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EN LO PROFUNDO



El calor de aquel pasado mediodía era agobiante, y aunque Juliana estuviera a un paso de su inmensa piscina, la idea de tirarse a nadar un rato no la seducía para nada. Ese día lo pasaría tan insoportablemente como ya se le imponía su gran dolor. Solo se sacaría el calor de encima dándose un rápido chapuzón en la orilla y nada más, sin esas ganas lógicas de seguir disfrutando del frescor del agua que se le ofrecía como un gran alivio. Ese día no estaba para eso. Solo necesitaba diluir todo ese tiempo estéril como tanto pudiera por ahí. Hoy se tomaría el del mundo entero para hacer de las tareas más sencillas su mejor obra de arte, el de la abstracción; Un largo y pausado ceremonial de cada movimiento a consumar. Así que exasperadamente despacio corrió el cierre de su bolso playero, y con el mismo suspenso que un mago hace aparecer de su galera un pañuelo, sacó su toalla de allí. Empezaría por su cuerpo mismo. Lo secaría palmo a palmo tan parsimoniosamente como si fuera la última ve en su vida, acto seguido expandiría el bronceador por toda su piel que de blancura parecía ya padecer. Y engorrosamente lo haría, hasta llegar a esos lugares que ni el propio sol se atrevería a descubrirle. Una vez logrado esto, estrenó su pudor de adolescente al acomodarse bien discretamente la parte baja de su malla de baño, y como si alguien pudiera observarla, lo de arriba también. Luego, manteniendo este exagerado esmero, estrujó su larga cabellera empapada hasta dejársela atada en un apretado manojo sobre la espalda. Y para último momento dejó lo de extender la toalla húmeda a secarse. Así que puntillosamente la expuso sobre el respaldo de una mecedora que allí estaba. Mejor explicado, en una vieja poltrona de su abuela, que bajo el territorio sombrío de un sauce llorón ella había encontrado su lugar preferido. Para un descanso casi obligado en estos días, ya que a veces hasta dormida seguía siendo buena compañía para esa nieta que tanto la necesitaba. Pero hoy precisamente haría una excepción en este hábito; dedicaría toda esa tarde a un quehacer casi secreto en la cocina…
Buena oportunidad para que nuestra Juliana se atreviera a probar esta exclusiva mecedora sin ninguna excusa que dar. Fue así que se tendió en ella, como clandestinamente y a medio sol, con las piernas recogidas sobre el asiento, el cuerpo bien restringido contra el respaldo y la cabeza inmersa en el almohadillado del apoyo. Todo como queriéndose ahogar los pensamientos así. Pero enseguida acomodó como un adorno su ramo de cabellos a un costado del hombro, y como dando fin a esta ardua tarea, también dejó que sus ojos tristes reposaran unos segundos en ese cielo claro y lejano que la cubría. Tan sólo un instante necesitaban, lo suficiente para secar unas tardías lágrimas que hasta el día de hoy no había podido llorar. Únicamente así pudo hundir esa mirada limpia en la superficie todavía intranquila del agua. Y esperar inmóvil y pacientemente a que se apaciguase, y poder verse ella misma reflejada en esa mística calma. Lamentablemente su expectativa fue inútil, ese espejo de quietud sólo le devolvió borrosas y patéticas imágenes de un pasado inmediato; las caras de sus padres en la desesperación por no ser absorbidos por una fatalidad: Efectivamente, dos meses atrás, el avión que los llevaba a Europa se había precipitado y se había hundido lentamente en el océano arrastrando a todos sus pasajeros hacia su insondable lecho… Ése era su gran dolor a sosegar. Y desde aquel fatídico día vivía con su abuela en esa enorme casa que ellos habían alquilado el verano anterior, y que nunca pudieron disfrutar todos juntos... Y esas ausencias las estaba sufriendo como crueles azotes del destino, uno por cada año de su joven vida: Quince. Porque Juliana estaba cumpliendo los siempre bien esperados Quince Años, pero sin nada que festejar ahora... Ahora estaba atrapada por estos amargos recuerdos, pero cuando trató de sacárselos de encima levantándose de golpe, no pudo; Un pegajoso letargo la mantuvo adherida a ese sillón de la abuela, mientras que un monótono vaivén la mecía intentando adormecerle esa conciencia recién perturbada... Pero cuando sus párpados le pesaban demasiado, se apuró en lanzar por su debajo una lánguida mirada sobre esa piscina