Me ha pulsado la fiebre,
aplastado como la pulpa grasienta
que se forma en la cara de un adolescente (yo, por supuesto).

Mi mente a las 10:12 a.m.
tiene un tierno edema de ventanas abiertas.
Me cocino a 39º
y siento la paradoja en las venas,
ebullición.

Quiero mortadela helada
en una gélida tina,
uno de esos baños nocturnos
con vodka en mano.

Tal vez un súcubo danzante
para mi deleite,
a los 19 realidad,
a los 20 deseos y recuerdos.
/algún día seré rico/.

Entintar el alma con poemas post-ducha
sobre erotismo, cigarros, apuestas,
mis estragos entretenimientos.

Ahora el asilo enaguas
me mantiene a punta de termómetros
y pastillas,
con el hígado lagrimeando.

No exagero pero el seso se me fragmenta,
termino atado a una carpeta
mirando una rubia tundra
adicta a las mentas.

-Tengo que limpiar de nuevo la corteza
de mi cabeza de lechuga, repollo, col. /cabeza/
-Afrodelizar mi alma, cuerpo y espíritu.