hora...
Fuimos hacia una plantación de ciruelas, en la canasta llevábamos uvas: Moscatel rosado y Semillón, blanca, además de algunas negras como Lambrusco que es muy rica para comer a pesar de que es para hacer vino. También pusimos uva Cereza negra y la más rara era una uva Sultanina, que es rosada. Las ciruelas al verlas en las plantas, dan ganas de cortarlas a todas, los llevé donde habían unas ciruelas muy ricas y muy grandes, de esas cortaron un montón. También cortaron unas amarillas muy dulces: Gotas de miel, y otras más. Podríamos haber llenado las tres canastas de ciruelas pero faltaban los duraznos que eran muy lindos y hacia allí fuimos: Primero los priscos, pelones, luego los amarillos por último fuimos donde estaban los más ricos: Los chatos, que son blancos y exquisitos, los que mas le gustaban a mamá. Habíamos recorrido un cuarto de la finca y decidimos volver, pronto sería la hora de comer y nos estaban esperando.
Mamá lavó la fruta e hizo una ensalada en varias fuentes que las puso con hielo que sacó de la heladera. Mamá tenía una habilidad natural para combinar las frutas de la finca, aunque le agregaba otras frutas exóticas como naranjas, pomelos, bananas; y peras que cortó ella, de un árbol.

La comida, pavo al horno, de los que ella criaba; las verduras cortadas de la huerta que papá cultivaba estuvieron exquisitas, y la ensalada de fruta sabía mas rica, porque la fruta fue cosechada por las chicas.

Ese primer día decidimos que a la tarde andaríamos por el interior de la finca, yendo hasta el fondo que no conocían.

Íbamos a salir en seis caballos: mansos, para las chicas y más briosos para los varones, los tres andábamos bien a caballo. Una de las chicas tenía mucho entusiasmo pero tuvimos que enseñarle. Aprendió a manejar, iba en la Ruana, y era tan mansa, que si no la manejaban ella andaba lo mismo.
Fuimos por el Callejón Del Medio, todos al paso, aunque no faltó alguno que fuera de un galope hasta el portón que estaba cerrado y se volviera.
Cuando llegamos me bajé y deje el portón abierto para la vuelta, solía quedar cerrado para que si venían animales, por el callejón desde los potreros, no pudieran pasar hacia la zona de viñedos, ni escapar por la calle Florida.
Al pasar el portón lo primero que encontramos fue el taller nuevo y la casa del Alemán, lucía un hermoso jardín, con flores de variados colores; al lado estaba la represa donde tomaban agua y también se bañaban los animales; antes de bañarse los caballos pateaban el piso de la represa y levantaban barro, ensuciando el agua, que luego decantaba y nuevamente quedaba clara. Los caballos estaban acostumbrados a tomar agua en la represa y los menos hábiles en dirigirlos tuvieron que dejarlos que abrevaran, aunque no tuvieron ningún peligro, finalmente todos les dimos agua.
Seguimos y llegamos al corral, allí los caballos quisieron entrar, pero Yo sabiendo que iban a hacer eso cerré la puerta y no tuvieron más remedio que seguir, los que eran conducidos con descuido por las chicas.
Al pasar los corrales, también el de las vacas, llegamos a la zona de los potreros, allí había un toro malo, pero si no lo molestaban no hacía nada, aunque por precaución no entramos a ese potrero y si lo hicimos en el último que tenía pasto en fardos apilados para el próximo invierno.
Los potreros tenían una clase de pájaros muy bellos: Se llaman “bolas de fuego” y son todos rojos; en el campo y el último potrero andaban sueltos los corderos con sus madres, eran muy bonitos cuando chiquitos y daba mucha pena cuando los mataban para hacer asados. En el potrero los varones se pusieron a galopar, los dos tenían caballos muy buenos para andar y saltaban fardos de pasto que todavía estaban sin estibar.
Yo seguí con Esther y les dije a los chicos que íbamos hasta el fondo de la finca y volvíamos, mas o menos en una hora, salimos por una puerta lateral del potrero y fuimos por dentro de un campo virgen con algarrobos grandes y chañares; ese campo estaba virgen, como fue siempre, no permitían cortar plantas allí; íbamos por una huella que llegaba hasta un lugar donde habían grandes plantas de algarrobo , chañares, y retamas con flores amarillas, donde el campo era muy agreste y bonito, yo conocía el lugar y sabía que nadie pasaba por allí, ya que a pie o a caballo la gente iba por el Callejón Del Medio

Bajamos de los caballos y yo los desensille, los dejamos atados y usamos las monturas para hacer una cama con las pieles de ovejas, juntamos los cueros de las dos monturas y tuvimos un cómodo colchón; en el amor ya teníamos experiencia, no nos costó esta vez amarnos, no teníamos vergüenza en desnudarnos y quedamos tomando nuestras manos y dándonos besos que eran eso, puro beso, con el fragor que un beso lleva, sin que por ello la excitación nos obligara al sexo; primero tuvimos una ronda de amor puro, donde lo mas fuerte fueron lo besos en los senos que vinieron cuando ella se sacó la blusa y yo le saqué el corpiño, luego me desnudé y ella se quedó en bombachas hasta que se las saqué.
Los besos siguieron intensos, me pidió que la besara, como ya lo había hecho antes, en el río, la besé muchas veces, no la deje respirar, me acordaba que la primera vez , ella me besó y luego me pidió… ¡Ahora: hagámoslo.
Fue algo increíble mucho mejor que la primera vez, allí llegué a comprender que el sexo es amor, que si se realiza con placer y entrega es sublime, y que no puede ser malo algo que tanto da.
Los chicos corrían por el pasto y se revolcaban, todos eran pibes que jugaban. Salimos para casa, cerramos el Portón Del Medio y soltamos lo caballos en el potrero chico al lado de la casa, para tenerlos a mano para el otro día.

Al día siguiente nos levantamos temprano, mamá y papá se iban a misa y se quedaban a comer en la casa de una tía; nosotros saldríamos a explorar los cerros; iríamos despacio por las chicas, pero el lugar no estaba demasiado lejos, apenas tres horas al tranco o quizás menos. Llevábamos comida y agua para nosotros y comida para los caballos, por el camino fuimos admirando las plantaciones: de uvas, frutales y huertas.
Llegamos al canal después de una hora de marcha; allí les dimos agua a los caballos, ya que hasta la vuelta de los cerros no volverían a tomar; seguimos una hora más hasta el bosquecito, que estaba después del dique aliviador, allí tomamos agua nosotros y dejamos escondidas las damajuanas con agua y la comida de los caballos para cuando volviéramos de los cerros.
Seguimos el camino, que era una picada hecha por la empresa que exploraba petróleo.
Al llegar al pie de la serranía el camino no subía y seguimos por una cañada que venía de los cerros, el agua de lluvia había hecho un tajo que permitía circular con mayor facilidad que trepando los cerros.
Llegamos hasta las nacientes de la cañada y desde allí nos dispersamos quedando en volver dentro de dos horas. Cada pareja se fue para donde quiso, disfrutando de la soledad y la belleza del sitio.
Los cerros eran bajos, no tenían dificultad, por lo menos en ese lugar para cruzarlos, debíamos tener cuidado de no perdernos y fuimos dejando señales de piedras para volver por el mismo camino, también hablamos de no ir muy lejos.
Con Esther nos quedamos al abrigo de unas grandes piedras que hacían sombra, aunque lo mismo el sol se sentía irradiando mucho calor, allí conversamos sobre cual sería nuestro futuro, yo le dije que estudiaría una carrera llamada Ingeniería Química y ella me dijo que estudiaría Profesorado Universitario de Filosofía y Letras, nos quedaba pasar el último año y ya teníamos que empezar a prepararnos en las materias afines; en mi caso: matemáticas, geometría, trigonometría, física y química.
Esther era muy linda y muy dulce, también.
Era muy sensata, el amor la había desubicado un poco pero igual mantenía su línea de conducta, no dejó de ser la mejor amiga de todos sus compañeros y a pesar que manteníamos una relación muy íntima siempre se mostró discreta y no se exhibía ante otras personas.
Su amor era de verdad y parecía que no terminaría nunca: yo la amé mucho, sin embargo, no se cuando se terminó, no fuimos nada, nunca habíamos dicho que fuéramos algo.
Quizás fuimos sin saber que fuimos: Humo de fuego consumido, flor de ciruelo marchita, resplandor del sol escondido, nido de pájaro no construido.

Ese día sin saberlo la amé por toda la vida.

Fue todo y otro día nada… ¡.Amores de estudiantes que cortos que son!


1957 RIVADAVIA-CAMPAMENTOS-MENDOZA
MAYO -2008 LA PLATA.
AGOSTO-2012 –LA PLATA


















CUANDO APRENDI A HACER EL AMOR

Las mujeres que pasaron por mi vida, me dejaron un recuerdo imborrable y a medida que transcurre el tiempo, a cada una la recuerdo con su carga de emoción como la primera vez; traigo a mi mente su aspecto, en algunos casos no recuerdo sus nombres, lo que más recuerdo son los lugares donde nos amamos.
Mi vida en el campo, se vincula con el paisaje y lo recuerdo de una manera imborrable,

EL FRACASO
La primera vez, que intenté hacer el amor fue un fracaso rotundo, con una chica mayor que yo, ella tendría dieciséis años y yo trece, nunca había estado antes con una mujer y solo tenía experiencia de masturbarme; ella tenía relaciones con hombres mas grandes y era conocida por tener amigos que la llevaban a la cama y no lo callaban.
La relación conmigo se dio porque estábamos dos chicas y dos chicos en una casa nueva en construcción, para mi nona; las piezas estaban vacía y la incomodidad era total, solo piso de frías baldosas y ningún mueble que facilitara las cosas; cuando se dio el reparto, me quedé con la mas grande y a ella le gustaba el otro muchacho, que era cuatro años mayor que yo; no supe bien como actuar y ella se dio cuenta de mi inexperiencia, no le saqué la ropa ni inicié ningún juego erótico, ella que esperaba una conducta por el estilo se levantó y me dijo:
¡ Me voy!,
¿Porqué?
¡No sabes nada!
Y acto seguido salió de la pieza y se fue a otra pieza sola; la casa tenía muchas habitaciones, y en una de ellas estaba el otro muchacho con su pareja, una chica más joven, de catorce años. En realidad parecía que estábamos cambiados. Cuando terminaron salieron los dos y se encontraron conmigo en el living comedor, la otra chica estaba en otro dormitorio; el muchacho se enteró de lo que pasó y le preguntó a la de catorce si quería ir conmigo, ésta muy decidida dijo que sí, mi amigo entró a la pieza con la otra y cerró la puerta.
Quedamos con la pareja que debía ser

LA PRIMERA VEZ
Fuimos a la pieza de antes y allí ella tuvo una actitud totalmente distinta: No esperó que yo la desnudara ,me dijo:
¡Desnúdate-¡
A renglón seguido quedó totalmente desnuda; mostraba unos senos que incitaban a tocarlos y de a poco a besarla; ella a pesar que era supuestamente mas inexperta, me supo llevar hasta conseguir lo que quería, me besaba por el cuello , los labios; la excitación fue muy grande y la tomé por la cintura y la puse de pie frente a mi , allí sin mediar palabras la bese toda, se sentía a gusto y jadeaba, de a poco experimentó un gozo que la hizo gemir, me volvió a besar y luego me dijo:
¡Vamos hacerlo!-

¡Esta era mi primera vez.¡

Se tiro en el suelo sobre una frazada que ella tenía y abrió sus piernas, a pesar que tenía experiencias previas consumadas, la sentí como si nunca hubiera tenido sexo, era sumamente estrecha, lo que producía en mi mucho placer, a ella le agradó la situación, y como se dice vulgarmente: Teníamos una “buena relación de piel”.
A medida que transcurrían los minutos la situación era cada vez mas agradable, y en realidad no sabía que me iba a pasar, en eso siento un vértigo y como si me estuviera cayendo al vacío, le digo:
¡No puedo!
Ella me dice:… ¡Vamos!. Mientras secretaba una pequeña cantidad de líquido que lubricaba sus labios vaginales y consumábamos nuestro idilio; a la par que me alentaba:
¡Vamos!
¡No aflojes¡
Acto seguido jadeaba y alcanzó su orgasmo de una forma ostensible: sus líquido, vaginales eran copiosos. Mientras me decía:
¡Dale!,
En eso eyaculé, con una respiración jadeante, lo que la puso muy contenta y me empezó a besar en la boca, en tanto me decía:
¡Lo hiciste, vistes que lo hiciste!

Esta ocasión no paso inadvertida para mí y siempre la recuerdo como la primera vez, mi profesora, con todo lo que significó para mí, el placer que me prodigó, y las circunstancias en que se produjo.


ENTRE LAS VIÑAS
Estas experiencias se mezclan con otras en el campo, que como es lógico se produjeron entre las viñas, que eran un lugar inmenso ideal para esconderse.

Una situación que recuerdo es con una empleada de mi nona que tenía quince años; no teníamos una relación previa para suponer que iríamos a la viña y tendríamos sexo; sin embargo una siesta estábamos en el límite de la viña, debajo de unos grandes árboles de nogal; bajo los árboles era muy fresco en el verano y por eso íbamos allí.
Los juegos que al principio consistían en jugar con la arena que había debajo de los árboles, pasaron a juegos de manos, a agarrarnos de nuestros cuerpos y a forcejear, tirándome arriba de ella; nos fuimos cruzando de un camellón a otro hasta quedar debajo de una hilera cubiertos por los pastos.

Allí los juegos terminaron y empecé a tocarle sus pequeños senos; ella se daba cuenta de lo que iba a suceder y no puso objeción. Realmente no se si había tenido sexo alguna vez, pero creo que no; sin embargo mostraba una conducta como si supiera o le gustara lo que estaba pasando; no le saqué la ropa, solamente la bombacha, luego me puse a besarla , esto la puso levemente en alerta, pero cuando la empecé a tocar, se movía con mucho placer y no me regañó para nada.
Ella también me besaba y a esa altura de los acontecimientos yo no sabía que hacer; después de estar un rato en ese juego, ella se ofrece y me pide que se la ponga adentro; allí sin tener mucha experiencia me dí cuenta que ella nunca había tenido sexo, y luego de un tiempo me dijo:
¡Me voy ¡
Su gemido fue audible, y ayudo para que mi erección terminara en una eyaculacion copiosa...
La siesta era calurosa y la sombra de la viña nos prodigaba fresco para soportar el verano.
Cuando pasó un rato que estábamos en la viña, ambos deseábamos tener sexo y después de un juego erótico, ella se puso abierta de piernas y la penetré; favorecía que le entrara sin dolor el hecho de que estaba totalmente mojada; cuando sintió que la tenía adentro, empezó a moverse a ritmo con mi manera de moverme; y me decía:
¡Me gusta- me gusta mucho!-
Después de un rato cambiamos de posición: Yo me senté y ella se puso sobre mis piernas de frente a caballito; se movía con un placer evidente, bajaba y subía, entraba y salía; en esas circunstancias empezó a jadear y a gemir y en un determinado momento dijo como la primera vez:
¡Me voy!
Y tuvo su orgasmo
Esto me potenció, mi placer aumentó y eyaculé con ella.
Nos quedamos quietos; ella no se bajó y eso permitió que al rato ambos quisiéramos seguir teniendo sexo; se movía suavemente y mi pene se ponía muy duro, la fricción con su cálida vagina aumentaba mi placer y mi excitación; ella estaba totalmente mojada con sus fluidos y con mi eyaculación anterior, no sentía dolor y deseaba tener sexo; se movía como si no lo hubiéramos hecho anteriormente y el tiempo que duró esta situación fue mucho mayor al que habíamos tardado antes; el placer se daba por partida doble, ella me ofrecía su boca y sus senos mientras hacíamos el acto sexual, que sin embargo no llegaba a su final; el placer aumentaba con el tiempo, pero todo lo bueno se acaba y en eso nos acabamos en forma conjunta y tumultuosa; sintiendo un placer no imaginado previamente.
La tarde empezaba a caer y debíamos irnos antes de que nos buscaran, salí para la otra punta de la viña y ella se fue cruzando el parque sin que nadie nos viera.


