El asadito
Las discusiones con mi mujer por suerte no era cosa de todos los días. Pero cuando llegaban, llegaban bravas, por boludeces, pero bravas... y yo me volvía loco, me sacaba y no me daba cuenta.
Una vez, después de una de ésas, me dijo que yo la había amenazado con que en la próxima la mataba de un cuchillazo... eso me dijo. Para mí que es mentira, yo no me acuerdo de nada, será un invento de ella para que tenga cuidado cuando se me sube tanto la mostaza a la cabeza, seguro que sí...
Pero ahora que lo pienso, a lo mejor por esto ese día comenzó y terminó como terminó:
Ella: “-Ché viejo, sabés que mañana domingo es nuestro aniversario de casamiento, cuarenta idos años cumplimos... Qué me decís, cuántos ¿no?”
“-Demasiados, te digo...”
“-Habría que festejar... ¿ Qué te parece si mañana te hacés un asadito y yo hago el postre? Los chicos no van a estar... después vamos a estar solos y por ahí... Dále vamos, vos te encargás de la carne que conocés mejor, y yo te compro un buen vino tinto en el Súper, y para mí soda nomás. Comprá costilla y fijáte que sea tierna porque la última vez acordáte que no la pudimos comer por lo dura que era...”
Ese domingo a la mañana:
“¿Qué tal la carne que conseguiste?, A ver como está... Humm. Sabés que esto es falda pura ... Sí, sí es falda. Fijáte, no ves los huesos blancos y la cantidad de grasa que tiene... Adónde lo compraste que te metieron el perro... te dieron falda por costilla, y no te diste cuenta, pedazo de ignorante.”
“-Bueno, tranquila, puede ser... pero era lo único que quedaba, y es más tierna, me dijo el carnicero..”.
“- ¿A sí? Pero te dejaste estafar porque te la cobraron como costilla…y ahora qué vamos hacer si ya está…” ... . . Enseguida salí al patio a respirar y la dejé sola en la cocina... Primero limpié la parrilla y después me senté a la sombrita del paraíso a tomar unos mates mientras escuchaba la carrera automovilística que recién comenzaba. Pensaba que esta vez podríamos comer un poco más tarde que de costumbre, era domingo, pero... Cerca del medio día, por la ventana de la cocina me grita: . “-Ya podés empezar a preparar el fuego porque estoy teniendo un poco hambre... y hacelo con leña, vos ya sabés que con carbón después lo repito hasta la noche...” . “¿Vos te acordás de eso ¡no?” “- Cómo no me voy a acordar, si a mí que me gusta con chimichurri me hace lo mismo...” “--Cierto, tenés razón... me estaba olvidando y casi te lo preparo... Entonces voy a seguir con la ensalada... ¡Ay!,¡ no compré la rúcula que a vos te gusta!. Tuve toda la intención pero al final me olvidé también... Bueno, con el trabajo que da limpiarla quedará para el año que viene...”
A esa altura, con el fuego prendido correctamente, ya, las bolas me llegaban al piso. Tiré la carne sobre la parrilla justo cuando el Tito Bessone largaba, y me senté de nuevo a esperar que se hiciera despacito... Cada tanto, cada cinco circuitos más o menos, le echaba una ojeada; Empezamos bien, me dije, lo estoy haciendo lento- lento y se desgrasa una barbaridad, y Bessone ya se metió tercero en la novena vuelta… . . Al rato, desde la ventana, de nuevo: “-La ensalada ya está preparada, con vinagre y todo... De amarga nomás, y sin tomate porque ahora no se pude comprar de lo caro que está... . La mesa también esta lista... Mirá que la ensalada se marchita si falta mucho. ¡Eh..!. ¿te falta mucho?”
“-Al asado, le falta... Y lleva su tiempo. Este tiene mucha carne y demora, vos sabés que no se lo puede apurar... ¿Quérés que salga arrebatado, y lo comamos quemado y crudo... Vos déjame a mí, que esto lo manejo yo... vos dedicate a la cocina... Y no me hagás poner nervioso te lo pido por favor...” . Por suerte ella no salió de la cocina en toda la mañana... mejor, más tranquilo, me dije y pensé; Debe estar haciendo una torta, por el olor que sale... Y a lo mío le faltaba un poco, una vueltita más y está para chuparse los dedos, sin una gota de grasa y tierna como una manteca…
Cuando Bessone cumplía dos vueltas manteniendo la punta, desde la ventana otra vez:
“-¿Te acordaste de dejar una parte sin salar para vos... por la presión. Que después te sube la presión...”
“-Vos me hacés subir la presión...”
“- Sí, ya sé... Un día te va a dar un pico y vas a quedar medio turuleco y la culpa va ser mía... yo que te cuido tanto….”
“- Si tanto me cuidás, porqué no te callás un poco la boca y dejame escuchar cómo va la carrera ¡Me querés hacer este gran favor!”
...Al Tito lo estaba alcanzando el segundo, cuando la carne comenzó a chirriar avisándome que ya estaba apunto. Ahí nomás pegué el grito: . “–¡Andá destapando el vino que esto ya está…! Y alcánzame por la ventana la tabla y el cuchillo grande... Dale, apuráte que se pasa sinó... Y a mí no me gusta seco...” . “Pero, qué me dás; El cuchillo grande te dije, no escuchaste lo que te pedí... El- gran-de... Qué te pasa, estás sorda...”
“-Es que no lo encuentro ahora...”
“-Cómo no vas a encontrar un cuchillo así de grande... Si lo dejé yo, sobre la mesada... ¿Qué, también estás ciega?... fijáte bien por el amos de Dios”… “-Ah, sí, acá está, quedó tapado por el repasador...”
“-No me importa cómo estaba... Pásamelo rápido que ahora sí me estás poniendo nervioso”
“- Bueno no es para tanto, ché... tanto apuro te agarró ahora” ... “– A mí no me contestés así, eh...” .
“- Mirá, yo te contesto como quiero ¿entendiste?.”
- Me contuve, di media vuelta, y en cinco trancos llegué al asador, justo cuando Tito despistó y se le incendió el auto:
“-¡ Pero será posible ché, lo que me faltaba! “–grité casi quemándome la cara, porque la grasa derretida sobre las brasas se había prendido fuego y el asado se estaba achicharrando. Corrí para la cocina, desesperado, con cuchillo en la mano y la cara enardecida:
Mi mujer ya estaba sentada a la mesa, esperando calladita en el comedor grande. También la torta de aniversario, en una punta para el postre... Fue todo lo que vi en ese instante que entré desencajado maldiciendo a medio mundo... “¡ Pero la puta madre que los parió! ¿A vos te parece?...¡Hoy es un día de mierda, de re-mierda, carajo!” Y me abalancé enfurecido sobre la mesa y de un manotazo agarré el sifón de soda y volví corriendo a apagar ese fuego… Pero llegué tarde y como tanteando. El humo del asadito quemado me entró por la nariz y comenzó a nublarme la vista. Mientras que sangre, sangre mía me salía por algún lugar y bajaba lentamente por una pierna, Como débil me fui agachando despacito hasta dejar las rodillas en el suelo, y así me quedé por un rato como adorando al fogón. No sabía qué me estaba pasando; el sifón estaba intacto al lado mío, y el cuchillo había quedado tirado en el suelo del comedor… Después me enteré en el hospital; Con la bronca que entré, y con el revuelo mismo que se armó no sentí cuando quedé ensartado en el aire como a un tierno bocado servido en bandeja… Y así había vuelto al patio, herido con un tenedor clavado en esta panza mía, todavía vacía de aquel polémico, infructuoso y casi fatal asadito....
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