Evito repetir la historia textualmente, resumida solo suma como acontecimiento especial la posibilidad de recordar lo soñado durante la siesta, casi una banalidad, pero con algo de enigma.
Tener el registro absoluto de toda la actividad onírica desarrollada en esos pequeños periodos de sueño vespertino no debe ocurrirle a mucha gente.
Por largos espacios de tiempo en mi vida, durante la adolescencia particularmente, me resultó en ocasiones hasta incómodo este registro de la fantasías de los sueños, algunos de ellos, quizá en su mayoría; eran desagradables o en su defecto penosos o definitivamente tan perturbadores que busque algunas actividades, generalmente lecturas complejas o deportes rudos para rápidamente borrarlos del archivo que los incluye en mi pensamiento.
En gran mayoría de las ocasiones fue en vano. No pude.
Hoy, tras lograr dormir y de manera involuntaria como ocurre siempre ingresé a una secuencia de imágenes que me eran familiares, y en los escenarios, podría decir: en las locaciones, debido a lo cinematográfico de esa visión en la que se presentan las fantasías durante la inconciencia onírica, la descubrí a ella como personaje.
Como activa generadora de las acciones que me ocurrían, y que sentía, ya que el realismo fue enfermizo por lo impecable. Con la crudeza de lo vivido y en vigilia, tuvimos sexo.
Soñado sexo, y ella fue portadora de la edad en la que era perfecta y muy joven.
No, no recuerdo mi aspecto, y como ocurre infaliblemente en estas aventuras, alguien me despierta.
2013 |