La mayoría me conoce como amor, así que para evitar inconvenientes, vamos a dejarlo así, llámenme de esa manera; para no discutir sobre esas superficialidades. Voy a ser sincero con ustedes, no tengo por qué hacerlo, pero me parece que ya es hora de que sepan la verdad. No soy como ustedes piensan, de cualquier manera nunca me han visto y no me podrán ver, pues evidentemente soy invisible a los ojos de la humanidad.

Me gusta enamorar a las personas, porque sé que es lo más bonito que pueden llegar a sentir, muchas veces sobrepaso parámetros que ustedes ponen, como la raza, religión, ideología, estrato socioeconómico, estatura, edad y otras cosas más. Ustedes me han endiosado y eso me pone muy contento, me cantan canciones, me dedican libros, hacen todo tipo de obras de arte en honor a mí. Me han reverenciado en los aspectos que tienen que ver con temas artísticos, pero también lo han hecho otro tipo de personas que no se relacionan artísticamente; los que pertenecen a la ciencia, la política, las revoluciones, los que son progenitores, y sobre todo, los agrupo en una sola asociación, los que están de acuerdo con la vida. Gracias a ustedes me mantengo vivo.

Tengo varios amigos y les voy a contar acerca de ellos, somos inseparables, nunca nos hemos alejado, de hecho existimos en conjunto y si alguno de nosotros faltara, absolutamente todo acabaría. Empezaré por hablarles del sexo; cuando yo enamoro a una pareja, inmediatamente lo llamo por mi celular para que venga y hagamos un acuerdo, sobre cómo vamos a mezclarnos en las experiencias de los nuevos enamorados. Mi objetivo inicial es convencer al dúo de que accedan a tener una cita con el sexo, para que eso suceda yo tengo que contarles muchísimas mentiras, como por ejemplo, que van a ser felices hasta que mueran, que yo voy a durar hasta esa etapa, que se van a querer por siempre, que no van a haber infidelidades, que van a tener el suficiente dinero para sobrevivir todo el tiempo, que les van a salir bien los hijos, que sus descendientes van a fallecer en la ancianidad, que no se van a enfermar gravemente y cosas así parecidas.

Generalmente, los convenzo, otras veces, ¡ni siquiera les importa ese tipo de preocupaciones!; tengo que ponerles una venda invisible para que no vean lo que están haciendo; yo me encargo de que venga el sexo; y éste siempre viene acompañado de otro camarada, éste último tiene dos cabezas (yo y el sexo tenemos solamente una); me estoy refiriendo a un congénere que se llama reproducción-muerte, los dos son uno solo, y ¡somos amiguísimos! A mí casi siempre me toca empezar el proceso y la muerte lo termina. En otros momentos el sexo entra directamente sin necesidad de que yo actúe.

Lo que quería decirles es que los cuatro, o si lo prefieren los tres, somos cómplices; nos reunimos y hacemos fiestas en las que nos regocijamos; tenemos la base de datos de todos ustedes, los que viven en la Tierra, yo selecciono la próxima víctima, la cual será finiquitada con la muerte. Trabajamos muy duro para sobrevivir. Hay unos que no creen en mi, confían en el sexo, pero no se dejan llevar por la reproducción- muerte; a esos no los podemos tocar para que nos den más trabajo, pero sí los podemos llevar a ellos. La muerte siempre me pide que empiece yo el procedimiento, para distraerlos mejor.