Hubo una época en que antes del invierno, había un momento que se llamaba otoño. Las hojas caían de los árboles, que se desnudaban silenciosamente para recibir el frío con sus venas. En ella, las personas se acostumbraban al frío progresivamente, agregando prendas al vestir diario conforme avanzaba dicha estación.
Hoy, desde lo más íntimo de la rabia congelada, de la sorpresa fría y sus estufas encendidas demasiado temprano, miro para afuera y me pregunto quién se robó mi otoño, mi recordatorio de la huida del verano, mi antesala gradual del invierno.
Explicaciones podrán haber muchas. Tal vez fue el calentamiento global, o los rusos, y no faltarán quienes digan que es un problema que viene del gobierno anterior (y para colmo de males, lo es, solo que hay un problema de nexo causal entre los acontecimientos). Pero ya nada de eso importa, hoy me conformo con pensar que podemos empezar a tener un poco más de conciencia con nuestro medio ambiente, antes que tengamos que utilizar el traje de baño como ropa interior durante los últimos días del invierno que ya llega, para arrojarnos a las piletas del centro hirvientes al mediodía, esas que al despuntar el alba estarán tan congeladas como yo hoy.
El Coronel |