VERANO DEL 56
La cosecha reunía en el verano, muchas chicas en la finca, y hacíamos amistades nuevas, durante el tiempo que duraba la cosecha.
Siempre había una chica muy bonita, la que nos gustaba a los varones que estábamos en la finca haciendo la cosecha y deseábamos tener relaciones con ella; el verano del 56 fue una morocha alta , delgada y muy bonita, vino de Jujuy, y se quedó en el secadero, en las piecitas pequeñas que allí había.
La relación comenzó cuando ella venía a descargar los tachos de uva en el camión y yo le daba la ficha; como tenía en la mano grupos de cien fichas, en determinado momento le dí a propósito dos fichas juntas, como si me equivocara, ella se dio cuenta al contar las fichas, con los tachos que había descargado a ese camión, entonces vino y me dijo que le había dado una ficha de más, le dije que fue a propósito porque ella era muy linda y se lo merecía por estar cosechando allí, así en otras oportunidades volví a darle dos fichas juntas y se volvió a dar cuenta ,y vino a decirme solamente gracias.
Esta situación permitió que entabláramos, en los momentos que la cosecha se paraba, una relación que de a poco termino en amistad y finalmente la invité a encontrarme con ella después de la cosecha. Era difícil conseguir que ella estuviera por mucho tiempo sola, ya que en el campo estaba su familia, compuesta por varios hermanos y los padres; un día fue al almacén, antes de que terminara la hora de cosecha, para volver de día. Quedaba en la esquina de la finca, y para llegar hasta el lugar, desde la viña que estábamos se podía cruzar por debajo del parral, disminuyendo el camino a recorrer, ella me dijo que iría al almacén a determinada hora de la tarde y que podríamos encontrarnos a la vuelta en el medio del parral; yo la vi pasar al lado del camión cuando se iba y al rato dejé de dar fichas, dejándolo a Carlitos mi mejor amigo; este no se avivó de lo que pasaba y cuando preguntaron por mi , dijo que me habría ido a la casa, tal vez a comer algo.
Como lo prometió ella volvió por el medio del parral y allí nos encontramos; el parral tenía una acequia al medio en cuyos bordes crecían altos los pastos naturales, esto la convertía en un buen lugar para ubicarnos y empezar una deliciosa relación.
Primero fueron caricias con cambio de información. Yo repreguntaba:
¿Donde queda tu casa? ,
¿Cuantos años tienes?
Y así me iba informando, ella a su vez me preguntaba:
¿Tienes novia?,
¿Tu papá es el dueño de la finca?
La conversación se fue haciendo menos intensa a la par que aumentaban las caricias y los besos; en determinado momento no hablamos más y empezamos a besarnos con pasión; cuando le toqué los senos ella dio un pequeño respingo y no dijo nada, cuando le saqué la blusa abajo no tenía corpiño, pues el calor y el sudor del trabajo lo tornaba muy incómodo, de a poco nos sacamos la ropa hasta quedar desnudos, adentro de la acequia, cubiertos por los pastos.
La tarde caía lentamente y la luz era muy tenue, fue en esas circunstancias que nos encontramos besándonos mutuamente; yo la besaba con pasión, lo que aumentó su excitación y esto aumentó la mía; de pronto como obedeciendo a un mandato, la ubiqué en el borde de la acequia, y allí tuvimos nuestra primera relación:
¡Que lindo! -me decía- ¡Sin dejar de moverse!
Y en eso su vagina se inundó con sus líquidos y los míos que salían como un río.
Nos quedamos quietos sin movernos más, no se cuanto tiempo pasó, pero no fue mucho, seguíamos besándonos apasionadamente, empezamos a movernos nuevamente y ella se movía con mas intensidad que yo; su segundo orgasmo llegó antes que el mío, y al sentir que ella me mojaba, eyaculé nuevamente con gran placer.

Ese día la cosecha ya había terminado; pasamos por donde estaba su tacho de cosecha; y por el banco para subir la uva al camión, que quedaba en el lugar donde seguiría al otro día la cosecha.
Al día siguiente nos encontramos: Yo dando fichas y ella trayendo tachos de uva al camión, la historia se repitió: Dos fichas por un tacho y ella que me lo agradeció.

Estos, son mis primeros recuerdos y no los olvido, aunque me esfuerce me olvidé algunos nombres; pero no del amor, que empezó sin saber como.

Campamentos1956-Rivadavia-Mendoza
Martes, 4 Marzo 2008. La Plata
.Domingo-02 septiembre-2012-La Plata





EL CABALLO: OTRO ACTO DE AMOR EN EL CAMPO


La vida en el campo tenía muchos ejemplos sexuales de parejas de animales, como los caballos, los cerdos, los conejos, las aves de corral; si bien difieren de los humanos, la pasión y el juego sexual esta presente en la vida animal y por ello los chicos del campo tenemos conductas incorporadas como si fueran propias, nuestras.
Un día habían traído un hermoso caballo pura sangre para que sirviera una yegua, la yegua estaba en celo y por eso tenía una conducta que era claramente permisiva de la conducta sexual del padrillo; el padrillo cuando estuvo junto a la yegua empezó con los jueguitos sexuales: La lamía , obligando a la yegua que levantara la cola , la mordía por el cuello sobre la tuza , y la yegua tiraba líquidos que mostraban que estaba receptiva, moviendo su vulva; que la abría y cerraba, con contracciones rítmicas de la vulva que dejaban ver el comienzo de la vagina, como cuando orinan; después de esto el caballo con su enorme verga afuera la saltaba, a veces le costaba meterla, ya fuera porque le molestaba la cola o porque le erraba con la posición , ya que muchas veces se ponía un poco de costado; cuando le entraba el que dirigía el acto era el padrillo, él se movía entrando y sacando la verga hasta que eyaculaba, quedándose como dormido sobre la yegua para bajarse del lomo al rato después de recuperar las fuerzas; la yegua no se sabe si tenía el orgasmo junto con el caballo, pero es muy probable que así fuera.

Los chicos que mirábamos este acto quedábamos sorprendidos con lo que veíamos, ya que el caballo se estremecía de una manera espectacular, indicando que iba a acabar. Cuando el caballo se bajaba la yegua seguía con sus movimientos de la vulva, dejando escapar un poco de semen del padrillo.
Los caballos también tienen actos seguidos y después de esperar un tiempo, vuelven a empezar de la misma manera y terminan con el padrillo eyaculando dentro de la yegua. Si la yegua no era infértil esta repetición del acto aseguraba que quedaría preñada.

CAMPAMENTOS-RIVADAVIA –MENDOZA-1956
LA PLATA 2012-09-05





PENSION DE ESTUDIANTES


CHICA DE LA VENTANA Y LA VIEJA.

LA CHICA DE LA VENTANA
Le decíamos “la vieja” porque tenía 32 años y nosotros algunos de sus inquilinos no pasábamos los 17, ella ofrecía un servicio con pensión incluida, daba de comer almuerzo y cena y el desayuno a la mañana, y además una habitación compartida para dormir.
El servicio no incluía el hacer la cama, cada uno debía hacérsela por si mismo, al igual que la ropa personal, no así la ropa de cama que era lavada una vez por semana.
La casa era una vieja casa de San Juan, las habitaciones daban sobre una galería, allí había 4 piezas que albergaban a 8 estudiantes, uno de arquitectura, peruano y mayor, cerca de 30 años, era el más grande, después estábamos 4 que nos vinimos de la “vieja casona”,y otros tres de carreras repartidas.
“La señora”, como le decíamos, tenía un ayudante que hacía todos los trabajos mas pesados.
Tanto los de la cocina como los de lavar y limpiar; ella estaba siempre bien arreglada y muy llamativa, el encargado de limpiar era el ayudante.
Yo estudiaba en una mesa que estaba contra una ventana que daba a la calle, frente a la casa había una profesora de piano, que tenía alumnas regulares, y venían en determinadas horas a tomar sus lecciones de piano.
En particular venía una rubiecita que al cruzar frente a la ventana donde yo estaba, saludaba amablemente… ¡adiós ¡…, así los días y nunca pasaba de eso, ella vivía a la vuelta, a una cuadra de distancia, por el camino que yo recorría para ir a la facultad; una tarde la encontré parada en la puerta de su casa y me paré, iba a estudiar, tenía un examen complicado y estudiábamos con otro amigo en la facultad.
Quedamos en vernos a la salida de estudiar, a las doce de la noche.
Ese fue el día mas puntual para dejar de estudiar, llegué a su casa y estaba debajo de un farol de la calle,… esperándome,… en la calurosa noche de verano de San Juan…, la invité a caminar…, pidiéndole que pasáramos por mi casa a dejar la bici, pues era incómodo llevarla.
Así lo hicimos y nos fuimos caminando hasta un sector que no tenía faroles en la calle y además allí a los costados en los lotes baldíos, crecía un alto cañaveral.
La conversación fue girando hacia temas íntimos y en esas circunstancias me aproximé a ella y la tome de las dos manos y la atraje hasta mi; el primer beso fue con un poco de recelo, como si no buscara esa situación, pero yo seguí besándola y ella cambió de actitud, se dejó besar; su pollerita corta era una insinuación a tocar sus muslos; toqué sus muslos, ella no dijo nada, la seguí besando en la boca y tocando entre las piernas.
El cañaveral estaba a un paso y nos invitaba a buscar abrigo y a escondernos entre las cañas, aunque nadie pasaría por esa calle, ya que pronto terminaba en una vía del ferrocarril a Mendoza, y estaba cortada.
La llevé de la mano hasta adentro del cañaveral, allí ella tomó mas confianza, las hojas secas de cañas junto con los pastos que crecían al amparo del cañaveral, formaban un mullido colchón natural, que nos tentó a acurrucarnos entre los pastos; la luz era escasa, solo iluminaba el resplandor del último farol en la cuadra anterior. Busqué quedar pegado a ella; su boca con la mía, su cuerpo con el mío, y ella hizo lo mismo, a medida que pasaba el tiempo mayor era el placer erótico que sentíamos e instintivamente como en un elaborado sexo tántrico, empezamos a gozar.
Llegó un momento que paramos como para tomar aire, eso fue un acto muy sabio; cuando seguimos la excitación no solo no se había disminuido, sino que nos fue llevando mutuamente a un momento sublime y nos permitió terminar juntos lo que habíamos empezado juntos…
La llevé a su casa, no hubo ningún problema y al otro día pasó por mi ventana, saludando como siempre…!adiós ¡…, aunque ambos sabíamos que nada era igual.


LA VIEJA
Las cosas en la pensión habían cambiado para mí. Un día a partir de determinada fecha la cama de mi habitación estaba hecha y así todos los días, era evidente que alguien la hacía, pues me iba temprano a la facultad y recién la hacía a la noche al irme a dormir,
Por esa época el peruano se lanzaba con “la vieja” pero ella no respondía a sus requiebros. Había pasado ya un tiempo desde que me hacían la cama, cuando el empleado me dijo que: “La señora” quería hablar conmigo, junto a la cocina ella tenía un cuarto donde guardaba ropa y se cambiaba para trabajar en cosas de la casa.
Hasta ese momento no había advertido que “La señora” tenía conmigo una conducta especial y que sin llegar a insinuarse, se notaba un trato diferente por sobre los otros estudiantes.
Pero ese día cambió su conducta hacia mí. Sin dejar que le preguntara porqué estábamos ahí, me dijo: Te habrás dado cuenta que tengo contigo un trato preferencial y esto incluye invitarte a almorzar mañana domingo en mi casa, la que queda a mitad de cuadra.
Vamos a estar solos en mi departamento y quiero que vayas, me dijo África.
Era una hermosa mujer, esposa del exjefe de policía, separada hacía varios años, muy llamativa, tanto por su cuerpo imponente, su altura, sus ojos, sus cabellos lacios, largos y negros; y su llamativa cintura, que le daba forma de guitarra con una “cola” parada, y…voluminosa.
Acepté su invitación, me había citado para las 12 hs. en punto, cuando llegué la comida estaba cocinándose, la casa de tipo antiguo, techos altos, era fresca y auque no tenía aire acondicionado no se sentía el calor que hacía afuera; para evitar que entraran radiaciones, la habitación que reunía al comedor y el dormitorio separados por un biombo, estaba en penumbra, con poca luz natural y unas pequeñas velas que iluminaban el comedor; colocadas en candelabros…de…plata,…antigua.
Almorzamos a la luz de las velas, ya que no quería abrir las ventanas para que no entrara calor, a medida que pasaba el tiempo mis ojos se acostumbraban a la penumbra y a los postres estábamos conversando íntimamente; me invitó a pasar al dormitorio, que tenía una cama de dos plazas.
Cuando vi a África desnuda, tremenda mujer, quedé impresionado, ella empezó a besarme, con intensidad y eso me excitó, y ella también se excitaba más y más, hasta emitir sonidos, cuando la besaba toda y sus gemidos era audibles claramente.
El juego amoroso subió de voltaje, ella, como si fuera una gatita, ronroneaba, ambos habíamos llegado a un punto, que si seguíamos de esa manera todo terminaría allí y al fin la penetré.
La sensación de placer aumentaba, me clavó las uñas en la espalda y me pidió:…”mas fuerte”… yo sentía que me desvanecía que perdía la razón, y le dije… “no puedo mas”…, en eso ella se fue quedando en silencio y yo había terminado con mis energías.

Los siguientes domingos estuve invitado a almorzar.

Me confesó que había disfrutado mucho esas tardes, que había sentido hasta las últimas de mis vibraciones y que cuando yo me quedé sin fuerzas, ella también llegó justo al clímax.

El ultimo domingo que almorzamos, ya con mas confianza hicimos un poco de sobremesa y pasamos al dormitorio; la situación fue diferente, no existía por parte de ambos la locura de la primera vez, sin embargo era evidente mi intención de tener sexo, algo que ella hacía muy bien y con toda pasión; la besé durante un largo tiempo, y de a poco la fui investigando cada centímetro de su piel, sus redondos senos sin cirugía, sus pezones rosados,… hasta que la amé, …¡ sabiendo que era la última vez que lo haría…!

No supe nunca si eso era sexo solamente o lo que se llama amor; pero siempre la recuerdo con un sentimiento que va mas allá de la forma intensa que la amé.

Ese ultimo domingo me quede a cenar también y dormí con ella hasta el otro día. Fue la primera vez que me quedé dormido en los brazos de una bella mujer, que no se si me amaba, pero si se que me mimaba.

Era verano y esa noche dormimos desnudos.

Llegó el final del año y debía rendir un montón de prácticos y finales de materias, así fue que no fui más a su casa; en la pensión no había buen clima de estudio, por ello buscamos los cuatro que veníamos juntos, una nueva pensión y de una semana para la otra le avisamos que nos íbamos.

África se quedó muy mal, porque me iba, nunca había pensado que todo terminaría tan abruptamente.
La partida no fue fácil, Yo era muy joven y una mujer siempre tira, más ésta con la que aprendí la mayoría de las cosas que se hacen en la cama.

