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Inicio / Cuenteros Locales / maparo55 / Una casa grande

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Tengo una casa grande que no habita nadie más que yo; en ella se acumula el polvo a montones, igual que la soledad. Vivir solo no me asusta; lo que me da miedo es lo solitaria y fría que está mi cama por las noches. Mi casa es muy grande y yo, me doy cuenta exacta de mi pequeñez.
En el frente de la casa hay un jardín lleno de coloridas flores. Y majestuosos, se levantan tres enormes abetos cual vigilantes misteriosos; a veces hablo con ellos, de preferencia por las noches. También, su sombra protectora me cobija en los días soleados y calurosos. Aparte de esta compañía, vivo más solo que un perro, o más bien, no tengo ni perro que me ladre.
Entre la sala y la biblioteca paso la mayor parte de mi tiempo. Los amplios ventanales, permiten que la luz del día penetre hasta los últimos rincones de la sala. Y eso me gusta, porque así me da la impresión de que la luz viene a visitarme, para estar un rato conmigo. Entonces, sentado en uno de los sillones, permanezco una o dos horas sentado, sin moverme, escuchando lo que la luz pueda decirme.
La biblioteca es un recinto más oscuro; sin embargo, los estantes que la pueblan, repletos de libros, me sumergen en un mundo extraño, gozoso, lúdico, que me provoca un fervor casi religioso por todos esos libros alineados en largas filas, aguardando a ser abiertos, hojeados, leídos. Allí, se me pasan las horas sin sentir. Muchas veces es ya de madrugada cuando me retiro a descansar; lo hago un tanto a propósito, para no sentir que estoy tan solo y que en mi habitación no hay nadie aguardándome.
Mi recámara no me gusta, es simple y gris como yo. En ella no hay nada que merezca la pena mencionar. Quizá el retrato que guardo de mis padres, sobre el buró que está junto a la cama, sólo eso, ni un retrato que contenga la imagen de una mujer bonita.
Una vez estuve enamorado, pero ella prefirió a otro. Un hombre extraordinariamente rico, poderoso. Como de éstas existen muchas historias, la mía es sólo una más de tantas, que a nadie interesa. Tal vez ya ni a mí. Recuerdo haber llorado ríos, mientras lavaba trastes en la cocina; comiendo sopa con lágrimas ante la mesa del comedor; sonándome los mocos frente al espejo del lavabo del baño. En pocas palabras, llorando como La Zarzamora y la muñeca fea, por todos los rincones
No pretendo conmover a nadie contando estos recuerdos, solamente comentar lo grande y solitaria que es mi casa, mi vida. Lo inútiles y desperdiciados que están mis sentimientos y mi pobre corazón.

Texto agregado el 20-05-2013, y leído por 423 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
24-05-2013 Tus palabras obran el milagro de crear una secuencia cinematográfica en mi mente . autumn_cedar
21-05-2013 Las buenas descripciones me itroducen en el lugar; es así como iba imaginando lo que describe con maestría. Una reflexión sobre el personaje: el aislarse, anula a la persona, salvo que sea por un tiempo, o para reflexionar. simasima
21-05-2013 Relato sentimental y nostálgico, una vivencia que puede cambiar simplemente abriendo las puertas y ventanas de esa gran casa. mis5 edam
21-05-2013 conmovedora historia, no se quien sea el protagonista pero seguramente tenga que darse la oportunidad de conoser personas que formen parte de su vida, creo yo. jaeltete
21-05-2013 Una historia como muchas pero, tu relato marca la diferencia; dinámico y envolvente, no desaprovechas el espacio. ¿Qué tiene la zarzamora/ que por las noches llora que llora por los rincones... ***** girouette-
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