El perro gruñón no mueve la cola, siempre con cara de enojado está. Se pasea atento a lo largo del cerco, haciendo lo que mejor sabe que es vigilar. No sabe jugar, ya se olvidó después de tanto ladrar.
Un buen día, un niño se mudó enfrente a la casa del perro gruñón. Solía salir a la vereda y sentarse en el escalón de ingreso a su casa. El niño estaba triste y aburrido porque a sus amigos ya no veía. Miraba siempre a ese perro que no dejaba de ladrar.
Hasta que un día decidió cruzar la calle y muy despacio se fue acercando, el perro ladraba y gruñía. El niño ya estaba enfrente del perro gruñón, lo miró a los ojos y le dijo:
-Hola, soy Mateo. Vos, ¿cómo te llamas?.
El perro hizo dos ladridos, un medio giro y mirando para atrás le dijo:
- "Zoquete". Mateo, largó una carcajada muuuuy fuerte.
-"¿Zoquete?", le dijo. Jajaja que nombre mas gracioso.
El perro gruñón, lo miró, giró su cabeza a un lado y al otro. Apoyó sus dos patas delanteras en la reja, y lanzó un guau de temer. Mateo, le contó que sus papis le dicen "Pipi" y que a él también un poquito de vergüenza le da.
Inmediatamente, y sin darse cuenta, el perro la cola movió.
Mateo, le contó que se mudó hace muy poco tiempo al barrio y que estaba buscando un amigo con quien jugar. Zoquete, lo miró con ternura y con un guau suave le dijo a Mateo:
-yo también busco un amigo con quien jugar.
A partir de ese momento, fueron grandes amigos. Ambos esperaban el momento del juego, Mateo le tiraba la pelota de trapo y Zoquete a toda velocidad la corría a buscar.
Zoquete ya no ladraba todo el tiempo, comprendió que era mejor tener amigos con quien jugar que parecer un perro malo. Era mas divertido mover la cola que ladrar y Mateo ya no estaba triste, tenía un gran amigo con quien jugar en las tardes de verano.
un cuento para Mateo |