No recuerdo cual era exactamente el destino al cual quería llegar. Tenía la cabeza muy ocupada con pensamientos cuando subí a la micro. De una forma inercica, sabía el recorrido que debía tomar, y caminé por el pasillo del bus subiendo las escalas, esquivando un "bulto" que no alcancé a divisar mientras buscaba apresurado un asiento para descansar del viaje que aún no realizaba. En eso pongo mi atención en aquel "bulto" orejón, de cuatro patas que se encontraba dos asientos adelante mio. Se movía al vaivén de la micro, arrastrándose por el suelo, casi flotando. Pero a pesar de la brusquedad que involucra un viaje en micro por Santiago, aquel animal iba dormido, y pareciera como si estuviera en un sueño muy profundo.
La gente que pasaba por aquel pasillo perruno, solo lo esquivaba, o lo miraba por largos segundos, sin saber que hacer ante tal situación nueva para ellos. Ya no era solo caminar al fondo y sentarse, ahora había un perro en el camino, y la gente se veía descolocada ante ello. El perro jamas despertó, se creía muerto, pero sus pulmones aun seguían procesando oxígeno constantemente.
Así habrá seguido aquel perro, durmiendo quizás cuantos recorridos. Yo solo me bajé en el paradero que daba con mi trabajo, y le di una caricia "para la suerte" antes de bajar.