Jef pacheco SAN JUAN Desamparados 1958
LA PLATA 2012-09-05








TENTACION-
650 palabras-1-pagina


Había llegado de un pueblito lejano, de Catamarca, su nombre respondía a su característica de pueblo primitivo: El Escondido; allí había vivido sus primeros quince años, hasta que salió a hacer la cosecha, en un lugar para ella, relativamente lejano: Mendoza; cuando llegó se hospedó en el viejo secadero, en las piecitas que daban cobijo a los que venían a cosechar la uva de la finca.
Su pueblo no era casi ni eso, apenas un caserío que estaba a la vera de un camino que subía a los cerros, allá más arriba estaban los pozos de los mineros, que vinieron, muchos, de Europa; en la época de la segunda guerra mundial.
Las casitas que estaban entre los cerros, eran las mas humilde que se podían construir con materiales de la zona: Paredes de piedras y techos de pajas, mas fuertes que un rancho, pero con mucha similitud a la casa primitiva del gaucho. Con todo eran amplias: Patio y alero para matear, comedor, dos dormitorios y la cocina, sin baño, ni agua corriente, ni luz eléctrica...
Por ello se pudo acostumbrar a vivir bien en el secadero, que al menos tenía agua corriente, del enorme tanque que había servido para la industria, y ahora prestaba servicios a los que allí vivían; el baño era un retrete con agua fría solamente, para bañarse en verano.
La conocí el día que llegó, llamaba la atención sus enormes ojos azules, hija de padre lituano que vino antes de la segunda guerra mundial; se quedó explotando la minas, hasta que al terminar la guerra la demanda no permitió seguir viviendo de ello; debieron buscar otras fuentes de trabajo, hasta encontrar la finca para hacer la cosecha y quedarse por ese tiempo en el secadero.
Cuando llegaron faltaban unos pocos días para que comenzara la cosecha de uva, tiempo que aprovecharon para hacer los elementos para cosechar: Cómo las escaleras para los parrales, los delantales para juntar la uva, comprar la tijera para cortar, y pintar los tachos para que estuvieran más lindos y reconocerlos por el número que les correspondía, que era el mismo para toda la familia y también el que se le colocaba a la hilera.
“Fina” era alegre y amigable; la invité a salir al campo, a pasear entre los chaparrales, aceptó la invitación y siguiendo una costumbre de los jóvenes fuimos en un sulky, por el campo, hasta el canal Los Andes que llevaba el agua a los sembradíos y algunos días venía con poca agua, porque distribuía el agua más arriba.
El canal era un lugar ideal para ir a pasear, estaba cubierto de árboles y a la orilla crecían arbustos que permitían esconderse, sin ser vistos por cualquiera que pasara por el camino; aunque no sucedía y lo más común era que nadie circulara por allí en todo el día. Estábamos protegidos del sol, desnudos en el agua, al reparo del calor y a la sombra, bajo árboles muy grandes. La tarde nos incitaba a jugar con nuestros cuerpos; los besos empezaron siendo solo eso y se transformaron en una orgía de besos.

A pesar del enorme esfuerzo de voluntad, no podíamos dominar la tentación de amarnos.

Los besos, caricias y el acto de amor, la llevaron al límite; sentí que el calor que salía del interior de su cuerpo, se mezclaba con mi último suspiro; que fue abrupto y sin medida.

La tarde caía, el sol se ponía entre los cerros, atamos el sulky, subimos las cosas y antes de partir nos comimos los sánguches de merienda que llevamos con una botella de coca; y otra vez besos, nos dimos muchos besos, y como si recién llegáramos...

¡No podíamos dominar la tentación de amarnos!

¡Era el acto de despedida a esa tarde encendida y hermosa!


CAMPAMENTOS-RIVADAVIA –MENDOZA-1956
LA PLATA - 20 jul. 2008
LA PLATA 2009-09-21

JORGE EDUARDO.






ESTUDIANTES DE INGENIERIA QUIMICA

El edificio nuevo para la universidad de San Juan estaba en construcción, era enorme y con y con un muy buen diseño; se construía una facultad para Ingeniería Química.
Tenía desniveles muy singulares: un patio para coros que tenía las butacas debajo del nivel del suelo, y el nivel de los coros por encima de todas las cabezas, aun las de los costados que progresivamente subían hasta el nivel del suelo. Ese enorme sitio estaba en lo que sería el subsuelo; hacia los costados y arriba habían recintos para diferentes usos: Laboratorios, de todos los años; aulas para clases de todas las materias, algunas de uso general.
El edificio estaba emplazado en zona sísmica, por lo que tenía un adecuado diseño de construcción antisísmica.
La chica mas linda de toda la universidad, iba a la facultad de Ingeniería Química; habíamos iniciado una relación sentimental desde el año anterior.
Brigitte vino a San Juan, desde un pueblito chiquito, a estudiar, el pueblito había sido un lugar de explotación de minas de oro, pero quedó abandonado; y ella necesitaba ganar dinero para pagar la pensión; trabajaba en un bar de noche. Cuando salía del trabajo yo iba a buscarla, y la llevaba hasta su casa, no antes de las doce de la noche.
Vivía en una casa que alquilaban entre tres compañeras, cada una tenía su habitación y no comían juntas, sino que lo hacían en el comedor universitario para estudiantes, que salía muy barato. Ella almorzaba en el comedor universitario y a la noche cenaba en el bar donde trabajaba.
Su aspecto era el de una chica delicada, bien desarrollada; sin exagerar tenia medidas perfectas: 1.76 metros de altura y 90 centímetros de busto, 60 cm de cintura, y 90 cm de cadera; rubia, ojos azules.
Lo más interesante de ella era su naturalidad para comportarse; su dulzura, su sensibilidad para comprender a los demás.
Todas las noches pasaba por el bar a buscarla, la subía en el caño de mi bicicleta y la llevaba las treinta cuadras que había entre el bar y su casa.
Esa noche como otras tantas en agosto, casi al comienzo de la primavera, soplaba el Viento Zonda; la tierra reseca de San Juan dejaba que el polvo volara y el Zonda caliente lo arrastraba por todas partes, metiéndose en las casas que no estaban bien selladas; el viento soplaba y soplaba formando nubes blancas de polvo. Nosotros en la bicicleta apenas si podíamos ir contra el viento; para evitar su acción en contra, en los espacios muy abiertos como el parque, nos bajábamos de la bicicleta y nos íbamos caminando. Al salir del parque y llegar a la ciudad íbamos nuevamente en bicicleta por la vereda, a esa hora no había nadie en las calles, nos colocábamos muy cerca de la pared, en la vereda del lado protegido del viento.
Estábamos de vacaciones y ninguno de los dos iría a su casa, ella se debía quedar por el trabajo, y yo porque rendiría una materia que me quedó del año anterior; las chicas de la pensión se habían ido apenas comenzaron las vacaciones.
Llegamos a su casa muertos: Por la tierra que habíamos tragado y el calor del viento caliente que quemaba y hacía insufribles los días que soplaba fuerte.
La primera decisión que tomamos fue bañarnos, ella se fue a la pieza a cambiarse y yo me metí bajo la ducha de agua fría, que en realidad no lo era tanto, puesto que el tanque de agua se había calentado durante el día con el sol y el Zonda no lo dejaba enfriarse durante la noche; la temperatura del agua era agradable a esa hora, estaba justo para refrescarse sin sentirla fría en demasía; el polvo se nos había metido hasta por las orejas y la temperatura del viento había calentado nuestros cuerpos, que estaban calientes además, porque habíamos venido caminando y alternativamente pedaleando.
La sensación de placer bajo la ducha, solo se vio superada cuando apareció Brigitte envuelta en su toalla, blanca, que le cubría desde el busto hasta debajo de la cola, la toalla terminaba justo cubriéndole las nalgas y dejando al descubierto un magnífico par de piernas torneadas que más que una estudiante de ingeniería parecía una corista o deportista que se entrenaba, para lucirlas.
Brigitte por esos días se compró una bicicleta; ya que muchas veces me pedía la mía, para ir y volver del trabajo, cuando yo planificaba quedarme hasta tarde en la facultad estudiando con amigos.
Brigitte era una diosa, no hacia falta que se sacara la toalla para adivinar su cuerpo. Tenía una figura de artista, escultural, y cuando entró en la bañera, debajo de la ducha mi corazón se paralizó, no pude hablar y fue ella quien me dijo:
¿Me vas a bañar?
Sin toalla que la cubriera, sus senos se mojaron con delicadeza; la tomé de los hombros y le pasé el jabón; del cuello para abajo, hasta que llegué a los pezones, que parecían frutas para comer. A medida que la jabonaba y la friccionaba su pulso crecía y su palpitación también; el corazón aumentó sus latidos, junto al mío que se disparó.
Mi intención al bañarla, era tratarla con delicadeza, al llegar a la panza le jaboné el ombligo con un dedo adentro del agujerito, después de lavarla, le di un primer besito en el redondo y profundo agujerito. Y de la posición pasiva en que ella estaba, me puso a mí a recibir sus caricias, por demás esperadas.
Me tomó la cara con ambas manos y me empezó a besar como si se fuera a acabar el mundo; me beso en la frente con besos chiquititos , me besó los ojos con devoción, las orejas que me dio una gran satisfacción, sin saber que eran un lugar con mucha sensibilidad, siguió por el cuello que es otro lugar sensible y en donde es muy lindo recibir besitos; la nariz es un punto opaco pero un beso suave lo hace brillar; llegó hasta mis tetillas que inyectadas y paradas parecían querer escapar, con mis pezones también inflamados, deseosos de ser besados; estaba con una gran excitación,
La sesión individual tocaba a su fin; pasamos a excitarnos de a dos juntos; la besaba en la boca y ella me correspondía con un beso de igual intensidad, le besaba los senos y ella también; ,
Cuando estábamos en ese alto nivel de excitación ella me pidió:
¡Llévame a la cama!
La tomé en mis brazos y con su cara pegada a la mía mientras yo la llevaba, suavecito me susurró al oído:
¡Te amo con toda mi alma!... ¡No me dejes nunca por nada., no me dejes abandonada!
Si bien todo parecería que esa noche, lo mas lógico era que tuviéramos sexo, (dado el nivel de excitación que ambos teníamos); no fue así, los mimos remplazaron al amor erótico y los besos chiquititos en la boca y en el cuello nos fueron aplacando hasta quedarnos completamente dormidos.
Al día siguiente la sábana que cubría nuestra desnudez fue testigo del acto más intenso de amor.
Ese día al levantarnos, a pesar de no poder dominar la tentación de amarnos, nos pasamos la tarde en el río leyendo poemas.
NO TE DES POR VENCIDO (Autor Almafuerte)

No te des por vencido
ni aún vencido,
no te sientas esclavo,
ni aún esclavo;
trémulo de pavor,
piénsate bravo
y arremete feroz
ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido,
que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
no la cobarde intrepidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora,
o como Lucifer que nunca reza,
o como el robledal cuya grandeza,
necesita del agua y no la implora...

¡Qué muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!


LO QUE YO QUIERO (Autor Almafuerte)
I
Quiero ser las dos niñas de tus ojos,
las metálicas cuerdas de tu voz,
el rubor de tu sien cuando meditas
y el origen tenaz de tu rubor.

Quiero ser esas manos invisibles
que manejan por sí la Creación,
y formar con tus sueños y los míos
otro mundo mejor para los dos.

Eres tu, providencia de mi vida,
mi sostén, mi refugio, mi caudal:
cual si fueras mi madre yo te amo...
¡y todavía más!

II

Tengo celos del sol, porque te besa
con sus labios de luz y de calor,
del jazmín tropical y del jilguero
que decoran y alegran tu balcón.

Mando yo que ni el aire te sonreía:
ni los astros, ni el niño, ni la flor,
ni la Fe, ni el Amor, ni la Esperanza,
ni ninguno en lo eterno más que yo.

Eres tú, Soberana de mis noches,
mi constante, perpetuo cavilar:
ambiciono tu amor como la Gloria...
¡y todavía más!

III.

Yo no quiero que alguno te consuele
si me mata la fuerza de tu amor...
¡si me matan los besos insaciables
fervorosos, ardientes que te doy!

Quiero yo que te invadan las tinieblas
cuando ya para mí no salga el sol.
Quiero yo que defiendas, mi cadáver
del más leve ritual profanador.

Quiero yo que me nombres y conjures
sobre labios y frente y corazón.
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas...
¡loca, sí, muerta, sí, te quiero yo!

Mi querida, mi bien, mi soberana,
mi refugio, mi sueño, mi caudal,
mi laurel, mi ambición, mi santa madre...
¡y todavía más!

"Almafuerte", Pedro B. Palacios





A TUS PIES (Autor Almafuerte )

Nocturno canto de amor
que ondulas en mis pesares,
como en los negros pinares
las notas del ruiseñor.

Blanco jazmín entre tules
y carnes blancas perdido,
por mi pasión circuido
de pensamientos azules.

Coloración singular
que mi tristeza iluminas,
como al desierto y las ruinas
la claridad estelar.

Nube que cruzas callada
la extensión indefinida,
dulcemente perseguida
por la luz de mi mirada.

Ideal deslumbrador
en el espíritu mío,
como el collar del rocío
con que despierta la flor.

Sumisa paloma fiel
dormida sobre mi pecho,
como si fuera en un lecho
de mirtos y de laurel.

Música, nube, ideal,
ave, estrella, blanca flor,
preludio, esbozo, fulgor
de otro mundo espiritual.

Aquí vengo, aquí me ves,
aquí me postro, aquí estoy,
como tu esclavo que soy:
Abandonado a tus pies.





AVANTI! (Poesías de Almafuerte)


Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas,
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte...

¡Todos los incurables tienen cura
Cinco segundos antes de su muerte!




¡PIU AVANTI! (poesía de ALMAFUERTE )

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
Y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
Que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
Necesita del agua y no la implora...

Que muerda y vocifere vengadora,
Ya rodando en el polvo, tu cabeza!



¡MOLTO PIU AVANTI! (ALMAFUERTE)

Los que vierten sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas
para limar las de los otros antes;

Los que van por el mundo delirantes
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
Sucios, enfermos, trágicos,... ¡sobrantes!

¡Ah! ¡Nunca quieras remediar entuertos!
¡Nunca sigas impulsos compasivos!
¡Ten los garfios del Odio siempre activos
Los ojos del juez siempre despiertos!

¡Y al echarte en la caja de los muertos,
Menosprecia los llantos de los vivos!




¡MOLTO PIU AVANTI ANCORA! (ALMAFUERTE)

El mundo miserable es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser, tras el tocado:

No digas tu verdad ni al mas amado,
no demuestres temor ni al mas temido,
no creas que jamás te hayan querido
Por mas besos de amor que te hayan dado.

Mira como la nieve se deslíe
sin que apostrofe al sol su labio yerto,
cómo ansia las nubes el desierto
Sin que a ninguno su ansiedad confíe...

¡Trema como el infierno, pero ríe!
¡Vive la vida plena, pero muerto!



¡MOLTÍSSIMO PIU AVANTI ANCORA! (ALMAFUERTE )

Si en vez de las estúpidas panteras
y los férreos estúpidos leones,
encerrasen dos flacos mocetones
en esa frágil cárcel de las fieras,

No habrían de yacer noches enteras
en el blando pajar de sus colchones,
sin esperanzas ya, sin reacciones
lo mismo que dos plácidos horteras;

Cual Napoleones pensativos, graves,
no como el tigre sanguinario y maula,
escrutarían palmo a palmo su jaula,
Buscando las rendijas, no las llaves...

¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:
A escrutar la rendijas de tu jaula.



