Entonces me pregunto:
¿por qué me son tan amargas las almendras?
¿Por qué la tarde envejece tan callada
que nadie lamenta su partida?
¿Por qué he vuelto a esta casa
en donde muere la dulzura
y palidece el color de la mañana?
Quizás es que las partidas
estén condenadas al retorno,
al regreso de lo agreste.
Texto agregado el 05-06-2013, y leído por 185
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