En algún lugar… en alguna parte de octubre de 192…



A ti:



Desde que llegué, hay una pequeña luz que no deja de parpadear del otro lado de la ventana y que se ha convertido en mi sensor de tiempo, pues en el cuarto que me han prestado no hay reloj de pared y, en mis descuidos y prisas, por salir de la casa de mamá, no procuré el que dejó el abuelo Jesús antes de irse. La habitación es muy grande, tan grande que consume el tiempo por mí. Y eso me aterra…



Antes que nada, me disculpo por la tardanza en que recibirás la carta. Podría decirte un par de pretextos (no he tenido tiempo; la oficina de correos apenas me trajo tu misiva…), lo cierto es, que mi mente se ha encontrada estúpida e inmóvil en alguna esquina de la habitación. Pero no todo ha sido desperdicio al cerdo. He ocupado parte de esos tiempos leyendo tu carta. La he mirado por horas; busque incluso, algún olor en el papel que me recordara tu casa… quisiera pensar que lo conseguí pero, a quien engaño… Por un momento pensé que alguien había llamado a la puerta pero fue mi desgraciada imaginación. Creo que la soledad del lugar tiene mucho que ver.

Antes que nada abre la caja… es una gota de amor que se escurrió en el pasado y que jamás llegó a su dueña… Ahora quiere comenzar a llover en este muerto lugar. ¿Recuerdas aquella ocasión? También comenzaba a llover. Sólo una vez volvimos a recordarlo y tu, apenada, querías esconder tu luminoso rostro para que no viera tus coloradas y azoradas mejillas… esas mejillas… adornadas con la eterna caída de tu cabello. Tendríamos unos doce años cuando eso pasó. Por alguna razón nos gustaba estar bajo aquellos árboles de eucalipto que con sus maduras y largas ramas, no dejaban paso a vista alguna. Era el refugio perfecto para un prófugo… o para nosotros. Realmente a esa edad no nos importaba nada… no nos importó. En momentos como éste, introduzco la mano entre mis viseras hasta llegar al corazón para desenterrar ese recuerdo; que cada sonido, olor, dolor y placeres vuelvan a mí. Aún olíamos a niños cuando pasó. Comenzó a llover… llueve.

Hay algo que me impide la aprehensión de ese tiempo muerto. Hay algo que lastima mi memoria. Recuerdo que matamos la distancia; jamás vi tus pupilas tan cerca como en aquella ocasión; jamás volvimos a sentir nuestra respiración chocar la una contra la otra… ni tan rápido; jamás la piel, tu piel, fue tan dulce…; jamás me volviste a mirar así… a veces… creo que jamás deje de llorar…



La muerte me sigue… la he visto…



Finalmente, quisiera pedirte que me des parte de ti, y para antes de ser aplastado por el cielo y la tierra, con mi vago recuerdo y la parte que de ti me obsequies, haré un sepulcro eterno en el que descansaré mi alma hasta el día en que regreses… hasta que tengamos de nuevo 12 años.



Tuyo… siempre.