Darío es un niño que va a la escuela pública todos los días caminando por la orilla de una quebrada de aguas negras unos 6 kilómetros. Su casa, si así puede llamarse, es un rancho hecho con cartones y latas situada al borde de un barranco. Tiene una sola pieza y el piso es de tierra. Hay una cama y en ella duermen sus padres y los tres hermanitos pequeños. Para Darío la mayor felicidad es que amanezca para ir a la escuela. Es el primero que llega. Por la tarde le pone cartones a los zapatos a modo de plantilla porque ellos están rotos y no hay esperanza de comprar. Darío no tiene con quien jugar porque no tiene vecinos y sus hermanos son muy pequeños. En la escuela su rendimiento no es bueno y en los recreos se pasa al lado de los amigos esperando que le den parte de alguna golosina. Como juega como loco en los salones y en el patio ha lesionado a muchos niños y entonces el director le tiene 16 anotaciones y hoy lo ha corrido de la escuela.
Darío hoy madrugo para la escuela y esperó en los alrededores hasta la hora del descanso. Se arrimó a la maya pero el director lo divisó y lo amenazó. Puso sus manitos sobre la maya y lloraba viendo jugar a sus amiguitos. La escuela nunca comprendió que él no quería ir a aprender y solo necesitaba jugar. Por ser hijo de un proletario la sociedad lo castigo y lo propio hizo la escuela. El director es un gendarme de su propia clase social. Mañana Darío no tendrá donde ir.