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No sé cómo parir un verso que concentre
en dos palabras lo que tú has hecho
muda y casi a tientas.
Leo a Catulo y me parece que el mundo
ya no puede ser dicho de otra forma
que no tengo derecho
a llamarte mi Lesbia estando como estoy,
preso en este congal
donde el lenguaje ha pagado mil veces
derecho de pernada.
Pero el dolor prosigue contra el desengaño
y mis manos se llenan de tinta
al evocarte, como si no fuese bastante
saber que, de entrada, te me escapas.
No soy capaz de hablar de ti
sin ser patético;
las palabras bellas o esos versos
que se hincan en la carne
como un cinto de espinas
se agotaron allá, en los feudos
fecundos de otros hombres
más hábiles o astutos que yo.
Ni el odio machacado con los puños,
ni la cursilería, ni el tigre, ni el caballo
me quedan. Estoy solo contigo.
No puedo destruirte ni alabarte
porque nací desnudo, sucio, despojado,
en la humedad directa ,
y te lo digo así, para que sepas
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Texto agregado el 13-05-2013, y leído por 91
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