Camino por calles que hoy no reconozco.
Los senderos del pasado se cerraron tras pesadas compuertas de un hierro dorado.

No quiero recordar los tiempos del olvido cuando el techo se vino sobre mí, y aplastó el silencio de mi gloria.

Mira de frente al árbol que te saluda. Después haz una reverencia a la luz que te acompaña .

Muchos escucharon y pocos entendieron.

Se derrumban las viejas avenidas tras la sombra de las dudas. Un mensajero trae aquel paquete donde está el corazón.

Más lamentos se escuchan en las viejas estaciones de los ochenta, donde los héroes olvidados todavía preguntan por un tren que ya se fue.

Las voces callan y el dolor se confunde con la alegría de responder a mis sentidos, sin la presión de una meta que se hundió bajo las mentiras de los hipócritas altaneros.

Las luchas van y vienen y no se detienen por vagas injusticias que tu alma lamenta.

No hay salida para todos, somos nuevos, retocados , bendecidos por un espíritu ascendente que no merecemos hasta morir.

No te pesco.
Dame un beso.
Así fue.

Siete trazos, dos según Dios. No hay descanso.
Mis latidos me compelen más allá de un sol que muere bajo los puentes del deseo.
Sin triunfos ni historia. Sólo ave migratoria.

Tus recuerdos se quedaron atrapados sin salida desde que falleció el gran Claudio último de su estirpe en estudiar las antiguas profecías que hablaban del gran cambio.

Ese somos nosotros ,
la vuelta de Atlanted.