Soy un peregrino, soy el viajero que se ha detenido por dominante impulso en este paraje. Y que aquí se ha despojado de cuanto lleva. Sólo las letras le han quedado, pero también sólo ellas lo conducen ahora, sólo ellas hablan por él. Con ellas ha vislumbrado un rumbo futuro, tal vez un próximo destino. Ellas le dicen ahora que debe partir, sin otro equipaje que la mirada abierta, las manos extendidas. Ellas dicen también que ha abandonado la matriz del árbol, que ya no posee raíces ni encuentra la savia en lo profundo de la tierra. Que ya no es el tronco que da hojas, flores y frutos. Que ahora es el fuego que consumirá su propia madera, como esas llamas que trepan y se elevan, lamiendo golosas la corteza, ingresando con rastros ardientes en sus entrañas, dejando a su paso un destino de brasas y cenizas. Él ya no es otra cosa que su propia mirada que se abre, posesiva, cierta, a veces de un alcance y un timbre sobrecogedor...
Y partirá con las letras, fuego de letras, río de letras, letras que lo nombrarán todo, letras que lo han transformado en un ser tan irreal como la esencia de las llamas, como el agua de las nubes, sin el río que da forma, como el principio del aire. Es la negación de la estirpe, carne hecha verbo, fuego hecho polvo, cenizas en el aire. Letras y siempre letras, que no quieren perecer en el inútil vagido del recién nacido, pues aunque han hablado, no han dicho lo que tienen que decir, que no es más que regresar al fuego, al aire, al río, porque no son otra cosa que letras, porque aún no son fuego, ni son aire, ni son agua, quizá son sólo cenizas en el aire...
Aún no he partido, pero pronto lo haré, lo sé, lo sé bien. La luz que me hiere en los ojos me lo ha anunciado: “Es tu hora”. Y también sé que todo lo que he vivido, lo que he visto, lo que he hecho fue un mero preparativo para el viaje, para éste. Ahora deberé dejar de ser hombre, para ser la imagen en espejo de aquél que fui. Tendré por escolta las letras hecha carne. Ellas serán mi equipaje, mi alimento, como antes fueron mis hermanas, mis esposas, mis amantes. Brújula, timón y combustible, buscarán para mí un hueco habitable entre las sombras, donde caminaré sin pisadas, solo, en compañía de las voces que las preceden y de las voces que las suceden...
Cenizas en el aire. Polvo y sólo polvo. Carne hecha letras. Letras en el aire. Cenizas, sólo cenizas. Y voces en el viento.
Un hueco habitable entre las sombras. Entre las sombras a la espera del alba.
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