EL DUELO

Se llamaba Rosario De La Cruz...

Pasó tanto tiempo que se perdió el apellido en mis recuerdos. Tal vez por ser muy largo o tal vez por ser muy compuesto.

¿Ella vivir en un conventillo? ¿Como se te ocurre? Era piba bacana, de las que salen los domigos con su mantilla acompañada por una negra. ¡Eran de las que no faltaban a misa!

Julián, sí Julián a secas. Nadie supo nunca mucho de él.

Se rumoreaba que tenía unas cuantas muescas en el mango de su cuchillo. ¡El sí que tenía la zapie en el conventillo y desde el cuadradito de su ventana, la pispeaba.

¡No! si me acuerdo bien de aquella noche que salió con una guitarra y derechito terminó en su ventana cubierta de glicinas.
¡Hacia un lorca esa noche, que me quedé afuera saboreando unos amargos!

Ni el mismo Gardel (con perdón de la palabra) hubiese cantado mejor.
Ella entrabrió su ventana y le tiró una rosa.

Y asi nomás sin mucho hablar nació el amor.

¡Las cosas de la vida! Dicen que por defender a un amigo, dicen que puso el cuerpo, dicen que recibió él la puñalada. Dicen que las glicinas se agitaron

Y se quedó sola nomás, como para vestir santos y vaga por las noches buscando a su Julián, que se marchó sin decirle ningún adiós