Añoro las tardes cálidas de verano, de tertulias familiares.
De entrañables momentos de felicidad, de risas y juegos de niños.
De fogatas e historias contadas por los más grandes.
De miles de noches y miles de lunas mirándose en el rio.
Añoro a los que están lejos y los que ya no están.
Añora el aire húmedo del otoño, que llama a la melancolía.
A los sueños muertos y los medio moribundos.
El café por la mañana, mientras contemplo el infinito.
Los primeros olores a leña y humo saliendo por la chimenea.
El desvestir de los árboles y el olor del jazmín.
Añoro la llegada del invierno y sus primeros llantos.
La calidez y la densidad de la lluvia sureña.
Empaparme e intentar fumar cobijada de un árbol.
Los retos de mi madre por mi inmadurez.
Nadar y tomar como atajo un rio desbordado.
Añoro la quietud que queda atrás cuando llega la primavera.
Ver como se visten de fiesta los manzanos.
Ver la llegada de las aves de estación.
El olor húmedo de la tierra, de mi tierra.
Añoro a los míos….. que están en el sur.
Y yo acá en esta ciudad ajena, a todo lo que añoro.