Se ahogan naufragantes
las colillas entre el café,
los años han pasado
y cada cual se ha desarmado entre risas
o degradado en papel.
Salgo a buscarte
ya que encontrarme no lo he resuelto,
salgo de mi mente
y el frío me vuelve hermética y penante,
sucia frivolidad en que las almas se revuelven.
Mar lejano y lánguido,
has de rebosarme con la paz adecuada
pero todo es oscuro y asusta,
todo lo tibio y bueno en mí
ha mutado en locura.
Asusta,
me asustan mis ojos y las provenientes manos,
me asombra el mundo
y al instante me devuelvo al fetal refugio,
¿se vuelve costumbre sentirse así,
o acaso es cuestión de sensaciones y tiempo?
La nada es la totalidad de la conciencia,
la abrupta fatalidad de la juventud
y la resignación de la vejez pasiva,
yo no he decidido, tampoco he intervenido,
me he mecido alucinada
en la candidez de tus huecos entristecidos.
¡Oh! ya no es justo el tormento,
me es inevitable alguien a mi lado,
pero la rareza es un impedimento,
Soledad egoísta y retorcida,
deja de hacer nido en mi cabeza,
deja de convertir en miseria
todo lo que he escarbado,
deja de morder la carne deshabitada
¡carne de aquellos seres desencantados!,
déjame en paz porque así no podré,
no podré y no querré,
y mueren hasta caer las palabras,
¡misantropía absurda en la que he hallado motivos!
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