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Alta fidelidad
Yo estaba seguro que ella no lo soportaría, que no cargaría esto en su conciencia. No me sería infiel aunque me lo mereciera. No, por nuestros hijos, no por ella misma. En cambio yo sí. Tal vez por esta certeza de sentirme impune y sin prejuicios me di el permiso de portarme por bastante tiempo como un verdadero canalla engañándola sin remordimientos.
Yo era así, y la quería así, de esa manera y ella también sin saberlo me querría así. Pero me equivoqué, creer que nunca sabría de mis deslices, o en que yo me daría cuenta de esto apenas estuviera por enterarse, fue una ingenuidad. Lo supe cuando esta convicción se me fue desvaneciendo, cuando en ella comencé a notar cómo perdía su buen genio y carácter y crecía una impensada apatía y desinterés hacia mí. Cuando ya no era la misma de siempre.
“Se enteró y por eso se comporta así” pero, “¿ Desde cuándo lo sabe?” -me preguntaba. ¿Desde siempre y lo disimula; no se lo podía preguntar... Porque todo andaba bien como estaba, pero de pronto este suplicio; la incertidumbre. Esa cosa que comenzó a corroerme el cerebro como una amenaza no declarada, más ese pánico a que finalmente pudiera pagarme con la misma moneda. me ponía de cabeza. Aún sin pruebas imaginaba lo que podía estar tramando, y por primera vez me sentí atrapado en las redes absurdas de los celos infundados. El dilema de no saber hasta dónde podía llegar con su despecho, marcó mi conducta desde ese momento... .
Mi máxima alerta fue al notar que cada día estaba menos tiempo en casa que lo necesario, lo mínimo como para atender a los chicos, algunos quehaceres y nada más.
Y comencé a observarla y a seguir sus movimientos, y mis dudas se fueron confirmando. Empezó con reubicar a esas amigas que había dejado de ver desde que nos casamos, y a programar salidas con ellas. Desde ese momento le sobraba excusas para ausentarse del hogar, y a mí me faltaba una razón para evitarlo. De alguna manera le tenía que reconocer algún derecho, yo también había salido muy seguido sin dar más explicaciones que por “razones de trabajo, querida”… .
Pero las cosas se fueron espesando. En una ocasión la sorprendí escribiendo cartas a escondidas, y más adelante me llamó la atención cierto nerviosismo al sonar el teléfono, que sólo atendía cuando yo estaba distante, y a media voz... “Lo mío siempre estuvo bien cuidado,” -pensé, “nunca una voz de mujer fue para mí. Le falta experiencia en ésto” me dije con mórbida ironía. “Si es que ya no está metida de cabeza en planear una revancha” concluí con ganas de vomitar.
Como ella no comentaba nada al respecto y yo tampoco preguntaba, vivía encerrado en mí entre la culpa y el castigo. Calladamente, con esa espada de Damocles sobre la cabeza esperando que se resuelva de alguna manera con el tiempo que trascurre.
Después de mil cigarrillos consumidos, de cuatro kilos de peso perdidos y de tres líneas de tensión arterial ganados en mi cuerpo, supe que así no podía seguir, que algo debía cambiar: Yo.
Y decidí retirarme de ese virtual campo de batalla que inexorablemente llevaría al abismo nuestra convivencia familiar, dándome tácitamente por vencido. Olvidaría mi estúpido machismo y dejaría de una vez por todas que mis amores durmieran en paz con otros. Definitivamente, devolvía mi presencia y mi vocación a nuestra casa.
Cambié radicalmente mi vida, como un buen padre y esposo me adapté a la vida hogareña definitivamente. Sin embargo, con esta muestra cabal de arrepentimiento, no logré que ella depusiera los suyos. Nada le resultaba convincente, parecía ignorar o no percibir mi intención de terminar con esa cuestión amigablemente y sin cuestionamientos. Ella persistía en mantenerme en vilo como un castigo eterno de los dioses... . Yo me convertiría en un santo si era necesario. Y con tal de contenerla haría cualquier sacrificio, hasta concebir una idea seductora para esto: La reparación y remodelación de nuestra casa sería un buen motivo de acercamiento conyugal.
