Creo que nadie ha sido capaz de contar la cantidad de dulces que se ha comido en su vida; cómo si eso fuera a ser contado en el momento en el que tengamos que desaparecer. Cada día comemos un nuevo dulce esperando a que el deleite llegue a un nuevo estándar y tenemos la esperanza de que no sea el último que llevemos a nuestra boca.
Mi habitación está llena de glucosa por todos lados, en el piso hay un reguero de edulcorante, mi cama está hecha de chocolate y cuando me acuesto, muchas veces me he comido la almohada que está rellenada con leche condensada, por lo que me toca sacar otra y así repito varias veces hasta que ya mi estómago no aguanta más. Todo en mi cuarto está hecho con materiales dulces, debajo de mi cama tengo varios pares de zapatos los cuales también son hechos con esos ingredientes. Además poseo unas pesas que están perdiendo su peso original ya que me las he ido comiendo cada vez que practico ejercicios de los músculos.
Adicionalmente, está el pedal de mi guitarra eléctrica y el de la voz, que están hechos de caramelo, cuando estoy ensayando mis canciones me he dado cuenta que los efectos ya no son los mismos y están demasiado distorsionados, porque he engullido algunas partes, por lo que se han visto afectados estos complementos musicales.
En mi mesa de noche tengo un equipo de sonido hecho de gelatina, ya me comí uno de los bafles, de todas maneras no necesito dos para escuchar bien, sin embargo, debo tener cuidado de no comerme el otro porque ahí sí me quedo sin posibilidad de escuchar por ese medio. En los cajones guardo muchísimos papeles de todo tipo, entre ellos, una inscripción a la biblioteca nacional, y otros documentos personales que no uso muy seguido, todos son fabricados con algún tipo de almendra.
Tengo un escritorio en el que guardo varias revistas científicas y de ingeniería civil, las cuales, contrario a la mayoría de mis pertenencias, están fabricadas con estiércol humano; un diccionario de algodón y dos textos para mejorar la memoria de miel; lamentablemente todos los días me tomo una cucharada con varios párrafos, por lo que ya no tengo claro cómo puedo hacer para recordar todo lo que necesito. En la parte baja, colecciono discos de música con sabor a vainilla y, y poseo 3 maletas que aparentar tener sus materiales como el de las cocadas. En mi teclado, los sostenidos son barras de chocolate negro y las otras notas son, evidentemente, barras blancas.
Hay otras cosas adicionales, también dulcísimas, de las que ahora no voy a hacer referencia, porque mi mamá se dio cuenta que todo en mí habitáculo poseía las mismas características, por lo que ella llamó a la empresa encargada y vinieron dos hombres vestidos de azul oscuro con un instrumento que llamaban el dulsómetro, hicieron unas mediciones en mi cuarto y me informaron que definitivamente estaba sobresaturado. Decretaron que mínimo tenía que aplicarme inyecciones de insulina, contra la diabetes, no obstante eso no fue suficiente y me cortaron los brazos y las piernas. Ahora me queda más difícil suicidarme.
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