Desconozco al arquitecto de este sueño.
Nadie ve el desembarco en un brazo oscuro de aguas quietas sobre una orilla colmada de juncos. El hombre es alto, demasiado alto, de color gris; deja una huella profunda como la pezuña de un gran animal en la arena viscosa de la orilla. Contempla lo que sigue sintiendo las fuerzas de su delirio sin malgastar; repecha la costa; sus carnes están laceradas; las selvas palúdicas lo profanan; se arrastra entre raíces de arboles incesantes que tratan de estrangularlo; besa el fango sagrado al divisar los limites de piedras de una antigua civilización diagramada por avenidas que parecen rectas; se cubre con hojas desconocidas. Su propósito: encontrar la pirámide con memoria de un universo conjeturado por teósofos que hablan de un dios de fuego vive. Descubre la gran fuente de piedra circular dentro de una plaza rectangular que una vez fue verde y hoy, de color cenizas. En su centro se elevan rocas de mármoles extranjeros; un gran dragón, o un caballo montado por un dios que alguna vez fue hombre y ahora, tiene el color del olvido señala la gran arquitectura del color del tiempo. Por decisión de su voluntad, y no de sus carnes, decidió recostarse a dormir y soñar un sueño descansador. En este sueño se sueña en las tierras de piedras con gusto a mar donde el sol rojo reina, entre las tribus que conservan y ocultan el secreto de un monte inquieto; lo debido, lo indebido, lo prohibido, lo permitido y todo lo que sigue, contaminado por lenguas extranjeras ahora. Su aldea vive sobre el flanco violento de las rocas. Se ve conversando, o escuchando, en una taberna de oasis bajo los dátiles de las palmeras, con al mago de los espejos que reflejan lo deseado. Entiende palabras o símbolos de advertencias acerca del peligro laberintico de las nueve ciudades prohibidas donde no existe lo que no esta escrito; donde estadísticas fantásticas sobreviven por convertirse en realidad en las mentes colectivas de sus habitantes. El poeta fue propietario de este destino y de mis pasos que ahora escucho alejarse por otra vereda del tiempo. Este, cuenta del libro encuadernado en piel, animal o humana no tiene importancia, escrito en dos columnas como una biblia, con letras apretadas, góticas, arameas u orientales, con símbolos desconocidos expuestos en los vértices de sus paginas numeradas irregularmente. Sobre el lomo lleva dibujado una brújula flor de lis de esotérico color con cinco puntos cardenales, el centro del universo esta señalado que, por ser la única cosa infinita conocida, otro poeta discutido titulo de Arenas estas letras arriesgadas. Recuerda, en este sueño, al sueño del poeta perderse en un laberinto de nanonumerología cósmica donde todo se transforma a medida que va leyendo las paginas y nunca, logra recuperar la misma frase, o la misma palabra leida. Por eso y sus miedos lo dejo abandonado, oculto por los sótanos de la gran pirámide entre los preconceptos que ordenan las cosas de las almas desde las memorias de los siglos. El sueño sueña ahora la escenografía del día de mañana. Un pájaro mitológico lo destierra de mi sueño frio de misterio entonando una áspera canción al sol de medio día. El propósito, nada sobrenatural, es recuperar el libro mágico y velar con el mil y una noches secretas. La meta: encontrar el verbo.
El mago de las cosas advirtió que anduviera descalzo y desnudo por esta travesía para sentir la tierra, la hierba y la piedra del camino; el sol y la luna, el viento, el agua, y los años soberbios que pasan tan inútiles para así, poder enfrentarme con el fuego y su abismo. El poeta dibujo en mi mente el camino soñado. Quería complacerme en dormir en otro sueño antes de recorrer el sendero hacia mi destino pero, me siento decidido y seguro de mi ahora. Al atravesar el gran pórtico del edificio presiento que algún otro me esta soñando en medio de esta sala magna donde habita el silencio que enmudece a todos los silencios. Desiertos verticales de libros, folios, tratados, contratos, historias, iliadas, operas, poemas, mapas y mas, hasta un cielo oscuro de nubarrones en telarañas desde donde un viento invisible los mueve constantemente a cambiarse por otros que afirman, confirman, confunden y niegan en un delirio divino de repeticiones, versiones y perversiones. Debo continuar andando según las indicaciones del mapa de mis estrellas y la guía de mi brújula quiromántica. El pórtico del descenso se encuentra en el salón de los inventos, donde la mente humana crea imaginaciones horribles como el infierno, su predestinación, la quiniela, las ideas platónicas, el reloj, el espejo, las mascaras, los números anormales transfinitamente, el padre, el hijo, y su espectro insoluble. Conquisto la puerta oculta detrás de una columna parteonírica dándome vuelta en mi cama para poder atravesar el umbral de costado; empujo, con mi hombro desnudo, el frio del misterio; la puerta se entreabrió; puedo pasar al primer escalón de una escalera circular, sin paredes, sin columna central que la sostenga desde alguna ingeniería humana conocida; escucho voces ahora; desperté a un sueño dialectico? . La luz llega potente desde el fondo, blanca, iluminando todo que es una nada desarticulada, o desmantelada, proveniente de esas regiones secretas de la astronomía. Nada de lo que mis ojos ven, siquiera seguro de ver estoy, tienen conexión con mi raza o con el tiempo que es mi espacio. Escucho una lluvia agresiva afuera del edificio. Acometo cautelosamente el descenso, la meta pienso, sin importancia del presupuesto del camino. Diviso el fondo de piedras rojas, hay una escalera vertical sobre un vértice de esta explanada, continuo, la meta; mis pies tocan el penúltimo tramo, hay algo ascendiendo por la rampa; pesado; opresivo; lento; sierro los ojos con lagrimas de ira, o miedo, o impotencia; esta cerca; es plural. En el interior de su templo craneal las palabras se hicieron visibles, solo por un instante. La incorporación es brusca, las sabanas empapadas, los pies congelados al sentir las baldosas, un rio de lava trepando por mi columna vertebral; busco desesperado con mi mano ciega el interruptor de la lámpara; la enciendo, quiero salir de este sueño caótico, de esta respiración forzada; los parpados apretados por el terror del miedo. La curiosidad puede más…
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