LO QUE YO QUIERO (ALMAFUERTE )

Quiero ser las dos niñas de tus ojos,
las metálicas cuerdas de tu voz,
el rubor de tu sien cuando meditas
Y el origen tenaz de tu rubor.

Quiero ser esas manos invisibles
que manejan por si la creación,
y formar con tus sueños y los míos
Otro mundo mejor para los dos.

Eres tú, providencia de mi vida,
mi sostén, mi refugio, mi caudal;
Cual si fueras mi madre, yo te amo...
¡Y todavía más!
II
Tengo celos del sol porque te besa
Con sus labios de luz y de calor...
¡del jazmín tropical y del jilguero
Que decoran y alegran tu balcón!

Mando yo que ni el aire te sonría:
ni los astros, ni el ave, ni la flor,
ni la fe, ni el amor, ni la esperanza,
Ni ninguno, ni nada más que yo.

Eres tu, soberana de mis noches,
mi constante, perpetuo cavilar:
Ambiciono tu amor como la gloria...
¡Y todavía más!
III
Yo no quiero que alguno te consuele
Si me mata la fuerza de tu amor...
¡si me matan los besos insaciables,
Fervorosos, ardientes que te doy!

Quiero yo que te invadan las tinieblas,
Cuando ya para mí no salga el sol.
Quiero yo que defiendas mis despojos
Del más breve ritual profanador.

Quiero yo que me llames y conjures
Sobre labios y frente, y corazón.
Quiero yo que sucumbas o enloquezcas...
¡Loca sí; muerta si, te quiero yo!

Mi querida, mi bien, mi soberana,
mi refugio, mi sueño, mi caudal,
Mi laurel, mi ambición, mi santa madre...
¡Y todavía más!


LA YAPA (ALMAFUERTE )

Como una sola estrella no es el cielo,
ni una gota que salta, el Océano,
ni una falange rígida, la mano,
ni una brizna de paja, el santo suelo:

Tu gimnasia de jaula no es el vuelo,
el sublime tramonto soberano,
ni nunca podrá ser anhelo humano
Tu miserable personal anhelo.

¿Qué saben de lo eterno las esferas?
¿De las borrascas de la mar, las gotas?
¿De puñetazos, las falanges rotas?
¿De harina y pan, las pajas de las eras?...

¡Detén tus pasos Lógica, no quieras:
Que se hagan pesimistas los idiocias!



ADIÓS A LA MAESTRA (ALMAFUERTE )

Obrera sublime,
bendita señora:
la tarde ha llegado
También para vos.

¡La tarde, que dice:
descanso!…la hora
de dar a los niños
El último adiós.

Más no desespere
la santa maestra:
no todo en el mundo
del todo se va;

Usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
Segunda mamá!

Pasando los meses,
pasando los años,
seremos adultos,
Geniales tal vez…

¡Mas nunca los hechos
más grandes o extraños
desfloran del todo
La eterna niñez!

En medio a los rostros
que amante conserva
la noble, la pura
memoria filial,

Cual una solemne
visión de Minerva,
su imagen, señora,
Tendrá su sitial.

Y allí donde quiera
la ley del ambiente
nimbar nuestras vidas,
clavar nuestra cruz,

La escuela ha de alzarse
fantásticamente,
cual una suntuosa
Gran torre de luz.

¡No gima, no llore
la santa maestra:
no todo en el mundo
del todo se va;

Usted será siempre
la brújula nuestra,
¡la sola querida
Segunda mamá!




INTIMA ( ALMAFUERTE )

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,

Ni reclinando la gentil cabeza
Sobre el augusto pecho maternal.
Te vi...si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,

Es que la maldición de los amantes
no la recibe Dios,
¡O acaso el que me roba tus caricias:
Tiene en el cielo más poder que yo!

Otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura,
Yo te diré mi amada.

Ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras;
ellos son elocuentes porque esperan,
¡Y yo no espero nada!

Yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y sé que un hombre esclavo de rodillas
Más que todos alcanza...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras,
yo seré más audaz pero más noble:
¡Yo te diré mi amada!





AYER Y HOY (ALMAFUERTE )
L
Humilde como el voto del creyente,
bendito como el ángel de mi guarda,
tímido, solitario, romancesco,
Fe y esperanza.

II
Como tú, virginal y sin mancilla,
como yo, visionario y entusiasta,
era el amor que te ofrecí; inocente,
Como mi alma.

III
Ignoto, como ráfaga perdida,
ardiente, como lágrima callada,
torcido, desolado, borrascoso,
Amor de paria.

IV
Triste como el destello de la luna,
solo, como la luna solitaria,
es el recuerdo de ese amor maldito,
Como mi alma.


DIOS TE SALVE (ALMAFUERTE )

Cuando se haga en ti la sombra;
cuando apagues tus estrellas;
cuando abismes en el fango;
más hediondo, más infecto,
más maligno, más innoble;
más macabro, más de muerte,
más de bestia, más de cárcel,
no has caído todavía,
No has rodado a lo más hondo…
si en la cueva de tu pecho,
más ignara, más remota,
más secreta, más arcana,
más oscura, más vacía,
más ruin, más secundaria,
canta salmos las tristeza,
muerde angustias el despecho,
vibra un punto, gime un ángel,
pía un nido de sonrojos,
Se hace un nudo de ansiedad.
Los que nacen tenebrosos;
los que son y serán larvas;
los estorbos, los peligros,
los contagios, los Satanes,
los malditos, los que nunca,
nunca en seco, nunca siempre,
nunca mismo, nunca nunca,
se podrán regenerar,
no se auscultan en sus noches,
No se lloran a si propios…
se producen imperantes,
satisfechos, como normas,
como moldes, como pernos,
como pesas controlarías,
como básicos puntales,
y no sienten el deseo,
de lo sano y de lo puro,
ni siquiera un vil momento,
ni siquiera un vil instante,
De su arcano cerebral.
Al que tasca sus tinieblas,
al que ambula taciturno;
al que aguanta en sus dos lomos,
como el peso indeclinable,
como el peso punitorio,
de cien urbes, de cien siglos;
de cien razas delincuentes,
su tenaz obcecación;
al que sufre noche y día,
y en la noche hasta durmiendo,
como el roce de un cilicio,
como un hueso en la garganta,
como un clavo en el cerebro,
como un ruido en los oídos,
como un callo apostemado
la noción de sus miserias,
la gran cruz de su pasión:
Yo le agacho mi cabeza;
yo le doblo mis rodillas;
yo le beso las dos plantas;
yo le digo: Dios te salve…
¡Cristo negro, santo hediondo, Job por dentro,
Vaso infame de dolor!




LA MOROCHA QUE PERDIENDO ME GANO.
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Se conocen a la entrada de un boliche, ella pierde una apuesta y salió con Él, viven un día de locura. La vuelve a ver cuando han pasado cinco años. .


Ese fin de semana era mi último franco antes de salir de baja del servicio militar.
Habíamos salido con un grupo de amigas y amigos de mi primo Johnny, entre ellos una morocha muy linda que estaba sin pareja estable; ese día la acompañaba un muchacho de la barra. No estaban comprometidos, ni ella tampoco estaba entusiasmada en salir con él.
Al llegar al boliche bailable, en la puerta había un cartel:
“Entrada prohibida a menores de veinte años”.
Yo iba con mi pelo corto de soldado y tenía cara de “pendejo” como dicen en Mendoza.
Ella,- la morocha-a la que yo había estado mirando,- se arrimó hasta estar en contacto conmigo y me dijo:
… ¡Sonaste!
…¿Por qué?...-le pregunté-
… ¡Porque la entrada es para mayores de veinte años!
¿Vos crees?- … ¡Te juego una apuesta: Si entro, salís conmigo cuando esté de vuelta, quizás en veinte días!
…¡De acuerdo!… ¡Me llamas por teléfono y arreglamos el día para salir!
Fuimos a sacar las entradas, cada uno debió exhibir sus documentos de identidad; al llegar mi turno todos hasta allí habían entrado; el hombre que vendía las entradas, miró la fecha de nacimiento 12/11/41 y dijo: … ¡Veintiuno!
… ¡Pasa!
Estábamos adentro y yo bailaba con otra chica. En determinado momento la morocha, hermosa, se arrimó y me dio un papel con un número:
… ¡Es mi teléfono!
Y siguió bailando con su pareja.
Junto al número de teléfono estaba su nombre: Emily y el de la calle y número. (Godoy Cruz).
Supe por mi primo, que el padre tenía bodega y finca en Tupungato, y que ella era única hija; estudió y se recibió en un colegio comercial y cursaba abogacía en segundo año.
Yo terminaba la colimba a fines de noviembre y me quedaba en Mendoza hasta Enero, en Los Campamentos, después volvería a San Juan, para terminar de rendir las materias que dejé colgadas al ir al servicio militar.
El 29 de Noviembre salí de baja y era un martes, llegué ese mismo día a la ciudad de Mendoza, y me quedé en la casa de mi primo Johnny.
A la noche la llamé por teléfono y quedamos en salir al día siguiente.
El padre se iba a la bodega todas las semanas y se quedaba de lunes a viernes al mediodía, viajaba por un camino en parte de montaña, peligroso; a veces iba con la madre y ella se quedaba sola.
El martes pasé a buscarla y estaba sola, estaba arreglada, era temprano cuando llegué a su casa; apenas las tres de la tarde. Era el único día que la vería y por eso debía tratarla como a una reina, para que no se olvidara de mí. Me invitó a tomar un te antes de salir; hacía calor el ultimo día de noviembre; habían cuajado las vides y algunos duraznos estaban madurando. La casa tenía perfume a flores, el jardín, enorme, estaba preciosamente arreglado y los árboles muy bien cuidados, esparcían su sombra sobre el alero de la puerta y alrededores.

El calor hizo que ella vistiera elegante y con ropas sueltas; su figura era perfecta, recién entonces me di cuenta que arreglada, no de sport como el día que la conocí, era una chica bellísima, vestía una blusa de seda sobre el corpiño blanco y una camperita de hilo blanco igual que su pollerita, tejida a mano, de hilo blanco.
La hora de salida fue como a las 17.50 pm, y llegamos cerca de las 18 pm, al boliche, a su función matinée. El local estaba sobre la avenida de las palmeras, que daba contra la plaza Independencia; el lugar bailable era un subsuelo muy amplio que tenía refrigeración y estaba muy agradable.
El salón estaba ex profeso muy oscuro, las luces sobre la escalera y en la barra servían para guiarse, cuatro luces en las esquina completaban la escasa iluminación; la pista tenía un juego de luces cambiantes que iluminaban más que todo lo demás.
La caja registradora y la barra tenían luces azules muy tenues, que iluminaban solamente en el lugar que estaban.
Buscamos una mesa no muy cerca de la pista, atrás de la barra que no tenía iluminación; allí nos pusimos a conversar tranquilos ya que el sonido de los parlantes se esparcía en el área cercana a la pista.
Me sorprendió lo madura e inteligente que era Emily. Ella llevaba la administración, los papeles, de la bodega; sus estudios de Perito Mercantil le sirvieron para ello. Esa situación hacía que Emily conociera perfectamente el negocio del padre y también se ocupara de las ventas y la administración de la bodega. Tenía su escritorio en la oficina de la administración de la bodega y desde allí manejaba las ventas con idoneidad.
Era una chica de veintiún años, grande para su edad; tenía demasiada
responsabilidad.

Salimos a bailar una música alegre y de moda: Salsa, no era para bailar apretados y tuve que esperar a los lentos para tratar de darle un beso.
Cuando llegaron los lentos, bailábamos mejilla a mejilla, ella no hizo objeción de que la besara en la cara, y así siguiendo la besé en la boca. Era muy apasionada, la oscuridad permitía besarnos sin sentir el acoso de las miradas.
No se veía nada! Alguien diría: ¡Ni lo que hablábamos!
Tenía que hurgar en mi memoria para encontrar un tiempo tan placentero como el que estaba pasando. Me contó que por ser única hija sus padres estaban pendientes de ella pero no para controlarla, sino por seguridad, sus padres la protegían pero no la vigilaban, había tenido un novio, y se peleó con él porque era un “bobo ”; hacía un tiempo que no lo veía y no lo quería ver más. Había cortado para siempre y eso la dejó en libertad.
A pesar de la oscuridad no quiso que la tocara en las partes más intimas: Los senos y, entre las piernas. Solo besos y más besos.
Cuando se hicieron las diez de la noche salimos a cenar a un lugar muy lindo (y caro), el lugar se llama La Armonía; tocaban violines por entre las mesas, las cuales estaban debajo de un parral, lo que le daba al lugar un fuerte acento mendocino. También hubo un show de guitarras y música cuyana; al estilo de Hilario Cuadro; cuando todo terminó era la una de la mañana y nos fuimos a su casa. Fuimos en taxi y al llegar, pagué y,.. me dijo:
…¡Bájate!
…¡Obedecí sin preguntar!
…¡La noche había empezado muy bien, pero no se cómo seguiría!
Al entrar al living, nos esperaban amplios sillones donde nos sentamos; el sillón principal tenía cinco cuerpos rectos y un ala de dos cuerpos, otros sillones sueltos rodeaban una mesa baja de roble y tapa de vidrio. El lugar tenía luz tenue que podía reducirse a cero. Ella apagó todas las luces menos una lejana en un rincón.
A pesar del calor, ella me ofreció café con coñac, el coñac era muy fino: Francés auténtico y trajo la botella, el café duró poco, por lo que tomamos coñac solo. Ella tomaba igual que yo, servía cuando se vaciaban las copas; nos dimos cuenta que la cosa así terminaría mal y no como nosotros queríamos, se llevó la botella y trajo café que lo tomamos amargo. Lo que tomamos fue suficiente para terminar con algunas inhibiciones.
Era la una de la mañana y no esperaba a nadie y sus padres vendrían el viernes de la bodega.
Ella sabía que teníamos toda la noche y el día siguientes para estar juntos y se preparó para pasarla bien.
Después al coñac lo suplantaron los mimos que empezaron de una manera
muy tranquila: Besitos en la boca y caricias, ya la había besado en el boliche
y eran muy lindos y dulces sus besos.
De pronto su blusa de seda y su pollerita volaron, quedó en bombachita blanca y corpiño blanco. Ella me ayudó a sacarme la camisa y el pantalón y quedé en calzoncillos “Casi”, se usaban en esa época, muy ajustados, de goma en la confección de su tela. Su cuerpo era espectacular, la cola tenía las nalgas bien marcadas y la bombacha se le metía entre los pliegos. Su cola parada y carnosa daba origen a un precioso par de piernas, largas y torneadas. El corpiño ocultaba dos senos redondos y duros, y al caerse dejó al descubierto los senos redondos, con los pezones rosados parados y duritos, iguales que un capullo de rosa que invitaba a olerlos o una fruta a cortarlos con los labios.
Cuando quedamos sin ropas, la que empezó fue ella, me tomo del cuello y me dio un beso interminable; estábamos de pie y me tiró sobre el sillón grande. Seguimos besándonos, La besé en la boca, en el cuello y quedaba besarla en los senos y mas abajo. No sabía que hacer, pero ella lo simplificó todo; empezó y logró sacarme el calzoncillo, a medida que me tocaba sus besos bajaron hasta llegar al sexo, y yo empecé a besarle los senos. Estábamos a gusto.
Yo estaba acostado boca arriba sobre el sillón y ella estaba boca abajo arriba mío, nos besamos en la boca un rato y volvimos al pubis de ambos. Como ella estaba arriba mío, yo la abrí de piernas y me puse debajo.
Hasta que ella empezó a tener espasmos; todo coincidió y el placer de terminar juntos se sintió con un fuerte apretón, largando sus fluidos que mojaron mi anatomía. Había experimentado su primer orgasmo
Seguí adentro, yo no había eyaculado, para que ella siguiera y tuviera su segundo orgasmo, y yo el mío, interminable.
Estaba contenta, fumamos un cigarrillo, y fue allí que me dijo:
…¡Me gustas mucho¡
…¡Nunca nadie me había hecho sentir tan bien!
Le dije:
…¡Tus besos son muy dulces y me llenan de felicidad!
...¡Aunque recién te conozco te quiero hasta el cielo, como dicen los chicos!

