Desde mi prisión.
Llevo mucho tiempo aquí, al principio desesperé y grité, corrí como loca buscando una fisura en la roca, la única que encontré me reveló que podía distinguir el día de la noche, era leve, dejaba entrever una pequeña señal de la luz del sol en el día y por las noches de luna llena, la horrible caverna tomaba un tono azul fantasmal, en un borde de esa fisura un pequeño hilo de agua bajaba milagroso, quitando mi sed, formando una pequeña poza.
Quien me encerró allí había sellado con una gran explosión la única entrada a la caverna, la detonación remeció toda la montaña y me aturdió por horas, él, mi asesino, sabía que nadie escucharía mis gritos, los que después se convirtieron en lamentos, supe por mis uñas que pasaba el tiempo y las limé contra la pared por el terror que me producía verlas convertidas en garras.
Como la luz no me acompañaba, que era la mayor parte del tiempo, mis sentidos se agudizaron al máximo y me fui dando cuenta lo distinta que era. Mis manos producían un calor tan intenso que quemaban, eso lo descubrí casi con horror, pero luego, me dio esperanza de sobre vivencia. Del fondo de la caverna bajaban raíces que usé como leña y las pequeñas alimañas me parecieron sabrosas después de un tiempo en esta soledad espantosa.
Pensé en la familia que había dejado, los amigos que alguna vez tuve, ¿me buscaban?, ¿me lloraban quizás?, supongo que quien me encerró sabía quién era yo o más bien lo que era. Un monstruo, una aberración tal vez, sólo que no se dio cuenta que al dinamitar la entrada de la cueva con intención de convertirla en mi tumba, había sembrado un poco de luz, un poco de agua, que me daban vida. Y mientras se conjugaran esos elementos en este espacio cerrado, vendrían a convivir conmigo esos pequeños seres que me servirían de alimento, aumentando mi fuerza, nutriendo mi odio, mi locura y mi sed de venganza.
Mientras tanto, intentaría contar las lunas desde mi prisión y seguiría limando mis uñas en la dura roca, esperando el momento justo en que la naturaleza, a quien ahora le pertenecía, sacudiera las entrañas de la montaña y me sacara de allí.
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