- ¿y bien? - Farfulló Don Palomo abrochándose el cinturón, y tras rasurarse el ombligo con cierto desatino, se sentó con parsimonia en su trono mesándose la barba con consternación.

Frunció el ceño, y mirando a horcajadas através de sus poblados y taciturnos cejones intentando divisar el sol, vislumbró una pareja desparejada eviscerándose por un poker de luz.

- ¡Silencio! - Rugió voraz, y acariciando la empuñadura de su ramillete con mano férrea un haz de fulgor corroido fulminó la tenue claridad que jalonaban las oscuras antorchas del salón, que a su vez eclipsaron fugazmente el afilado serrucho del señor.- Traedlo aquí, que lo partimos en dos. - Apostilló, enhiesto su semblante, y firmes sus dedos no titubearon a pesar del torbellino que dibujaron con donaire entorno a la cruz del fraile.

- Ni pa ti ni pa mi - Rió el socarrón.

- Ni pa mi ni pa ti - Bufó ella consternada, pero en afín predisposición.

- ¿Ah , sí ?- Reculó el pájaro apunto de desplumarse- ¿ A que me lo quedo yo ?

El tapete lo arrasó un ciclón, la oscuridad se nubló al tiempo que el copete del Rey se iluminó, una gota de sudor frío se escurrió por el canalillo hasta dar con el cinturón, y en un requiebro de blanco a negro el escenario se reconfiguró, a trote el caballero zigzageo con el alfil, ébano, marfil, ébano, marfil, arroyó varios peones, rebozadas en sangre, aplanadas colisionaron con las torres varias rodantes cacerolas, o caceroladas al proclamarse o autodenominarse a sí mismo como Padre y Campeón.

Dos trimestres más tarde, en retroceso, con un lapso en el retraso, la reina cayó de bruces cuando a sus flores encayaron dos alas, ¡como si ella fuera una mosquitera! la furia hecha arcilla en ella barrió en pos de su justa recompensa.

- Mi señor, mi señor, yo no quería una nena...

- ¿Ah, no? ¡Cojón! - y la decapitó - ¡ Esta es mía ! Que de mis labios nació aunque yaciera de vos.