Vivimos en una civilización en donde a cada ser humano se lo ha formado para que viva de espaldas a la naturaleza. Es más a la gran mayoría de los seres humanos no se les inculca el autocuidado de la salud y entonces no se preocupan de lo que comen o como descansan. Todos prefieren pensar que el médico es el principal responsable de la salud de cada uno. Es de notar que gran cantidad de seres humanos no tienen ni idea de la composición del cuerpo ni de la funcionalidad de sus propios órganos.
Si analizamos a los ciudadanos de una gran urbe como New York, Bogotá, Buenos Aires o Tokio encontraremos que casi nadie ha sembrado un árbol o cultiva en macetas sus verduras. Hay una indiferencia total del ciudadano de esos conglomerados y esa indiferencia se extiende hacia el resto de la naturaleza. Es fácil ver como el planeta por esta vía se conduce a una debacle ecológica ya que no tiene dolientes. A un europeo o a un norteamericano le tiene sin cuidado que desaparezca la Amazonía o que los glaciares se degraden. Hay naciones enteras que son como grandes succionadores de recursos naturales sin que le devuelvan a la naturaleza una mínima parte. Quienes pescan en el mar o en los ríos y lagos no se acuerdan de llevar alevinos o alimento para los seres acuáticos. Si alguien lo hiciese sería mirado como un loco.
Hoy he partido una papaya para nuestro desayuno y hallé unas 500 semillas que voy a arrojar a algún lugar en donde puedan crecer. Seguro que la mayoría de mis congéneres votarían estas y otras semillas a la basura.