Compartiríamos mis horas libres en esta tarea. Ella siempre me había reprochado el deterioro por falta de mi dedicación, y tenía razón. Años sin haberle dedicado dinero y trabajo la había desmerecido totalmente. Aunque en principio se mostró reacia a la propuesta, pero después de pensarla muy bien dijo, al día siguiente dio su consentimiento y pusimos manos a la obra. . Un objetivo común sin perturbaciones, logró este milagro. Los dos nos liberamos de esa carga emocional que reservadamente nos mortificaba siempre. Y también secretamente nos reconciliamos, sin palabras, sin dudosas promesas, sin resarcimientos ni desquites... Se podía decir que volvimos a convivir en absoluta armonía. Como que a lo pasado, pisado quedó… . .
Y debí poner a su disposición mi reciente y blanqueado “superávit” por consentirla en todo por hacer. Ambos coincidimos en que debíamos comenzar por lo más importante; Cambiar a los chicos a un colegio privado, reanudar algunas buenas costumbres que habíamos abandonado, como la de salir de vacaciones todos juntos, en familia, y darnos el gusto de cenar de vez en cuando en un buen restaurante entre otras cosas…
La remodelación de la vivienda fue integral, ardua, lenta y costosa, el justo precio por retenerla a mi lado. Estudiamos juntos cada modificación en detalle; Los dos queríamos para nuestros hijos mayor comodidad, un cuarto para cada uno y otro de estudio para cuando llegara los tiempos de la facultad. En resumen, el confort que nos merecíamos desde siempre, y que yo por mi “distracción” venía postergando. .
Así también nos dispusimos a cambiar gran parte del mobiliario que nos pareció anticuado dentro de una casa totalmente renovada. Hasta los electrodomésticos, que por vetustos y obsoletos no se salvaban en esta nueva era de la tecnología digital... A esa altura, el presupuesto original se me había escapado de las manos y del bolsillo. Y ya en el banco reposaba la escritura de la casa por un crédito hipotecario, y en mi cabeza el convencimiento de que mi estabilidad matrimonial valía eso. Porque después de todo lo vivido, mal o bien, por fin la vi contenta a mi lado y a mi dignidad a salvo también... .
Lamentablemente, para mi desconsuelo la tregua no duró lo suficiente, fue como un espejismo, fugaz y engañoso. Porque al poco tiempo nuevamente la noté cambiada. Después de haber logrado de mí todo lo que quizás había soñado en su vida, aún parecía insatisfecha. Algo parecía haberle quedado pendiente en el tintero de sus pretensiones... Algo parecía faltarle, algo que evidentemente no había expulsado en forma absoluta de su cabeza ya trastocada. Apenas lo noté presentí qué. Y me alarmé cuando volvió con las llamadas furtivas, y con otras actitudes sumamente intrigantes. Como cuando la vi aquella noche recorriendo la casa, cuarto por cuarto, particularmente los de los chicos, deteniéndose en cada detalle renovado, o buscando tal vez qué faltaba renovar. Observando todo con visible patetismo, con un gesto en su rostro casi al borde de lo trágico, tan agridulce como la nostalgia y penoso como una despedida. . .
Ciertamente esa noche estaba muy triste... “¿porqué será ahora?”, me pregunté desconcertado; depresión anímica, por falta de un nuevo objetivo en la mira, o el estrés del trabajo por fin terminado. No lo sabía esta vez, yo no era psicólogo... Cuando a ella no le quedaban lágrimas por llorar en los rincones, a mí más recursos para rescatarla de ese estado tampoco me sobraban... Por esto para esa noche a escondidas le prepararé una sorpresa; cenaríamos temprano y veríamos una película en casa. La novedad; mi última adquisición; un T.V de plasma, “-Tal vez esto la distraiga un poco y mejore ese semblante.” conjeturé esperanzado .
“-Elegí vos la película que te gusta, ésa que una que vez te quedaste con ganas de ver...” le sugerí al comenzar la cena, a modo de levantarle el ánimo y que le diera apetito. Lo pensó, suspiró hondo, y me contestó secamente: “- Creo que es un buena idea, justo ahora que nos están los chicos...” y se levantó sorpresivamente de la mesa. Pasó abruptamente de la pesadumbre a una contenida euforia... “Ya mismo la voy a reservar...” agregó y como un autómata se llegó al baño para arreglarse.
