En la pinacoteca de mi ciudad con Leonardo da Vinci
Continúo mi paseo por la pinacoteca y me advierten que no deje de visitar la sala de Leonardo da Vinci, donde esta expuesta la Gioconda. Sé que es una copia, y aún así , es imposible dejar de admirar tan bello cuadro.
Entro en la sala como puedo a través de las personas que abarrotan el lugar alrededor del óleo. Me hago un sitio entre ellas y procuro tener enfrente a la Madonna Lisa.
Leonardo da Vinci pintó sobre tabla este óleo de la señora Lisa entre 1503 y 1506, esposa de Francesco de Giocondo. Jamás llegó a entregar este cuadro a su cliente y lo tuvo retenido hasta su muerte sin dejar de trabajar en él durante todos esos años.
Todo esto lo voy leyendo en una pequeña guía que me entregaron al entrar en el museo.
Las personas van desapareciendo de la sala y ahora estoy solo, sentado en una silla cerca de la pintura. El silencio me invade, y mis ojos se van incrustando en los de la Mona Lisa hasta penetrar dentro del cuadro.
Sigo con ese silencio al lado de "da Vinci ", en su estudio; también allí la paz reina entre las paredes, nada más se escuchan los movimientos pausados de las manos del maestro sobre la tabla mientras pinta. Al fondo, la Madonna resiste quieta las miradas de "da Vinci ". La mujer es tan bella que me quedo fijamente mirándola unos instantes, mi respiración se detiene...es hermosa, muy hermosa.
No estoy solo, además del pintor y la señora Lisa, está conmigo Lidia, una amiga que quise traer hoy en mi visita a este lugar. Llegó tarde, pero entró sigilosamente a través de las vestiduras, o través del paisaje del fondo del cuadro. La acomodo a mi lado y le indico que no se mueva ni hable, que contemplemos tan bella escena durante unos instantes.
Los rasgos de la mujer, que el pintor intenta dejar plasmados en su tabla, son tan reales que a veces me parece tener a dos Madonnas a la vez en el estudio, sin dejar de tener a mi Madonna al lado mío, Lidia, que es tan hermosa como ella. Le agradezco que me deje mirar tan abusivamente a aquella dama ofreciéndole un beso es sus labios. Sonríe y me mira cariñosamente comprendiendo el porqué estamos aquí.
El maestro "da Vinci " me da un codazo advirtiéndome, que si quiero continuar disfrutando de la escena, me calle.
Hago silencio y de la mano de Lidia y a través del poco espacio que dejan las pinturas arrinconadas y caballetes apoyados en la pared del estudio, me desplazo hasta la mujer. Creo necesita un descanso, lleva mucho tiempo es esa posición, pero aún así, no desfallece, sigue estando igual de bella, sus rasgos están idénticos de cómo la encontré nada más llegar. Su respiración es casi nula, creo lo hará para no interrumpir su concentración y no crear el enfado del maestro.
-Por favor, ustedes dos, no creo que los incluya en mi cuadro, así que desaparezcan de la escena. Las palabras de "da Vinci " me sorprendieron, iban dirigidas a Lidia y a mí.
Desparecimos del lugar enseguida.
-¡Hola!, ¿Qué te pasa?, te veo muy acomodado en ese cuadro, sin querer dejarlo salir de tu cabeza...- La voz de Lidia, que acababa de llegar me sobresaltó e hizo que despertara de tan bello sueño.
Fueron unos momentos donde pude ver a la Madonna, recrearme en sus rasgos y su figura, contemplar aquel lugar lleno de misterio, donde Leonardo da Vinci pintó algo, que después sería, la sonrisa más melancólica y misteriosa de la historia del hombre.
--------------------------------Manuel Muñoz García-2003
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