El pasado viernes por la noche, Irene Adler me dijo que si me gustaría asistir a la Biblioteca Vasconcelos y obtener mi credencial de la misma. Sin pensarlo dos veces le dije que sí. Le pregunté por los requisitos y me respondió: “son muy sencillos. Original y copia de tu credencial del IFE y de un comprobante de domicilio, además de proporcionar un número telefónico donde te puedan localizar”. Obtenidos los documentos necesarios, ayer sábado nos dejamos caer por la biblioteca, que ocupa el espacio que bastante tiempo atrás, eran andenes y edificios de las antiguas instalaciones de Ferrocarriles de México.
Ahora, acercarse por el rumbo tiene doble atractivo, pues todos los sábados, ahí nomás en la calle de Aldama, al ladito de la biblio, se pone el Tianguis del Chopo, espacio músico cultural avecindado hace ya bastantes años, en la colonia Guerrero.
El trámite para obtener la membresía fue de lo más práctico: presentar los documentos requeridos, llenar un formato con los datos personales, que a Adler y a mí nos tomaran la foto y listo. Nos dieron nuestra credencial, con la facultad de poder utilizarla de inmediato.
Me asombré. Era la primera vez que pisaba la Biblioteca Vasconcelos. Adler que la conocía ya, fue mostrándome en un recorrido atento, las maravillas que encierra. Instalaciones muy amplias y perfectamente ordenadas. Infinidad de mesas de trabajo o estudio, computadoras suficientes para realizar consultas o investigaciones, sala de videos, módulos de auto préstamo e información. Elevadores y áreas de servicios (sanitarios). Y lo más importante: libros, anaqueles y anaqueles de libros, cinco o seis pisos atiborrados de libros de todos tipos, ciencia, filosofía, literatura, arte, derecho, etc, etc, etc, y que pueden ser tomados libremente, según el interés que te haya motivado para asistir a la biblioteca.
Por supuesto que de inmediato utilicé mi credencial para pedir a préstamo un par de libros: “Ubu completo” y “El amor absoluto”, ambos de Alfred Jarry, sí, el mismo inventor de la Patafísica. Fue una lástima no encontrar “Las gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico”; pero lo encontrado me deja satisfecho y ansioso por leerlos para regresar de nueva cuenta, por otros préstamos.
La Vasconcelos ocupa un área de 40,000 metros cuadrados, apróx. Y contiene un acervo de cerca de 580,000 libros. Cantidad nada despreciable para este recinto que fue construido desde 2006 y al que apenas (después de 7 años desperdiciados por mí) acabo de acceder.
Me considero un ser muy afortunado. De ahora en adelante, mi biblioteca partícular quizás no crezca ya demasiado; pero se felicitará mi bolsillo, porque es muy probable que muchas erogaciones por hacer para la compra de libros, se vean sustituidas por los préstamos de la biblioteca.
Empiezo con la lectura de “Ubu rey”, luego de concluir “Varia Invención”, de Juan José Arreola, donde destacan: Hizo el bien mientras vivió, La vida privada y La hora de todos (este último texto, un pequeño juguete en un acto). ¡Salud!
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