Salió vestida y maquillada como nunca la ví. “Esta mujer está completamente loca... O muy borracha, se tomó todo el vino de golpe, hasta el mío”, me dije mirando los dos vasos vacíos y su comida sin tocar... “Salir a la calle así por diez minutos, a tres calles de la Videoteca es un delirio” -pensé clavado todavía en mi silla... Y encima agregó al salir algo que no estaba en mis planes para nada:
“-A lo mejor me demoro un poco con la película porque quiero volver con alguien que también la quiere ver de nuevo, una con Michael Douglas es... Vos entonces podés ir preparando el ambiente con vodka para tres..”. y se encaminó resueltamente hacia la puerta, desfilando con cartera en mano y haciendo resonar en el nuevo el piso de madera entarugada sus tacos altos con inusitado brío y resolución. Y lo poco que había comido me explotó en el estómago, y con los pulmones comprimidos me faltaba el aire para poder pararla levantándome de la mesa, Así esperé treinta, cuarenta y cinco minutos, casi una hora... No regresaba y comencé a preocuparme. Por la manera en que se había ido no era para menos, no había llevado celular y su destino me resultaba incierto. No tenía porqué demorar tanto, y decidí llamar a algunas de esas amigas que visitaba a menudo. Ninguna supo decirme su paradero, tampoco en el Video Club confirmaron su asistencia, nadie allí había reservado y retirado una película con su nombre y dirección. Pese a mi desesperación pude advertir que una amiga, su amiga de toda la vida no estaba en la agenda, seguramente recordaría su numero de memoria, -justifiqué. Yo sabía que estaba casada y que aún vivía en la misma casa de soltera, a tres cuadras de la nuestra, y hasta allí llegué con el corazón en la boca, y algo más...
“-Buenas noches..., disculpe la hora que es... Sé que usted es muy amiga de mi señora y vine por eso; Hace rato que ella salió de casa y no volvió todavía, y tampoco puedo ubicarla en ningún lado... Me faltaba aquí, pensé que podía estar con usted…
“- Si, estuvo unos minutos por acá... Y a mí también me dejó bastante preocupada. Pase que le cuento... Usted debe saber que soy psicóloga y que siempre fui su confidente, sólo que desde que nos casamos las dos dejamos de visitarnos. Aunque sé que últimamente se veía con otras chicas solteras porque que lo comentó en sus últimas cartas, después comenzó a comunicarse directamente por teléfono con bastante frecuencia. Me consultaba por sus problemas de pareja, usted sabrá, me pedía consejos y yo se los daba de amiga a amiga... Estoy al tanto que los cambios que logró en usted, fueron importantes, pero para terminar le digo que en estos últimos meses dejó de hablarme abruptamente y no supe más de ella. Por eso, esta noche me sorprendió verla personalmente aquí, tan incoherente, contradictoria y hasta agresiva. Comenzó por invitarme a ver una película en su casa para comentarla, pero de pronto cambió de idea, y comenzó a reprocharme que por seguir mis consejos igualmente no se sentía tan bien como esperaba, que su problema no se había resuelto del todo, y que la culpa al final era mía. Y terminó diciéndome que realmente necesitaba la opinión de un psicólogo de confianza, de un hombre que conociera bien a los hombres... Y le di la dirección del consultorio de mi esposo ya que también es psicólogo, bueno en realidad de mi ex, porque acabamos de divorciarnos. Nosotros tuvimos un problema parecido al de ustedes, pero lo hablamos bastante y llegamos a la conclusión que la separación era lo mejor para los dos... En cambio su posición siempre fue tan cerrada que ni siquiera tuvo en cuenta esta posibilidad, y de ese tema nunca quiso hablar conmigo... “Tome, esta es su tarjeta por si la quiere tener, detrás está la nueva dirección”…”Y tranquilícese, que seguramente ya debe estar en su casa con el vídeo esperándolo.”