Emily había experimentado por primera vez un doble orgasmo, se sentía plena, eran las tres de la mañana y no teníamos intenciones de dormir.
Me sirvió un café con leche con unas masas y eso me cayó muy bien
Habíamos repuesto energías y calentado el estómago; cuando a ella le vino como un ataque de calentura multiorgasmica. Me pidió que la besara y lo hice con besos en todo el cuerpo, la besé en la cara, en la boca, en las orejas, los labios se los succioné con los míos; volví a besarla en el pupo, en el agujerito le metí la lengua y empecé a bajar hasta besarla abajo, estaba todo
rojo y durito, la abrí totalmente de piernas. En un momento estábamos al
limite, ella se movía y empezó a gemir
…¡Avísame! Le dije y ella me contestó:
…¡Ahora vamos!
Y terminó con un resonante tercer orgasmo; al sentir que ella se acababa me vacíe en forma incontenible, mojándola toda. Nos quedamos un rato tirados en el sillón y me pidió que fuéramos a la cama; los dormitorios quedaban en la planta superior.

La casa era inmensa, tendría como cuatrocientos metros cuadrados de superficie construida, tenía enormes jardines y un parque de árboles antiguos; que ya estaban en ese bosque antes de construir la casa. La cerca exterior era muy alta, de ladrillos a la vista, un portón de madera, y caminos interiores por el parque.

A un costado y en un área libre de árboles, lo que le permitía recibir el sol, había una inmensa pileta de natación, que parecía invitarnos a tomar un baño, para bajar el calor.
Bajamos desnudos envueltos en una bata blanca. En la pileta había sillones que permitían estar sentado o acostado con gruesas colchonetas.
Yo me tiré al agua apenas llegué, y nadé hasta el extremo más lejos de la pileta.

Allí salí y me senté en uno de los sillones; cuando de repente vino María José como a hurtadillas y me puso el sillón plano, se subió a caballo mío y me empezó a acariciar. Sola. Junto con sus besos en mi boca, ella hacía caballito: Bajaba y subía, entraba y salía, se movía para un lado y otro hasta que se vació y estaba loca de placer, tuvo su cuarto orgasmo en la noche.
Nos tiramos los dos al agua, allí seguimos jugando y tocándonos. Yo le pasaba la mano por el cuerpo y la besaba en los senos, que se le ponían duros; la pileta tenía luces en el piso y se veían los cuerpos al trasluz. Si bien la había visto antes, no había estado pendiente solo de su figura:
… ¡Era hermosa!
…¡La morocha más impactante de todo Mendoza!
-Me dijo:
…¡Conocerte es lo mejor que me pasó este año; si no te veo más, nunca olvidaré esta tarde y esta noche!

Salimos de la pileta y nos sentamos, envueltos en la misma bata blanca, en el mismo sillón. Mientras la besaba la acariciaba por adentro de la bata. Cuando estábamos en eso, ella me dijo:
…¡Hagámoslo pero distinto!
…¡Sentate!... y me abrió de pierna, acto seguido se sentó ella mirando de frente, yo me coloqué en posición pasiva; ella se entraba y se salía, me daba besos; los besos eran cada vez mas largos y mas dulces sin dejar por eso de moverse.

En un determinado momento ella se levanta se queda suspendida de los brazos y pone el culito, baja de a poco a medida que le entra. Yo tenía
una erección perfecta y deseaba que se la metiera por la vagina para terminar allí; pero ella se la metió por el culito- y me dijo:
… ¡Dale!
…¡Le entró toda!
...¡Ella gozaba, y yo también! Su culito era distinto y se sentía un gran placer al penetrarlo
Un rato después, cuando ya no aguantaba más, tomé el control de las acciones y se la saqué. Y se la empecé a pasar por su clítoris, también a pasarle contra los labios y abrirle la vulva; hasta que por fin se la introduje en la vagina, la punta apenas,
Ella estaba toda mojada, me dijo:
…¡Ahora, métela , no dejes nada!... y se la metí hasta el final de la vagina , se movía para adelante y para atrás, y de repente me dijo:
...¡Me voy!
Y tuvo su cuarto orgasmo de la noche, mojando el sillón con sus fluidos y yo arrastrado por ella tuve una eyaculación feroz después de un día de sexo, ternura y dulzura.

Después de esto y a las cuatro casi cinco de la mañana, ella me dijo:
… ¡Vamos a dormir!
Al día siguiente Yo no tenía nada que hacer, pues recién salía del Servicio Militar; dormimos hasta las once de las mañana; ella se levantó desnuda cubierta con una bata blanca y me trajo el desayuno a la cama.

El desayuno estuvo exquisito: Café con leche con frutas, jugos de diferentes tipos, exprimidos en la máquina y con hielo. Además de eso, sánguches de miga de jamón crudo y queso.

Después del desayuno empezó la sesión besos; por los agradecimientos del desayuno, por el saludo de la mañana y a medida que los besos bajaban llegaron a lo extremos, entusiasmándola de nuevo. Fuimos al baño a darnos una ducha. La jaboné toda, por los senos, por la cola y la colita; ella me jabonó la espalda y luego el pene; esto fue suficiente para que empezáramos a amarnos tirados en la bañera. Llego su quinto orgasmo y el final.

Allí me di cuenta que el amor, todo lo puede, que el día que pasé con ella fue tan lindo y dulce que quisiera que durara por toda la eternidad. Había terminado su quinto orgasmo conmigo a la rastra.

Una noche fue suficiente para despertar el amor; supimos que el sexo cuando es realizado con dulzura, es equivalente el amor, y esa noche estuvo inundada de amor del más puro, aunque fue la primera vez que estábamos juntos.

Almorzamos una comida que preparó Emily, me supo exquisita, me vestí de nuevo con mi traje azul oscuro; la besé, la tuve entre mis brazos, la mimé no
me quería ir pero todo llega.


Le dije:
…¡Perdiste la apuesta en el boliche, pero ganaste mi corazón, mi alma, mis sentimientos, mi ser,… ¡ Emily no quisiera irme nunca, nunca te olvidaré, por más que pasen los años y no te vea serás como una luz que a lo lejos siempre divisare!
…¡Estas fueron horas apasionantes que viví contigo, he vivido un sueño y al despertar tu no estarás; me voy a San Juan, rendiré y espero volver!

Jorge Eduardo nunca volvió, se fue de San Juan a Santa Fe y cuando regresó a Mendoza, después de cinco años la encontró vendiendo regalos, para ayudar a Caritas.
Me contó que sus padres hacia cinco años habían fallecido, en un choque, viniendo de la bodega; que ahora ella cuidaba todo el negocio y que seguía sola. Le iba bien y tenía algunos colaboradores, que la ayudaban en la faz técnica, ya que ella se ocupaba de la parte administrativa y las ventas.
Estaba más bonita que antes, era una mujercita de veintiséis años y toda una empresaria, cómo siempre muy elegante, que por su capacidad salió adelante...



Recuerdo del año 1961. Godoy Cruz Mendoza
JORGE EDUARDO-.

LA PLATA - 2009
LA PLATA- 2012






EN LA PLAYA LA ENCONTRÉ.



Por Jorge Eduardo
Santa Fe 1962
La Plata -2008
La Plata 2012

Su piel blanca sobresalía en el grupo de las que habían tomado mucho sol. Estar negra era una costumbre para el verano, y todas se quedaban tiradas al sol como lagartos, asoleándose; estaba en la playa cuando la encontré y lo primero que me llamó la atención fue su blancura. Caminaba con un amigo cuando la vi, y le dije en voz alta:
… ¡A mi me gustan las chicas sin quemarse!
O mejor dicho las chicas blancas; ella que había escuchado se dio vuelta para no mirarme.
Yo seguí caminando y cuando volvíamos notamos que el grupito, no estaba ya en el lugar donde tomaban sol.

Pasaron varios días y no las vimos en esa playa, a la semana supusimos que se habrían ido de la playa, o terminado sus vacaciones; después de diez días pasábamos entre un grupo de carpas y volvimos a ver a todas las chicas tiradas al sol, …y a la que estaba blanca… ¡muy negra!
... Era sin lugar a dudas la más linda de todas, ya fuera quemada o blanca; atrajo mi atención pero no me dio ni la hora, esto hirió mi amor propio y me propuse conquistarla.

El pueblito al lado del mar tenía una sola discoteca, y si se proponían salir había que ir a ella: “El refugio del dinosaurio marino”. La entrada era una gruta que dejaba paso a un patio a cielo abierto, sin techo, donde se bailaba; adentro de la gruta estaba el bar donde la gente llegaba y se conocía, con sillas y mesas para sentarse a tomar un trago, a media luz. La pista permitía ver las estrellas y era un lugar muy romántico, no tenía luces, sólo el pequeño resplandor que llegaba de la gruta.

Esa noche era viernes y el domingo era nuestro último día de vacaciones, llegamos a El Refugio… a eso de las tres de la mañana, la música era lenta y la luz muy tenue, entramos a la gruta y nos fuimos a un rincón, lejos de la pista, donde por su ubicación, no había casi nadie; salvo un grupo que no distinguíamos si eran hombres o mujeres.

Vino el mozo y preguntó qué tomábamos: Cuba libre, dijimos todos, una bebida de moda en 1962, alcanzamos a observar que a la mesa cercana le traían cuatro botellas chicas de cerveza, pensamos entonces que eran hombres, ya que las mujeres por ese entonces tomaban bebidas gaseosas. Nuestra curiosidad aumentó cuando les trajeron el segundo y tercer pedido de cerveza, con muy pocos alimentos para acompañarlas, algunos maníes y galletitas saladas

El Cuba libre nos duró hasta el cuarto pedido de cerveza, y recién entonces nos dimos cuenta que “los cuatro” eran chicas, pues fueron al baño de mujeres, pero aun no las habíamos visto. Al volver ellas del baño nos paramos y fuimos nosotros.

La música pasó de los lentos a música de Elvis Presley, los cuatro nos levantamos al mismo tiempo y fuimos a la mesa vecina, cada uno invitó a bailar a una chica y todas aceptaron el ofrecimiento de bailar rock; estábamos seguros que no las habíamos visto nunca, pues la que bailaba conmigo primero la vi muy blanca y después muy negra. Tampoco sabíamos de dónde venían, dado que se habían puesto de acuerdo en no decirlo, tiraron como al pasar que de una provincia muy linda; donde se toma mucha cerveza.

Cuando les dijimos que estudiábamos en una provincia muy linda, donde se toma mucha cerveza, se miraron y no dijeron nada. No podía ser que no las hubiésemos visto nunca y ellas tampoco.

La noche se terminaba pronto y los lentos volvieron a sonar, allí fue cuando intenté intimar, pero la primera reacción de ella fue ponerme el codo adelante, impidiendo que la apretara; me hice el distraído y seguí bailando lento como si todo estuviera esplendido, cuando terminó la pieza la llevé a su mesa sin decirle ninguna palabra, y le agradecí por bailar conmigo. Las otras siguieron bailando lo que quedó de los lentos y luego Rock, eran las últimas piezas y los dos estábamos solos en nuestras mesas.

La bronca que yo tenía no se notaba por la falta de luz, pero se adivinaba porque no la saqué a bailar más esa noche. Tocaron el carnaval carioca y tampoco la saqué a bailar. Las amigas vinieron a buscarla para hacer un trencito y ella fue lo más tranquila, luego pasaron por mi mesa y me llevaron, tocándome atrás de ella, los últimos veinte minutos del carnaval me hicieron pasar la mala honda que tenía, y empecé a divertirme de nuevo, bailaba con las chicas como un loco pero sin invitarla a ella.

En eso el grupo se armó como estaba, cada uno con su pareja y yo quedé de nuevo en pareja con ella. Las primeras palabras de ella fueron:
… ¿Cómo estas?
¡Bien descansado, ¡pero me gustaría bailar lentos!...
En eso como para cerrar la noche el disk jockey puso un popurrí de lentos, los que habíamos bailado y otros que no; ella se había dado cuenta de cuál fue el motivo de mi reacción y sacó su brazo que ponía siempre instintivamente para separar; bailamos los lentos con la cara pegada y sin ningún contratiempo, terminamos la noche despidiéndonos en la puerta del boliche; ellas venían en auto y nosotros de a pie.

La noche terminó y no hubo promesas de encontrarnos, pero el destino lo cambió, pues el día domingo cuando fuimos a tomar el colectivo, ellas iban en el mismo viaje. Las cuatro chicas venían en el auto que habían usado esa noche, lleno de valijas, que las ayudamos a cargar en el baúl de los equipajes; teníamos los ocho primeros asientos de la parte superior, y decidimos sentarnos por parejas como estuvimos bailando en el boliche, de este modo el viaje sería menos aburrido.

Hasta que salió el colectivo ellas estuvieron abajo con su tía, primas y amigas. A nosotros no nos despidió nadie así que ocupamos los cuatro asientos del lado del pasillo, dejándoles a las chicas los del lado de la ventana.
... El ómnibus viajaba de noche y llegamos a la mañana temprano, tomaron un taxi y se fueron, nosotros hicimos lo mismo. Casi ni hubo despedida en la terminal, pero el viaje fue agradable. Ninguna dejó dirección, ni teléfono, tampoco dónde encontrarlas; otra vez el azar nos ubicó en el lugar que más nos gustaba ir: La Laguna de Guadalupe.

Allí empezamos a frecuentarnos, a jugar en el agua y a vernos para tomar cervezas en las noches de calor insoportable. Las relaciones eran cada vez mas estrechas y nadie del grupo tenía novia o novio, sólo amigos. Empezamos a dejar el grupo y salir solos, ya fuera a bailar o tomar algo. También pasaba los domingos a buscarla, íbamos al cine o a escuchar grupos folklóricos. El Chango Nieto estaba de moda y cantaba muy lindo; ella se moría por él, cada vez que venía la llevaba a escucharlo y verlo. Habían pasado largos meses de invierno, desde el verano, y se venía la primavera.

Por esos días conocimos otro grupo de chicas, en una fiesta del Día de la Primavera, fue en una quinta que tenía un cartel que decía: “Dentre el que traiga alimento”. Nosotros llevábamos asado para seis personas, al ver el cartel no sabíamos si había chicas o varones y nos mandamos, grande fue la sorpresa al verlas, eran todas mujeres, no podía ser mejor el grupo ya que las mujeres eran también seis. Pasamos un Día de la Primavera con todo, jugamos a la pelota con las chicas, a las cartas… nos encontramos con una víbora yarará, dispuesta a picar enrollada en una pisada de vaca.

Al volver fuimos caminando los diez kilómetros que nos separaban de la ciudad. El regreso lo emprendimos a la medianoche, después de haber estado cantando junto al fuego. Comiendo asado y cosas que quedaron del mediodía.