hasta lograr dejarla sujeta por unos instantes a esa red que al medio la partía en dos ... Y ahí pensó: “Esta es la valla que separa la parte más playa de la profunda: Lo seguro, de lo peligroso, acá no se toca fondo como siempre decía mamá.” De esta recordación pasó al otro extremo y se encontró con el trampolín. Erguido e imponente completaba todo un desafío para ella, pero simultáneamente sintió el mismo temor que le tenía su madre a ese lugar; Le había prohibido nadar por allí, y más aún arrojarse desde esa aterradora plataforma. “ Y vaya a saber uno lo profundo que es esto”, siempre le advertía. Y como era inevitable, estas evocaciones debieron arrinconarse en su memoria para dar lugar a ese sueño que ahora avasallante venía pugnando por ganárselo. Y como Juliana no había podido dormir en toda la noche anterior, finalmente se lo cedió convencida. Tanto profundo se le instaló en la cabeza que ni siquiera escuchó el saludo del jardinero que recién llegaba, tampoco el sol ya le daba de pleno en la cara la perturbó. Algo más paralizante que el sopor que da el dormir bajo un sol ardiente le estaba embargando hasta la mínima voluntad de molestarse por cambiar ese lugar por otro a la sombra... Pero fue necesario que un llamado la obligara a salir de esa profundidad en que se encontraba; que una voz conocida, familiar, ahogada y lejana como un eco de pronto retumbara en su cabeza nombrándola, llamándola... Más ¿Cómo poder escapar del férreo encierro en sí misma que la mantenía inmóvil allí sentada; Imprecisamente sería, como una autómata. Trasladándose con vacilantes pasos de sonámbula, bordeando peligrosamente la pileta hasta llegar al trampolín, y una vez ahí resueltamente subir la escalinata. Y ya en el borde del tablón sin dudar tampoco, dejarse empujar por un inusitado arrojo y clavarse de una buena vez en el agua. Y comenzar a bracear frenéticamente, hacia el fondo sin más razón que llegar como fuera... Hasta que sus brazos a mitad de camino perdieran fuerzas y se le endurecieran de dolor. Cuando en sus pulmones quedara poco aire para proseguir, más nada podría frenar ese descomunal ímpetu. Sólo el ahogo por tragar mucho agua pudo detenerla. Y ella tragó muchísima, toda la que es posible... Desde ese preciso momento, en un paisaje submarino toda el agua restante se tornó salada y turbia, Sinuosas algas marinas como finas ramas de sauce, y pequeños peces como hojas de laurel giraban a su alrededor acompañándola en un fúnebre cortejo acuático. Su cuerpo inerte descendía ahora sin esfuerzo alguno; una suave pero poderosa corriente la arrastraba lentamente hacia el fondo. Donde en la oscuridad total del lecho algo podía relucir, un brillo que aumentaba a medida que se aproximaba. De ahí provenía la luz, de una masa demasiado grande y extraña para ese lugar, algo que no cabría en ninguna piscina del mundo, y Juliana, inexorablemente era llevada hacia allí...
Desde la casa, la abuela hacía un buen rato que la llamaba con insistencia sin que ella contestara; Le había preparado una torta de cumpleaños y quería darle esa sorpresa que la sacaría de su letargo…A través de la ventana de la cocina podía observar todo el parque, sus pinos añosos, algunos sauces, un laurel, y una parte de la pileta con ese trampolín al fondo. Todo eso veía, menos a su Jimena en su sillón. Aunque al jardinero sí, algo más alejado de ahí. A ese viejo mirón, que en esa tarde estaba para cortar algunas ramas bajas del viejo laurel, pero se la pasó también observando a esa chica disimuladamente sin dejar ese trabajo. Y que ahora, a cada clamor de la anciana llamándola, solo dirigía una mirada curiosa hacia esa mecedora que aún se balanceaba con la toalla seca flameando en su espaldar…Es que las primeras brisas frescas del anochecer llegaban, hora para este hombre de ir recogiendo sus herramientas y retirarse calladamente, como lo estaba haciendo ese sol de un tórrido verano, en el silencio profundo de todas las cosas que quedarán por verse…

Texto agregado el 16-05-2013, y leído por 174 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-05-2013 hermoso cuento. jaeltete
16-05-2013 Ayyy amigo, que hermoso, que profundo, que bello. Me sentí como viendo el sueño de otra persona... el tuyo, gracias. Cinco aullidos profundos yar
 
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