Me consume pensar en ti, así es como se siente. Como la llama que pasa desapercibida por sobre el trigo, tu existencia me desgasta, tu falta de atención me calcina, me corroe.

Lo nuestro es una sentencia a hacernos daño, a alimentar la destrucción mutua, una condena a amarnos. Me consume ser prescindible a tu respiración, me lacera ser capaz de despertar sin ti. Y te pienso, como si la proyección fuera igual a tenerte, a que seas mía, como pensar en tus labios y que se hagan beso, como si la soledad fuera voluntaria, opcional.

Tocar tu cuello de fuego es mortal para mi pecho de madera; a mi ausencia te desvaneces, debilitada a la distancia te esparces en el aire sin letras, sin victima ni ruinas, sin humo ni cenizas.

No podemos convivir sino en violencia, amando con pasión el dolor que nos profesamos, que nos entregamos. Uno se vuelve alimento; el otro milagro. Lo nuestro no es más que fuego, así se siente, uno siempre terminará destrozado; el otro, apagado.

Somos un evento de combustión, hermoso a la vista y mortal al tacto.