Con las chicas del picnic nos seguimos viendo, íbamos a la Laguna, nos bañábamos y jugábamos en el agua; al grupo se unieron otras amigas que no estuvieron en el asado, una de ellas era una morocha muy bonita; estas nuevas amistades me separaron circunstancialmente de mi amiga de la playa, dejé de salir con ella sin ningún motivo; enterada de mis nuevas amistades, les tomó bronca, y un día que nos encontramos me recalcó el hecho de que había dejado de ir a visitarla; le dije que estaba estudiando y que no salía porque tenía que rendir, como ella sabía que era mentira me lo dijo y quedamos en salir el sábado a la tarde.

Pasé por su casa y ella estaba con una minifalda blanca, cortita, que le quedaba preciosa. Era sin lugar a dudas la chica más bonita de todas las que conocí,… descubrí que era mucho más linda de lo que la había visto junto al mar en el verano,… su cuerpo era armonioso y delicado,… tenía la cola perfecta y el busto chiquito, muy bonito, por la perfección de sus formas. Aunque no la miraba solo por ese lado, tenía además dos enormes y preciosos ojazos color miel; era sumamente educada y no le gustaba llamar la atención, pero de por si lo hacía, por su belleza sin igual.

Fuimos en malla al interior de La Laguna, que es muy playa y permitía que camináramos más de doscientos metros desde la costa y el agua nos llegaba hasta la altura del pecho; estábamos alejados de las pocas personas que había a esa hora en la laguna; caía el sol y los últimos rayos nos dieron impulso para, por primera vez en mucho tiempo, empezarnos a besar.

Nunca la había besado en los nueve meses que hacía que la conocía; la relación de amigos inhibía un poco esa situación y también el hecho de que siempre estábamos en lugares públicos como: Bares, cines, o en la calle caminando.

Esto fue algo nuevo, que despertó aun más mi interés por ella, cada beso que me daba o le daba me llevaba a intentar un paso más adelante; no fue fácil conseguir que ella consintiera algo más que besos, y esa noche fuimos a tomar cervezas con el último beso en la boca.

Durante la semana siguiente dejé de salir con mis amigas de La Primavera, y ya posteriormente no salí más; pues estaba empeñado en conseguir que mi “amiga” de la playa, fuera “algo más” que amiga. Al llegar el verano empezamos a ir todos los días a La Laguna, y también los besos fueron más apasionados; hasta que un día estando sentados en el agua, con la cabeza solamente afuera, toqué por debajo del agua y sobre la malla -en forma muy sutil-, sus delicados senos, a la par que la besaba, eso la estimuló y dejó que mi mano se posara sobre su malla. Yo sabía que las cosas de allí no podrían pasar por ahora y debía actuar con mucho tacto si no quería ligarme un cachetón y todo terminara, eso era todo lo que había logrado de un verano al otro.

No obstante los pocos logros, estaba feliz y sin saberlo me estaba enamorando perdidamente;, las noches y los días de amigos se estaban terminando entre nosotros, y yo sin saber estaba actuando como un novio verdadero. La cuidaba y estaba pendiente de todo lo que hacía, la iba a buscar a su facultad, la visitaba todos los días, la acompañaba a hacer compras para la escuela, a la biblioteca a buscar libros, y cuando deseaba… la acompañaba a tomar cerveza.

Ella había pasado de una actitud amable, pero distante, a una posición cada vez más cariñosa, con menos actos reflejos defensivos, y yo ya podía acariciarla por sus senos en ocasiones que no hubiesen testigos.

Fue en el día más caluroso del mes de diciembre que fuimos a La Laguna, como tantas otras veces; llegó la tarde y nos sorprendió en el lugar más lejano de la playam donde comienza el bosque: El Monte, llamado Zapatero, hasta ese lugar no llegaba gente, salvo uno que otro expedicionario que buscaba ver algunos flamencos rosados que se asentaban en la laguna, fuera de la vista de los bañistas que iban a las playas más al centro.

No nos habíamos dado cuenta de qué, caminando por la orilla habíamos cruzado los muchos kilómetros que separaban el comienzo de la playa del Monte, haría como tres o más horas que caminábamos sin saber que llegaríamos a ese lugar emblemático de La Laguna. Cuando encontramos los flamencos, recién caímos en la cuenta de que estábamos muy lejos del lugar al que habitualmente íbamos a nadar.

El lugar del monte tenía una vegetación virgen con preciosas plantas salvajes con flores: Como los ceibos, o las enredaderas como las pasionarias con unas flores delicadísimas, habían otras plantas de flores como los aromillos, con lindas flores amarillas; los chañares también crecían en forma salvaje, habiendo grandes ejemplares, sorprendentemente protegidos de los buscadores de leña furtivos.

Nos invadió una sensación agradable de intimidad al estar solos, y cuando caía la tarde nos besábamos profusa y apasionadamente; las primeras palabras que pronuncié después de un largo silencio fueron:
…¡“Te amo”!
… No tuvieron respuesta verbal, pero su conducta no fue la misma; mi locura se imponía a su cordura y entre los ceibos y pasionarias:
… Nos amamos; con el reloj detenido, con la arena besando nuestros cuerpos, con el sol rojo que se hundía en la laguna y nos dejaba solos para amarnos, sin testigos, de nuestro amor que era sólo nuestro.

Jorge Eduardo
En la playa, 1962
Santa Fe-1962
LA PLATA- 2008
LA PLATA-2012






LA MOROCHA DE PELO LARGO
Zarate 1968
LA PLATA 2008
LA PLATA 2012
JORGE EDUARDO
LA MOROCHA DE PELO LARGO
Los días se sucedían con pasmosa placidez, en ese pueblo: Zarate de Buenos Aires, nada salía de lo normal. El club náutico era uno de los pocos lugares que permitía matar el tedio, a un grupo de jóvenes ingenieros que habitábamos todos juntos, en una casa sobre la calle principal...
En 1968 el pueblo estaba creciendo: Se habían instalado algunas industrias, y entre ellas se destacaba la primera petroquímica de Argentina productora de fertilizantes nitrogenados; la producción madre: Amoniaco, más urea; y sulfato de amonio, cómo producto complementario se hacía acido sulfúrico.
Los ingenieros, compañeros de trabajo, decidimos comprar una lancha para usarla en el río Paraná. La compramos entre seis, en doce cuotas, incluidas las del carrito de remolque. El único lugar en Zarate, para usarla con cierta comodidad era el club náutico, por lo que debimos asociarnos todo el grupo. Los primeros tiempos no teníamos ningún amigo o amiga en el club, y salvo el grupo nuestro no salíamos con otros a pasear. De a poco fuimos conociendo gente, que por cierto se mostraron muy amigables y así llegamos a tener un grupo más grande que el inicial.
Entre mis nuevos amigos estaba un dentista que era una persona muy agradable y con el que hicimos una buena amistad. Él era nativo y criado en Zarate y conocía a todo el mundo; recuerdo haberle regalado el libro “más inútil” que leí en mi vida, pero de un gran contenido humorístico-filosófico (en serio).Su autor, humorista español, por decisión propia, ya que todos sus amigos le pedían que escribiera sobre filosofía: El insigne Jardiel Poncela; y el libro:
”PERO HUBO UNA VEZ ONCE MIL VIRGENES”,
Desde la redacción, propia del estilo filosófico –humorista de Jardiel Poncela, hasta la estructura del libro con palabras escritas en forma vertical, lo que obligaba a girar el libro para su lectura. El libro trata de desmitificar la historia sobre la existencia de las once mil vírgenes,(pasaje de la biblia) ya que es muy fácil hacerle perder la virginidad a una mujer.
Entonces Jardiel crea un personaje que en primera persona va relatando cómo, de una en una van cayendo todas las mujeres que él se propone. Tiene dos o tres muletillas, para conseguir sus propósitos, pero la más importante y que la repite antes de cada hazaña es la palabra: AUDACIA.
Sus éxitos abarcan grupos de hermanas de la caridad, hermanas carnales mellizas, hermanas comunes, tías y sobrinas, hijas y madres, y toda mujer que se tope y le guste y considere que debe engrosar su lista de conquistas, pero antes repite: AUDACIA.
Si fuera poco decirlo cada vez que va enfrentar una nueva situación, como en un soliloquio repite AUDACIA, AUDACIA, AUDACIA y coloca la palabra en forma vertical ocupando toda la hoja para decir:


A
U
D
A
C
I
A
Para que todos comprendan la importancia de la AUDACIA. Así este caballero llega al fin de su historia HABIENDO CONQUISTADO TODAS LAS MUJERES DEL REINO DE GRANADA.
Pero a cada chancho le llega su San Martín y este buen hombre se encontró con Fabiola, que era él, pero en el sexo opuesto.
Fabiola le gana la pulseada y para amarla debió casarse con ella; después que FABIOLA logro esto, descubrió que ella, SE HABIA ACOSTADO CON TODOS LOS HOMBRES DEL REINO DE GRANADA.
La filosofía de Jardiel es del tipo: ¡Solo los que están juntos corren peligro de separarse¡. (Esto referido a los amantes).
A mi amigo le gustó el libro y de un préstamo inicial, se lo regalé; pero le dije eso te va a costar la AUDACIA DE PRESENTARME A LA MOROCHA DE PELO LARGO.
Ella lo conocía porque trabajaba en el hospital con él. Era enfermera y vestida de uniforme era la reina de las enfermeras, alta, muy alta, más alta que yo, cerca de un metro ochenta y cinco.
Ella no iba al club, pero siempre recalaba en un bar que se llamaba ATOMO, frente a la plaza, sobre la calle principal y a dos cuadras de mi casa. Vivía a la vuelta de la plaza y a una cuadra y media de mi casa. La tarde que la conocí formalmente, estaba en el bar con una amiga, y vestía su guardapolvo blanco de enfermera; que con el contraste de su grueso pelo negro y largo hasta la cintura, parecía una reina africana aunque era morocha, pero no negra.
Que digo una reina, era también una fiera, una pantera negra; se movía, con su metro ochenta y cinco como se desliza una tigresa, una pantera; era un felino al acecho de su presa.
Mi amigo se ofreció llevar a su amiga en auto, hasta la casa de ella que quedaba lejos, y yo le ofrecí a la reina, a la pantera negra, ir a mi casa que estaba cerca a: Tomar algo y escuchar música, las dos aceptaron la propuesta; la amiga se fue con el dentista y la reina, la pantera, se vino conmigo.
En la casa mis amigos, trabajaban de turno y otros salían, pocas veces había alguien, pero si lo hubiera cada uno tenía su habitación independiente.
La morocha era amable, pero un poco callada, como cortante si quisiera calificarla, estaba acostumbrada a imponerse sobre las personas, en su rol de enfermera ella mandaba al enfermo, y eso lo llevaba a su vida real, y hacía lo mismo con los amigos. Pero esa tarde hubo acuerdo, tomamos un té con una bebida alcohólica, yo tomé whisky y ella vodka, tomó bastante; yo le ponía soda con hielo, pero así y todo me mareó.
El equipo de música estaba en mi habitación, el paso siguiente fue invitarla a escuchar música; ya para ese entonces yo estaba surtido de una buena colección de todo tipo de discos: Clásicos, boleros, salsa, rock y algunos géneros más, con mucha música melódica para escuchar, más que para bailar. Me había gastado un dineral en un equipo estupendo.
Ella de Motus propio eligió la música que quería escuchar, puso música suave, melódica, para escuchar bajito; se recostó en mi cama de dos plazas y se puso a fumar sin hablar. Era sábado y los amigos ya no vendrían, saldrían por ahí.
Fui al comedor del frente de casa a buscar unas pizzas: Una especial para ella y otra de roquefort para mí. A pesar de tener una mesa grande en el comedor, comimos en una mesita de la cocina; allí estaba más cálido y afuera estaba fresco, era el comienzo del otoño. Mientras comíamos la pizza, prendí una estufa eléctrica en mi habitación y cerré la puerta, cuando volvimos la habitación estaba templada y daba gusto desvestirse allí.
Con la pizza tomamos un vino: Semillón blanco, la primer botella se acabó y debí abrir otra; entre el whisky y el vodka más temprano y el vino después, las inhibiciones eran pocas a esa hora, así que cuando entró por segunda vez a mi pieza la empecé a besar y a sacarle la ropa. No sabía bien que quería: Si la besara o no, si le sacara la ropa o no, ella hablaba poco y yo seguí con el procedimiento de Jardiel: AUDACIA. Para que no fuera desigual también me fui desvistiendo; al llegar al corpiño me saqué la camiseta y luego quedé en cuero y ella recién se sacó el corpiño; estábamos solos, con los calzones ella, y yo con los calzoncillos. Nos metimos a la cama y su actitud cambió, le gustaba que la acariciara, y se notó, porque ella también tocó mi sexo. A la par yo la besaba y le introducía la lengua.
El busto era enorme y duro, no desproporcionado para el tamaño de su cuerpo; tenía espalda ancha y era, como dije, muy alta, atlética, con un hermoso par de piernas que terminaban en un culo redondo. Lo mas llamativo, estando desnuda era su pelo, le caía hasta la cola y si se lo ponía por adelante le tapaba la cuca…. De la franela de los besos, pasamos a los senos; luego le metí los dedos y a la par que la tocaba por adentro, la tocaba por afuera; al principio parecía frívola , pero luego, se pasó a la dimensión desconocida; empezó ella con sus caricias y como buena enfermera: Hacía resucitar un muerto. Con mi erección total, me sacó el calzoncillo y yo la bombacha, levantamos la sabana y ya no teníamos nada de frío, totalmente desnudos la abrí de piernas y en la posición del misionero… nos fuimos conociendo. Desde el primer momento, se notó, gozó como loca, no solo se movía como una reina, sino que me apretaba, haciendo que yo sintiera cuanto la penetraba en una cavidad estrecha, y para mi asombro, sin mucha experiencia; confesado luego por ella.
La morocha parecía una leona, una tigresa, una pantera, una reina africana, pero era una dulce muñeca, que al llegar al orgasmo, me confesó, era la primera vez que accedía a esa situación tan particular… y por supuesto:
…¡La tomó de sorpresa!

Jorge Eduardo
Zarate 1968-
La plata2008
LA PLATA 2012






BUENOS AMIGOS
2225 PALABRAS-6páginas

CHIQUITA

Era menudita con muy lindos ojos, tenía un cuerpo armonioso, rellenita, sus curvas le daban un aspecto atractivo que la hacían desear para intimar con ella; empecé a salir cuando la conocí en el trabajo, un día me dijo que iría a bailar a una bailanta que había en la zona. Irian juntas con Mariquina ya que eran muy amigas y siempre salían los fines de semana a divertirse; allí conocí a Mariquina, llegaron a la bailanta en el auto de Guadalupe a quien tampoco conocía.
Mariquina era rubia, ojos azules, alta, delgada, muy linda, tenía un cuerpo fabuloso, lindas piernas; se diferenciaba con Guadalupe en que esta era morocha, pelo muy largo, piernas perfectas y cuerpo increíble, al busto generoso lo dejaba descubierto un amplio escote, que lo lucia con desenfado y elegancia.

La primera vez que fuimos a bailar yo iba en el auto de un amigo, que enseguida se relacionó con Guadalupe, yo hice pareja con Chiquita. Mariquina quedó libre. Fuimos en dos autos, pero los autos eran de la misma pareja, por lo que después del baile volvieron separados; pasamos a dejar a Mariquina y fuimos los cuatro al bar; llegamos a un bar que estaba abierto los fines de semana hasta la madrugada, este quedaba a dos cuadras de la casa de Chiquita y nos volvimos caminado, mientras que Guadalupe y Mario se fueron juntos, cada uno en su auto; llegaron a un motel, donde
estacionaron uno detrás del otro y entraron a la pieza; lo que Mario me contó, fue que pasó la mañana mas increíble, Guadalupe era muy ardiente y fueron
a la cama apenas estuvieron en el dormitorio.
Yo fui a la casa de Chiquita, vivía con sus padres en una linda casa, con un parque muy grande; tenía el garaje separado de la casa, una entrada que era por la parte de atrás. En el parque habian luces en faroles que colgaban; por las ventanas del garaje entraba luz suficiente como para moverse adentro sin tener que prender luces auxiliares. Entramos por la parte de atrás y Chiquita me llevó al garaje, allí había un Ford 46 que tenía los asientos traseros muy grandes, enteros; empezamos un cortejo de amor que pronto nos pondría en un estado de excitación elevado.

