Me levanté a las 10:30 a.m., o más bien la muchacha de servicio doméstico, Victoria, me despertó, abrió la puerta de mi cuarto y me dijo – Carlitos, levántese a desayunar que se le va a enfriar el pastel de pollo -. Entre dormido y despierto respondo – ya voy -, aparto las cobijas hacia el lado izquierdo de mi cama, muevo mis piernas hacia el suelo, me doy cuenta, que mi cuerpo amaneció funcionando correctamente y sin lavarme las manos, voy y desayuno.
Un olor nauseabundo me llama la atención, percibo que viene de la habitación de mis progenitores, así que me dirijo hacia allá y para mi sorpresa, ahí están mis padres, aparentemente dormidos; sin embargo, noto que el color de su piel no es el habitual, están como morados, me acerco a ellos y veo que hay gusanos dentro de sus ojos, creo que están muertos, intento saber si tienen pulso y no percibo ningún signo vital; me asombro y grito, inmediatamente Victoria viene hacia mí y me pregunta que qué pasa, yo le digo – es que no ve, mire a mis papás, han fallecido –, ella no dice nada y se retira.
Voy a llamar a medicina legal para que verifiquen la muerte, pero ni mi teléfono fijo ni mi celular tienen señal, le pido a Victoria que me preste su celular, mas ella también me dice que no le sirve. Por eso decido salir a la calle a buscar un teléfono, no obstante, algo llama mi atención cuando salgo a la vía pública y hay un montón de cadáveres sobre el suelo, todos está cubriendo la superficie y es imposible caminar sin pisarlos. Eso no fue lo que más me impresiono, todos caminaban sobre ellos como si no se dieran cuenta de lo que estaba pasando; niños, jóvenes, señores, señoras, ancianos y hasta perros y gatos caminaban tranquilamente sobre los fallecidos con total tranquilidad.
La cabina de teléfonos quedaba a una cuadra de mi casa, decidí intentar llegar hasta allí, por lo que intenté caminar como lo hacían ellos, no obstante, me costó bastante trabajo poder hacerlo; pisé sus cabezas, piernas, vientres, brazos, genitales y en general cada parte de sus cuerpos, era imposible caminar sin hacer eso. Al fin llegué a la cabina y le pregunté a la persona que atendía - ¿acaso no ven la cantidad de personas muertas sobre la vía y los andenes? – El joven que atendía sonrió y manifestó – Eso es lo normal, todos los días hay masacres y ya no hay cementerios para tantos muertos, así que decidieron ponerlos en todas partes, para que la naturaleza se los vaya llevando poco a poco, además como somos tan indiferentes, nadie se ha quejado, todo el mundo va tranquilo a trabajar y a estudiar – Lo que decía el muchacho me pareció increíble, sin embargo, tenía razón; llamé a un doctor que vino y revisó los cuerpos de mis ascendientes y verificó que sí estaban muertos, se los llevó y Victoria tampoco se asombró porque también se había acostumbrado a vivir en medio de la masacre.
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