Rocas solidas, hueco que emana de esa voluntad, de esa ingratitud. En esos soles que abrazan tu necedad.
Piedra de jade, de cristal tallado por el tiempo justo en tu orilla, justo donde rompen olas, y enardece con su fragor el viento cruzado en movimiento. Ves las nubes pasar, van de un lado al otro, siguen una esperanza. Una gaviota estremecida se aleja mar adentro.
Y te vas como una nube veleta, y dejas tu mundo lleno de dudas y sabes que al irte muere tu sombra, y te vas… nada más importa ya.
Cruzando mares y cielos, cruzando amores y odios, cruzando las serpentinas nada podrá pararte ahora. Es un espejo el que gime, un soldado el que llora, un niño que se avecina, una noche que termina.
Quizás te vea en la cumbre arropado de caricias, no si podre mirarte. Tal vez deba yo matarte.
No se si deba hacerlo pero ganas no me faltan. Como la piedra más dura dejas un montón de dudas.
Adiós, que la vida sea la que te deje en la vía, no es que te lo desee, es que pagar tendrás un día.
Adiós, que te baya regio, que seas bien acogido, que esa guitarra dormida algún día suene bello, y comprender acaso lo que cuesta este fracaso.
Me quedo entre los cerros, entre valles y algodones, me quedo yo con la aurora ya que te llevas mi horas.
Te llevas mis lunas tempraneras, una estrella que me regalaras cuando yo fui aquella. Nada mas decirte, quédate con tu escultura a mi me llevo el fuego después de remontar alturas, me queme entre las dunas, me rocié el desencanto con su vomito de espanto.
Solo me queda el arte, y mi armadura de cera.


ALESSANDRINI MARÍA DEL ROSARIO