“Papá, necesito un consejo”. Al escuchar el requerimiento de su hijo, Adolfo experimentó cierto temor y nerviosismo, pues el muchacho de 16 años ya le había hecho preguntas a cerca de sexo y de temas parecidos a los que al noble padre se le dificultaba explicar, no porque no supiera contestar o no conociera del tema, si no porque su personalidad laica enmarcada en una crianza bajo principios conservadores se convertía en un impedimento para expresar sus puntos de vista.
Superando el temor Adolfo le pregunta al adolescente. “En que te puedo ayudar hijo mío”, el muchacho le confiesa que se encuentra atraído por una compañera de clases y que pretendía declararle su amor precisamente en la fiesta de cumpleaños que esa noche ofrecería la doncella y a la cual asistiría llevado por Adolfo.
El joven le pregunta, ¿Cómo hago papá, que le digo?; el padre frotándose la barba y fingiendo una actitud de recorrido en el tema le dice. – Es sencillo hijo, simplemente la invitas a bailar, cuando estén en la pista bailando, la miras a los ojos y con una ligera caricia sobre su mejilla le dices; “No sé porque no me había dado cuenta de lo hermosa que eres, estoy seguro que cuando pasas por el jardín las flores se inclinan a tus pies y los pájaros encantados con tu belleza entonan canciones como tributo a tan radiante princesa”. Con eso la dejas en shock, ella se sonrojará y apenada te contestará “Mentiroso, de seguro eso se lo dices a todas”; es cuando aprovechas y le dices “No son mentiras, si quieres te lo demuestro, vamos al jardín y te darás cuenta de que todo es verdad”, eso la comprometerá a salir al jardín y si acepta es porque desea tener algo contigo, luego cuando estén solos caminando a la luz de la luna la tomas de la mano y cuando la gravedad acerque sus cuerpos, te detienes frente a ella y le das el más dulce de tus besos y sin esperar que la magia desaparezca le dices . “¿Quieres ser mi novia?” y listo, de seguro te va a decir que sí.
El muchacho un poco incrédulo le respondió a su padre, “Está bien, lo intentaré y veremos qué pasa”.
Así fue, Adolfo llevó a su hijo a la fiesta, el joven fue recibido por la cumplimentada e ingresaron a la sala en donde todos los amigos estaban reunidos, Adolfo se quedó en el jardín junto con los demás adultos degustando un cóctel y pasa bocas mientras hablaban de temas sin trascendencia.
Transcurridas dos horas, del interior de la vivienda sale una pareja, precisamente el hijo de Adolfo con su enamorada, caminaron en el jardín, se tomaron de las manos y luego se dieron un apasionado beso, como confirmando su noviazgo y a la vez sirvió de despedida por que la fiesta llegaba a su fin; el muchacho se dirigió a su padre quién lo esperaba orgulloso pues sentía el deber cumplido, rápidamente se despidieron y abordaron su auto de regreso a casa, en el recorrido al interior del automóvil reinaba un silencio sepulcral, interrumpido abrupta mente por el carraspear de Adolfo antes de preguntar “y ¿Cómo te fue?, por lo que vi todo salió como lo planeamos, de seguro ya tienes novia”, el muchacho con una sonrisa le contesta, “Siii, ya nos hicimos novios, pero no fue por tus consejos”, sorprendido Adolfo le pregunta ¿Cómo así, explícate”. El muchacho de inmediato comenzó a narrar lo sucedido. “Desde que entré a la sala ella me invitó a bailar, lo que me ahorró ese paso, luego traté de mirarle a la cara y acariciarla tierna mente como dijiste, pero me fue imposible porque todo el tiempo ella me dio la espalda pues ese es el baile de moda en el reggaetón por lo que solo me limité a darle golpes suaves en sus posaderas, al cabo de un rato me dijo que se sentía acalorada y me invitó a tomar aire en el jardín, luego cuando salimos me tomó de la mano y de repente me dio un apasionado beso, me abrazó susurrándome al oído, quisiera que fueras mi novio; yo le contesté, por supuesto que si, después me besó nuevamente y me dijo, chao, nos vemos mañana en el cole”.
Adolfo solo lo miró y con expresión de sorpresa se limitó a decir. “Carajo, cómo cambian los tiempos”
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