El rastro Carmona es un endemoniado lugar en donde los animales vienen a purgar sus últimos momentos de vida antes de ser devorados por las ansias de furibundos compradores de última hora.El amanecer es un festín de ganchos colgantes,vísceras rotas,sangre y desperdicios.Poderosos chorros de agua intentan borrar,sin lograrlo,el macabro trazo que deja la muerte.Es una marea humana que inunda las instalaciones excitada por el olor a sangre,reclamando su presa,disputándose el espacio vital de poderosos sierras cortadoras de músculos,huesos y tendones o de fragorosos carniceros, ahítos de trabajo, que cortan tajos y más tajos sin importar que en la refriega vayan a parar al mismo costal restos humanos trucidados, tal vez,por azar o descuido de negligentes y enardecidos clientes.
El agente encubierto miembro de la sociedad protectora de animales se dispone a realizar una de sus más riesgosas tareas: infiltrase en un rebaño de cerdos y enfrentar con cámara y micrófono oculto los rigores y atropellos que enfrentan los animales destinados al sacrificio en el rastro Carmona.Largos meses de entrenamiento han convertido al agente en una maquinaria viviente que buscará ,desde adentro,pruebas irrefutables,evidencias contundentes del maltrato físico y la tortura psicológica a que son sometidos impunemente los animales antes de ser sacrificados.No le teme al gancho del matadero ni al hecho de estar largas horas postrado en cuatro patas,ni a la horrorosa idea de compartir un inmundo y asqueroso cuartón con una manada de histéricos marranos.Nada lo detendrá hasta conseguir su propósito.
Una madrugada es embarcado en una furgoneta,mucho antes del amanecer,con una piara de cerdos,rumbo a su detino: rastro Carmona.Sus únicos cómplices serán: la oscuridad de la noche y el ranchero que lo ha embarcado y éste le guardará celosamente el secreto hasta el día que citado por las autoridades competentes tenga que declarar bajo pena de perjuro para esclarecer el móvil de la tragedia.
Los cerdos están nerviosos,los hacen bajar de la furgoneta a golpes y empeñones.Es una fría madrugada de diciembre.El agente ha logrado infiltarse y de inmediato los dispositivos electrónicos que lleva consigo comienzan su función de monitoreo.Tras largas horas de extenuante espera soportando las inclemencias del lugar alguien del montón de compradores lo señala.Un empleado le pinta en uno de sus cuartos traseros un número para el sacrificio.Han pagado por él,pronto será conducido con otros por un largo corredor hasta el pabellón donde el verdugo le aplica a cada quien: sea cerdo,borrego o res,un tiro de perdigón en medio de la frente.El agente comienza a experimentar espasmos y escalofríos,largas horas postrado sometido al intenso frío le han hecho perder parte de la sensibilidad de sus piernas y brazos,reconoce que está en dificultades pero no puede detenerse,podría abortar su misión esfumándose la posibilidad de hacer justicia al maltrato.Un empleado armado de una dura pértiga la emprende a golpes con los resagados.Los están empujando al matadero.Los animales, estresados huelen el peligro en el aire: el olor a sangre es demasiado evidente.El agente apenas puede moverse,un empleado de cuerpo robusto y grasiento la emprende a patadas contra su trasero;una parte de su costillar vuela fracturado víctima de una solida patada.Gime y se retuerce,hace un esfuerzo heroico y echa a andar...aún le quedan veinte minutos de torturante espera y de filmación antes de dar por terminada su misión.Veinte minutos es demasiado tiempo para un condenado a muerte.No obstante el final se acerca... un cerdo más y tendrá que vérselas con el verdugo.El agente intenta levantarse,pero no puede,su cuerpo esta completamente entumecido.El verdugo se acerca a él, lo patea y lo arrastra hacia si y ya tiene su arma lista enfrente de la falsa cabeza de cerdo...Era un cerdo un poco extraño,confesaría luego el verdugo al ser interrogado,pero todos los cerdos son iguales,su señoría...cuando él habló con voz de hombre era demasiado tarde...ya yo había jalado el gatillo.
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