Otros días los ruidos de la calle me molestan, hoy me suenan a vida. Desde el balcón abierto me llega el pitido de los coches, el murmullo de la gente que va y viene, puedo ver las ramas de los árboles cómo se mecen acompañando a ese viento que huele a tarde de verano.
Me acomodo dentro de mi misma, y puedo sentir el vaivén de mi corazón, me hablo y me contesto, tal es la buena amistad que mantenemos mi vida y yo.
Ha sido una elección meditada: Quiero estar a solas con la vida, vivir lo que me queda por andar, corretear caminos, pararme de vez en cuando y seguir disfrutando de las pequeñas cosas, que se me presentan a cada paso, de esos pasos que doy sin ti. Cómo recuerdo aquel instante, cuando toqué tu cuerpo y ya no estabas: Te habías preparado para hacer aquel pequeño viaje, aún no tenías el billete, no querías llegar tarde, pero necesitaste descansar un poco y, ese poco, se convirtió en el tiempo en el que ya no volverías.
No quiero preocuparte, solo quiero que vuelvas a saber que te recuerdo. Todo ha cambiado, ahora hablo con este teclado que tengo delante de mis ojos y mis manos. Otras voces me contestan, no se cómo son, ni dónde están, pero no eres tu. No, no lo eres porque de ti conozco hasta los recovecos de la memoria perdida, en no se que galaxia, en no se que universo.
Qué tengas un buen día, el mio es claro y soleado, soleado por el sol que voluntariamente dejo entrar por el balcón donde tengo tendidos mis recuerdos. |