LUGARES COMUNES
Tiempo inútil, desgastado.
Victoria limpia de lo irracional.
¿Era realmente una sorpresa encontrarse en ese momento tan tristemente familiar? Le gustaba pensar que era sólo el precio por desafiar a la realidad perversa que termina siempre por deformar el alma, no alcanzaba para justificación pero permitía una pequeña concesión poética que adormecía a medias la conciencia.
Saberse en un lugar común para tantas mujeres, era quizá lo que más le molestaba del pobre resultado que arrojaba el primer año de vivir al lado de un hombre tan distinto a ella; sin dudas, compartir circunstancias tan personales que debían (aunque fuera por decencia) estar marcadas por algo de originalidad y que se reducían irremediablemente a una historia doméstica tan ordinaria dolía, dolía por absurdo, por la falta de lo excepcional, el contar con la certeza de formar parte de un grupo tan numeroso como triste la atormentaba más que todos los agravios juntos, su cuna le reprochaba alimentar esa red corrupta e invisible que afectaba a todas sin importar su condición social (intelectual!) o el color del pelo, que lograba generalizar al espíritu más distinguido, nada peor, nada menos intolerable y carente de buen gusto, tiempo perdido repasando una y otra vez los motivos (imaginarios todos) por los que ella, por los que todas las mujeres se niegan a abandonar esa secta que en silencio, suma más discípulos que Jenny Rivera; si formas parte de este culto siniestro y multitudinario sabes bien que la primera obligación es esterilizar uno a uno los motivos que te podrían llevar a cometer la demencia de abandonarla, ni hablar, si logras razonarlo todavía estás a tiempo, no has alcanzado el grado supremo dentro de la sombría escala que has adoptado voluntariamente, locura en todos los sentidos.
Así que quiso dejar unas líneas a manera de testimonio inservible de quien ha sobrevivido a la tragedia más primitiva de todas, NO MÁS, se dijo en un esfuerzo por recuperar un poco de la cordura y el poder de los que había hecho gala toda su vida, sin embargo y como prueba irrefutable de la dificultad de renunciar a la locura, se permitió desear por última vez, que él quisiera comprender cada palabra, un instante en espera de lo imposible, de atestiguar el principio del final de todo lo inadmisible, de terminar con tanto ruido.
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