De un tiempo para acá, mis grandes pies, han decidido caminar y moverse por mi, al punto de inmiscuirme en ambientes y situaciones de los que antes habría permanecido a metros.
Como resultado lógico, me dejan mal parada en conversaciones que lejos estoy de poder manejar, mientras soy testigo de cómo mi torpeza en palabras contrasta con la cadencia fémina y pegajosa de mi andar.
Mientras guardo silencio, veo como, dominadas por el movimiento de mis pies, mis largas piernas toman protagonismo. Hábilmente se mueven cual pasarela, se cruzan y descruzan, mientras las miradas locuaces me siguen, y una que otra mano se estira. Muda y presa del pánico, aunque curiosa, hundo el mentón en mi pecho, mientras escondo mi mirada y nariz tras mi larga cabellera.
El domingo traté de descuajarlos mientras dormían, pero los muy hábiles, con mi solo roce, se defendieron a punta de cosquillas, haciéndome olvidar mi objetivo, mientras en medio de carcajadas me retorcí hasta caer fundida.
A merced de mis pies se me van los días. |