Mi vida seguirà el rumbo que tenga que tomar, así sentencia Lucio, una vez màs.
èl està enfermo, lee todas las mañanas el periódico y no se olvida de comer.

MI vida, continua diciendo, es un trampolin que tira para abajo, en vez de para arriba, que tira para arriba cuando tendrà que ir para abajo.

Pero dime una cosa, Lucio, una habitualidad mundana debes haber conseguido durante estos noventa años de vida, digo, alguna locura del momento, una gallardía de verano, un trabajo compulsivo, làgrimas de desesperación, alguna soledad torturante, dos músicas efímeras, seguramente desiluciones sociales o personales.
Lucio medita, tal vez, porque tiene mucho por decir en ese remolino de ideas que aparece en su boca.
Descifro algunas, pero tengo la sensación de haber vivido esta etapa antes, tengo la sensación que he escuchado esa aventura en un recuerdo anterior, siento haber vivido dos veces y haber muerto muchas màs.

Lucio me observa, dice que soy joven, que me falta vivir. Entonces, le resumo una noche antes que acabarà junio, le dije que me embriaguè por puras ganas de sentirme en las nubes, le dije que me sacudí las alas y decidí volar a un bar de puros chinos, a beber vino, de allí, le explico, me fui a buscar a una amiga voladora, le dije que bajarà por el amor del cielo y me regalarà un abrazo, un beso, una razón. Obviamente, ella bajo, en dos horas, me deshizo con besos, sin embargo me compuse, porque si de morir se trata, tambièn sè resucitar.

Le dije a Lucio, que me gustaba volar con las dos patitas que tengo y leer con los pocos ojos que manejo, le dije que quisiera una mosca mujer en vez de una mariposa.

Ahora, Lucio llora silenciosamente en su silla de ruedas, me mira y dice: !Vive! !vive!, !vuela! !vuela! mosca amiga, botando mi vida efímera al precipicio del vacío màs incierto, y yo comienzo a volar, porque tengo varias vidas, varios recuerdos por descubrir.