La besaba en la boca y ella me correspondía, le saqué la blusa y el corpiño y yo me saqué la remera, quedamos los dos con el torso desnudo, nuestros cuerpos se empezaron a rozar; y siguieron los besos, por los senos, con la mano y los dedos la empecé a acariciar, le puse toda mi mano, y sin dejar de besarla en la boca le metí los dedos suavemente. Siguiendo con el tacto, le tocaba el clítoris y la parte carnosa de la vagina; ella se excitó mucho, se acomodó en el asiento grande del auto y abrió sus piernas; estábamos muy excitados, en ese momento ambos deseábamos más, pero yo me bajé y la empecé a besar, haciendo que ella emitiera pequeños gemidos casi inaudibles, era más bien un pequeño jadeo. Su vulva carnosa la tome entre mis labios, luego le besé y le succioné el clítoris, eso hizo que ella, pusiera su cara contra mi pelvis, mi pene erecto tocó sus labios y ese fue el disparador para que me succionara con placer, de ambos; mientras tanto yo le mantenía dos dedos en la vagina, pero un sentido inusual nos devolvió a la posición donde ella estaba acostada y yo sobre ella. La besé por todas partes hasta poner mi lengua en la entrada de su vagina moviéndola en su interior, había llegado casi al orgasmo, no quería acabar así, y por eso me dijo:
… ¡Para no sigas más! …¡Hagámoslo bien!
… La ropa había salido de ambos sin darnos cuenta…desnudo
me acomodé entre sus piernas y empecé a jugar con su vulva, sin metérsela; le pasé varias veces mi pene por el clítoris , y notaba que ella se estremecía toda como si tuviera frío, flexionaba las rodillas y se abría, en esa situación ella me dijo:
…¡Vamos…Vamos!
Allí fue cuando, sintiendo que ella se mojaba, se lo introduje, no en forma total sino que empecé a moverlo a la entrada; como mi excitación me impedía seguir por mucho tiempo, se la metí a fondo y ella se estremeció, empezó a moverse y a hacer un ruido que en determinado momento se
convirtió en un gemido seguido por una expresión desconocida. Yo a su vez
sentía que mis fuerzas disminuían junto con su grito de:
…¡Vamos!..¡Vamos! …y su orgasmo.
Y eyaculando quedé abandonado sobre ella que me tomó de la cabeza y me besó con pasión.
El día lunes nos encontramos en el comedor de la fábrica todos los que habíamos salido el sábado a la noche, había un silencio tácito sobre lo que pasó el sábado, nadie comentó siquiera la salida, solamente dijimos todos que:
…¡Lo pasamos bien!
… a lo que Mariquina agregó:
… ¡Bueno algunos lo pasaron mejor!…
Nadie contestó, ni le siguió la conversación para ese lado, y allí quedó como que ella era la única que se fue sin pareja.


MARIQUINA
Mariquina vivía a dos cuadras de mi casa y cuando compré mi primer auto, la empecé a llevar mañana y tarde. Chiquita se puso de novia con mi jefe y dejamos de salir.
Yo invité a Mariquina a que fuéramos una tarde a pasear en mi lancha por el río Paraná de las Palmas; la lancha estaba en la guardería del club náutico, que en esa época no tenía muchas facilidades para tirarla o sacarla del agua.
Quedamos en ir el día viernes, después del trabajo, era un día de verano de mucho calor; nos demoramos para tirar la lancha y se hizo tarde, era la hora en que salen los mosquitos: Fuimos río arriba hasta un sector donde a la orilla del río, crece un matorral inmenso de juncos y otras plantas acuáticas, enderecé la lancha para adentro del yuyal metiéndome con el envión, pues al llegar apagué el motor; esa posición era muy discreta y difícilmente alguien pudiera vernos si no era de una posición en altura, como el puente de algún barco grande que a esa hora ya no pasaban. Estábamos entre las plantas y nos tomamos de las manos; debido a todo lo que tuvimos que hacer antes, no habíamos tenido contactos previos, era evidente que deseábamos intimar más que tocarnos las manos y empezamos a los besos; como nuestra indumentaria eran una bikini y una malla, pronto estábamos sin ropa, ambos desnudos y tocándonos mutuamente; la lancha era superincómoda y creo que por eso fue mayor el apuro, a la par los mosquitos se clavaban como agujas en nuestros cuerpos desnudos, que al estar en trance de excitación mayúscula no hacíamos nada para espantarlos, dado que no nos dábamos cuenta.
Rápidamente y como obedeciendo a un común deseo de salir de allí, encontramos una nueva ubicación en la parte de atrás de la lancha, que nos
permitió realizar el acto sexual; que era deseado pero molestado por
factores externos.

EL HOTEL CON MARIQUINA
Con Mariquina nunca habíamos mencionado la palabra novios ni nada por el estilo, éramos eso si”buenos amigos”, después de aquella vez lo fuimos aun más, no solo la veía al traerla y llevarla a su casa, sino que la pasaba a
buscar los fines de semana.
Con Mariquina empezamos a tener después de aquel “incómodo” día en el río, encuentros en lugares más agradables, hasta que finalmente descubrimos un discreto Hotel alojamiento que nos proporcionó el lugar más cálido de todos los que habíamos ensayado. El día que fuimos por primera vez al Hotel alojamiento, nos pareció que estábamos en el paraíso, un lugar cómodo, limpio y fresco. Para utilizar los servicios que pagábamos, al llegar nos dimos un baño juntos, allí empezamos un juego de amor que duraría hasta llegar la noche, en que debíamos volver.
La tarde empezó con besos y caricias muy tranquilas, ya habíamos pasado el clímax de la relaciones apresuradas e incómodas, pero no por eso la calentura había disminuido, como nunca habíamos estado cómodos en una cama nos faltaban mimos que no nos habíamos hecho. Estábamos desnudos y a medida que descubríamos nuestros cuerpos la pasión aumentaba, su cuerpo era espectacular, yo no había tenido la oportunidad de gozarlo como en esta ocasión; tome sus senos del lado de atrás, ella dio vuelta la cabeza y me empezó a besar apasionadamente, de repente me empujo por los hombros y me dejo tirado de espalda boca arriba, tomó mi pene y lo empezó a succionar; a medida que lo introducía en su boca muy adentro mi sensación era cada vez mas fuerte y llegué a un punto que no sabía que pasaría, empecé a sentir como palpitaciones y de repente eyaculé; ella siguió mamando sin sentir disgusto por recibir mi eyaculación en su boca, llegó un instante en que yo no expelía más liquido y siguió chupando hasta que terminé.
Cuando todo había pasado, se tiró arriba mío y empezó a besarme en la boca, así estuvimos un largo rato, el tiempo suficiente para que me diera cuenta que me excitaba de nuevo, y empecé a besarla en el pubis, luego en el clítoris, no solo la besé sino que le “mordisqueé” el clítoris, apretándoselo suavemente con mis labios, sintiendo como se hinchaba con su sangre que fluía a toda la vulva, en esa súper excitación que ambos teníamos la cubrí completamente con mi boca y a la par que le succionaba en el clítoris y le metía la lengua en la vagina, la tomaba con mis labios por toda su vulva.
Le introduje apenas, la lengua en el agujero de la vagina; se puso en una situación desconocida hasta entonces, pues nunca le había hecho tantas y especiales caricias, se movía como si hiciéramos el acto sexual y de pronto
se quedó quieta y empezó a jadear hasta mojar mi boca; tuvo su orgasmo, le seguí besando el clítoris, cuando sus movimiento febriles cesaron, yo sentía
que ambos habíamos tenido una acto sexual amoroso y extraño.
La tomé entre mis brazos y me quedé dormido con un seno en mi boca, al rato cuando desperté ella succionaba mi pene que estaba otra vez erguido, empezamos a besarnos, como si recién llegáramos.
Tenía una cola muy parada y cuando la puse dada vuelta, tuve la idea de tener sexo por allí;
Empezamos un juego diferente al que habíamos tenido, se quedó dada vuelta y esperó que la tocara en el ano con mi pene, no sabía si le gustaría; porque según me reveló, nunca lo había hecho, pero sentía curiosidad por saber como era, a la vez que tenía un poco de miedo a que le doliera.
Su posición y su cola me produjeron una gran excitación, logrando introducir mi pene después de varios intentos que parecían que no podría hacerlo. No traté de metérsela de golpe, al principio solo le metí un poquito la cabeza para ver la reacción de ella, muy de a poco sentí que se distendía y que empezaba a sentir satisfacción y se abría, deseaba seguir adelante. Le puse saliva para que se lubricara, eso facilitó las cosas. Mi erección se mantenía muy fuerte; se la empuje hasta que penetró la cabeza y un poco más, le pregunté como estaba y me dijo:
…¡Bien ¡… ¡métemela toda!

…Ya había pasado lo más difícil y comenzó el placer. Le entró toda y le gustaba; había levantado la cola para arriba con ayuda de la almohada, la bombee varias veces y ella se movía rítmicamente; el hecho de que ambos nos habíamos acabado previamente, nos permitía realizar un acto, que de otro modo nos hubiera hecho terminar antes.
Penetrarla por el ano era muy excitante.
Nos resultaba muy agradable,
Pero quisimos hacer el acto sexual, para acabar, por la conchita.
Al sentirse penetrada allí, por donde sentía mayor placer, empezó a moverse, llevándome a mi a sentir su sensualidad como nunca la había sentido, en las muchas ocasiones que habíamos tenido sexo; estábamos muy dinámicos y ella de pronto paró, empezó a estrechar su vagina, ella me pidió:
… ¡Quedémonos quietos!
Así nos quedamos, quietos, un rato; luego se la metí y saqué lentamente varias veces; le gustaba que se la dejara adentro, apenas adentro, sentirla en la entrada de la vagina, moviéndome sin metérsela toda, en la parte carnosa de la vagina, quizás su punto G; ninguno llegó al orgasmo y por un momento se la saqué; ya lo habíamos tenido antes.
Estuvimos hablando sobre las sensaciones que ella sentía, me dijo que por el ano le gustaba pero tenía que ser suave y no se excitaba tanto, que era
bueno para jugar un rato. Que el mayor placer lo sentía cuando la besaba en los genitales, eso la enloquecía, le gustaba mucho que le besara el clítoris y le succionara las vulvas y le metiera la lengua en la vagina, que la tocara
con los dedos en el clítoris y en la vagina.
Después de eso me pidió:
… ¡Métemela bien adentro y déjala quieta!
… Eso le causaba un gran placer y también a mi, había pasado como veinte minutos y aun estábamos en un sensitivo juego sexual, que nos prodigaba
una gran satisfacción; esa tarde no habíamos tenido un orgasmo en posición de coito normal, habíamos acabado solos y mucho juego. Ahora estábamos llegando a un punto que pronto ya íbamos a acabar, lo comentamos y dijimos que llegaríamos despacio para disfrutar más; la volví a penetrar y como fue el pacto se la introduje apenas en la puerta, moviéndome allí sin intentar penetrarla más adentro, después de estar así me pidió.
…¡Vamos adentro!
En esa posición ella sentía que la verga le tocaba el fondo de la vagina, se apretaba y sentíamos ambos mucho placer.
Y allí ella se empezó a mover, eyaculé como nunca lo había hecho y ella junto conmigo; esta vez unió sus líquidos vaginales con los míos.
Al terminar sentí una gran ternura y la besé con amor; en ese instante el sexo había concluido pero no el amor, algo misterioso y único.
Pensaba también, que nunca habíamos acordado si éramos: novios o algo así; sabíamos que solo éramos: “buenos amigos”.

JORGE EDUARDO-ZARATE-1958
LAPLATA2012-09-06




ELLA

1123 palabras/3 páginas


Sus púberes años dejaban ver una hermosa figura, que se escondía entre las viñas para que no la viera, se escondía jugando a las escondidas, cuando la encontraba Ella se tiraba sobre mi espontáneamente y empezábamos un juego más sexual que infantil.
Ella era rubiecita, delgada, bien formada, no usaba corpiño porque no lo necesitaba le encantaba andar a caballo y lo hacía en pelo sin montura, corría como el viento y no se caía por mas ligero que fuera.
Un día fuimos hasta el potrero, del fondo, de alfalfa, donde cortábamos pasto para los conejos, llegamos cada uno en su caballo, allí nos bajamos y empezamos a correr hasta que Ella se cansó y se dejo alcanzar, en ese instante empezó el juego diferente, yo la tomé en mis brazos y la alcé frente a mi, no era amor era instinto, me ofrecía su boca para que la pudiera besar, la tiré al suelo y empezamos un cortejo de amor , el pasto nos tapaba y nadie podría ver nada mas que dos caballos comiendo, algo habitual en el potrero; esa ocasión sirvió para amarnos, entre aquella maraña de pasto.

