China comunista: el gigante asiático y la segunda economía mundial; en su relación con Estados Unidos que se desarrollaba normalmente, aunque no exenta de los recelos o suspicacias que pueden existir entre dos colosos por rivalidades comerciales, tenía un oculto designio: ocupar militarmente la isla de Taiwán para, de esta manera, conseguir la reunificación del territorio chino.
Estados Unidos que quería sacar provecho del mercado asiático. Mantenía con China un comercio mediante el cual este país le había comprado exponentes de la más avanzada tecnología científica: escáneres de resonancia magnética. Los servicios de inteligencia del país asiático, consiguieron detectar mediante estos avanzados aparatos dónde estaban ubicados los arsenales de una nueva clase de armas que poseían norteamericanos y rusos: las armas psicotrónicas. El espionaje chino completó el trabajo apoderándose subrepticiamente de la totalidad de las mismas, por lo cual EE.UU. y Rusia, no pudieron en lo sucesivo hacer uso de las ellas. Estas armas atacaban el sistema nervioso central del oponente sin dejar huellas. La antigua Unión Soviética se había identificado con las teorías mecanicistas que sostenían que el pensamiento es un encadenamiento de electrones y la conciencia, una reacción química.
La física cuántica sostiene que el hombre es un ente electromagnético y que quien domina el campo electromagnético, dominará el espacio. Esa había sido la razón de esta carrera armamentística. El primer ataque en el que se confirmó el uso de armas psicotrónicas tuvo lugar en 1953 y lo perpetraron los soviéticos atacando con ondas electromagnéticas de baja frecuencia (E.L.F.) la embajada norteamericana en Moscú. Como resultado, varios empleados enfermaron gravemente, muriendo algunos de ellos. La misma suerte tuvo el embajador Walter Stoessel cuyos ojos enrojecieron llamativamente y murió a causa de cáncer, concretamente de un linfoma.
Los presidentes de Estados Unidos, Theodore Harrison, y de Rusia, Viktor Spandasky, se indignaron al tener conocimiento de la pérdida de estas armas. Con la invasión de China a Taiwán, ese estado de ánimo llego al paroxismo y fue el desencadenante de la Tercera Guerra Mundial. La debacle final había comenzado.
Era presidente de China Xien Fung Tse. Dos concepciones antitéticas se enfrentaban por el dominio de nuestro planeta. El capitalismo y el comuinsmo pugnaban por hegemonizar la política global. Esa terrible contienda generó una guerra termonuclear en la que millones de personas morían de hora en hora. Las pérdidas de China, eran proporcionalmente inferiores a las de las otras dos naciones debido a su superpoblación.
Para poner término a la conflagración, Xien Fung Tse tomó la decisión de recurrir a las armas psicotrónicas E.H.F. que emitían ondas electromagnéticas de alta frecuencia. En ese ataque, murió el presidente Harrison alcanzado por las ondas. La misma suerte corrió el presidente ruso.
En un posterior momento las ondas fueron dirigidas contra los principales jefes del pentágono y del Kremlin. Los sobrevivientes estaban aterrorizados. Sus mandos habían sido descabezados y en manifestaciones callejeras pedían a gritos por la paz. Los jefes sobrevivientes del Pentágono y del Kremlin atendieron a sus reclamos. El Káiser Guillermo II de Alemania había dicho en su tiempo: “hay que tener cuidado con el peligro amarillo”, su predicción se había cumplido. El pueblo chino y su presidente Xien Fung Tse habían triunfado y con ellos, la raza amarilla que hacía real y efectivo su gobierno mundial.