Mi corazón le pertenece a un rostro,
Tiene nombre y cuerpo,
Pero es una ilusión de este mundo y otro.

Te veo y lloro, porque sé que no existes,
que son sólo reflejos,
de la mujer que amo, la de los ojos tristes.

Que si me sirvo de las lágrimas que te limpié,
es para saborearte otra vez,
recordarte, entre los tragos que tanto te confié.

La rutina diaria es pronunciar tu nombre,
saborear cada sílaba,
Catar los amargos sabores del cobre.

En ese rincón donde yace mi amor,
radico solo y sin perdón,
querida fantasía que nunca existió.