Por momentos siento cansancio
Solo me mantiene en pie un compromiso firmado con la vida,
para no caer y tras de mí, todo lo construido.
En ocasiones pesan mucho los pasos al andar,
obligado estoy a bajar el ritmo de marcha,
para luego reencontrarme con mi verdad y acelerar el paso.
A veces siento mi espalda acerada, no por lo fuerte, eso ha mermado
si por lo rígido, lo templado y pesado que de nuevo incide sobre mi marcha.
Por momentos veo que no soy invencible y poco me importan las fieras que,
cual jauría, merodean mi plato para meter sus garras
y arrebatar mis mejores presas.
Me digo entonces a mi mismo que cansarse es de humano,
que no es un síntoma de debilidad, es solo la alerta de no ser eternos,
que la juventud tiene fecha de vencimiento y que llegamos a un punto
donde la maña supera a la fuerza y la inteligencia doblega el ímpetu.
Cansado estoy de ser columna, cansado de ser manantial.
Cansado de andar por el cauce que alguien con saña labro para mí.
Ando cansado de mis tristezas, de mis desaciertos y de esperar.
De ver sin hacer, de hacer sin ser visto.
De desear amaneceres inmortales y de haber perdido de la memoria
aquellos fogosos jadeos en albores del alba.
De portar la cruz del desatino y de intentar pulir clavos crónicamente oxidados.
De encender el sol desde la distancia y no sentir su calor.
De escuchar, atender y no escupir fuera de la poceta.
Muy cansado de decir si, de escribir epitafios lindos a mis propias muertes.
Cansado de no decir que estoy cansado.
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