Agradecí su consejo y su atención, pero para mis adentros le contesté: “Sí seguramente es como usted lo dice, señorita doctora” Y salí disparado con esa dirección en la mano…
Llegué al edificio y subí como una tromba hasta ese departamento…Recuperando la respiración me detuve delante de la puerta, y antes de derribarla le pegué la oreja para escuchar al otro lado. Solo silencio escuché, demasiado silencio Suficiente, apoyé mis manos con todo el peso de mi cuerpo sobre la puerta y descargué mi furia contra ella. Me hice oír. Abrían o la tumbaba. Cuando me cansé lentamente se entreabrió pero con el seguro puesto... y una mano sudorosa de hombre se asomó por este espacio sólo para otra sorpresa; alcanzarme un C,D... -“ Tome, yo acostumbro grabar la primera sesión de los pacientes. Su esposa tenía mucho para decir, pero lo principal está acá en el final. Ahora tranquilícese, véalo en su casa a solas y después vuelva que tenemos que hablar.”
“-Sí, por supuesto, me lo imagino todo,”- pude contestarle irónico, y además obedecer su resuelto mandato... Llegué a mi casa exhausto, y con nervios de suicida cargué este nuevo artefacto como si fuera una bomba mortal, y oprimí el detonador para que esa contenida y temida verdad estallara de una vez por todas frente a mi cara...
Nunca imaginé que estrenaría mi A.D en una situación tan desesperante y traumática como ésa. Que el destino me haría ver sentado en mi propia casa, en imágenes de alta definición, lo que nunca quise escuchar ni ver saliendo de su boca en vivo y en directo…
En un encuadre fijo, un diván cama, baja la luz, una mesita también, una botella de vodka con un vaso servido pero casi vacío, y la cartera de ella era hasta ahí toda la escenografía casi previsible...Hasta que la imagen sorpresiva de su cuerpo desnudo saliendo por detrás de la cámara me perforó los ojos y se me estampó en la nuca como el tiro de gracia que me faltaba. Con mi mente en ese estado, ya no era yo quien miraba, tampoco esa era ella quien figuraba, ni siquiera una de mis amantes porque no podrían haberlo hecho mejor... Irreconocible estaba ahí. No era ella quien cuando cuidadosamente reposó su cuerpo sobre el sofá, mientras una tenue música parecía escucharse por ahí. No era ella cuando tomó otro trago, se relajó y se quedó mirando el techo con un pensamiento perdido... Cuando compartió vagas palabras con esa voz de hombre que retirada contestó como indiferente a la situación. Cuando compulsivamente se sacudió de la cabeza esa ausencia suya, abrió la cartera y decididamente se tomó todas las pastillas de ese frasquito que había llevado... No era ella cuando por instantes quedó patética como esperando paciente el resultado final… Cuando reprimió algunas convulsiones para no lucir tan mal en cámara, y en último lugar se quedó como dormida, serena y plácidamente para cualquiera que quisiera verla tal cual... No era ella cuando ese hombre, que no era yo, con su torso descubierto y acercando una jarra de café la encuentra así, y desesperadamente trata de reanimarla mientras ella balbuceaba alguna cosa. Algo que no se escucha bien porque golpean la puerta a las patadas y él enseguida apaga la cámara...
Y yo también traté de apagar mi estupor para asegurarme de que era ella. Tan así, desnuda frente a mí, todo para que dejara de creer que no lo soportaría de cualquier manera. Finalmemte para dejarse ver como ella misma , nítidamente, ya con su espíritu y el cuerpo liberado…


Texto agregado el 22-05-2013, y leído por 192 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
23-05-2013 Estremecedor. Dos personas unidas y desoladas hasta lo enfermizo. Qué te digo? ¡Despierta! Un fraternal abrazo. girouette-
22-05-2013 En lo Encuentros Conyugales que he dirigido, siempre los esposos han dicho que uno de los principales problemas del matrimonio es la falta de comunicación, la falta de diálogo. En esta narración parece ser así y el remedio se buscó en lo externo. Buen relato. ***** simasima
22-05-2013 Me quedan tantas dudas como al protagonista de esta historia, pero una cosa me queda clara, quizás por ser mujer, la insatisfacción de ella es muy triste, no logró llenarla con cosas materiales. Mis humildes estrellitas para tu universo. Carmen-Valdes
22-05-2013 Un texto redondito con un final abrumador... ¿Sabias que hay una pelicula que se llama igual "alta fidelidad" es con Jhon Cusack y Jack Black, buenísima. Cinco aullidos cinefilos yar
 
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