Y la poesía habló
y comenzó a sonar el silencio,
así el sonido se hizo mudo
para escucharle, para apreciarle,
la oscuridad le dio su lugar a la luz
la luz plasmada en versos y sueños;
dueños de ellos son los poetas
y en su mundo habitan fantasías
y oníricas palabras, que sin cumplirse
se vuelven brasas de hielo incandescente
cual gritos de silencio,
silencio de melodías
como el espejo del óbito lunar
que de vacío se llena y se vacía de lleno;
caen sus destellos y echan raíz
la tierra se vuelve frases y así
se siembra en surcos de retórica;
el fuego se vuelve frío ante ella
y el frío álgido se vuelve fuego
al verle pasar por el viento,
el campo seco florece y se vuelve verbo.
La poesía habla y se derrama
por la cascada de letras que de ella brota,
en la corriente fuerte, dócil cae al fondo
donde taciturnas las rimas reposan
de recursos, de recuerdos, de sentimientos;
renacen húmedas entre rocas calizas.
El corazón es un ave herida y sedienta
que baja de prisa a beber del manantial
del cual el habla a borbollones emana
y saciada y henchida emprende de nuevo su vuelo,
sigilosa va sin rumbo fijo esperando
sólo encontrar el numen anhelado.
Así la poesía habló, así nació el poeta,
la voz se hizo universo y la palabra estridente
al fin se escuchó en silencio.


Alejandro Ornelas