Los árboles se inundan de verde, verde por todas partes. Hay tanto, que mis pensamientos salen hacia la calle de los deseos, brotan ramas desde el alimento de las raices, salen por mis ojos cómo enredaderas de hiedra, las vides comienzan a invadir mis manos y las convierten en pámpanos verdes y jugosos, que alimentan mi vida: Los acerco hasta la boca y succiono, cómo una abeja, convirtiéndolos en alimento de dioses.
Vuelven a mi, como un boomerang, las acciones pasadas, los recuerdos de las tardes bajo el emparrado de una niñez ya pasada, pero no tanto porque cada comienzo de la primavera retornan con fuerza, y hacen presencia el coro de voces infantiles, anunciando que ha llegado el nuevo verde, protector y vivificante de una nueva primavera, compañera de este otoño, que me hace recordar que el invierno llegará puntual a mi vida, tapándome con el manto blanco del olvido.
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