DIEZ AÑOS MÁS
— ¡Vamos, se te acabó el tiempo!
— ¡Pero!… ¿Quién es a estas horas de la noche?
— ¡No te hagas el remolón, sabes muy bien quién soy!
— ¡Ah, eres tú! ¡Tan pronto han pasado los diez años!
—Sí, viejo, anda vámonos que tengo mucho trabajo.
—¡Oye, y si te digo que no quiero ir contigo! ¿Qué harías?
—¡Viejo, no seas idiota! Sabes muy bien que conmigo no se juega.
—Bueno, bueno… no te enfades, te propongo un trato. Tan bueno como la última vez.
—Esta vez no te saldrás con la tuya, te cambiaste por tu esposa que era mucho más joven que tú. Me pareció un buen trato, pero esta vuelta creo que no tienes nada bueno que ofrecerme.
—Te equivocas, querida. Tengo algo muy especial, suculento, a lo que no podrás resistir, palabra.
—¡¡Habla, viejo!! Por tu bien, espero que sea fuera de serie.
—¡¡Lo será!! Acompáñame a la habitación de mi hija y yerno.
—¡¡Mira lo que hay en esta linda cuna!!
—¡¡Un bebé!! Qué maravilla.
—Sí, querida amiga, y es todo para ti.
—¡Padre, qué desgracia, mi hijo muerto, mi ángel, mi chiquitín, cielo mío, mamá te quiere!
—Calma, hija mía, no llores, piensa que todavía eres joven y puedes tener muchos niños todavía.
—Mi más sentido pésame, abuelo. Qué lástima de chiquillo, tan pequeño.
—Dices bien, me siento culpable, yo tan viejo. La muerte no es justa, tenía que haber muerto yo, tan inútil, para qué seguir sufriendo.
—Qué dice, padre, usted al paso que va nos entierra a todos.
—No lo dudes, je, je, je…
—Pero ¿qué dice, viejo?
— ¿Yo? Nada, hijo, nada…
FIN.
J. M. MARTÍNEZ PEDRÓS.
Todas las obras están registradas.
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