Las palabras han sido filosas y entre los dientes se me ha marchado la estupidez que inconsciente reposa dentro de las cabas del olvido y de la pronunciación esquiva que concierne a tu aliento, que atañe a mi viento. La entonación se ha perdido entre bosques de una carga insulsa y sin razón; sin demostrarlo pero sabiéndolo yo, he penetrado tu piel con dolor y disgusto, irrupción de papel que toca tu fondo, temblor sin sazón. Es un momento apócrifo en el que se presentan las razones esquivas, las palabras atisbas que son el epílogo de nuestras vidas conllevadas; si quiera la desesperación se ha ganado junto con la incertidumbre que se presenta entre las sombras, merezco tal pesar en el momento de frío. Pero eso si, has de compartir el estremecimiento; no solo el momento o el aliento, sino ese sentimiento de tedio y el de entregarlo todo al mismo tiempo; como contradicción, pero como ornamentación de tu mirar, de tu besar, de tu vivir conmigo, contigo.

Renuentemente las agudas ponzoñas se presentaran; pero tal veneno es el de tus labios y el de mis ojos el que se acepta y el que se vive, que se sobrelleva ese bebedizo externo siguiendo así con esa inmunidad infinita, esa fuerza traducida a divisas innombrables pero siempre atisbas, esa dureza de granito que permanecerá en pie así las tormentas entierren esa edificación gigantesca que he cimentado y construyo contigo. Perpetua es nuestra vida y nuestro aliento, ese deseo palpitante y el sentimiento de sempiterno caminar, de indestructible morir y de perdurable vivir. Así muera y así viva, y así me haga inmortal; será contigo, será con tu mirar y tu tocar tierno. Que la sequía, que la peste, que la muerte y que la vida misma se presenten, ahí estaré contigo, mirando, sintiendo, muriendo, viviendo.