Ellos van delante y el resto detrás tanto si tomamos como referencia al pelotón en general y el sentido de la marcha como a esa eufemística línea que separa a los oficiales del resto.
Habíamos derrotado al enemigo, la ciudad es nuestra... o de los oficiales, o no sé de quien carajo será ahora, la cuestión es que nos dirigimos a tomar posesión de ella en nombre de alguien o algo y ellos van delante, varios metros delante luciendo sus galones y reluciendo sus sonrisas de satisfacción.
Yo no lo escuché pero el capitán Der se giró al oir un ¡clic! bajo la bota del capitán Izqui y éste realizó el acto reflejo de elevar levemente su pie, sólo levemente ya que la mina se encargó de convertir esa levedad en varios metros de altitud. Mal reflejo el del capitán, el eterno mal instinto del soldado siempre equivocado, la rolliza pierna del gordo capitán se desgarró y voló, el aire se tiño de rojo y descargó lluvia de sangre sobre los oficiales. El pelotón se frena, los oficiales rodean al capitán Izqui, hay que frenar la hemorragia, el gordo apoya su calva en tierra, otro ¡clic! y otra vez un mal reflejo.
Los suboficiales van detrás comentando el incidente, el resto seguimos al niño tamborilero que alegremente nos marca el ritmo.