no vengas a mi con tu falsa molestia,
pues mi sangre no sufre, como otros, amnesia.
no me hables jamás con tono de torturada,
pues a mi, como a otros, tu no me engañas.
¡no te me acerques jamás con carita de pobre!
pues desde hace veinte que ya vendiste el cobre,
ni me hables de tortura, muerte y castigo,
pues por tu culpa mi padre es sordo de un oído.
no me seas condescendiente jamás yo te ordeno,
pues al hacerlo me traes sucios recuerdos
de cercanos pasados, oscuros y negros
donde doña lucía de cocina da consejos
y el pobre miraba sin poder comprenderlo:
como un alma inconsciente no podía protegerlo...

desde mi trono de madera te digo
que yo desde aquí te maldigo
por traer a Chile el olvido,
por quitarme el derecho que pido,
por cambiar la historia del libro
y por romper la mentalidad del hijo...

¡concertacionista de ideales perdidos!