A Mariano siempre le gustó mirarse lo pies. Siendo solo cinco años mayor que él, lo pillaba observándolos con detenimiento desde que era un bebé. Le gustaban desnudos, punto. Rehusarse a gatear cada vez que se los cubrían, fue su inteligente forma, sin hablar, de hacérnoslo saber. Todos los intentos fueron en vano. Mariano, desde sus primeros pasos, caminó siempre descalzo.
Un sello de calidad, eso es ahora todo este asunto de sus pies. Al menos para sus miles de seguidores, que como él, fortalecen a diario sus callos contra el asfalto. Para mi, es más bien un lastre, lo que ratifico cada vez que me topo con tiendas de souvenirs repletas de miniaturas de sus pies, que para aumentar su fortuna, se venden a manos llenas.
- Mariano… Mariano, ídolo pasajero, mediático.
Jamás reconoció, ni en público ni en privado, que las bondades de su fama, fueron antes reproche, y que su suave deambular por la vida, fue posible gracias a que nosotros, su familia, hicimos siempre de zapato. Disfrazarlo o escondernos, sólo eso tuvimos para escoger.
En vano fueron los interminables días de lavado de cerebro explicándole que sus pies estaban desnudos, pese a que ya no eran color piel. - Pésima idea fue el intento desesperado de teñírselos de negro. -Si Mariano no sale, por solidaridad, ninguno! Así que jamás use mi lindo vestido hecho especialmente para el baile de la noche blanca en la que había planeado dejarme besar por Miguel.
Bañarlos con lejía, fue la brillante solución de la vieja Tomasa. Por una semana se le desprendieron pedazos de piel, pero de vuelta su color rosado, Mariano se movió nuevamente, y nosotros también.
El cortejo parte mañana. Una milla exacta desde su pomposo estudio hasta la capilla.
- Así lo quería él, me soltó sin más su callosa esposa. Hasta me sugirió que buscara quien le diera a mis pies una pulidita. Como respuesta me dibuje una sonrisita y se la ofrecí discreta.
Abro con emoción la caja cubierta en terciopelo negro. Retiro el papel seda, y en el fondo, sobre un cojincillo blanco, veo el estupendo par de zapatos – modernos, varoniles! Hundo mi nariz para impregnarme de su aroma.
- Mmmmm! Ahhhh! A cuerito nuevo huele la revancha. |