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Un hombre, camina derecho hasta cierto punto. Camina y tiene calor, el lugar le desagrada profundamente porque esta atiborrado de gente. No es precisamente un hombre antisocial, podemos decir con certeza que al menos en ese aspecto es un tipo normal. Pero ciertamente algo en esa muchedumbre lo altera.Escucha cientos de voces sonar al unisono, palabras cruzándose, confundiéndose y volviéndose en un caldo espeso y repugnante. Siente que los pasos lo van empapando en ese caldo que lo percibe como percolado de camiones de basura, en el mejor de los casos como lodo o agua de flores de cementerio. En esa ultima apreciación se detiene, esa es la correcta piensa, mientras no pierde ritmo alguno en su andar. Es como agua de cementerios se dice. Un agua turbia cargada de centenares de llantos, con olor a flores podridas, con el eco de oraciones que cada año suenan mas mal. Es triste piensa, pero sin embargo todos hemos ido o iremos a un cementerio. Después de esta ultima idea, se siente mas tranquilo y cree que el asunto ya no es tan triste. Se da cuenta que no solo el esta siendo empapado en esa jugosidad terrorífica, sino que posiblemente también la expele, que es parte de ella y todos ahí lo son.
Otro tipo grita frases incomprensibles parado a un borde de esos pasillos atestados de almas pestilentes. En una escalinata una anciana sostiene un tarro en la mano y pide limosnas. Nuestro sujeto se da cuenta que el hombre de las frases altisonantes y sordas vende algo, obviamente no le importa demasiado y sigue caminando. A la anciana la mira con algo de tristeza pero, la anciana tampoco logra captar mucho su atención y el sujeto sigue. De pronto cree perder la conciencia y no esta muy seguro donde esta. Por primera vez para en su recorrido y ojea ya con mas detención. Realmente no tiene idea donde esta, siente que perfectamente podría estar en un mercado en Marruecos o en Arabia. La gente vende y grita, camina y grita, limosnea y grita. Todos estos gritos siempre le resultan incomprensibles, pero no puede ser Arabia ni Marruecos, el sujeto tal vez tiene una idea de como es una feria de Marruecos pero ciertamente no sabe como es una casa en marruecos, un cementerio o un prostíbulo.
Las cavilaciones comienzan entonces a tomar forma de espiral, llevándolo a puntos y conclusiones interminables cada vez mas ondas, mas espesas y cada vez mas infranqueables. El sujeto aun no se da cuenta pero esta parado y una horda de mujeres y hombres llegan en colisión hacia sus espaldas como una estampida. Es una mujer gorda de gesticulaciones y ademanes cansados la que lo empuja con su codo hacia adentro del vagón.
De pronto me doy cuenta que estoy en el metro, que ya llegue que esto no es marruecos, que es Santiago.
La mujer gorda no me deja de mirar con su cara deslavada. Entonces recordé que prefería las calles turbias de Marruecos, la gente olía mal y a algunos le faltaban dientes, pero ciertamente toda esa inmundicia era mas encantadora, acá era simplemente triste

Texto agregado el 20-06-2013, y leído por 131 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-06-2013 Me encantó leer tu relato porque es la pura verdad y lo peor: no nos damos cuenta.*5 multidi
 
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