"UN ADIOS Y MI RECUERDO PARA ALGUIEN QUE AMO PROFUNDAMENTE"
Sus ojos negros miraban lejos, perdidos. Se posaban tristes en los cristales de su ventana ; absorta en sus propios recuerdos dibujaba en el aire los momentos cálidos de aquella noche.
Él había llamado temprano aquella mañana de abril, para arreglar con ella un momentos para poder hablar.
Esa charla telefónica fue intensa porque ya había pasado mas de un año sin hablarse. Finalmente Darío habia decidido volver.
El corazón se le acerleró en el momento en que volvio a escuchar su voz, ese... -"Hola Morocha"...le volvio por un segundo a aquellos momentos en los que caminaron juntos.
Sintió frio, se acomodó en el sillon acurrucando sus piernas bajo la frazada amarilla que solía usar por las noches para taparse, cuando se sentaba a escribir. Su mirada que antes se había posado en los cristales de la ventana, dio un pequeño giro y centró su atención en sus hojas, entre ellas se encontraba la última carta que había escrito para él y que nunca se la había mandado, la releía con lágrimas en sus ojos. De pronto la apretó entre sus manos y recordó que el llamado de aquella mañana de abril la había hecho sentir muy feliz, sobre todo porque habían quedado en encontrarse en ese café en el que otras veces compartieron momentos de risas.
Cierra los ojos y recorre paso a paso los momentos de esa mañana, las palabras, las miradas.
Recordó el momento en que aquel día volvían a su casa caminando abrazados. Ya en la casa, ella preparó el café, de pronto levanta la vista y se encuentra con sus pupilas celestes, que tanto la enamoran, mirándola como hacía tanto tiempo....
Se quedaron así mirándose profundamente hasta que el ruido del agua que empezaba a hervir los distrajo, sonrieron cómplices.
En un impulso Darío se incorpora, camina hacia ella y la abraza con fuerza. El beso posterior fue cortito pero intenso.
Tomaron el café y charlaron un rato mas.
La habitación se transformó de golpe en el mas cálido lugar, de a poco acercaron sus manos, entrelazaron sus dedos y lo siguiente que sintieron en aquel momento fue la piel tibia de ambos pegándose.
Darío y ella se amaron desesperadamente aquella noche, sus cuerpos tibios se adormecieron entre las sábanas. Impregnados de un amor que no habían olvidado se abrazaron por última vez.
Las lagrimas empañan su mirada que sigue fija en la ventana, apenas distingue la luz de la luna. Se abraza a un almohadon de su sillón preferido y grita en su interior nuevamente su nombre.
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