El Piscu (el mar)

El Piscu era un pobre huérfano de poco más de siete años en una España paupérrima (hablamos de principios del siglo XX), sus necesidades vitales de nutrición y alojamiento estaban cubiertas por su padrino, pero las del cariño la ternura y el conocimiento las tenía completamente desatendidas, nadie le había ofrecido una caricia y nunca había ido al colegio, callejeaba a sus anchas todo el día (era el típico Golfillo) el único lugar donde se sentía amado era el puerto.

El niño se pasaba las horas muertas sentado al borde del mar con una pequeña caña de pescar fabricada por él mismo, contemplando el océano Atlántico y fantaseando en hacerse mayor y navegar en alguno de aquellos barcos de pesca que entraban y salían continuamente en la dársena.

Pasaban los años y el Piscu formaba parte del paisaje del puerto, mimetizado con el asfalto ya era conocido por todos los que pululaban por allí, los patrones, los marineros de aquellos barcos que el tanto admiraba y las gaviotas que sobrevolaban su cabeza mientras pescaba, cuando cumplió los doce años, un día se le acercó uno de aquellos patrones, impresionado por aquel niño al que veía día tras día con lluvia o con sol sentado con su caña al borde del mar, le ofreció enrolarse en su barco, como engrasador, que era (y sigue siendo) el rango más bajo en el escalafón de la flota pesquera. El joven, aceptó antes de que el hombre terminase de hablar lo que provocó una sonrisa que iluminó la curtida cara del viejo lobo de mar, pero este le advirtió – “La mar es muy dura y no todos los hombres le gustan a la Mar”, embarcaras a prueba está marea, y si la Mar te acepta... volverás.

Cuando el Piscu puso los pies sobre el barco, se frotó varias veces los ojos para comprobar que no estaba soñando, el Patrón lo observaba de cerca pues temía que no pudiese soportar la dureza del trabajo, a las pocas horas se sorprendió de la enorme resistencia de aquel joven cuerpo, que acometía todos los trabajos con eficacia y gran jubilo.

En el segundo viaje ya le encomendaban tareas de más responsabilidad, el Piscu aún siendo analfabeto tenía un Don, Virtud, Instinto, inteligencia natural o como querías llamarlo, sabía exactamente cual era el mejor lugar donde soltar las redes para obtener las mejores capturas, él decía –“Los peces me hablan”-

En poco tiempo el barco del PISCU, (ya todos lo conocían así en el puerto de Vigo) era el que más y mejores capturas conseguía en menos tiempo, el armador del barco quiso conocer a aquel joven portento y cuando el joven cumplió los diecisiete años le nombró patrón, sin saber leer ni escribir, se convirtió en el más joven patrón de pesca de la flota (Gallega), pasaron muchos, muchos años y el continuó sobre su barco cuando nadie se atrevía a hacerlo, sorteando la segunda guerra mundial, por mares plagados de minas, atravesando temporales, hasta que cumplió la edad de jubilarse.

Una vez retirado no dejó pasar ni un solo día de su vida sin visitar a su Océano Atlántico, todas las tardes salía de casa y decía en gallego (vou falar co o meu amigo=voy a hablar con mi amigo).

En su lecho de muerte sin fuerzas ni para abrir los ojos, pedía que le abriesen la ventana para comtemplar su Mar apenas con un hilo de voz repetía - podo velo, eu sei que él está ahí.

Cuando su cuerpo sin vida abandonó la casa de camino al cementerio, se cambió el recorrido del coche fúnebre para que en su último viaje pudiese despedirse de su amado océano Atlántico.

Desde mi ventana
Puedo ver el mar
Y los barcos van haciendo
Caminitos al pasar
Unos volverán mañana
Otros no lo harán jamás
Pero todos van haciéndole
Arruguitas a la MAR.

El Piscu, era mi abuelo.