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Funesta compañía

Eran las 5 de la mañana, recogí la mochila, guardé el dinero, abrí la puerta trasera para salir de la misma forma en que había llegado, pero ahí en el medio de la entrada, sentado, mirándome fijo y sin inmutarse un enorme perro negro con sus ojos rojos como los míos, tuve la leve sensación que nos comunicábamos, cuando mi mente se aprontaba a entender o a captar, escuché que se abría la puerta principal de la casa, siempre había producido el mismo ruido, mi abuela decía que era nuestra alarma.

- Annette! ¿Eres tú?

La voz de mi tío retumbó en la casa, ¡mi nombre! Demasiado tiempo que alguien no me llamaba, dudé por un instante, quise correr a abrazarlo como antes, el se había ocupado siempre de nosotras, pues casi no conocí al abuelo. Pero no podía hacerlo, tenía que irme rápido, pero el perro seguía allí, pensé que me impediría el paso, pero no fue así, se dispuso a caminar conmigo, cerré suavemente la puerta, corrí hasta el muro y lo salté con tanta facilidad que me sorprendí yo misma de ello, el perro saltó detrás de mí y comenzó a correr a mi lado, de vez en cuando nos mirábamos, quería seguir la corriente del río, eso me alejaba un poco de la carretera, pero sentí que era más seguro tener agua cerca. Llegué al siguiente pueblo cuando recién amanecía, esperamos un rato, si, esperamos el perro y yo, hasta que abrieran las tiendas.

Compré ropa, unos lentes oscuros y alimentos me cambié y corrí hasta la estación de trenes, esperé en una de las curvas que seguían las vías, y subí en uno de los carros que llevaba madera, el perro jadeaba a mis pies entremedio de los troncos, se veía agotado, pero no cejaba de buscar mis ojos como si quisiera decir algo. Compartí con él una botella de agua, también una bolsa de cereales. El tren nos llevaría directo a la ciudad, llegaríamos de día, en tres horas aproximadamente, el sol estaba alto todavía y había muchas nubes en el cielo, un viento huracanado soplaba hace un rato, me arropé con la frazada y me acomodé entre dos troncos, el perro se deslizó debajo de la cobija tapando hasta su cabeza, hice lo mismo, por la noche debía resguardarme de mis perseguidores por lo que era bueno descansar, aunque mi mente no dejaba de trabajar, a estas alturas había demasiadas preguntas que llenaban mi cabeza.

Me dormí, un sueño o pesadilla me invadió casi de inmediato, veía correr al perro, lo seguían por una ladera, se volteaba a mirar a sus enemigos y sus rojos ojos llameaban en la oscuridad, de pronto una red metálica cayó sobre él y su fuerza no le sirvió de nada, atrapado, le llevaban a un edificio en la ciudad cuyo sótano estaba lleno de celdas y allí me vi, como cuando era niña, encerrada en una de ellas. Desperté con mi propio grito de terror, al abrir los ojos, la mirada del animal estaba clavada en la mía, sus ojos rojos llenos de sufrimiento. Comprendí entonces que él y yo nos conocíamos de antes, solo que algo bloqueaba mis recuerdos.

Nos bajamos del tren antes de que entrara en la estación, buscamos uno de los puentes y por un costado nos acercamos al río, dejamos nuestras cosas y ambos nos metimos al agua, buscando recuperar energías y aliviar el cansancio del largo día.

La noche se acercaba, debía encontrar a la persona que me habían señalado, no sabía cómo sería ese encuentro, debía irme con mucho cuidado, estábamos cerca, en la ciudad mi aspecto pasaba desapercibido, así que caminamos rápido hasta el lugar que me habían indicado las sombras. Era un edificio viejo de tres pisos, entramos, subimos las escaleras hasta el segundo piso y toqué a la puerta, mientras aferraba uno de mis cuchillos en el bolsillo de la chaqueta, el perro se echó hacia atrás extrañamente intimidado y comenzó a gemir alejándose hacia la escalera, traté de silenciarlo pero su mirada de terror me alertó y me alejé yo también, pero fue demasiado tarde, una red metálica cayó del techo atrapándonos a ambos.

Medio aturdida por el golpe del metal en mi cuerpo, recordé el sueño y comprendí recién entonces que el pobre animal me había querido advertir a través de ese sueño, intenté volver mi rostro para mirarlo pero seguía gimiendo en el suelo. Ese metal nos afectaba los sentidos y las fuerzas.

Mis ojos comenzaron a cerrarse, pero pude ver como varias puertas se habrían y hombres vestidos con trajes blancos, mascarillas y guantes nos envolvían a ambos en esa red maldita y nos llevaban al sótano del edificio.

Texto agregado el 29-05-2013, y leído por 281 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
30-05-2013 La cosa se intrinca más y más. Esperemos que nuevas aventuras acontecen en esta fascinante obra... guidos
30-05-2013 Veremos qué pasa... un saludo afectuoso sugonal
29-05-2013 aventura y misterio, seguiremos un abzo sendero
29-05-2013 Qué manera de crear, el cuento, relato o historia se pone más y más sorprendente. ***** Besos lagunita
29-05-2013 Adicionas elementos, aunque siento que abandonas la secuencia que tenias. Veremos que pasa. Cinco aullidos curiosos yar
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