Tenía que trabajar porque su padre era peón y no le alcanzaba para mantener a los cinco hermanitos que Ella tenía, era la mayor y había ido hasta sexto grado y en esa época las chicas del campo no hacían más que sexto en la escuela.
Mamá había tenido una empleada por muchos años, pero cuando se casó dejó de trabajar, y mama le pidió a papá que le consiguiera una nueva empleada.
Cuando llegó la nueva empleada todos nos sorprendimos por lo jovencita y lo linda que era, Ella tenía dieciséis años y yo quince, antes de conocerla yo había tenido relaciones sexuales con tres chicas de mi edad; no era un experto ni tampoco un casto joven del campo.
Recuerdo que las tres ocasiones, no ocurrieron con amor sino algo mas parecido al deseo del sexo animal, el cual conocí viendo como actuaban los animales de la granja.
La primera vez no fue fácil, estaba con una chica más grande y yo no sabía exactamente que hacer, por ello la piba se enojó conmigo y se fue, por ese motivo esta ocasión no la puedo contar, las otras oportunidades sucedieron entre las viñas, con chicas de la cosecha, cosa que era común cuando andábamos jugando con ellas.
Los primeros días no tuve ninguna relación con la nueva empleada, hasta que un día Ella me dijo que le gustaba andar a caballo. Esa fue la primera ocasión que tuvimos de salir juntos para la finca, a buscar pasto para los conejos.
Mis relaciones previas como comenté fueron absolutamente de índole instintiva, sin que mediara para nada una dosis de amor.
En casa había una despensa al lado de la cocina, servía para guardar los salames, los jamones y la mercadería que se consumía en casa y que traían del almacén una vez por mes, con lo que se llamaba” el pedido”...
Para preparar los jamones había un cajón grande con tapa, dentro del cual se ponían los jamones en sal y se los dejaba por un tiempo, ese cajón tenía un tamaño de 1x2 m., era lo suficientemente grande como para dormir la siesta sobre el. Como los chorizos estaban colgados en un palo colgaba del techo, me subía al cajón y bajaba un chorizo que ya estaba seco y era un salame, con pan que había en la despensa me hacía un sánguche y esa era mi merienda al comenzar la tarde.
Una tarde que estaba en ese menester, veo entrar a la despensa a quien sería la mujer que me enseño a hacer el amor con “amor”, estábamos solos y no costó mucho que empezáramos con los juegos, la tomé fuertemente y la empecé a besar por el cuello, y la boca, hasta que mis manos se deslizaron por su cuerpo; y allí por primera vez me di cuenta que la deseaba con todo mi sexo, que debía hacerle el amor, pero en serio; no como a las otras mujeres que habían tenido sexo conmigo.
Esta vez era diferente lo sentía en mi piel cuando apenas la rozaba; era la hora de la siesta y era verano, nos sacamos la ropa y el cajón sirvió de cama para nuestro encuentro de amor, nunca lo había experimentado como esa vez, por primera ocasión sentía que me desvanecía y que ella se estremecía como si fuera a desmayarse; considero que esa fue en realidad “mi primera vez” , nunca antes había sentido lo mismo y esa fue “mi primera culminación del placer sexual” como un acto de amor.
Ella tenía una pieza con baño propio en el extremo de la galería de la casa, yo tenía mi dormitorio en el otro extremo de la casa, una habitación que tenía una puerta, que daba al patio, al frente de la casa, eso servía para que Ella se viniera por el patio y entrara por la puerta del frente, a mi dormitorio; la puerta siempre estaba abierta y la que comunicaba con el resto de la casa, cerrada.
Fueron muchas las noches que Ella vino a mi cuarto y fueron interminables las noches que me quedé despierto, hasta largas horas de la madrugada, y apenas, poder despertarme al otro día para ir a la escuela.
Con quince años podía hacer el amor todos los días, o casi todos los días; los fines de semana que Ella se iba a su casa me parecían interminables, y cuando volvía nos encontrábamos con loca pasión haciendo el amor.
En casa había un parque muy grande con la mayoría de árboles de pinos, de distintas especies, algunos muy grandes, servían de lugar de reunión, poníamos las mesas debajo de los pinos y era un lugar deliciosamente fresco.
Una noche de fin de año como otras veces, nos reunimos en familia, a celebrar el acontecimiento, nos juntábamos con muchos parientes y papá hacía un gran asado con un novillo que mataba de la finca, el asado era complementado con chorizos, que también se hacían en casa, los invitados venían algunos de la ciudad de Mendoza a 70 Km. de distancia ya que la mayoría de los hermanos de papá vivían allí.
Esa noche cuando a las doce festejaban tirando petardos y tiros de escopeta yo estaba con Ella festejando el año nuevo.
Cuando terminé el colegio secundario supe que me tendría que ir a otra provincia a estudiar y esas vacaciones las pasamos fantásticas.
Fueron mis últimas vacaciones con Ella ya que cuando me fui a estudiar Ella y sus padres se fueron a trabajar a otro lugar y nunca más supe de Ella.

1958. jefpacheco1-JORGE EDUARDO
-Campamentos-Rivadavia- Mendoza.
LA PLATA-
2009-10-05


CARNAVALES
719 palabras

Unas fiestas que se festejan muy intensamente, en San Juan, son los Carnavales. Como la mayoría de los días corre agua por las acequias no había necesidad de ir muy lejos a buscar agua.
Las chicas jugaban a la par de los varones y venían de barrios vecinos a jugar en frente de nuestra casa, se juntaban, dos amigas de la bodega vecina, Emilia con su hermana, la prima de Emilia y una chica que venía de no se donde que era amiga de las chicas, unas seis en total.
Los varones éramos los cuatro de casa, junto con Pipo, (Florindo no jugaba) con el que luego me fui a Santa Fe y los amigos del turco, que eran dos; en total seis.
Era un lindo grupo para jugar, todos éramos menores de 18 años y salía a flor de piel la brutalidad de pegarles unos baldazos con agua a las chicas, que por poco las desnudaba.
Jugábamos hasta la tarde y luego nos íbamos todos a la casa. (A tomar mates, pero sin matear).
Esto lo hacíamos todos los días de carnaval, por supuesto que esos días en San Juan no había clases.
Las chicas tenían una técnica propia, salían varias juntas y corrían a uno de nosotros, cuando habíamos gastado el balde nos agarraban ellas y nos hacían sopa.
En las noches nos íbamos a los clubes, nosotros llevábamos a nuestro grupo al baile, en esa época no había problemas.
Recuerdo los carnavales de San Juan porque nunca festejé de igual manera en otros lados a pesar de que fui a varios.
Los carnavales tenían, su parte mas lindas después de los chapuzones con agua a la siesta y era cuando cada uno se iba con una chica a la tardecita a su pieza de la casa de estudiantes. Los dueños de nuestra pensión se iban los días de carnaval a Pocito, distante unos cuantos kilómetros, así quedaban varias piezas para ocupar con nuestras “parejas de carnaval”: Los tres dormitorios nuestros, el de la familia y el cuartito de la nena, además de la cocina living-comedor con sus grandes sillones.
Llegábamos a la casa y cada pareja ocupaba una pieza, no había discusión por cual ocuparía cada uno, el primero que llegaba elegía la que estaba vacía y luego se iban ocupando progresivamente.
Estábamos allí hasta las ocho de la tarde, cuando ya empezaba a bajar el sol, eso para tener tiempo de ir a cenar y luego pasar a buscarlas para ir a bailar.
Los primeros días de carnaval, fueron encuentros sexuales por primera vez con la compañera, todo comenzó de a poco, pero mi relación con Emilia ya venía de hacía un tiempo aunque todavía no habíamos tenido sexo.
Recuerdo especialmente el primer encuentro, porque Emilia era muy ardiente y no tenía excusas para iniciar una relación. Ella se mostró tan activa como Yo, los besos nos encontraron sacándonos la ropa, ella estaba desnuda y por primera vez veía su cuerpo de esa forma, me quedé helado: Era preciosa, con sus quince años era una figurita, dibujada por el mejor pintor, como no pudo ser de otra manera, los besos siguieron por los senos preciosos que tenía, a pesar de sus pocos años eran grandes y paraditos con un pezón parado y duro.
Mi excitación y la de ella nos llevó, a que nos besáramos y nos dijéramos dulces palabras de amor, pues este enamoramiento venía de nuestras salidas anteriores y de muchas noches bajos los enormes carolinos de su casa.
Su grácil figura me tentaba, no a besarla sino a comérmela toda y así fue que le empecé a mordisquear, a la par que me pedía que la besara “mas”.
La locura se había desatado y estábamos a la puerta del paraíso, ninguno de los dos comprendía cómo éramos tan felices con nuestros quinces y dieciséis años.

Jorge Eduardo –San Juan 1959
LA PLATA
2009-10-05
2012-09-06









EL BAÑO.
370 palabras


Esta es una historia, que me sucedió en la casa de los amigos del turco, fue muy graciosa.
Estaba bañándome en la casa del mellizo Randy, uno de los que casaba gallinas, porque no había agua en mi casa desde hacia una semana; estaba lo mas bien bajo la ducha, cantando contento, cuando en eso entra al baño una rubia, linda, totalmente desnuda,… cubierta con una toalla que me dice:
¡Hola! ¿Como te va? .
Y yo le contesto:
¡Bien!..- -¿que haces?
Respondiéndome:
¡Me vengo a bañar! ¿Me haces un lugar?
¡Bueno!
Y estábamos bañándonos sin saber quien era cada uno.
El baño no terminó allí, empezamos un jueguito que terminó con ella poniéndose en la bañadera en posición “perrito”, con las manos apoyadas en el extremo plano, donde se apoyan los frascos de champú, la ducha nos tiraba agua muy caliente, era invierno y esto contribuía a hacer mas agradable la situación.
Yo la besé, ella estaba a gusto y excitada; de pronto se dio vuelta y quedó con la espalda apoyada en la bañadera, me atrajo hacia ella y me empezó a besar con mucha fuerza; cuando hacia un rato que estábamos así volvió a la posición perrito y me pidió que se la metiera, y ella decía :
”Que lindo,… me gusta mucho”...
A la par que se movía con mucha intensidad.
Yo se la sacaba y se la metía de a poco, para luego metérsela bien a fondo, a medida que progresaba ese juego ella me dijo que se iba a acabar y que lo hiciéramos juntos, entonces me empezó a decir:
¡Dale!… ¡dale!,
Lo que influía en mí y me llevaba cada vez más cerca del orgasmo; en determinado momento me dijo:
¡Dale que me voy!
Y Yo como cumpliendo una orden eyaculé, mientras la besaba apasionadamente en la boca.
Se terminó de bañar, se cubrió con su toalla, y se fue.
Y yo me quedé sin saber quien era.

JORGE EDUARDO
SAN JUAN 1958
LA PLATA 2009-10-05
LA PLATA 2012-09-02
















LA
QUE MURIO EN EL RIO








La ramera pasaba sus días en la isla, era lo que se llama una buscona delicada.
Que andaba por los caminos que formaban las cabras. A veces caminaba por los caminos de los animalitos salvajes, como las liebres, las ratas o los topos, también por los de los animales más grandes como las ovejas, las cabras, los caballos y las vacas.
En la isla vivían algunos pescadores y puesteros de cabra, que además eran los dueños de los otros animales. Esos eran sus clientes, eran todos hombres solos sin hijos ni esposas, por eso la fulana tenía mucho trabajo, cobraba muy bien por cada encuentro; no limitado al tiempo sino a las veces que el cliente lo hacía. La meretriz tenía una curiosidad innata, pero por más que se esmerara no podía ver mas allá de un palmo de sus ojos, solo conocía parte de la isla, y había ido solo una vez a la ciudad cuando era chica, antes que muriera su papa, a los 15 años, se quedó sola en el rancho y ya no salió más, compraba en un pequeño almacén de un puestero lo que necesitaba y que era poco.
Un día se encontró con el perro lanudo del puestero, empezó a jugar con él por el camino zigzagueante de las cabras, Sentía que el lugar que habitaba era un lugar solitario, como corresponde a una isla enclavada en el río Paraná.
Encontró un caballo manso y se subió, para la cortesana , empezó una aventura muy distinta, empezó a ver cosas desde arriba del caballo, que nunca había visto y no reconocía. Lo primero que le llamo la atención fue un arroyo que limitaba la isla por el norte y que no tenía gran movimiento de agua, como si fuera el brazo de unión de otro río más grande, cuando el caballo caminó hacia el este un largo trecho por la orilla del arroyo, la ramera desde el lomo del caballo tuvo una visión estupenda de un gran río y que este si tenía una considerable correntada. Pronto comprendió que era algo poderoso y que sería muy difícil interactuar con el, y si por acaso peligroso.
Se bajó del caballo y quedó de nuevo a su nivel normal de visión, estaba allí sin comprender porque todo el paisaje se le había perdido y no sabía donde estaba el río.
Pero algo ya era diferente: Ya sabía que el río existía y que de alguna manera lo encontraría, así orientada por el sol caminó hasta el arroyo y siguió por su orilla y allí encontró nuevamente el río; en la boca del arroyo, los pescadores fondeaban sus canoas con la cuales iban a pescar y a llevar a un pueblo pequeño el producto de la pesca.
La noche era larga y, pudo subir en una de aquellas canoas; el pescador de la canoa, salió al alba a tirar un trasmayo, que cruzaba el arroyo mas pequeño, allí
Podía capturar los peces que entraban o salían del arroyo hacia el río. Una vez que lo tiró se bajó de la canoa y se dio cuenta que ella dormía en el fondo, se puso a tomar mates con unas tortas que había llevado, pronto llegaron otros pescadores que se pusieron a tomar mate con él, y que luego lo imitarían tirando sus aparejos de pesca al río.




Cuando vieron que se despertaba todos empezaron a cortejarla; ellos la conocían y ella también, por lo que no hubo oposición,
A cada uno le tocó un rato, ella estaba acostumbrada a tener sexo con varios el mismo día y también con dos a la vez; los pescadores eran rudos y brutos pero con ella eran suaves y delicados; ella se excitaba y los pescadores se apasionaban con ella que tenía relaciones sinceras; cerca del mediodía, les dijo me voy a bañar y se tiró al río sin observar que había una rama que salía, de un árbol caído cubierto por el agua.
La punta la atravesó de lado a lado por el costado del pecho clavándosela en el corazón.
No había registro civil ni medico que certificara su muerte.
Pero desde entonces los pescadores lloran a la pobrecita que murió en el río.



Jorge Eduardo
La plata 2008



LA NOCHE DE AÑO NUEVO
No sabia que hacer estaba solo y aburrido. Venia el año nuevo y todos sabían que harían para festejarlo, unos se irían de viaje al mas recóndito paraíso de bosques salvajes, otros de paseo a la orilla del mar y festejarían en una taberna con borrachos que todos los años se juntaban para pasar el año nuevo, tomando y comiendo las bebidas y comidas típicas del lugar; yo mientras tanto pensaba y no sabía que hacer, solo imaginaba que estaría con alguien en mi rancho de la montaña y que iría en mi catramina vieja que apenas si podía subir las cuestas.
El mes de diciembre se acercaba y no había decidido quien sería mi compañía para fin de año, el rancho estaba relativamente lejos en el centro de una quebrada, por el lugar pasaba un arroyo que llevaba agua limpia y fresca, que nacía en una vertiente en lo mas alto, justo donde empezaba a acumularse la nieve, el camino era desparejo y hecho quien sabe cuando, por arrieros que llevaban sus animales en las veraneadas a comer pastos tiernos. El camino se tornaba difícil de transitar por las piedras que había y los pozos del lugar, sin embargo mi viejo cachapé se trepaba como un leopardo a un añoso árbol, con su presa a cuestas para escapar de los predadores que se la querían robar.
Las montañas nevadas eran el hito que me ponía como meta para llegar y al divisarlas aunque lejos, sabía que allí nomás ya estaba mi rancho, contra una pared de piedra que increíblemente ocupaba un lugar en la quebrada cerca del río. La piedra servia de reparo del viento que soplaba contra ella, desde el poniente. El lugar solitario y magnífico, permitía estar en contacto con el cielo, mirar las estrellas, escuchar el soplo del viento y oír el agua que va corriendo por el arroyo. El valle en verano se llenaba de animales: vacas, caballos, cabras, guanacos y los que se alimentaban de ellos: pumas y zorros. El lugar era visitado por cóndores, que volaban en vuelo rasante en busca de un cabrito que lo alzaba con sus garras como si fuera un papel.
Siempre fui solo al rancho, sin embargo ese fin de año pensé que seria bueno ir con alguien.
Mi única compañera era una carabina, la llevaba con la idea que me podía servir para defenderme, pero en realidad nunca la disparé contra nada, menos contra algún animal. A veces pescaba truchas, que eran de tamaño regular, y las cocinaba a la parrilla.
Llegó diciembre y empecé a pensar en las cosas que tenía que llevar, la comida en particular sería en latas, embutidos, fiambres, quesos, salames; para beber vino tinto en botellas, soda y agua la del arroyo que era limpia y potable, la ropa era poca pero cubría toda las necesidades, zapatillas y botas de cuero, cuchillo de campo. Llevaba un freno y un apero para ensillar un caballo que le pediría a un gaucho que estaba con sus arreos en la veraneada, algunos de ellos iban con lindos caballos y era muy placentero andar por los cerros.
Pasó navidad y se aproximaba año nuevo y al fin la fui a invitar, a pasar la noche de año nuevo en el rancho de la montaña.

2012-07-11
La Plata
Jorge Eduardo























Texto agregado el 23-06-2013, y leído por 208 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
24-06-2013 Es difícil leer todos tus textos seguidos. Yo te recomendaría que los pusieras separados y con calma. Un saludo, Cuentón, http://loscuentostontos.blogspot.com.es/ cuenton
 
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